Hispanoamérica celebra el
bicentenario: de su suicidio
Relatos, Falacias y distorsiones o 'la historia
negra' del imperio español en América
América
hispana, botín británico
Desde
niños se nos habla de “próceres” que lucharon por independizar las naciones del
yugo español.
Lo que se
oculta es una serie histórica de calamidades y atrocidades como consecuencia y
a partir de las “Guerras de la Independencia” como no se había visto jamás en
tierras americanas.
Esos
supuestos héroes fueron en verdad agentes traidores a su Patria, España.
Al
falsear y tergiversar la historia, se logró que las desgracias se repitieran
hasta la actualidad. Hoy nos encontramos con un conjunto de países sumergidos,
cuando de acuerdo con sus recursos naturales y su gente, podrían gozar de un
desarrollo digno de envidia.
Se
falseó la historia verdadera con el fin de dividir a los que fueran los
grandes virreinatos americanos, en más de veinte países, muchas veces
absurdamente enfrentados entre sí.
Se inició
un plan perfectamente orquestado desde Gran Bretaña (1711), para “humillar a
España” (tal la denominación que le dio su autor), cuyas operaciones se
iniciaron de inmediato con el fin de minar el poder ibérico en sus
territorios del Nuevo Continente, Asia y Oceanía.
En el
virreinato rioplatense, se logró separar las zonas productoras de metales
preciosos (principal fuente de riquezas de la América virreinal) de las
proveedoras de alimentos: así se explica la secesión de dicho Virreinato en lo
que hoy es Argentina, Paraguay y Bolivia (Alto Perú). El fin fue descalabrar
esa actividad enriquecedora.
Por otro
lado y aprovechando las guerras napoleónicas, intentaron apoderarse de la
capital de ese territorio español, enviando dos expediciones militares en 1806
y 1807 contra Buenos Aires, derrotadas por la heroica acción de las milicias
populares criollas. A pesar de ello, los invasores lograron robar inmensas
riquezas que se enviaron al Reino Unido y, lo que resultó peor, plantaron
la semilla de la próxima etapa del plan: las revueltas que se llevaron
a cabo pocos años después y que concluyeron en una nominal “independencia”.
Para ello
contaron previamente con planes de acción llevados a cabo por personajes hoy
devenidos en “Padres de la Patria”. Mucho se ha hablado a lo largo de los años
de Bolívar y de San Martín y su gesta “libertadora”. La misma fue organizada e
impulsada desde Londres, con su complicidad y la de los
contrabandistas e “iluminados” porteños de entonces.
Desde
entonces los resultados fueron devastadores. Divisiones, guerras civiles,
saqueos, empobrecimiento general, pérdidas territoriales y establecimiento de
estructuras históricas de poder subordinadas a intereses extraños, con muy
contadas excepciones.
Cuando
emergieron movimientos que llevaron a cabo políticas destinadas a revertir ese
estado de situación, fueron presionados y calumniados cuando no, brutalmente
derrocados.
Una
muestra de esa herencia se ilustra a través de una anécdota del
Presidente Yrigoyen (1916–1922/1928–1930), con el embajador británico,
quien le indicó que “Su Majestad vería con agrado estos miembros en su
gabinete” (entregando una lista con nombres de personajes afines a la política
británica), aquel le manifestó: “Señor Embajador, hágale llegar a Su Majestad
mi agradecimiento por la sugerencia, pero de ahora en más en Argentina, el
gobierno lo decide su pueblo”. Poco tiempo después es derrocado.
La
historia se repite en casi todos los países de la región, ya que no se trata
de una sucesión de hechos aislados, sino una proyección de situaciones y
circunstancias a través del tiempo, relacionadas entre sí. Hoy vemos
tristemente los resultados.
La amnesia internacional
sobre el Imperio naval Español. La necesidad de historia
Publicado
por Javier Noriega el ene 23, 2015
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“No he
querido saber, pero he sabido”. Javier Marías
“Las
consecuencias de adherirse demasiado estrechamente a un pasado inventado o
distorsionado pueden llevar con facilidad al desastre“.
John
Elliot
“En la
construcción del pasado a menudo se intercalan recuerdos imaginarios o memoria
espuria o falsa (false memories), que pueden provenir de diversas fuentes, como
relatos de otras personas, novelas o películas o como simple resultado de la
imaginación. A este fenómeno lo denominan los neurólogos “amnesia de fuentes”.
