el soborno financiero ciega el último vestigio humano de ayudarnos.
OLAS DE UN MISMO MAR
Por Javier Cornejo
1/07/2020
La más importante batalla de siempre, en particular de estos días de Plan-demia, es pensar con el cerebro propio en lugar de hacerlo con el cerebro ajeno; especialmente cuando ese cerebro ajeno piensa y labora en contra de nuestros intereses, de nuestro futuro. Pensar con el cerebro propio es el eje de la obra "Los Amos del Mundo" de Adrián Salbuchi.
Pensar con el cerebro propio es el desafío de Salta en un Mundo en Cambio.
Hoy en día la penosa situación de nuestro País torna ese esfuerzo absolutamente necesario, puesto que ya estamos inmersos en el peligro real y concreto que nuestra Patria deje de existir, =no sólo como Nación soberana, cosa que hoy apenas es=, sino, incluso, como entidad jurídica distinguible en el mapamundi y en el tablero geopolítico mundial.
Pronto la geografía como hoy la conocemos sufrirá drásticos cambios, en que aflorarán los caracteres reales de los nuevos y verdaderos titulares de nuestro territorio fraccionado y su población disgregada.
El programa se venía cumpliendo sin prisa, pero sin pausa, hasta en este último siglo en que la tecnología imprimió una aceleración inaudita, cumpliendo un cronograma minuciosamente establecido en plazos y pasos que ni imaginamos.
ANTECEDENTES
Programa a escala mundial, con aplicaciones sectoriales, funcional a los postulados de Gianmaría Ortes "Reflexiones sobre la población de las Naciones" sustento de su sucesor Thomas Malthus quien en 1798 publica "Ensayo de un principio de la población". Seguido por Darwin, Spencer, Holmberg, y más actuales como el Club de Roma con su propuesta "202 Global for the next forty years" (2052 un pronóstico global para los próximos 40 años) coincidiendo con Al Gore, la WWF del Principe Felipe (Vida Silvestre Británico). Siguiendo con más actuales plataformas como en 1974 el NSSM200, Memorandum Seguridad Nacional del Comendador de la Británica Orden de San Miguel y San Jorge: Sir Henry Kissinger. Hasta la última puesta en escena de simulacro virtual de la Plan-demia que hoy espanta al mundo entero: el "Evento 201" de octubre de 2019 en Nueva York, protagonizado por amañados científicos, sociedades "filantrópicas" y sus financistas. O los dictados del Foro Económico Mundial.
Elites que ya se encuentran preparando un nuevo "simulacro" (como les gusta llamar) esta vez de un colapso Digital en el mundo entero con atroces consecuencias hasta los más recónditos lugares. Seguramente culparán al "calentamiento global" que producimos nosotros (no ellos).
Luego, para rematar, vendrá la comunicación oficial de la presencia extraterrestre.
OBJETIVOS
Todo con un único propósito: la necesidad de eliminación de seres humanos a efectos que los recursos del mundo alcancen para los integrantes de las élites que deben sobrevivir.
Acorde a los objetivos del reciente fallecido Príncipe Felipe de Edimburgo cuyo publicitado deseo fue expresado de la siguiente manera: "En caso que pudiera re encarnarme me gustaría hacerlo como un virus mortal para despoblar el planeta".
Objetivo de falsedad que fuera comprobada por múltiples investigadores, científicos a los que
acallaron sus voces, de los que destaco a Josué de Castro en sus obras "Libro negro del hambre" y "Geopolítica del hambre".
Hoy estamos inmersos en una línea de tiempo del universo viviendo una realidad más profunda que cualquier película de ciencia ficción pueda escenificar.
Realidad que supera la premonición de Eric Blair, más conocido como George Orwell, en su "Rebelión en la granja" (1945) y su novela "1984" escrita en 1949 en la que crea el concepto Gran Hermano y adelanta los tiempos actuales. "Mundo Feliz" de Aldous Huxley en el que no tendrás nada y serás feliz con la "renta básica universal" y con la droga "soma", que el socialismo de estado prevé para tu domesticación, todos sometidos a una esclavitud de pensamiento único en el que tu libertad estará circunscripta a lo expresado en tu carnet de dictadura sanitaria en un virtual estado de sitio de permanente toque de queda.
