¿Plan de esclavización? ¿Conspiraciones? ¡No, nada de eso!, la pauperización mental del hombre, responde al actual sistema financiero mundial, es una optimización de ganancias programada, con planificación bien arbitrada, que una élite selecta, necesita para mantener su tiranía democrática.
"La libertad es el derecho de decir a la gente aquello que no quiere oír". George Orwell en su novela 1984
"Secretamente, todo el mundo se está hartando de la corrección política, del peloteo. Estamos en una generación de blandengues; todos se la agarran con papel de fumar"
Clint Eastwood
"Pigcasso", la cerda artista que vende cuadros por mil euros
Iba a morir en un matadero en Sudáfrica y pasó a ser una estrella en el mundo del arte gracias a la difusión en las redes sociales. "Pigcasso", la cerda bautizada así en alusión al pintor español, se convirtió en el primer animal en tener su propia galería de arte y "vende" los cuadros que pinta por 1000 euros cada uno. "Definitivamente, tiene talento", afirmó la crítica de arte Marjorie Allthorpe-Guyton.
Con cuatro semanas de edad, fue rescatada de una empresa cárnica sudafricana por Joanne Lefson, activista y fundadora del refugio Farm Sanctuary en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Con el tiempo, comenzó a jugar e interesarse por los lápices y pinceles de su dueña. "Era lo único que no se comía", dijo Lefson a la revista National Geographic, y calificó el estilo de su mascota como "expresionismo abstracto".El pasado mes de enero se inauguró su primera exposición, Oink!. Después de pasar un tiempo en su ciudad natal se trasladará a otras ciudades europeas como París, Londres, Berlín y Ámsterdam. La recaudación de las ventas de sus obras, disponibles en su sitio web o en la exposición, sirven para financiar el refugio donde vive y concientizar sobre el impacto medioambiental de algunas explotaciones cárnicas. Todos sus cuadros tienen un certificado de autenticidad firmado por Pigcasso.
El caso de Pigcasso no es el único en el mundo animal. Otros mamíferos como los monos, rinocerontes y aves como los pingüinos demostraron tener habilidades pictóricas si se utilizaba con ellos una recompensa de comida, según afirma Allison Kaufman, investigadora científica en la Universidad de Connecticut, en la revista National Geographic. No obstante, Kaufman argumenta que el hecho de que Pigcasso o estos animales obtengan un refuerzo positivo para pintar no "minimiza la calidad de sus pinturas".
¿Pintor o robot? AICAN es
una máquina y sus obras se venden por miles de euros
29/10/2018
Psicodélico, una imagen creada
por el algoritmo AICAN.
Ahmed Elgammal, Author provided
Ahmed Elgammal, Author provided
En las
ocasiones en las que se ha utilizado la inteligencia artificial para crear
obras de arte, siempre ha habido un artista humano ejerciendo un importante
grado de control sobre el proceso creativo. Pero ¿qué pasaría si una máquina
estuviese programada para crear arte por sí sola, sin apenas o ninguna
intervención humana? ¿qué pasaría si fuese la principal fuerza creadora del
proceso? Y si creara algo innovador, interesante y emotivo, ¿quién debería
recibir el reconocimiento por ese trabajo? En el laboratorio de arte e inteligencia
artificial de la
Universidad de Rutgers hemos creado AICAN, un programa que podría entenderse
como un artista casi autónomo que ha aprendido los estilos y estéticas
existentes y que puede crear imágenes innovadoras propias.
Ahmed
Elgammal, profesor y director del Laboratorio de arte e inteligencia artificial
en Rutgers University
A la
gente realmente le gusta el trabajo de AICAN y no puede distinguirlo del de
artistas humanos. Sus obras se han expuesto por todo el mundo y hace
poco una incluso se subastó por 16.000 dólares.
Énfasis en la innovación
Él
planteó la hipótesis de que muchos artistas buscan hacer que sus obras sean
interesantes rechazando las formas, los temas y los estilos existentes a los
que el público ya está acostumbrado. Los artistas parecen creer que es más
probable generar curiosidad en los espectadores y captar su atención haciendo
algo nuevo. En otras palabras: la innovación es la que manda.
