Malvinas y petróleo: el
barco petrolero que halló el ARA San Juan sigue husmeando allí
El Seabed Constructor, buque de servicios
petroleros y prospección geofísica de bandera noruega, propiedad del grupo
inglés Swire Group, contratado por la compañía de exploración de fondos marinos
Ocean Infinity con sede en Londres y filial en Houston, parece haberse
encariñado con la plataforma continental argentina, tras haber hallado al ARA
San Juan el año pasado. Tras navegar frente las costas de Uruguay para
encontrar un buque coreano cerealero hundido, desde quince días se encuentra
husmeando en las islas Malvinas en cercanías de Puerto Argentino, con la excusa
de ubicar buques alemanes hundidos durante la Primera Guerra. Tarea que de paso
o con esa cobertura, igual que sucedió con el ARA San Juan, le permite conocer
el subsuelo de los fondos marinos con los ocho robots ultrasofisticados que
porta.
Por Javier Llorens – 2/4/1983
En febrero de 1976, un mes previo a la irrupción de
la dictadura más sangrienta que soportó nuestro país, la revista golpista
Restauración, ligada a la inteligencia militar y sucedánea de la revista
Cabildo que entonces estaba prohibida, publicó un notable artículo con título “Las
Malvinas y el Petróleo Submarino”.
En él, anticipando el verdadero motivo del
conflicto bélico que sucedió seis años después, sin ningún desperdicio decía: “La
cuestión de las islas Malvinas, tan cara al sentimiento argentino, ha tomado,
según trascendidos muy verosímiles, un giro inesperado. Este nuevo cariz ha
incrementado, si cabe, la trascendencia de la solución que se obtenga, porque,
a la luz de esta circunstancia, puede comprometerse el futuro geopolítico y
geoeconómico del país.”
“Las reservas de petróleo ubicadas en la plataforma
submarina que se extiende entre el continente y las islas son de tal magnitud,
que la Argentina tendría asegurado su abastecimiento por mil años. El valor de
tales reserva, a precios de hoy se elevaría a la suma de dos billones de
dólares. Es decir, el país se encuentra, tal vez inopinadamente, con un capital
que nadie, que sepamos, había incluido en el cálculo de posibilidades para su
desarrollo.
Por supuesto, semejante riqueza no pasó inadvertida
para los grandes inversores internacionales, que han propuesto diversas fórmulas
para asociarse a la Argentina para la explotación de unos yacimientos de
petróleo que, literalmente hablando, pueden cambiar su estructura económica y
política, su equilibrio de poderes reales y las constantes de su política
exterior. En el fondo del problema reside la gran cuestión de la soberanía
nacional en la región comprometida y en la Antártida aledaña.
Las fórmulas de colaboración propuestas son
opuestas y responden mas al interés del proponente que el nacional, si bien lo
contemplan. Así por ejemplo, Inglaterra y Holanda, por intermedio de la
Shell-Royal Dutch, ofrecen a cambio de la exclusividad de la explotación por un
periodo de treinta o cuarenta años, la devolución de las islas.
El grupo Rockefeller ofrece, por la misma
prestación, a través de la EXXON, el apoyo diplomático y militar de los Estados
Unidos para recuperar las Malvinas. El primero de estos planes contaría con el
apoyo de la Marina, pues se complementaría con la adquisición de naves de
guerra; el segundo por Vignes en su oportunidad, y actualmente dos grupos: el
de Vignes (López Rega) y el del Secretario de la OEA -Orfila- representado en el
gobierno por el canciller Quijano, ambos con el apoyo de Kissinger.
Existen además otros dos programas sometidos
también a consideración del gobierno argentino. Uno de la URSS, que se
asociaría a YPF para la explotación de la plataforma pero si implicar a las
Malvinas en la solución (sostenedor de la tesis: Gelbard) y otro de la
Compagnie Generale de Petroles de Francia, asociada para esto con el ENI de
Italia sin contraprestaciones diplomáticas por el momento. En el orden intrerno
esta última propuesta contraía con el apoyo del frodifrigerismo.
Por las cifras manejadas, el interés despertado en
el ámbito internacional, la trascendencia del proyecto que se adopte para el
desarrollo argentino, todo lo que se diga es poco en orden a resaltar la
importancia de esta cuestión para el futuro del país y su soberanía. Tal vez de
ella dependa, en forma directa, la posibilidad de llegar a ser la potencia del
año 2.000.”