Tecnología que nos abarca todos sin excepción, dominada por una "inteligencia artificial" alimentada por lo más macabro de inteligencia humana aplicada al transhumanismo, EURALINK, a la expansión de herramientas como el rayo HAARP, antenas de 5 G capaces de activar chips incorporados a organismos vivos con programas predeterminados, armas de ultrasonido, máquinas manipuladoras del clima y fenómenos "naturales", químicas, bacteriológicas, virus planetarios, con el agregado de promoción de todo lo referente a la muerte como los abortos, eutanasia de viejos y/ o enfermos (debate de pronta instalación en nuestros legisladores), genocidio tendiente a eliminar a todos los seres humanos innecesarios en el esquema mundial previsto, desembocando en un controlado lazareto denominado planeta tierra con un rebaño de gente totalmente domesticada.
NUESTRO CASO
En particular nuestro territorio siempre resultó sumamente apetecible para la apropiación, desde los informes de Thomas Falkner, en ejecución desde siglos pasados, hoy exacerbada por el efectivo posicionamiento de otros países en nuestra geografía y recursos naturales.
Posicionamiento en el que necesitan el suelo libre de ocupantes. De allí la macabra situación de camino a la hecatombe en que transitamos, donde es preciso "desalojar a los argentinos". Ya lo decía Alberdi en sus Escritos Póstumos- Estudios Económicos-: "provocando guerras u otras calamidades por cualquier pretexto y sin ningún sentido", desembocamos en una nueva sustitución y reemplazo poblacional.
En estos tiempos de inconmensurables confusiones, es preciso llamar a las cosas por su nombre, sin eufemismos, única forma de tocar una alarma que active el arma invencible de la Verdad, sin temor y sin lenguaje oscuro o deformado usado por los verdugos que manejan nuestros destinos en busca de nuestra pérdida de derechos, libertad, imponiendo el miedo y pavor como herramientas inmediatas de dominio planetario.
Filosofía del Exterminio
Por Javier Cornejo
Publicado en el diario El tribuno el 17/04/2011
En 1798 apareció el Ensayo sobre un principio de la población, obra de Thomas Malthus quien a la exuberancia de la población opuso la falta de alimentos y la avaricia de la naturaleza. Consideró que se trataba de un proceso dinámico: la relación entre dos variables, la del crecimiento de la población, en progresión geométrica, y la de los recursos, en progresión aritmética. Planteó un ajuste inevitable: la lucha por la existencia como un dato fundamental de la materia viviente, incluido el hombre.
La naturaleza procede a la eliminación de los supernumerarios por medio de un exterminio implacable. El hombre padece las leyes que rigen la naturaleza. La expansión de su raza será bloqueada por la eliminación: el aumento de mortalidad. La desaparición prematura de los sujetos más débiles, epidemias, guerras y hambrunas. Presenta el hambre como el último recurso de la naturaleza para lograr el equilibrio.
Malthus ubicó a la especie humana dentro del vasto sistema de los seres vivientes. La integró con los demás organismos y no le reconoció ninguna posición privilegiada en el universo. Formuló la noción de población máxima: aquella que por el juego de la multiplicación natural alcanza el más alto nivel permitido por los recursos del medio ambiente.(1)
Darwin se opuso a la teología natural en el cual el Creador constituyo la naturaleza según las necesidades del hombre y a partir de la tesis de Malthus formulo la hipótesis de la lucha por la existencia e introdujo en ulteriores ediciones de El origen de las especies, la frase de Herbert Spencer, "la supervivencia de los más aptos", para ilustrar la idea de la selección natural.