Por
tanto, cuando programamos AICAN, utilizamos un algoritmo denominado “red creativa de adversarios”, que obliga a AICAN a competir
contra dos oponentes. Por un
lado, trata de aprender la estética de las obras de artes existentes y, por el
otro, será penalizado si, al crear una obra propia, imita demasiado un estilo
establecido.
Al mismo
tiempo, AICAN obedece a lo que Martindale denomina la ley del “mínimo esfuerzo”, según la cual demasiada
innovación aburre a los espectadores. Esto garantiza que el arte creado sea
innovador, pero sin despegarse demasiado de lo que se considera aceptable. Preferiblemente,
creará algo nuevo construido a partir de lo que ya existe.
Dejar que AICAN sea libre
En cuanto
a nuestra función, nosotros no elegimos unas imágenes concretas para
“enseñarle” a AICAN una estética o estilo en concreto, como otros muchos
artistas que crean arte de inteligencia artificial.
En lugar
de eso, hemos proporcionado al algoritmo 80.000 imágenes que representan el
canon artístico occidental de los últimos cinco siglos. Es como si un
artista tomara un curso introductorio sobre historia del arte sin centrarse en
un estilo o género en particular.
Con solo
hacer clic en un botón, la máquina puede crear una imagen lista para
imprimir. Muchas veces las obras nos sorprenderán por su gama, sofisticación y
variación.
‘El nacimiento de Venus’,
realizado por AICAN.
Ahmed Elgammal, Author provided
Ahmed Elgammal, Author provided
Al utilizar nuestro
trabajo previo sobre cuantificación de la creatividad, AICAN puede determinar el
nivel de creatividad de sus obras. Dado que también ha aprendido los
títulos que utilizaron los artistas y los historiadores del arte en el pasado, el
algoritmo puede incluso ponerle nombre a los trabajos que crea. A uno lo llamó Orgía
y a otro La playa de Pourville.
‘La playa de Pourville’, realizado por AICAN.
Ahmed Elgammal, Author provided
Ahmed Elgammal, Author provided
El
algoritmo favorece la creación de obras más abstractas que figurativas. Nuestra
investigación sobre la capacidad de la
máquina para comprender la evolución de la historia del arte podría dar una explicación a
esto. Dado que tiene el deber de crear algo nuevo, AICAN tiende a basarse en
tendencias más recientes de la historia del arte, como el arte abstracto, que
se puso de moda en el siglo XX.
¿Las personas perciben la diferencia?
Todavía
quedaba la pregunta de cómo reaccionaría el público al trabajo de AICAN.
Para
analizarlo, enseñamos a un número de participantes imágenes de AICAN y obras
creadas por artistas humanos que se exhibieron en Art Basel, una feria anual de
arte contemporáneo de vanguardia. Les preguntamos si cada obra estaba realizada
por una máquina o por un artista.
Descubrimos que las
personas no podían percibir la diferencia: el 75% de las veces pensaban que las imágenes
generadas por AICAN habían sido creadas por un artista humano. Ni siquiera
se plantearon tener que distinguir entre las dos opciones. Realmente
disfrutaron del arte generado por ordenador y describieron las obras de AICAN
con palabras como “tiene estructura visual”, “inspiradora” o “comunicativa”.
¿quién es el artista?
A partir
de octubre de 2017, empezamos a exponer el trabajo de AICAN en Frankfurt, Los
Ángeles, Nueva York y San Francisco, con una colección diferente de imágenes en
cada exposición. En todas las exposiciones la misma pregunta se repetía una y
otra vez: ¿quién es el artista?
Como
científico, creé el algoritmo, pero no tengo ningún control sobre lo que crea
la máquina. Ella
elige el estilo, el tema, la composición, los colores y la textura. Yo
configuré el marco, pero el algoritmo está completamente al mando en cuanto a
los elementos y a los principios artísticos que genera.
