Reino Unido se declara
impotente ante el coronavirus y da prioridad a la economía
Rafael
Ramos I Londres
Boris
Johnson ha hecho
una apuesta muy arriesgada y se juega su futuro político –y lo más importante,
las vidas de muchos residentes en Gran Bretaña– con la decisión de no
tomar por el momento medidas drásticas contra la pandemia y centrar
su estrategia en suavizar la curva del coronavirus para que el
pico de contagios se produzca dentro de un par de meses, cuando la sanidad
pública podría estar más preparada para afrontar el choque.
El plan,
según los especialistas, responde a la resignación de que el gobierno en el
fondo no va a poder hacer nada para frenar el coronavirus, que un número muy
considerable de muertes (incluso decenas de miles) es inevitable, y que por
tanto es mejor intentar proteger
la economía de cara a quienes sobrevivan. Desde el punto de vista médico,
la teoría es que cuantas más personas se contaminen ahora, un mayor porcentaje
del país desarrollará inmunidad para una potencial segunda oleada de la
epidemia en el otoño o invierno próximos.
La teoría es que una parte muy importante de la
población ha de contaminarse para desarrollar inmunidad
Esta
parsimoniosa estrategia, que responde al tradicional espíritu flemático inglés
(keep calm), ha recibido durísimas críticas de parte de la comunidad
científica y un sector de la prensa. Por un lado, porque significa poner en
peligro extremo (y tal vez sacrificar) a los elementos más vulnerables de la
sociedad, los mayores y quienes tienen enfermedades crónicas.
Por otro,
las medidas radicales de contención adoptadas en otros países han dado
resultado, y no existe evidencia alguna que sustente la teoría de que quienes
se contagien ahora se volverán inmunes, y de que habrá un segundo ataque del
virus. Incluso en términos económicos, es virtualmente imposible que el Reino
Unido pueda paliar el golpe financiero que se avecina, en un mundo globalizado
y con su total dependencia de la City y del sector de los servicios.
Ciudadanos ingleses pasean protegidos con
mascarillas en una calle de Londres (Dan Kitwood / Getty)
“La
primera regla epidemiológica -dice el profesor Roy Anderson, del Imperial
College de Londres- es que cuanto más pronta sea la intervención tanto mejor.
Del otro lado de la balanza se halla el impacto económico, los gobiernos no
pueden al mismo tiempo minimizar la tasa de mortalidad y el golpe a la
economía, han de elegir”. Boris Johnson ha elegido, y ha dicho a sus
compatriotas que “muchos vamos a perder en las próximas semanas y meses a
nuestros seres queridos”. Y se ha quedado tan pancho.
Richard
Horton, director de la prestigiosa revista científica The Lancet, ha urgido a
Johnson a adoptar urgentemente el tipo de medidas de aislamiento implementadas
en China, Corea, Italia o España, y lo ha acusado de estar jugando a la ruleta
rusa con la salud y la vida de la gente. Martin Hibberd, de la Escuela de
Higiene y Medicina Tropical, ha calificado la actuación del gobierno de “tardía
e insuficiente”. Otros dicen que es “patética”.
Numerosos médicos y políticos de otros partidos
demandan a Johnson que cierre escuelas
Los
acontecimientos, sin embargo, van un paso o dos por delante del primer
ministro. El jueves por la noche anunciaba que se iban a jugar partidos de fútbol
con normalidad porque un enfermo “sólo” contamina por término medio a otras dos
o tres personas en un estadio, y que es más importante mantener la normalidad
el mayor tiempo posible. El viernes por la mañana, tras anunciarse el positivo
del entrenador del Arsenal Mikel Arteta y un jugador del Chelsea, la Premier
League suspendió los encuentros y dejó en el aire el resto de la temporada.
Numerosos
médicos (y políticos de otros partidos) demandan a Johnson que cierre escuelas,
prohiba reuniones multitudinarias, estimule el teletrabajo, cierre las
fronteras como han hecho la India o Israel o suspenda los vuelos de los países
más afectados, como Estados Unidos. Pero en vez de eso, sorprendentemente, la
respuesta del gobierno británico al incremento de la crisis ha consistido en
dejar de hacer la prueba del coronavirus a todo el mundo excepto a quienes
registren los síntomas más severos de la enfermedad, y que el resto -aunque
pueda estar contaminado, tenga fiebre y una tos persisten te- se limite a
quedarse voluntariamente en sus casas durante una semana.
El
gobierno de Boris Johnson da prioridad la economía y la normalidad y se ampara
en los consejos de sus asesores médicos. Le gusta hacer las cosas a su manera.
Cuando la Organización Mundial de la Salud critica a los países que “no están
tomando medidas urgentes y agresivas” contra la pandemia, el Reino Unido es uno
de ellos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario