De Gaulle tenía razón
Por Javier Cornejo
Publicado en el diario El
Tribuno el 19-11-2011
Presidente de la República Francesa
8 de enero de 1959-28 de abril de 1969 |
En la pasada Cumbre de
Bruselas, el primer ministro inglés David Cameron comunicó su decisión de “no
unirse a un nuevo convenio presupuestario con la Unión Europea”, ya que el
mismo no se “corresponde con los intereses del Reino Unido”.
Un gran sector del
imperio británico consideró este paso como “correcto pero insuficiente”.
Al decir de Jon Gaunt,
líder de la campaña Vote Uk out of EU, “ahora hace falta salirse totalmente de
la Unión Europea”.
Hoy como ayer, Sarkozy
reafirma las palabras del Gral. De Gaulle, al sostener que “existen dos
Europas, una que desea más solidaridad entre sus miembros y otra que solo se
interesa por la lógica del mercado”.
El general De Gaulle se
opuso al armisticio que el Gral. Petian concertó en 1940 con Alemania. Llamado
en 1958, propugnó una nueva constitución que creó la Quinta República,
presidiéndola de 1959 a 1969.
Propugnaba una
Confederación Europea de Estados soberanos.
De Gaulle postergó la
unión europea porque en realidad no la creía posible debido a las siguientes
razones:
- Con relación a la comunidad europea del carbón y el acero, Francia no sacaba ningún provecho, sino que los beneficios de esa cuenca minera solo resultaban ventajosos para Italia, Bélgica, Luxemburgo y Holanda.
- Con relación al Euratom, Francia llevaba muchos años de investigación nuclear, mientras que sus “socios” no habían hecho nada.
- Los términos y fines de la CEE no se correspondían con las necesidades y objetivos económicos franceses.
- En una Confederación
Europea (y no la CEE), cada país integrante debía “conservar su propia
soberanía” y su representación: su moneda. Por lo tanto, la Confederación
Europea debería referirse a cuestiones taxativamente enumeradas, sin ningún
“poder supranacional” sobre las mismas. Tales son, básicamente, dos: política
exterior y defensa común.
Oposición al ingreso de Gran Bretaña
El Gral. De Gaulle se opuso terminantemente al ingreso del Imperio británico a la CEE debido a lo siguiente:
a) Significaba el ingreso del Commonwealth (57 países y más de 1.600 millones de habitantes).
b) Con el Imperio, ingresaba además la Asociación Europea de Libre Comercio, que se organizó en Estocolmo por el tratado firmado el 4 de enero de 1960 entre Inglaterra, Austria, Dinamarca, Noruega, Portugal (que debía seguir la política inglesa en virtud del tratado de Methuen de 1704), Suecia, Suiza y el diminuto estado de Liechtenstein (plaza financiera Suiza). Este conjunto de países tenían hábitos, costumbres y tradiciones políticas disímiles a los seis países de la Comunidad Económica Europea (Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo), a la que quedarían vinculados junto con el Commonwealth. “Esto cambiaría por entero el sentido de mercado común de los seis”(Fernández Navarrete. Historia y Economía de la UE. Madrid. 1999, Pág. 87).
c) Inglaterra tenía singularmente producción industrial. Las negociaciones agrarias provenían de la “reventa” que hacía de carnes y cereales, principalmente argentinos. Con esto, los Estados europeos de producción agropecuaria propia quedarían desarticulados. Ello era opuesto a una organización europea que subvencionó siempre al agro, base del arraigo campesino, que constituía la médula de sus tradiciones y cultura.
En definitiva: todo esto
crearía una comunidad atlántica colosal, a la que se adicionaría EEUU
(incorporados al Imperio británico visceralmente después de la 2da. Guerra
Mundial).
De Gaulle sostenía que
Europa sería “absorbida” por la conducción de intereses especulativos
angloamericanos.
Hoy constatamos que, habiendo provocado su estallido,
Londres se retira.
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