“Sed
un pueblo, olvidad todo lo que no sea la grandeza de Inglaterra. Yo os daré el
ejemplo. Yo se que puedo salvar a Inglaterra, y que nadie más que yo puede
hacerlo”. Con
este tono y esta seguridad el señor Pitt se dirigía vigorosamente
al parlamento inglés, como parece que hizo a lo largo durante toda su vida. Y a
tenor de sus resultados, parece que no le fué del todo mal. Su
convicción, su ideología, su política transformó el rumbo de la historia
para esta nación que llamaba a las puertas de una nueva era. Incluso llego a
planificar por primera vez en la Historia de Inglaterra, toda una
estrategia en donde sus peones, a modo de una guerra que se transformaba
en mundial, se movían por un tablero global. Un damero en el que resultaba
fundamental el dominio del mar y la victoria en los teatros no europeos de la
guerra. Aquellos teatros en los que desde hace siglos se hablaba Español. Pero
antes existía un pequeño escollo. Para aspirar a dominar buena parte del mundo
era necesario obtener un dominio indiscutible en un mar donde, a mediados
del siglo XVIII, sólo la escuadra española podía ser aún una amenaza. La
generación formada bajo Pitt produjo marinos como Nelson o Collingwood,
militares como Wellington, exploradores como el capitán Cook y
políticos como su propia dinastia, la de los Pitt. Con ella podría
decirse que empezaría una nueva era…
Resulta
que durante siglos, los españoles construyeron a lo largo de millones de
kilómetros cuadrados todo un imperio. Con el descubrimiento del nuevo
mundo, los exploradores Españoles abrían la puerta a un horizonte de futuro.
Un nuevo orden internacional. En este cuestión, es especialmente
interesante la visión del prestigioso catedrático
regio de la Universidad de Oxford, John Elliott. El
reconocido historiador ha explicado en diferentes momentos las
similitudes, así como las diferencias que generaban los imperios hegemónicos
Británico e hispano en el orbe mundial. Elliott explica cómo las
estructuras políticas, económicas y sociales de la América española y de
la británica acabaron pareciéndose a pesar de las diferencias que las separaban,
y cómo todavía influyen en la América del siglo XXI. Imperios
del mundo atlántico, un relato de la colonización europea de las Américas.
Un análisis experto en el que se combina la investigación en profundidad
con una narración de lectura apasionante. Un pasado que incide profundamente en
el presente actual. Y sin embargo, historiadores como Elliot, desde el
propio mundo anglosajón, nos habla del olvido de la causa Española en la
actualidad. La cuestión de la amnesia sobre el imperio hispano, curiosamente lo
califica como de cierta timidez.
“History
in the making”. Firmas del libro por parte de su autor, el historiador John
Elliot
Durante
los días 20 y 21 de Enero, la Universidad de Southampton
organiza el encuentro internacional; “Repensando los Imperialismos del siglo
XVIII”. El centre of colonial studies, un prestigioso instituto que
entiende la historia como un ente vivo y analiza pormenorizadamente en asuntos
que inciden poderosamente en la actualidad, decidía centrarse en tan
apasionante siglo. A pesar de la calidad de mucho de los ponentes, propio de la
institución, al leer detenidamente los speaker y los temas
seleccionados respecto al poder en el siglo XVIII, sorprende la inexiste huella
de lo hispano, principalmente por la inexistencia de sus interlocutores.
Repensando
los imperios en el Siglo XVIII. Encuentro internacional del 20 y el 21 de Enero
2015
España parece
a tenor del programa, no existió. Y era curioso, porque en aquella época, los dominios
del Imperio español alcanzaban los 20 millones de kilómetros
cuadrados en el mundo. Era uno de los grandes. Y eso que los
periodos de mayor apogeo quedaban atrás. Durante los reinados
de Felipe II, Felipe III y Felipe
IV,el Reino de España posiblemente sería el estado más influyente y
preponderante del mundo. Y mantendría su poderoso influjo durante mucho tiempo,
incluso en su nostálgica decadencia, o incluso en su influjo sobre las culturas
hermanas de las Américas. Pues bien, este Imperio hispano ”en el que
no se ponía el sol”, parece no tener cabida en este think-tank
sobre la cuestión colonial. No es la única ocasión en que no encontramos esta
realidad. ”Lástima que sobre la cuestión no este ningún español para
hablar del tema”, espetaba en las redes socials Jesús Calero. “Siempre
hay lugar para el encuentro”. Y realmente siempre suele ser enriquecedor
tratar esto de repensar entre todos. Máxime en cuestión humanística. Si me
apuras, en esta cuestión de los Imperios en el siglo XVIII, incluso con un
sueco de por medio. Principalmente porque por aquel entonces la casa real
sueca marca tendencia en el báltico. Formaba lo que se puede denominar un
imperio basado en el dominio de la mar, como en buena parte también ocurría con
el Español en otras áreas de influencia mundial. Es interesante dar a cada
uno en su sitio en la historia. Contar siempre los puntos de vista de otras
fronteras es enriquecedor. Aquí y allá. Ya se debata en nuestro país o en
cualquier otro. Pero en el caso de tratar el asunto de Los Imperios en el siglo
XVIII, contar con sus especialistas se torna en crucial. Principalmente para
que como decía Elliott, no demos lugar a un pasado distorsionado.
Una
amnesia intencionada.
“Para
escapar del confinamiento de su continente y marea circundantes, algunos
Europeos (léase
españoles, también portugueses) intrépidos se aventuraron en el océano,
un ámbito peligroso, a la conquista del mundo. La exploración militar,
comercial y religiosa sus principales objetivos, que son por primera vez
en la historia, conceptos globales. Mundiales“. Son palabras, en esta ocasión,
de otro profesor emérito, concretamente de la Roosevelt University de
Chicago. Daniel Headrick, “en su navegación en los océanos hasta
1800″ deja bien claro el orden y el influjo de los creadores de futuros
imperios. Y lo hace con “Poder e Imperio”, un manual que llena las
estanterías de la blackwell de Holborn en Londres, la casa del libro o la
librería express de la estación de Atocha. Otro recién “repensamiento” de
los Imperios y las fluctuaciones del poder, en el que si se tiene en cuenta
algo obvio. Es difícil pensar poder dibujar un horizonte del siglo
XVIII en cualquiera de sus facetas, sin imaginar el influjo de la Real Corona
Española. Era la clave de su tiempo.
El poder
y el imperio. Daniel R. Headrick
Cuestión
de poder. Es como si a día de hoy hiciésemos un curso en la Universidad Menéndez
Pidal, que hace cursos y muy buenos, y al ”Repensar los
Imperios (que podría denominarse estrategias políticas globales) del
siglo XX, sencillamente no dispusiésemos en la esfera como
protagonista a Estados Unidos. Y entre las dos guerras
mundiales, la guerra fría y el actual orden internacional, para explicar
todo este jaleo no traemos a ningún americano. ¿Se podría explicar el
Imperialismo en el siglo XX sin y desde el caso Estadounidense?. Pues
difícilmente se podrá repensar un siglo XVIII sin el caso Español. La
moneda, las personas, las rutas de intercambio, incluso los mapas que
utilizaban esos marinos que siglos más tarde llegaban a aquellas aguas,
“repenssando”, y también “renombrabando” las islas y archipiélagos que iban
encontrando tras miles y miles de millas de navegación. No deja
de ser paradójico que hace dos días, un 18 de Enero, fuese el día en el que
oficialmente el insigne capitán Cook redescubriera, como si hubiese sido
el primer marino en llegar a esos lejanos parajes, el camino, el
rosario de esas islas y esos mares hispanos que doscientos años antes ya
dibujaban y nombraban como el Pacífico Español. Pero aún más paradojico,
que un día tal como hoy, el 22 de Enero de 1565, en el Océano Pacífico, la
armada de Miguel López de Legazpi, fondease en aguas de la isla de Guam y
tomase posesión de ella en nombre del rey Felipe II. 200 años antes de que Cook
navegase por esas mismas aguas.
Desde Santo
domingo a las Islas Marianas. Dese el Cabo de San Agustín a
las Carolinas. Cabos, estrechos, lejanos islotes y
paradisíacos territorios llevaban nombres Castellanos o portugueses. Muchos de
los cuales, al pensar que se descubren de nuevo por primera vez, se les
denomina con nuevos nombres, muy diferentes de su bautismo de origen…
Carta de
New Zelanda, explorada en 1769 y 1770, por el teniente James Cook, comandante
de su majestad a bordo del Endeavour,.
