Pese a las certezas establecidas como dogma, ningún denunciante aportó datos concretos sobre la mentada industria y ningún juez laboral protagonizó algún escándalo por presunta corrupción.
Walter Neil Bühler 16 de octubre de 2025
En nuestra sociedad se ha instalado la idea de que la eliminación de la "industria del juicio" o la concreción de una "gran reforma laboral", son la panacea que transformarán de raíz la economía argentina. Ello, aunque nadie haya aportado un solo ejemplo concreto de esa supuesta "industria", ni se haya ofrecido precisión alguna sobre el contenido real de la pretendida reforma.
El presidente Milei se ha erigido en paladín de una lucha quijotesca contra los cimientos de esa perversa e ilusoria industria del juicio. La semana pasada, durante su visita a una planta siderúrgica, en San Nicolás, sostuvo: "queremos anunciar una serie de reformas económicas dirigidas a apuntalar este proceso de crecimiento inédito en nuestra historia. Con la macro andando con viento en popa, urgen las reformas que dinamicen la micro. Van a beneficiar a más de medio millón de pymes, empresas grandes y fundamentalmente a los trabajadores. Va a motorizar la creación de cientos de miles de puestos de trabajo en blanco en el sector privado. Esta reforma está orientada a terminar de una vez y para siempre con la nefasta industria del juicio". Días antes el propio Milei había retuiteado este mensaje: "Se viene la motosierra para la industria del juicio y los caranchos". Entre sus planes estaría poner en la mira a los jueces laborales a quienes acusa de haber "colaborado fuertemente en destruir a las pymes argentinas y en desalentar inversiones". Esta amenaza al Poder Judicial pondría la situación en un andarivel institucional sumamente peligroso.
En la década del 90, el periodista Bernardo Neustadt popularizó la expresión de "industria del juicio" que en realidad se refería a toda una trama que involucraba a Jueces Civiles -encabezados por el juez Nicosia-, peritos, y abogados que lucraban con falsos juicios contra Ferrocarriles Argentinos. De modo imperceptible, aunque claramente interesado, la expresión derivó para calificar así a los juicios laborales. En los siete lustros transcurridos hasta la fecha, ninguno de los cientos de periodistas, investigadores o políticos que usaron la expresión aportaron un solo dato concreto sobre la mentada industria. En todo ese tiempo ningún juez laboral fue acusado de corrupción, ni estalló algún escándalo por sentencias sistemáticamente perversas. Eso sí, se han señalado en grandes titulares, algunos casos aislados de fallos que condenaban a opinables cifras exorbitantes; pero de la supuesta "industria", ni rastros. La litigiosidad laboral en Argentina es comparativamente baja respecto de otros países de la región.
"Pese una drástica reforma, Brasil registra cuatro millones de juicios laborales anuales".
A pesar de una drástica reforma laboral en Brasil que recortó considerablemente los derechos de los trabajadores, registra alrededor de cuatro millones de juicios laborales anuales. En comparación, en Argentina se estiman unos 400.000 juicios, lo que representa diez veces menos en proporción a la población, que solo es cinco veces menor que la de Brasil. Las propias reformas se convierten, generalmente, en una fuente de litigios.
Sobre los dogmas sociales falsos
En toda época y lugar, las sociedades producen sus propios dogmas. Actualmente, no son ya teológicos, sino seculares; no prometen la salvación del alma, sino la del mercado, la eficiencia o la felicidad. Su fuerza no proviene de la verdad, sino de la costumbre: nadie los impone, pero todos los repiten. Esas expresiones que se instalan como verdades incuestionables, pese a ser falsas, a fuerza de repetirse, reemplazan el pensamiento por el eco.
Los dogmas sociales falsos se transforman en la religión civil de la modernidad y se instalan por varios factores:
* Repetición mediática: los medios, slogans y discursos políticos los machacan hasta volverlos reflejos verbales;
* Autoridad social: si lo dice "alguien importante" (un político, un periodista, un influencer), se vuelve axioma;
* Simplicidad emocional: ofrecen respuestas fáciles a problemas complejos; 4. Recompensa social: quien repite el dogma es visto como "razonable" o "en onda";
* Ausencia de pensamiento crítico: en tiempos de prisa, las frases hechas reemplazan la reflexión. No se basan en la evidencia, sino en la necesidad de creer en algo que dé orden, seguridad y sentido en un mundo complejo y cambiante.