Petróleo, soberanía, y guerra
Tras dicho golpe militar, su ministro de Economía
“Joe” Martínez de Hoz, viajó varias veces a Londres, desde donde vino con la
propuesta del retroarriendo o leaseback mencionada en la nota. Consistente en
la explotación del petróleo hasta agotarlo, para luego devolvernos las islas y
su mar territorial, adelgazadas de su petróleo submarino.
Quién lidero públicamente la oposición a esa
propuesta británica, fue el general y comandante en Jefe del Ejército, Leopoldo
Fortunato Galtieri. El mismo que luego como presidente de la Nación, para
tratar de reflotar el alicaído Proceso Militar, con la recuperación militar de
las islas el 2 de abril de 1982, intentó una aventurada síntesis de ella,
consistente en cambiar en un tome y daca, petróleo por soberanía.
Contó para ello con el impulso y apoyo del
comandante en Jefe de la Armada, almirante Jorge Isaac Anaya. Quien se había
desempeñado como agregado militar en Londres, desde donde vino sosteniendo la
peregrina la teoría de que a Inglaterra solo le interesaba el petróleo, no la
soberanía. Por eso la planificación militar argentina no previó en manera
alguna la defensa de las islas, ni nada parecido, y luego tuvo que improvisar
enormemente al respecto.
Manifestando el intento de ese canje, una total
ignorancia de la tremenda historia del petróleo mundial. Donde las dos
potencias que la protagonizaron, EEUU y el Reino Unido, hartos de lidiar con
las petromonarquías y dictaduras, lo que buscan ansiosamente es la fusión de
ambas cosas, del petróleo con la soberanía.
Como base esencial para la seguridad jurídica de
las cuantiosas inversiones que requiere la explotación del petróleo off shore y
no convencional. Y por ello su casi ridícula postura de sostener la
autodeterminación de 1.500 isleños, para poder detentar la explotación de más
de 120 mil kilómetros cuadrados en el área marítima económicamente exclusiva de
Malvinas. Casi a razón de mil kilómetros cuadrados, o cien mil hectáreas por
isleño.
De tal manera la recuperación militar de las islas
que intentó la Junta Militar de entonces, fue una magistral trampa tendida por
el Reino Unido. Que a través del jefe de la Armada Anaya y del canciller
Nicanor Costa Méndez, quien desde niño había sido educado en Londres, instaló
en la mente de los jefes militares el cuadro referencial absolutamente falso,
que la diplomacia y la entrega del petroleo evitaría una guerra.
Que solo podía rematar en el reconocimiento de la
autodeterminación de los isleños, con un referéndum por partes de
estos, que fue la condición sine qua non negada por la Asamblea de la ONU, y que
con diversos disfraces exigió el mediador norteamericano general Alexander
Haig. O en una derrota militar que permitiera la instalación de la Fortaleza
Malvinas, y el cambio del statu quo de la región.
Como trágicamente sucedió, al no aceptar los jefes
militares argentinos esa enorme claudicación, que suponía ir por lana y volver
trasquilados. La que no obstante puso fin en la práctica al Proceso Militar que
auspiciaba la golpista revista Restauración, agitando las potencialidades de
las Malvinas. Perdiendo así Argentina la posibilidad de “ser la potencia
del año 2000”, tal como decía dicha revista al final de la nota.
El imprevisto en esa alternativa bélica, lo dieron
las fuerzas aéreas argentinas, que propinaron una sorpresa táctica a la Task
Force británica, al atacar a sus navíos volando a ras del agua, por debajo del
umbral del radar. Lo cual, a costa de una gran pérdida humana y de equipos,
entorpeció severamente el desembarco de las tropas inglesas, que altamente
equipadas y entrenadas, venían de entrenar en Finlandia. Nada pudo hacer
entonces la defensa heroica e improvisada de la bisoña tropa argentina, con un
bajísimo nivel de equipamiento y entrenamiento, dotada parte de ella con
uniformes para climas tropicales.