Ya lo
clamaba John Elliott, y desde hace tiempo por estos lares, el Museo
naval, las cátedras de América de diferentes universidades, el CSIC y la
Real Academia. acompañados por notables investigadores Españoles. “La corona de
España no tiene el reconocimiento que se merece en la historiografía
actual”. El imperio español, con sus navegantes, sus barcos, sus
políticas, fue el primer fenómeno globalizador de la historia, con el valor
cultural que supone la cuestión, sentencian. Será cuestión de las
decadencias. En su último libro España, Europa y el
mundo de ultramar (1500-1800), publicado por Taurus,
el oxoniano repasa las nuevas reglas de orden internacional que influirán
durante esta época en la política y el orden social de cada uno de los
ciudadanos que vivían en Europa. En buena medida, el nuevo mundo que
descubría España influía y marcaba tendencia sobre el viejo mundo, ese
que rodeaba a cada uno de las potencias Europeas. Sin lugar a dudas esa sería
una de las claves para repensar la edad moderna, profundamente marcada por esta
dicotomía. La del nuevo y viejo mundo. En ambos, España era vanguardia.
El viejo
y el nuevo mundo. John Elliot
Las
palabras de Elliott pesan en un país en el que “no ha estado de moda” hablar,
reconocer en su sociedad nuestro pasado Imperial. Sin sentimentalismos ni
glorias. Desde el necesario punto de vista objetivo y científico. “Falta una
inteligente promoción del Descubrimiento. La gente aquí está un poco tímida”.
Con lo de “la gente aquí”, se refería a España. Con lo de tímido, habría
que preguntarselo. Posiblemente que no hemos alzado la voz lo suficiente,
especialmente desde las gobernanzas y el mundo administrativo, en la materia. Posiblemente,
porque en nuestro país, por extraño que pudiera parecer desde fuera de nuestras
fronteras, pareciese que existan importantes problemas a la hora de ponernos de
acuerdo actualmente con el término nación o simplemente de país. El
momento actual en el que nos encontramos, hablar
de Imperialismos, no es que hayan dejado estar de moda. Sencilalmente
es que se encuentra a años luz del debate de un país. “Pobres, ilusos
historiadores que pretenden adentrarse en el pasado para hacer justicia
poética. O simplemente intentar rastrear el hilo de eso llamado realidad”.
De este
modo, en los últimos años, la temática del recuerdo, de la suplantación y
del olvido del Imperio naval Español es una constante. La pregunta
primordial es ¿porqué desde la historiografía internacional, se otorga una
”gran desmemoria histórica” hacia la nación que dibujo el mundo?. La
solución parecería ser la relación historia y poder. Así de sencillo y
así de complejo. Mediante la manipulación de la historia, en este caso,
mediante la jibarización de la historia naval y marítima de España (que va
de la mano de su expansión Imperial), se menoscaba su influencia, sus raíces,
que sirven para proyectarse en el futuro. En palabras de Le Goff,
que explica mucho mejor la cosa; ¨“Las sociedades humanas viven de su
pasado. Para salvaguardar ese pasado tienen dos instrumentos a su
disposición: la memoria y la historia. La memoria, en la que se basa la
historia y a la que a su vez alimenta, no busca preservar más que para servir
al presente y al futuro. La historia se despliega sobre la racionalidad y
la verdad del pasado”. Quizás para hablar de Imperios baste con hacer el
recuento de kilómetros cuadrados sobre los que tenía competencia la Corona
Española. Quizás baste con preguntar simplemente a la historia.
El siglo
XIX vió afortunadamente emerger la historia por doquier. Se convirtió en una
materia que se enseña en la escuela y en la Universidad. En la actualidad tiene
sus especialistas, los historiadores y los profesores de historia, formados
siguiendo métodos “científicos” y esforzándose, a pesar de las dificultades, en
perseguir la objetividad y buscar la verdad. Afortunadamente las escuelas
de historiadores de las recientes generaciones, ya estén formados en Oxford, la Sorbona o
en la Complutense, gozan de una mayor amplitud de miras que hace
unas décadas, cuando se debatía sobre la cuestión del Imperialismo.