Las sociedades en crisis tienden a aferrarse con mayor facilidad a tales ficciones colectivas. La incertidumbre, el miedo y la inestabilidad propias de esos períodos provocan que las personas y grupos busquen certezas y respuestas firmes, aunque estas sean erróneas o engañosas. Esto lleva a una aceptación acrítica de creencias rígidas y falsas promesas como formas de sostener una sensación de seguridad, lo que perpetúa dogmas sociales que no reflejan la realidad ni conducen a soluciones auténticas.
Además, en crisis sociales o económicas, es común que se mantengan estructuras ideológicas que favorecen a ciertos grupos privilegiados y que justifiquen desigualdades o injusticias, siendo difícil revertir esas tendencias y cuestionar esos dogmas porque se convierten en elementos consolidados del sistema social y económico.
Estos dogmas cumplen, a la vez, una función psicológica (tranquilizar), social (cohesionar), y política (legitimar el orden existente). Desactivarlos exige pensamiento crítico, memoria histórica y lenguaje propio: no repetir lo que "suena bien", sino preguntar qué intereses, miedos o deseos sostienen cada frase.
Karl Marx fue el primero en mostrar que las ideas no flotan libremente: son productos sociales que encubren las relaciones de poder. "Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época", afirmaba el pensador alemán. En el caso de nuestra vernácula industria del juicio, el dogma invierte los roles y vemos como el debate convierte a la víctima en victimario. El trabajador, "sujeto de preferente tutela constitucional". según ha dicho nuestra Corte Suprema, se convierte así en el asesino serial de la película que viene a aniquilar todo esbozo de recuperación económica. De esta manera se pierden de vista los inauditos grados de explotación a la que muchos trabajadores son sometidos. No habría juicios si no hubiera graves incumplimientos a la legislación laboral por parte de algunos empleadores.
Michel Foucault, por su parte, señalaba que ya no se trata de descubrir quién miente, sino de comprender cómo una sociedad produce lo que considera verdadero. Cada época organiza un "régimen de verdad": un entramado de instituciones, discursos y prácticas que definen lo "normal" y lo aceptable. Los dogmas sociales, en consecuencia, no encubren la realidad: la fabrican.
La "industria del juicio" es, en definitiva, un caso paradigmático de fabricación de sentido: un mito funcional que exime de responsabilidades empresariales, erosiona derechos laborales y legitima políticas regresivas bajo la máscara de la modernización. En nombre de la "eficiencia" se busca despojar de garantías a quienes menos poder tienen.
Pero el verdadero desarrollo no se logra eliminando juicios, sino eliminando las causas que los originan. Ninguna reforma laboral sustentable puede construirse sobre una falsedad erigida en dogma. Porque cuando la mentira se repite como consigna, deja de ser un error: se convierte en un instrumento de dominación.
https://www.eltribuno.com/opiniones/2025-10-16-0-0-0-industria-del-juicio-y-reforma-laboral
Ingenieria social: Cómo legalizar cualquier fenómeno
En su artículo en el portal Adme, pone el ejemplo radical de cómo convertir en aceptable la idea de legalizar el canibalismo paso a paso, desde la fase en que se considera una acción repugnante e impensable, completamente ajena a la moral pública, hasta convertirse en una realidad aceptada por la conciencia de masas y la ley. Eso no se consigue mediante un lavado de cerebro directo, sino en técnicas más sofisticadas que son efectivas gracias a su aplicación coherente y sistemática sin que la sociedad se dé cuenta del proceso, cree Gorzhaltsán.
Obviamente, actualmente la cuestión de la legalización del canibalismo se encuentra en el nivel más bajo de aceptación en la 'ventana de posibilidades' de Overton, ya que la sociedad lo considera como un fenómeno absurdo e impensable, un tabú.
