El machismo bien entendido empieza por...
...las madres.
Continuando
con la primera parte, el autoengaño y costumbres sociales comunes, les proponemos
mirarnos desde un aspecto que en su forma cerrada, o sea tozuda, testaruda, nos
lleva a una violencia extrema entre hombre y mujer, en cambio si nos abrimos a
los conceptos nos permitimos la observación personal y nos aceptamos en paz,
hay que poner atención en como el lenguaje nos condiciona a adoptar emociones y
cambiar lo que vemos e interpretamos, hay que resaltar una palabra que usa el
conferencista, (esto es en la conferencia completa, no en el fragmento
presentado aquí) que para él tiene un significado muy particular por ser
español de origen, la expresión es: ¡MANDE!, que él la expone como una voz de
alerta, en cambio para nosotros no tiene valor expresivo, para él no hay
necesidad de explicarla, porque la tiene incorporada tanto en el lenguaje como
en el pensamiento, y si le pidiéramos que la traduzca le resultaría muy
difícil, lo mismo que a nosotros con cosas que decimos y pensamos.
Como introducción, un fragmento de la última conferencia, en Mexico, El poder de las madres (que puede encontrarse en YOTUBE) de Enric Corbera, 4 minutos para tomar conciencia de algo tan naturalizado no alcanzamos a percibirlo como lo que es: Una perturbación social significativa.
Desmitificando a mamá, otras
formas de machismo
En las sociedades actuales a las
mamás se les ha dejado la responsabilidad de formar y educar a los hijos e
hijas, normalmente en las casas, las mamás son las que tienen la “última
palabra” cuando de criar a los hijos e hijas se trata. Aunque la maternidad no
es una cuestión natural, culturalmente se le han designado características
naturales, cualidades innatas sin las cuales la maternidad no podría ser.
Al revisar la breve historia social de la humanidad
nos encontramos con que al igual que todos los otros arquetipos sociales, la
maternidad también es producto de las construcciones sociales de conformidad a
las necesidades y exigencias del momento histórico, en nuestro caso podemos
tomar dos momentos para el análisis, uno de ellos es la esclavización, durante
este período la maternidad representaba la garantía de la perpetuación del
modelo esclavista, de hecho antes de la existencia de la trata transatlántica
los griegos utilizaban la maternidad como herramienta de guerra, dado que las
mujeres cosificadas sólo servían para parir hijos para la guerra, e hijas para
los prostíbulos; otro es el re-surgimiento del capital con la revolución
industrial, ya que para que este modelo fuera funcional se obligó a las madres
a encargarse de los hijos e hijas, mientras los hombres se ocupaban de acumular
capital y rediseñar la sociedad a su antojo y beneficio, “se espera que las
mujeres amables y delicadas permanezcan en el hogar para cuidar a la prole y a
la familia, permitiendo a los hombres valientes y agresivos aventurarse en los
mundos competitivos del trabajo, la política y la guerra” (Coltrane, 1996: 25);
esta última percepción fue fuertemente alimentada por el concepto de madre
formadora de la iglesia católica, quienes en el siglo XII iniciaron a comparar
a las madres con la madre de Jesús, concepto que fue retomado en el periodo de
la revolución industrial para convencer a las madres y a las sociedad de que el
hecho natural de las madres era la sujeción y con su amor incondicional formar
a los hijos hombres para ejercer su función natural (dominar) y a las hijas
mujeres para seguir los pasos de las madres; dado que “la maternidad… no se
limita a su dimensión biológica, sino que constituye una relación cultural e
histórica variable, que tiene lugar en contextos socioespecíficos que varían en
función de los recursos y las constricciones culturales y materiales, así como
de la construcción activa que hombres y mujeres hacen de ella.”[1]
Socialmente se considera que las mamás siempre tienen
razón, que si las mamás dicen algo es porque es así y no se les puede discutir
porque lo que las mamás dicen es sagrado, pues las madres representan a Dios en
la tierra dentro de la cultura judeo-cristiana (occidental).