El inglés Herbert Spencer creía que los seres humanos se hallaban en constante competencia entre si y que los más débiles resultaban inevitablemente derrotados. Afirmaba que ello era la consecuencia lógica del progreso de la evolución. En 1884 llegó a sostener que era mejor exterminar a los desocupados o a quienes se convirtieran en una carga para la sociedad antes de que llegasen a ser objeto de ayuda social o caridad. Esta tesis de Spencer se puede refutar con ejemplos históricos. De hecho, la historia de la civilización muestra, más bien, el triunfo lento, pero seguro, de la cooperación social en la agricultura y en la industria sobre el individualismo agresivo de los cazadores y nómadas. No obstante, el pensamiento spenceriano influyó en la historia. Posibilitó, además, que los nacionalistas y militaristas hablaran de la bondad de la guerras durante las décadas que precedieron a la Primera Guerra Mundial, en cuanto era capaz de asegurar la supervivencia de los más aptos.(3)
Como suele suceder con las teorías de gran trascendencia y poder explicativo el evolucionismo fue más allá del campo estrictamente biológico. Se proyecto hacia el terreno de lo social, lo político y lo económico. Sucedió que ciertos filósofos sociales, y ciertos publicistas no científicos del evolucionismo, pensaron que la esencia de la selección natural podía sintetizarse con frases como "lucha por la existencia", "supervivencia del más apto" o "eliminación del inepto". Es fácil imaginar los excesos que puede llegar a justificar este tipo de aseveraciones si se las traslada al medio social.
Por otra parte, el excesivo énfasis puesto sobre la lucha por la existencia condujo a que el pensamiento popular identificara a menudo ésta con la evolución misma. Se creyó que la evolución demostraba una crueldad esencial de la naturaleza. A algunos no les parecieron inadecuadas frases como "el poder es el derecho", "cada hombre para si mismo", "la ley de la jungla", como expresiones de ética tan dudosa en sus valores intrínsecos como en su correspondencia con la teoría de la evolución.
Eduardo L. Holmberg (1852-1937) concebía un mundo integrado por el naturalismo, el evolucionismo universal y el transformismo darwinista. Las clases dirigentes argentinas de la época compartían en general esta cosmovisión. A partir de ella se fundamentaba y fortalecía la idea de progreso. Esta idea era fuertemente defendida por los científicos y políticos. Holmberg es un claro ejemplo de la ascendencia de una teoría científica puede tener sobre los demás sectores de una cultura. En este caso se llegaba a justificar los crímenes en nombre del evolucionismo. En un discurso en homenaje a Darwin, en 1952 dice Holmberg: "Acabamos con los indios porque la ley de Malthus está por encima de nuestras opiniones individuales".(2)
En nuestro país, a principios del siglo XX, toda la realidad social era explicada desde este tipo de ideas. Juan B. Justo fue uno de los pocos argentinos contrario a esta posición, alertó sobre el abuso que significaba interpretar la sociedad humana como un organismo biológico y denuncio los racismos encubiertos de una teoría que propone la superioridad innata de algunos individuos. Lamentablemente estas ideas prosiguieron por diferentes corrientes de pensamientos denominadas neopositivistas, racionalistas, empiristas lógicos... etc. (3)
En 1974 el informe de seguridad 200 de Sir Henry Kissinger actualiza los conceptos malthusianos y su objetivo es promover los medios abortivos en los países del tercer mundo como un punto esencial de los intereses norteamericanos en el mundo, disfrutando así de los beneficios la herencia malthusiana: somos menos para repartir lo poco que va a quedar. Si tomamos en cuenta estos conceptos podríamos explicar las innumerables guerras de la nación más poderosa de la tierra más allá de los justificativos coyunturales, existe un objetivo económico y político destinado a que unos pocos disfruten de los recursos de todos los países del mundo.
Este plan de genocidio aplicado a nuestro país en virtud de las propuestas de Sir Henry Kissinger se cumple a rajatabla hasta este año 2011 y los que vendrán. Consideración de la que será objeto en Filosofía del Exterminio (II).
(1) "La producción de los conceptos científicos" Esther Diaz (compiladora), Art. "Darwinismo y revolución Industrial" de Marina Bertonassi.
(2) Ob.cit. Art. "El evolucionismo en la Argentina" Juan Jose Colella
(3) Ob. cit. Art. "Positivismo y ética en la Argentina" Juan Jose Colella