Para cambiar esa percepción, se puede, amparándose en la libertad de expresión, trasladar la cuestión a la esfera científica, pues para los científicos normalmente no hay temas tabú. Por lo tanto, es posible celebrar, por ejemplo, un simposio etnológico sobre rituales exóticos de las tribus de la Polinesia y discutir la historia del tema de estudio y obtener declaraciones autorizadas sobre el canibalismo, garantizando así la transición de la actitud negativa e intransigente de la sociedad a una actitud más positiva.
Simultáneamente, hay que crear algún grupo radical de caníbales, aunque exista solo en Internet, que seguramente será advertido y citado por numerosos medios de comunicación. Como resultado de la primera etapa de Overton, el tabú desaparece y el tema inaceptable empieza a discutirse.
En esta etapa, hay que seguir citando a los científicos, argumentando que uno no puede blindarse a tener conocimientos sobre el canibalismo, ya que si alguna persona se niega a hablar de ello será considerado un hipócrita intolerante.
Al condenar la intolerancia, también es necesario crear un eufemismo para el propio fenómeno para disociar la esencia de la cuestión de su denominación, separar la palabra de su significado. Así, el canibalismo se convierte en 'antropofagia', y posteriormente en 'antropofilia'.
Paralelamente, se puede crear un precedente de referencia, histórico, mitológico, contemporáneo o simplemente inventado, pero lo más importante es que sea legitimado, para que pueda ser utilizado como prueba de que la antropofilia en principio puede ser legalizada.
Para esa etapa, es importante promover ideas como las siguientes: "el deseo de comer personas está genéticamente justificado", "a veces una persona tiene que recurrir a eso, si se dan circunstancias apremiantes" o "un hombre libre tiene el derecho de decidir qué come".
Los adversarios reales a esos conceptos, es decir, la gente de a pie que no quiere ser indiferente al problema, intencionadamente se convierten para la opinión pública en enemigos radicales cuyo papel es representar la imagen de psicópatas enloquecidos, oponentes agresivos de la antropofilia que llaman a quemar vivos a los caníbales, junto con otros representantes de las minorías.
Expertos y periodistas en esta etapa demuestran que durante la historia de la humanidad siempre hubo ocasiones en que las personas se comían unas a otras, y que eso era normal.
Los medios de comunicación, con la ayuda de personas conocidas y políticos, ya hablan abiertamente de la antropofilia. Este fenómeno empieza a aparecer en películas, letras de canciones populares y videos. En esta etapa, comienza a funcionar también la técnica que supone la promoción de las referencias a las personajes históricos destacados que practicaban la antropofilia.
Para justificar a los partidarios de la legalización del fenómeno se puede recurrir a la humanización de los criminales mediante la creación de una imagen positiva de ellos diciendo, por ejemplo, que ellos son las víctimas, ya que la vida las obligó a practicar la antropofilia.
Esta categoría supone ya empezar a preparar la legislación para legalizar el fenómeno. Los grupos de presión se consolidan en el poder y publican encuestas que supuestamente confirman un alto porcentaje de partidarios de la legalización del canibalismo en la sociedad. En la conciencia pública se establece un nuevo dogma: "La prohibición de comer personas está prohibida."
Esta es una técnica típica del liberalismo que funciona debido a la tolerancia como pretexto para la proscripción de los tabúes. Durante la última etapa del 'movimiento de las ventanas' de Overton de lo popular a lo político, la sociedad ya ha sufrido una ruptura, pues las normas de la existencia humana se han alterado o han sido destruidas con la adopción de las nuevas leyes.
Gorzhaltsán concluye que el concepto de las 'ventanas de posibilidades', inicialmente descrito por Joseph Overton, puede extrapolarse a cualquier fenómeno y es especialmente fácil de aplicar en una sociedad tolerante en la que la llamada libertad de expresión se ha convertido en la deshumanización y donde ante nuestros ojos se eliminan uno tras otro todos los límites que protegen a la sociedad del abismo de la autodestrucción.

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