Por este
motivo, en las exposiciones en las que se mostraron las obras de arte, le
otorgué el reconocimiento de cada trabajo al algoritmo AICAN. En la feria Art
Basel de Miami de diciembre se expondrán ocho obras, todas atribuidas a AICAN.
Muestra de las obras de arte
generadas por AICAN que se expondrán en la Feira de Arte SCOPE y en la Art
Basel Miami en diciembre de 2018.
Ahmed Elgammal
Ahmed Elgammal
La
primera obra de arte de la colección AICAN que salió a la venta, titulada San
Jorge y el dragón, se subastó en Nueva York en noviembre de 2017 por 16.000
dólares (la
mayor parte de las ganancias se destinaron a la investigación en la Universidad
de Rutgers y en el Institut des Hautes Études Scientifiques de Francia).
‘San Jorge y el dragón’, vendida
por 16.000 dólares.
Ahmed Elgammal
Ahmed Elgammal
Lo que el ordenador no puede hacer
Aun así,
en el proceso artístico de AICAN falta algo. El algoritmo puede crear
imágenes interesantes, pero vive en un espacio creativo aislado que carece de
contexto social.
En
cambio, los artistas humanos se inspiran en personas, lugares y políticas. Hacen
arte para contar historias y para dar sentido al mundo.
A AICAN
le falta todo esto. Sin embargo, puede crear obras de arte que después los
conservadores pueden fundamentar en nuestra sociedad y relacionar con lo que
está pasando a nuestro alrededor. Eso es precisamente lo que hicimos con Alternative
Facts: The Multi Faces of Untruth (Realidades alternativas: los múltiples
rostros de la falsedad), una serie de retratos generados por AICAN que nos
sorprendieron por su oportuna serendipia.
Alternative Facts: The Multi
Faces of Untruth de AICAN se expuso en la Feria del Libro de Frankfurt de 2018.
Ahmed Elgammal
Ahmed Elgammal
Evidentemente,
que las máquinas puedan crear arte de forma casi autónoma no quiere decir que
vayan a sustituir a los artistas. Solo significa que los artistas tendrán una
herramienta creativa adicional a su disposición con la que incluso podrían
colaborar.
A menudo
comparo el arte de la inteligencia artificial con la fotografía. Cuando se inventó la fotografía,
a principios del siglo XIX, no se consideraba arte; al fin y al cabo, era una
máquina la que hacía casi todo el trabajo.
Los
creadores de tendencias se resistieron, pero al final cedieron. Un siglo
después, la fotografía se estableció como género artístico. Hoy en día, se
exponen fotografías en los museos y se subastan a precios astronómicos.
No me
cabe la menor duda de que el arte creado por la inteligencia artificial seguirá
el mismo camino.
Mujer afirma ser la dueña
del sol y quiere cobrar por su uso
La española que posee un documento legal que la reconoce como dueña absoluta del sol desde el año 2012, comenzó a implementar la venta de parcelas del astro. Esto lo hizo desde el año siguiente al trámite legal cuya conclusión fue que, debido a los millones de años en los cuales no había aparecido ningún dueño de la estrella, efectivamente podía reclamarla como suya.
María
Ángeles Durán cumplió uno de sus grandes sueños al adjudicarse legalmente
al sol como parte de su propiedad. Un asunto del cual además, se
planteó sacar provecho económico, al cobrar por el uso del astro. Un
dinero que ha señalado, utilizará para que el gobierno español tenga cómo
atender debidamente las pensiones para adultos mayores, así como, el aspecto de
la salud y los más desfavorecidos económicamente. No todo es altruismo por
supuesto, María también aclaró que parte del dinero sería para su uso personal.
Ahora
bien, aunque la obtención legal del sol fue un proceso al parecer
sencillo, venderlo por parcelas a través de internet no lo ha sido tanto. Pues
la propietaria tuvo que demandar a Ebay por cerrarle su página en
esta plataforma, con lo cual, María Ángeles dijo haber perdido miles de euros
en ventas. Añadiendo además que, el argumento de Ebay sobre comercializar
únicamente bienes tangibles, estaba fuera de lugar porque el sol se podía ver y
tocar.