Esta representación angelical y perfecta de las
madres, también trae inmerso un sinnúmero de violencias que padecen las madres
en silencio; violencias que deben padecer discretamente, porque socialmente a
las mamás no se les permite quejarse y hartarse de la maternidad. Ese ideal de
las mamás legítima las violencias de género que ubican al hombre como ser
proveedor y sin responsabilidades frente a la paternidad o la crianza de los
hijos, incluso cuando en la familia el padre y la madre laboran y los gastos de
la casa son cubiertos por estos en igualdad de condiciones, es común encontrar
que las mamás son la únicas responsables del cuidado de los hijos y quehaceres
de la casa. Las mamás se desviven por cuidar la casa y a su familia, pero
aun así en el imaginario social cuando las madres no trabajan recibiendo un
salario se les considera que son “mantenidas”, su trabajo doméstico no es
valorado porque para la sociedad sus quehaceres no son un trabajo, sino una
función natural, pero los hijos y el esposo no podrían vivir sin todo el
trabajo que las mamás realizan, porque lo que las mamás hacen es generar
condiciones de bienestar y comodidad a sus hijos y a su marido ya que “el
trabajo doméstico sigue siendo fundamental, aunque nunca haya sido concebido
como trabajo o haya sido designado con «el trabajo del amor», que se hace,
aparentemente, sin ningún desgaste personal. En realidad, ese tipo de trabajo
doméstico, y su utilidad social es uno de los secretos mejores guardados de la
sociedad” (Subirats, 1993: 300-301).
Se asume como ley natural que las madres sean las que
se encarguen de los hijos e hijas; estas formas de relacionamiento familiar
están tan arraigadas en las familias que los hijos recurren a las madres para
resolver sus problemas casi de forma inconsciente, pues para ellos y el resto
de la sociedad el único concepto aceptable de madre, es el de las madres
abnegadas.
Pero dentro de ese concepto seráfico y puro de las
madres también está la perpetuación del machismo. Las madres se encargan de
reproducir en sus hijos e hijas las doctrinas del machismo, entonces desde que
el niño nace las madres reproducen en él las formas de ser hombre según el
sistema machista, la madre enseña a su hijo que su hermana es la que debe hacer
los quehaceres de la casa, que cuando ella sea adulta y requiera de cuidados
son las hijas mujeres las que deben cuidar a la mamá, la madre también enseña a
su hijo que él es el rey de la casa y que por eso debe casarse con una mujer
que sea criada como sus hermanas, o en su defecto una mujer que sea la
representación de su perfecta madre, para que haga todo cuanto él y la sociedad
deseen sin protestar.
Siempre se ha dicho que las madres son maravillosas,
(y no tengo duda de que lo sean) y que ellas son responsables de los hijos e
hijas, que es antisocial decir que no es así, es profano decir que las madres
desde esta concepción también son un arma eficaz para la prolongación de las
violencias machistas en la sociedad y que por ello las hijas no podemos
obedecer todo cuanto las madres nos enseñan, puesto que de ser así siempre
seremos seres de segunda categoría, porque las madres instintivamente
reproducen los dogmas patriarcales.
Socialmente se les prohíbe a las mamás hablar de la
perversidad de ser madre perfecta, porque “ser madre es un regalo de Dios” y
como Dios es perfecto entonces los regalos de Dios también lo son. Pero aunque
las madres no se pueden quejar, es evidente que ser una madre perfecta es
agotador, inicialmente porque la perfección en sí misma ya es una carga
bastante aterradora para cualquier mujer, luego porque debes luchar
constantemente con tu yo interior para sobreponer siempre los deseos de
beneficiar a los demás, los otros se convierten en un peso insoportable pero
que por miedo a la sociedad y a perder el cielo las madres deben aguantar; la
madre perfecta debe reprimir sus deseos de comodidad para pensar siempre en los
otros, de alguna manera la madre perfecta termina siendo una esclava.
Las madres son las que menos duermen porque se
levantan bien temprano para organizar la casa y preparar los alimentos de los
hijos e hijas, sí trabajan, madrugan mucho más para poder realizar los
quehaceres de la casa antes de irse al trabajo, se acuestan a dormir tarde
porque antes de acostarse deben dejar todo perfecto, al día siguiente las ves
con ojeras inmensas y ellas se sienten orgullosas porque esas ojeras son
producto del amor desmedido por su familia; pero querida madre, esas ojeras son
el resultado de que no pienses en ti y no descansas bien, ningún ser humano
puede vivir sin dormir, sólo las madres, ellas son las que menos duermen por
estar al pendiente de sus familias.
A las madres las carcome un deseo desmedido de la
perfección, inconscientemente viven para agradar a la sociedad, al esposo y a
los hijos; en muchas ocasiones el esposo es un vago desconsiderado y aun así
las madres se esmeran por tener todo perfecto para el disfrute de ese holgazán,
y es que ellas no conciben otra forma de vida, son unas neuróticas perfectas.