Entre una de las cuestiones que ellos tienen clara, es que el poder
político se ha de mantener a distancia de la constitución de la historia
y de la memoria que de ella se deriva. La historia es lo suficiente
importante como para dejarla a cargo de los investigadores y a los
profesionales. En el momento en el que nos encontramos que este poder político
interfiere en el estudio de la historia, nos encontramos con intereses
diferentes a los científicos y objetivos de la historia o de la propia
arqueología como fuente de la historia.
Grabado
en el que se caraturiza lo esfuerzos de Pitt ante los presupuestos en el
parlamento inglés.
En la
cuestión naval, históricamente nos encontramos algunas claves sobre la
decadencia de nuestro Imperio. Una de ellas es la figura y dinastía
de William Pitt y su escuela, un personaje clave que cambia las
agujas de la historia. Su postura, apoyar siempre la formación por
parte de Inglaterra de un imperio ultramarino para asegurar el
poder inglés y en consecuencia menoscabarael Español. ¿Una obsesión? o
simplemente una geoestrategia, convertida en inflexible credo
ideológico y de gobierno. Y es curioso. La figura de esta dinastía de
políticos británicos es muy desconocida por la sociedad en general, los
curiosos, e incluso por los propios estudiantes de historia, al menos por
nuestra tierra. Posiblemente él, fue uno de los protagonistas y actores
del auge y declive de las políticas y el status quo del momento. Otro de los
grandes en esto de los influjos imperiales de la época, ese que hay que
repensar en las Jornadas de Southhampton de hoy y de ayer, aquí y ahora. Y así,
repensando, volviendo al pasado. nos encontramos con un Pitt que demanda al
parlamento inglés en los siguientes términos;
“La
América española desea que la Inglaterra le ayude a sacudir la opresión infame
en que la España la tiene constituida…En esta situación, pues, la América
se cree con todo derecho a repeler una dominación igualmente opresiva que
tiránica y formarse para sí un gobierno libre, sabio, y equitable; con la
forma que sea más adaptable al país, clima e índole de sus habitantes, etc. Tanto
más que en ello no se usurpa, ni hace la menor injusticia a los Reyes de
España, que todo el mundo sabe cuan poco contribuyeron a los gastos del
Descubrimiento del nuevo mundo, y en nada seguramente para las conquistas…
La
América tiene un vastísimo comercio que ofrecer con preferencia a la
Inglaterra; tiene
tesoros con qué pagar puntualmente los servicios que le hagan, y aun para pagar
una parte esencial de la deuda nacional de esta Nación; por cuyas razones,
juzgando de mutuo interés estos importantes asuntos espera la América que,
uniéndose por un pacto solemne a la Inglaterra, estableciendo un gobierno
libre, y semejante, y combinando un plan de comercio recíprocamente
ventajoso, vengan estas dos naciones a formar el más respetable y preponderante
cuerpo político del Mundo.”
Primera
solicitud formal hecha por Francisco de Miranda al gobierno de la
Gran Bretaña para obtener su ayuda en la realización de la independencia de la
América hispana, en consecuencia de la conferencia tenida en Hollwood, con
William Pitt el 14 de Febrero de 1790.
“Rethinking”
el siglo XVIII Español
Y el
siglo XVIII fue un siglo de reformas para el Imperio Español, lo
suficientemente importante como para ser protagonista de un momento de
reflexión. La
Marina Real, reorganizada profundamente, se convirtió en pieza esencial
de la política de los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III. Una
marina que cumplió sobradamente con lo que se esperaba de ella: guardar
adecuadamente la extensión territorial del imperio ultramarino español.
En 1719 había sólo 26 navíos de la Línea para defender el imperio colonial más
grande en el mundo conocido. Ese que en ocasiones no interesa repensar, pero en
el cual diariamente las letras y los pensamientos de una cultura, la hispana,
fluía con sus cotidianos movimientos de diástole y sístole sobre todos sus
ciudadanos. Tras las reformas de Gaztañeta, su doctrina dotaba
al imperio de mayor velocidad, maniobrabilidad y potencia de fuego. Clase
esta, la de Gaztañeta, que por cierto gozó de una muy popular opinión entre los
británicos. El comportamiento del Glorioso en 1747, del cual Arturo
Pérez Reverte nos dejaba recientemente una perla escrita en el propio
espejo de navegantes, a consecuencia del magnífico cuadro de Ferrer-Dalmau.