Otro de
los obstáculos que comenzaron a surgir en el camino un par de años después de
que el sol tuviese dueña, es que su propietaria comenzó a recibir llamadas que
le advertían de futuras demandas por acusarla de los diversos problemas
que los rayos ultravioleta causan.
Sin
embargo, tal parece que Durán no siente ninguna preocupación, pues ha declarado
que esto no tiene sustento legal, al no ser el sol el culpable de las
enfermedades como el cáncer de piel por ejemplo. Pues la verdadera razón de
esto, según la propietaria es la contaminación que ha socavado la capa de
ozono. Además, dijo que si se aplicaba la misma lógica, ella tendría que pedir
compensación por el calor o los alimentos que se cultivan gracias a la luz
solar.
Ya se
conoce un caso de un hombre que tenía intenciones de presentar una demanda
formal a la dueña del sol y que ha desistido. Este español había comentado que
no le importaba pagar hasta mil euros a un abogado pero, que culparía a la
mujer por enrojecimiento de sus ojos y quemaduras.
Pero
finalmente decidió no hacerlo, luego de que su abogado le argumentara que los
rayos solares tardan millones de años en llegar a la tierra y María Ángeles era
propietaria desde el 2012, no habría entonces forma alguna de hacerla
responsable por este tipo de daños.
LA INFANTILIZACIÓN
OCCIDENTAL: ¿SE CONVERTIRÁ LA SOCIEDAD EN UN INMENSO JARDIN DE INFANCIA?
El irresistible avance de la corrección política es
una señal muy potente que nos advierte de la infantilización de la sociedad occidental,
reflejada con pavorosa nitidez en su universidad, de donde precisamente
proviene.
Desde hace años, sociólogos, antropólogos o psicólogos vienen advirtiendo
sobre la infantilización de la sociedad postindustrial. La media de edad
aumenta incesantemente, la población envejece, pero los rasgos adolescentes
permanecen en una porción significativa de sujetos adultos. La juventud se ha
convertido en icono de culto, objeto de incesante alabanza, de veneración. Lo
grave no es que la gente intente aparentar juventud física, recurra en exceso a
la cirugía estética o a los implantes capilares.
Es más preocupante que un creciente porcentaje de adultos se afane en el cultivo consciente de su propia inmadurez. Hoy día no son los jóvenes quienes imitan la conducta de los adultos… sino al revés. La experiencia, el conocimiento que proporciona la edad no es ya virtud sino rémora, un lastre del que desprenderse a toda costa.
Es más preocupante que un creciente porcentaje de adultos se afane en el cultivo consciente de su propia inmadurez. Hoy día no son los jóvenes quienes imitan la conducta de los adultos… sino al revés. La experiencia, el conocimiento que proporciona la edad no es ya virtud sino rémora, un lastre del que desprenderse a toda costa.
En
la genial novela de de Philip Roth, La mancha humana, la vida del decano
universitario Coleman Silk se desmorona tras interesarse por dos estudiantes
que han faltado a todas sus clases, “¿Conoce alguien a estos alumnos? ¿Tienen
existencia sólida o se han desvanecido como negro humo?” pregunta en el aula.
Desgraciadamente para Coleman, uno de los aludidos resulta ser afroamericano y,
cuando llega a sus oídos la pregunta, la interpreta como un ataque
racista.
Aunque no había ánimo ofensivo en sus palabras, puesto que jamás había visto al
estudiante, Silk es acusado de racista, cesado como decano y despedido. Sin
otra universidad dispuesta a contratarlo, su economía familiar se deteriora
rápidamente. Padece el rechazo de la comunidad, el repudio de amigos y
conocidos y, en el colmo de la desdicha, su esposa sufre una apoplejía a causa
del estrés y fallece.