Si los hijos se van para la calle a compartir con sus amigos, las madres se
quedan angustiadas y hasta que sus hijos no regresan ellas no duermen, si el
esposo se va a vivir aventuras con otras mujeres o a disfrutar de la compañía
de sus amigos las madres no pegan el ojo en toda la noche carcomidas por la
angustia y la zozobra.
El otro día un amigo llamado Felipe me dijo “lo único
que te falta a ti para ser perfecta es que me traigas un vaso de jugo”, yo
sabía que él me lo estaba diciendo en “broma”, pero consciente también de que
las bromas son el reflejo de nuestras patologías psicológicas y sociales le
respondí: “yo no quiero ser perfecta, no me interesa para nada ser una mujer
perfecta”, él me miro sorprendido y me pregunto, “por qué no quieres ser
perfecta?”, a lo que yo respondí, “no quiero ser perfecta porque prefiero ser
feliz”, el continuaba mirándome con su cara de asombro y me dijo, “cómo así, tú
crees que las mujeres perfectas no son felices?”, “¡no lo son!” le respondí, y
continúe diciéndole, “las mujeres perfectas son como tu mamá, ellas no viven
para ellas, no gozan, siempre están en función de cuidar a los otros, yo cuido
de mi misma, disfruto de mi cuerpo; las mujeres perfectas tienen relaciones
sexuales por satisfacer a sus parejas, no para el disfrute de ellas mismas, no
recuerdas las ojeras tan grades que tiene tu mami, eso es porque ella es la
última que se va a dormir, dejando la casa limpia y reluciente y luego es la
primera que se levanta a organizarles todo para que desayunen bien temprano y
puedan sentirse orgullosos de tener una madre perfecta, yo no deseo para nada
ser como tu madre, yo deseo poder descansar lo necesario”, él se sintió un poco
incómodo y me miro como entristecido, entonces yo le dije, “que tu madre no
descanse bien y no se cuide a sí misma no es culpa de ella, es culpa de
ustedes, de tu padre y ustedes sus hijos y de la sociedad, y de tu abuela que
la enseño a ser así; a ella la obligaron a descuidarse para cuidar de los otros
y ustedes fueron criados así, por eso tú te sientes orgulloso de que tu mamá
madrugue todos los días a barrer y trapear la casa incluso los días festivos,
pues aunque puede quedarse unas horas más en la cama y descansar ella no lo
hace porque su cuerpo siente estupor si la coge el alba en la cama, porque una
mujer de verdad, mucho menos una madre no se queda en la cama durmiendo como
hombre; así tú le digas que no se levante a organizar la casa ella lo va a
hacer, ese comportamiento en ella es irracional y las disposiciones sociales
son superior a su autocontrol”. Lo de dormir como hombre se lo dije
porque en la cultura machista se considera que quien debe dormir hasta tarde es
el hombre porque la mujer se debe levantar bien temprano a realizar los
oficios, eso le enseño su madre y él una vez me dijo que yo dormía como hombre,
porque según él dormía mucho, ya que los fines de semana acostumbro dormir
hasta tarde.
La madre de Felipe es la representación de las madres
perfectas, esa señora trabaja y antes de irse a trabajar deja la casa
completamente organizada, en el tiempo de sus vacaciones se comporta igual que
cuando no está de vacaciones, madruga todos los días, cuando está en casa
siempre está lavando y limpiando algo, se va a dormir tarde y se levanta bien
temprano, aunque sus hijos ya son grandes, el mayor tiene 31 años y el segundo
tiene 30 años, ella sigue desplegando en ellos cuidados desmedidos, les lava la
ropa, hasta los calzoncillos (bóxer), les cocina y vive pendiente de ellos como
si fueran unos indefensos bebés.
La mamá de Felipe ingresó a la universidad cuando ya
se había casado y sus hijos eran pequeños, ella estudiaba en la universidad y
trabajaba en la casa cuidando a sus hijos y a su esposo, cuando se graduó
empezó a trabajar en un colegio en el horario de la mañana, ella madrugaba a
organizar a su hijos para el colegio y a su esposo para el trabajo, algunas
veces sus hijos y su marido regresaban a casa al medio día antes que ella y el
esposo la esperaba con los niños aguantando hambre porque aunque en la casa
había comida para preparar el papá de Felipe no podía cocinar para él y sus
propios hijos, pues cocinar era una obligación de la señora María, entonces
ésta llegaba corriendo a cocinarles, todos los días se repetía esa escena, y
fue pasando el tiempo hasta que ya los hijos tenían catorce y trece años, una
vez doña María llamó a la casa y le dijo a su hijo mayor que montara el arroz
que ella se demoraba un poco porque estaban en reunión en el colegio, el joven
de catorce años fue a la cocina a montar el arroz, y estaba en ello cuando el
padre fue a la cocina y enfurecido le dijo que él no tenía por qué cocinar que
eso le tocaba a la mamá y apagó el fogón, el señor prefería que sus hijos
sufrieran de gastritis al no comer a tiempo, antes que pudieran realizar alguna
labor de las que correspondían a la madre.