La resistencia de aquel buque en aquel encarnizado combate, constituye una
prueba fidedigna de las buenas dotes del buque de la época. Pero además de
magníficos ingenieros, y mejores buques, el monarca supo rodearse de
personas preparadas que impulsaron la creación de una nueva Armada. José
Patiño impulsaba la construcción de los astilleros de Cádiz y
Ferrol, así como de sus arsenales. Astilleros y bases de
reconstrucción y preparación de la Armada que seria continuada por el marqués
de la Ensenada. Con esta política naval se pusieron en marcha nuevos
planes expansionistasa y de mejoras en todos los ramos de la administración del
Estado. En consecuencia, de una profunda revitalización del Imperio. En el
siglo XVIII, puestos a repensar, recordemos que en 1741 cabe destacar eso
que algunos olvidan, no se porqué tipo de amnesia parcial o total, como fue la
defensa de Cartagena de Indias por Blas de Lezo, que entre otras cosas
tuvo como consecuencia y significado la estabilidad de la zona marítima y de su
tráfico marítimo durante un buen tiempo.
Recreación
de una fragata. 1717, 1750.
Pero no
queda así la cosa. En el siglo XVIII, se reanudan las expediciones náuticas y
científicas, con la importancia de estas: la de Jorge Juan y Ulloa
para la medida del arco de meridiano, para así comprobar la forma
del globo terrestre. Tofiño elabora el Atlas con numerosas cartas
náuticas de España, norte de África y de la costa oriental de América del Sur. En
la costa noroeste de América, se explora la costa de Alaska alcanzando los 60°
de latitud norte, en América del Sur se explora la Patagonia y se cartografía
la costa del Pacífico por Malaspina y Bustamante, desarrolla en
su viaje científico, un importante recorrido por los océanos Atlántico y
Pacífico entre 1789 y 1794.Cuestiones vitales para un siglo XVIII. Cuestiones
objetivamente notables para un historiador, a la hora de repensar un siglo
XVIII, so pena de olvidar o manipular una parte importante de la historia
mundial.
Las
razones del dominio y las presencias actuales de la “ola del recuerdo”,
marcan una de las marcas de identidad del presente blog, espejo de
navegantes. Como muestra un botón. Hoy hablamos del olvido como Imperio, ya sea
en los congresos internacionales o como por parte de la historiografía. Ayer
con el “factor
olvidado; la armada española en la independencia de los Estados Unidos” de
José María Lancho, nos encontramos de nuevo con la amnesia, una que
afecta a una franja de nuestra historia. Exactamente la cuestión referente a la
valiosa ayuda de España a la guerra de la independencia norteamericana,
que sin embargo no es reconocida. ¿Para cuándo la ola del recuerdo?.
Para Fried, en el centro de una reconstrucción histórica de la
“memoria cultural” esta la cuestión de la transmisión del saber en el ámbito
cultural, personal y temporal. ¿Qué habría que hacer para
descorrer ese velo de la amnesia con la cuestión Española?. Los
historiadores nos hablan claramente del estudio, del estricto conocimiento del
contexto histórico de la época, de los hechos y de cuando data el “recuerdo”,
para poder llegar a un control más eficaz de la veracidad del relato. Así lo
primordial ya no sería la pregunta del que se recuerda, sino del como se
recuerda. La intención, sería la de establecer un diálogo
interdisciplinar entre las ciencias históricas, como magistralmente nos
recordaba recientemente Antonio Muñoz Molina en su magnífico
artículo, “ La necesidad de historia”. Historia en este caso también
naval. La gran olvidada.
“La
leyenda negra sigue, desde luego”, comentaba recientemente John Elliot, !y es
previsible que lo haga durante un tiempo¡”. Hasta que se imponga la
objetividad científica; es de esperar, comentaba con sorna británica, que cierto
equilibrio se imponga antes de llegar al 600 aniversario del Descubrimiento de
América..“. Quizá sea cuestión de timidez, como él dice. Habrá que
llamar poderosamente a la puerta del olvido, lleva demasiados años cerrada, en
medio de este caótico y trágico siglo XX que ha perturbado los
marcos de la memoria, atacando el monopolio de los historiadores. Y de la
ciencia.
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