Numerosos profesores
norteamericanos son censurados o expulsados de las universidades porque sus
discursos, o siquiera sus apreciaciones, turban a un alumnado cada vez más
sobreprotegido e infantilizado
Aunque el decano Silk sea un personaje de ficción, Philip Roth refleja las
vivencias de infinidad de profesores norteamericanos censurados o expulsados de
las universidades porque sus discursos, o siquiera sus apreciaciones, turbaban
a un alumnado cada vez más sobreprotegido e infantilizado. Porque no se
ajustaban a lo políticamente correcto.
La adolescencia se
extiende hoy hasta edades muy avanzadas, generando una sociedad inmadura, unos
sujetos que exigen cada vez más de la vida pero entienden cada vez menos el
mundo que los rodea.
¿UNIVERSIDADES O JARDINES DE INFANCIA?
Hace poco más de dos años, según realtó Judith Shulevitz, estudiantes de la
Universidad de Brown organizaron un debate abierto sobre agresiones sexuales.
Inmediatamente, otro grupo de alumnos, temeroso de que los intervinientes
pudieran exponer ciertas ideas “negativas”, protestó ante la dirección
argumentando que la universidad debía ser un “espacio seguro” donde nada
avivara los traumas de las víctimas.
Las autoridades académicas no cancelaron el acto, pero pusieron a disposición
de los asistentes su propio “espacio seguro”: una sala contigua donde
cualquiera pudiera acudir para recuperarse de algún punto de vista turbador, y,
si se sentía con fuerzas, regresar al debate. La estancia estaba equipada con
cuadernos para colorear, juegos de plastilina, cojines, música relajante,
mantas, galletas, chicles, incluso un video en el que aparecían perritos
jugando. También contaba con personal cualificado para atender posibles
traumas. Cuando el evento finalizó, dos docenas de personas habían pasado por
esta sala, una de las cuales explicó: “me sentía bombardeada por unos
puntos de vista que van en contra de mis creencias más íntimas”.
El discurso político se
simplifica, dogmatiza, se agota en sí mismo, se limita a meras consignas,
sencillas estampas. Pierde la complejidad que correspondería a un electorado
adulto. En concordancia con la visión adolescente del mundo, no se exige en los
líderes políticos ideas, capacidad de elaboración, sino belleza, atractivo,
tópicos, divertidas frases, una imagen que conecte con un electorado envejecido
en edad pero muy rejuvenecido en mentalidad.
Este infantilismo ha culminado políticamente
con grandes (y en ocasiones ridículas) simplificaciones en las que se basa el
populismo.
En
otra ocasión, un profesor del Columbia College recomendó la visita a una
interesante exposición de arte samurai japonés. Inmediatamente, uno de sus
estudiantes protestó airadamente, tachando su sugerencia de políticamente
incorrecta porque podía herir la sensibilidad de los alumnos chinos.
Obviamente, la objeción era absurda; la invasión de China por el ejército
imperial japonés había finalizado setenta años atrás. Sin embargo, para el
estudiante el tiempo transcurrido era irrelevante. Siguiendo su lógica, el arte
alemán ofendería en Francia, el francés en España por la invasión napoleónica,
o el español en Flandes.
Larry Summers tuvo la
desgraciada ocurrencia de defender teorías donde se mostraba que el coeficiente
de inteligencia de los hombres presenta una dispersión, una varianza mayor que
el de las mujeres.
Otro
caso llamativo es el del ex presidente de la Universidad de Harvard, el
economista Larry Summers, que tuvo la desgraciada ocurrencia de defender
teorías donde mostraba que el coeficiente de inteligencia de los hombres
presenta una dispersión, una varianza mayor que el de las mujeres, planteando
como hipótesis que este hecho podía influir en la asignación de puestos de
trabajo en las escalas más altas y más bajas. Automáticamente fue acusado de
machista y, tras una durísima campaña en su contra, Summers se vio obligado a
dimitir en 2006.