Cuando Felipe fue a ingresar a la universidad, como su
madre lo iba a enviar a estudiar a otra ciudad le enseñó a cocinar y cuando le
enseñaba a cocinar le dijo “mijo venga le enseño a cocinar para que ninguna
mujer lo humille”, para la señora María que su hijo aprendiera a cocinar no era
una cuestión normal y natural, sino un asunto de competencia y rivalidad entre
hombres y mujeres, de alguna manera ella le estaba diciendo a su hijo que no
podía convivir con una mujer que no cocinara mejor que él, en Felipe la idea
que de un hombre no podía cocinar, se reforzaba con la forma como él y su madre
realizaban esa tarea, ya que su mamá sólo podía enseñarle a cocinar a Felipe a
escondidas del padre porque no es natural que los hombres cocinen o cuiden sí
mismos, o de sus hijos e hijas, “ya que un mecanismo típico de las ideologías
hegemónicas en Occidente consiste en presentar como naturales las relaciones
sociales de poder” (Osborne, 1993: 73).
El problema de que las madres sean perfectas además de
los problemas de agotamiento físico y psicológico que les causa a las mamás,
también trae consigo la malcriadez de los hijos hombres principalmente, puesto
que ellos esperan encontrarse con una pareja que sea como su madre, consciente
e inconscientemente anhelan una mujer abnegada que no refute nada y que haga
todo lo posible y hasta más para complacer siempre a su marido.
En la actualidad con las reivindicaciones feministas y
el surgimiento de las apuestas sociales por las nuevas masculinidades, algunos
hombres han hecho consciencia de la necesidad de equiparar las labores de la
casa entre hombres y mujeres; pero el común denominador está marcado por la
errónea creencia de que deben ser las madres las responsables de los hijos e
hijas, y las mujeres las responsables de los cuidados de la casa.
Yo imagino que doña María muchas veces lloró en
silencio producto del cansancio y la fatiga que le producía ser la madre
perfecta. Desde esta lógica las hijas debemos desobedecer a nuestras madres
cuando nos enseñen a ser madres sufridas, porque humanamente no es posible que
lleguemos a ser madres perfectas sin dañarnos a nosotras mismas.
Autora: Leidys Emilsen Mena
Valderrama
[1] ROYO P. Raquel (2011), Maternidad,
Paternidad y Conciliación en la CEA ¿Es el trabajo familiar un trabajo de
mujeres? Universidad de Deusto, Bilbao, Serie Sociología Vol. 27.
La educación en el hogar
inhibe el machismo
Vivimos en
una sociedad moderna y con un adelanto continuo, pero ¿seguimos educando hijos
machistas? ¿Qué problemas atraemos con este tipo de crianzas? ¿Cómo podemos
hacer para evitarlo?
21/12/2016
- Es incuestionable el importante papel que juega la familia en la formación de todo ser humano. Como padres tenemos una influencia grande durante la crianza de los hijos. Los mensajes que les damos los asimilan de tal manera que comenzarán a formar parte de su educación, de su manera de ser y de ver la vida.
Naturalmente tanto los hombres como las mujeres
tenemos diferencias que nos caracterizan, como la intuición, la capacidad
lógica, la racionalidad, la fuerza, etcétera. De una generación a otra se
transmiten tradiciones, costumbres y roles que, a veces, se les pueden llamar
machistas; como esos roles de la mujer de servir al hombre y cuidar a los niños
y el del hombre, de salir y proveer para la familia. En general se prepara a
las niñas para las tareas de la casa y a los niños para enfrentar el mundo
externo; a las niñas se les educa para ser más dependientes y se les permite
expresar sus emociones; por otra parte, se desconocen las necesidades del
hombre en el mundo afectivo, porque se le ridiculiza al expresar sus emociones,
y se le dice que el llorar es asunto de niñas.