DEL OSCURANTISMO A LA IGNORANCIA
El
calvario de todos estos profesores ilustra la plaga de la corrección política,
una moda que invade los campus universitarios del mundo desarrollado,
constituyendo una asfixiante censura que, en no pocas ocasiones, provoca dramas
absurdos perfectamente evitables. Lo peor, con todo, es que condena a la
sociedad al oscurantismo, a la ignorancia. Al fin y al cabo, Summers sólo
podría haberse ahorrado el calvario falseando las teorías, adaptándolas a la
“realidad” de lo políticamente correcto o, sencillamente, renunciando a su
exposición.
Por su parte, el profesor de Columbia debería pensárselo dos veces antes de
recomendar exposiciones de arte a sus alumnos puesto que todas, de alguna manera,
herirán la sensibilidad de alguien. En cuanto a los estudiantes de la
Universidad de Brown, para evitar sobresaltos tendrían que renunciar a
organizar debates abiertos.
“La universidad no puede ser un ‘espacio seguro’. El que lo busque, que se vaya a casa y abrace a su osito de peluche” Richard Dawkins
El irresistible avance de la corrección política es una señal muy potente
que nos advierte de la infantilización de la sociedad occidental, reflejada con
pavorosa nitidez en su universidad, de donde precisamente proviene. Tanto
despropósito llevó a Richard Dawkins, profesor de biología evolutiva de la
Universidad de Cardiff a advertir a sus estudiantes, con indisimulada
indignación: “La universidad no puede ser un ‘espacio seguro’. El que lo busque,
que se vaya a casa, abrace a su osito de peluche y se ponga el chupete hasta
que se encuentre listo para volver. Los estudiantes que se ofenden por escuchar
opiniones contraria a las suyas, quizá no estén preparados para venir a la
universidad”.
La corrección política es producto de ese pensamiento infantil que cree
que el monstruo desaparecerá con solo cerrar los ojos. Pero la maduración
personal consiste justo en lo contrario, en descubrir que el mundo no es
siempre bello ni bueno, en la toma de conciencia de que el mal existe, en
llegar a aceptar y encajar la contrariedad, el sufrimiento. Y, por supuesto, en
aprender a rebatir los criterios opuestos.
En
su esfuerzo por hacer sentir a todos los estudiantes cómodos y seguros, a salvo
de cualquier potencial shock, las universidades están sacrificando la
credibilidad y el rigor del discurso intelectual, remplazando la lógica por la
emoción y la razón por la ignorancia. En definitiva, están impidiendo que sus
alumnos maduren.
LA TRAMPA DEL “ESPACIO SEGURO”
Cuando se designa unos espacios universitarios como seguros, implícitamente se
está marcando otros como inseguros y, por lo tanto, tarde o temprano habrá que
“asegurarlos”, hasta que cualquier opinión desconcertante quede prohibida en
todo el campus. Y, si esto es válido para la universidad, ¿por qué no
trasladarlo a la sociedad en su conjunto? Así, la represión se extiende como
mancha de aceite, prohibiendo palabras, términos, actitudes, estableciendo una
siniestra policía del pensamiento.
En la práctica, es la
autoridad quien acaba dictaminando lo que es políticamente correcto y lo que
no. Y lo hace, naturalmente, a favor del ‘establishment’ y de los grupos de
presión mejor organizados.
Desde el punto de vista conceptual, la corrección política es incongruente, cae
por su propio peso. Dado que no todo el mundo opina igual ni posee la misma
sensibilidad, no es posible separar con rigor lo que es ofensivo de lo que no
lo es, establecer una frontera objetiva entre lo políticamente correcto y lo
incorrecto. Hay personas que no se ofenden nunca; otras, sin embargo, tienen la
sensibilidad a flor de piel. La ofensa no está en el emisor sino en el
receptor. Así, en la práctica, es la autoridad quien acaba
dictaminando lo que es políticamente correcto y lo que no. Y lo hace,
naturalmente, a favor del establishment y de los grupos de presión mejor
organizados.