Cuando una madre tiene hijos de sexo diferente, en
muchos casos los trata distinto, de forma inconsciente; se les enseña y se
esperan cosas distintas de ambos. Citemos un par de ejemplos: al niño no se le
pide que lave los platos, pero a la niña se le exige; allí se fomenta el
machismo. Cuando a la niña se le demanda que ayude a la madre con los
quehaceres de la casa y al hijo se le deja hacer lo que quiera; o cuando se
apoya a este para que termine los estudios y a la hija se le apresura para que
abandone la escuela y continúe ayudando en la casa o que forme su propia
familia; allí se está enseñando que solo el hombre tiene la capacidad de
graduarse y que la mujer tiene su límite en el hogar; se están forjando mujeres
que, al llegar a la adultez, pensarán que solo son buenas para estar en la casa
y atender al marido, y hombres para ser atendidos. Los hijos e hijas pueden
llegar a no aprender a hacer las cosas básicas para funcionar de manera
independiente y a asumir actitudes rebeldes al darse cuenta de que no existe
igualdad entre hermanos.
Es posible que nos quejemos, pero nosotros
contribuimos a esto. Si la mujer es comedida y le gusta complacer al esposo,
bien, pero no a tal grado de que el marido no se levante a buscar sus zapatos o
a prepararse de comer. Se considera asimismo un extremo si la mujer no tiene
idea de lo que significan los gastos de la casa ni cuánto salario gana el
marido, porque no conoce las finanzas del hogar.
Considerando todo esto, y a pesar de la influencia que
los padres tienen en sus hijos e hijas, no significa que estos se convertirán
en adultos con tendencias machistas. Cada uno tiene la libertad y la
inteligencia de entender y aplicar esas enseñanzas en sus propias vidas, o
hacer los cambios que necesite. Hoy los
roles de las madres y padres están mucho más combinados que en el pasado,
ya sea por el intercambio de culturas, donde hay matrimonios cuyos miembros pertenecen
a distintas nacionalidades; hasta cambios en las circunstancias económicas y el
mismo desarrollo social, donde la esposa es la que sale a trabajar y el esposo
es el que se hace cargo de la casa y de los niños; o en muchos casos no es
inusual ver a familias en las que los dos esposos estudian o ambos trabajan.
Allí se empieza a ver una necesidad de cambios y rompimientos de estos roles, y
entre los dos deberían compartir
los deberes y responsabilidades del cuidado de los hijos, la casa y las
finanzas.
El problema empieza cuando, en estos casos, el esposo
o la esposa se ha criado en hogares machistas y no cuenta con la habilidad de
entender las responsabilidades del hogar y el de ayudar con los deberes de la
casa. Citemos un ejemplo: la esposa que ha trabajado fuera del hogar, al igual
que su esposo, y regresa a la casa con la encomienda de que ella es la única
encargada de limpiar y cuidar de sus hijos; o el caso opuesto, el esposo que no
cuenta con el apoyo de su esposa con los gastos de la casa.
¿Cómo
podemos hacer como padres para no caer en una crianza donde exista el machismo
y haya equidad entre los hijos varones y mujeres? Aquí te paso algunas
sugerencias:
- 1. Enseñar tanto a los hijos como a las hijas las diferentes tareas del hogar
: cocinar, lavar los platos, el automóvil; cortar el
césped, barrer y trapear, etcétera.
- 2. Rotar las asignaciones de las tareas del hogar
entre todos los integrantes de la familia.
- 3. Mantener una actitud positiva y de aliento al hacer los deberes del hogar
.
- 4. Elaborar una serie de reglas al interior de la casa
, que todos tienen que cumplir.
- 5. Proyectar con justicia e igualdad sobre lo que se espera de los hijos
.
- 6. Apoyar a los hijos e hijas en sus estudios
, y animarlos a que obtengan un título y a que
desarrollen sus talentos.
Es importante que desde la niñez hasta que son mayores
de edad los hijos e hijas aprendan y desarrollen las habilidades necesarias
para cuando llegue el momento de ser responsables en lo tocante al
funcionamiento de su propia casa y, al mismo tiempo, mantener una relación
equitativa y de solidaridad
con los miembros de su propia familia, que está formando. ¿Tienes
experiencias de la crianza, en las que viste fomentado el machismo? ¿Cómo lo
has superado y qué sugerencias tienes al respecto?
¡Toma un
momento y compártelo!
Edith
Kingore es originaria de Argentina. Estudió Psicología en México. Se ha dedicado
muchos años a la educación y trabajos con infantes y niños de edad preescolar.
Actualmente reside en Estados Unidos con su esposo y tres hijas.
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