La
corrección política es una forma de censura, un intento de suprimir cualquier
oposición al sistema. Y es además ineficaz para afrontar las cuestiones que
pretende resolver: la injusticia, la discriminación, la maldad. No es más que
un recurso típico de mentes superficiales que, ante la dificultad de abordar
los problemas, la fatiga que implica transformar el mundo, optan por cambiar
simplemente las palabras, por sustituir el cambio real por el lingüístico.
“Es un error juvenil
confundir los nombres con las cosas. Las palabras son sólo signos
convencionales para identificar objetos o hechos: son estos últimos los que
cuentan” W. E. B. Du Bois
"Esta
infantilización de occidente no es para nada casual. Tanto para ‘establishment’
político, como religioso y el del mercado resulta una situación de la que
pueden obtener grandes ventajas. En una sociedad que no madura nunca, sus
miembros serán más dependientes y obedecerán tanto a las creencias religiosas
como a las órdenes del Estado sin poder oponerse y serán blancos fáciles para
un mercado que dictará lo que las personas necesitan o no, eternos lactantes que
necesitan consumir para sentirse realizados, pero totalmente incapaces de
cuestionar lo que se les impone.
Y siguiendo esta lógica infantilizadora, existe un caso arquetípico en
los cuentos de hadas. "El flautista de Hamelín", donde el talentoso
músico toma venganza de un pueblo y secuestra a todos sus niños, que
desprovistos de voluntad lo siguen sin poder resistirse a su encanto musical.
Como un canto de sirenas, lo políticamente correcto y los dictados del mercado
retrotraen a las sociedades a la dependencia y la falta de criterio
propio", argumenta Jaques Pierre.
Lo
expresó de forma certera el defensor de los derechos civiles W. E. B. Du Bois
en 1928. Tras ser recriminado por un joven exaltado por usar la palabra
“negro”, Du Bois respondió: “Es un error juvenil confundir los nombres con
las cosas. Las palabras son sólo signos convencionales para identificar objetos
o hechos: son estos últimos los que cuentan. Hay personas que nos desprecian
por ser negros; pero no van a despreciarnos menos por hacernos llamar ‘hombres
de color’ o ‘afroamericanos’. No es el nombre… es el hecho”. En efecto, ni
la discriminación, ni el racismo, ni cualquier otro problema, se resuelven por
cambiar los nombres. Como mucho, se logra tranquilizar la mala conciencia de
algunos.
UBRES Y GLÚTEOS POR ENCIMA DE LA OPINIÓN RAZONADA
Los
nuevos tiempos son testigos de la preponderancia de los rasgos infantiles sobre
los maduros. La impulsividad, los instintos, dominan a la reflexión; el placer
a corto plazo a la búsqueda del horizonte. Los derechos, o privilegios, imperan
sobre los denostados deberes, esas pesadas obligaciones de un adulto. La
inclinación a la protesta, al pataleo, domina a la auto superación. Y la imagen
se antepone al mérito y el esfuerzo.
Resulta preocupante la
fuerte deriva de la prensa hacia el puro entretenimiento, la mera diversión, en
detrimento de la información y análisis rigurosos. La preponderancia de ubres y
glúteos sobre la opinión razonada
Los medios de comunicación actúan en consecuencia: incluso la prensa más seria
promociona el cotilleo más obsceno, el chascarrillo, el escándalo, esas
noticias que hacen las delicias del público con mentalidad adolescente. Resulta
preocupante la fuerte deriva de la prensa hacia el puro entretenimiento, la
mera diversión, en detrimento de la información y análisis rigurosos. La
preponderancia de ubres y glúteos sobre la opinión razonada.
El
creciente infantilismo fomenta la difusión de miedos, esos temores
inventados o exagerados que generan los reflejos distorsionados de la calle en
la oscuridad de la habitación. Surge una “sociedad del miedo“,
tremendamente conservadora, que en el cambio ve peligros, no oportunidades. Una
colectividad asustadiza, víctima fácil del terrorismo internacional. Nunca fue
el mundo tan seguro como en el presente; pero nunca el ciudadano medio vivió
tan aterrado. Ni el intelectual tan temeroso de escribir lo que realmente
ocurre. Una sociedad bastante cobarde, insegura, que se asusta de su sombra, de
lo que come o respira, que siente pánico ante noticias que, por
definición, no son más que excepciones. Prueba de ello es la creciente
atracción por el milenarismo: igual que en la Edad Media, los predicadores del
Apocalipsis ejercen una singular fascinación, aunque sólo pretendan llenarse
los bolsillos.
EL POPULISMO, CULMINACIÓN DEL INFANTILISMO
Muchos olvidan que la madurez consiste básicamente en la adquisición de juicio
para distinguir el bien del mal, la formación de los propios principios y,
sobre todo, la disposición a aceptar responsabilidades. Y que los dirigentes
han contribuido con todas sus fuerzas a diluir o difuminar la responsabilidad
individual. A sumir al ciudadano poco avisado en una adolescencia permanente. El
Estado paternalista aseguró al súbdito que resolvería hasta la más mínima de
sus dificultades a cambio de renunciar al pensamiento crítico, de
delegar en los dirigentes todas las decisiones. Fue la promesa de una
interminable infancia despreocupada y feliz.
La
mentalidad infantil encaja muy bien en la sociedad compuesta por grupos de
intereses, que tan magistralmente describió Mancur Olson. Unas facciones que
actúan como pandillas de adolescentes en entornos donde escasea la
responsabilidad, donde el grito, la pataleta, el alboroto, son vías mucho más
eficaces para conseguir ventajas que el mérito y el esfuerzo. Un marco, como el
español, donde predomina quien más vocifera, “reivindica”, apabulla. O tiene
más amigos, mejores contactos. Raramente quién aporta razones más profundas.
El populismo constituye la fase final, el
perfeccionamiento del proceso de infantilización
El
populismo constituye la fase final, el perfeccionamiento del proceso de
infantilización, la cosecha definitiva de esas semillas sembradas
concienzudamente por los dirigentes del Mundo Occidental. No es tan
significativa la estética quiceañera como el discurso arbitrista, empachado de
“lo público”, proclive al reparto de prebendas, tendente a
eliminar los restos de responsabilidad individual. Líderes adolescentes y
caprichosos para una sociedad infantil, anestesiada, entretenida con los
juguetes que los de arriba dejan caer a voluntad.
Y EL RESULTADO ES… DONALD TRUMP
Hay mucha gente en el mundo, demasiada en España, que, al parecer, carece de la
madurez emocional o de la capacidad intelectual para escuchar una opinión
política que se aparte de sus convicciones sin considerarla un insulto
personal. Al poner los sentimientos por encima de los hechos, de las razones,
cualquier opinión válida puede ser desactivada tachándola de racista, sexista,
discriminatoria. Puede que a estas personas la corrección política les haga
sentirse más cómodos, pero a costa de instaurar la cultura del miedo en los
demás.
Clint Eastwood declaró: “Secretamente, todo el mundo se está hartando de la
corrección política, del peloteo. Estamos en una generación de blandengues;
todos se la agarran con papel de fumar”. Aun así no era plenamente
consciente del peligro que se avecinaba: tarde o temprano el virulento efecto
péndulo invierte las magnitudes, la gente acaba hastiada de tanta censura, y
como reacción… vota a Donald Trump.
Renunciar al libre discurso, al libre pensamiento, para evitar herir la
sensibilidad de algunos es peor que estúpido: es peligroso porque pone en
cuestión los principios de la democracia. Debemos ser respetuosos con todo el
mundo, por supuesto. Pero también expresar con libertad nuestras ideas y
argumentos.
Si
alguien se molesta, se rasga las vestiduras, es muy probable que esté mostrando
su talante inmaduro, su carácter infantil e intolerante. Lo advirtió George
Orwell en su novela 1984: “La libertad es el derecho de decir a la gente
aquello que no quiere oír”.
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