El ARA San Juan y el Seabed Constructor
El 15 de noviembre de 2017 desapareció el submarino
oceánico Ara San Juan, que estaba desarrollando tareas de espionaje en relación
con Malvinas, en el borde de la plataforma continental argentina. Y luego de un
tortuoso trámite donde se rechazaron otras ofertas, en el 2018 se le encargó al
buque Seabed Constructor (Constructor de Fondos Marinos) el encargo de
hallarlo.
El Seabed Constructor es considerado el buque civil
más avanzado del mundo, por los ocho robots de altísima tecnología que porta,
para la exploración del lecho marino y la prospección geofísica de su subsuelo,
destinada a la actividad petrolera off shore. Su propietario es el grupo inglés
Swire Group, y tiene bandera noruega por estar a nombre de la integrante de ese
grupo en este país petrolero, Swire Seabed (Swire Fondos Marinos).
A su vez desde el 2017, Swire Seabed alquiló el
Seabed Constructor por siete años, a la flamante compañía Ocean Infinity
fundada en ese mismo año, que está radicada en Londres, y tiene una filial
estadounidense radicada en Houston. De la que nadie sabe muy bien quién es su
dueño, aunque algunos medios apuntan que su principal accionista es el
ciudadano ingles Anthony Clarke. La que a su vez está dirigida por los
ciudadanos ingleses Oliver Plunkett y Melanie Smith.
La principal acusación que se hace contra Ocean
Infinity y su buque husmeador de fondos y subsuelos marinos, es que aprovecha
cualquier tragedia humana para llevar a cabo subrepticiamente esas
prospecciones físicas. Que resultan sumamente valiosas en la actual época de
explotación a fondo del planeta, sobre todo si se trata de recursos
hidrocarburiferos. O sea una forma de piratería moderna, parecida a la que ejerció
Inglaterra durante siglos, que también busca los galeones hundidos cargados con
riquezas, que antaño no pudo atrapar.
En el 2017 el Seabed Constructor fue expulsado del
mar territorial de Islandia, por sospechas en tal sentido. Y a principios de
2018 participó en la búsqueda del vuelo 370 de Malaysia Airlines, en la
que no tuvo éxito. Pero en la que fue acusado de irregularidades, al suprimir
durante días su localización satelital mientras concretaba sus exploraciones. Y
luego ya que estaba de paso por allí, también realizó la prospección del lecho
marino en el campo de gas de Scarborough, al oeste de Australia.
A continuación la siguió con la búsqueda del ARA
San Juan, a quien encontró en el último día de búsqueda, al cumplirse
casi exactamente el aniversario de su desaparición. Después de husmear por
distintos lugares durante 72 días, en una zona coincidente con áreas para las
que el gobierno simultáneamente había convocado a una licitación para su
exploración y explotación petrolífera.
A continuación en diciembre de 2018, Ocean Infinity
fue contratado por el gobierno de Corea del Sur, para buscar al
buque granelero coreano hundido en el 2017, Stellar Daisy. Y a
mediados de febrero, Ocean Infinity anunció que había encontrado el
barco, y que había recuperado su caja negra, pero cuya labor parece no
haber dejado muy conforme a los coreanos.
Malvinas y petróleo
Y desde allí, tras haber recalado en Montevideo, el
Seabed Constructor partió el 3 de marzo pasado hacia Puerto Argentino (Stanley)
en las Malvinas, como se puede ver en la siguiente imagen de Marine Traffic.
Con el supuesto objetivo de “una búsqueda y estudio arqueológicos de una flota
de navíos de guerra de la Primera Guerra Mundial”, previendo su arribo para
el 13 de marzo.
En Argentina muy pocos saben que en Malvinas se
libró la batalla naval decisiva de la Primera Guerra Mundial. Conflicto en el
cual Alemania le dio una sorpresa estratégica al Reino Unido, con la obtención
del nitrógeno del aire, que era la base del explosivo estratégico de aquella
época (nitroglicerina). Rompiendo así el monopolio que detentaba Inglaterra con
el Nitro de Chile, que había acaparado en la Guerra del Pacífico.
En la que Chile equipado con naves y personal
inglés, atacó a Bolivia y Perú, y se quedó con las salitreras que contenían ese
recurso natural, único en el mundo. En consecuencia la contra estrategia
alemana, viniendo desde el Pacífico con la flota comandada por Graf Spee, fue
cortar la ruta del Nitro de Chile, ocupando Malvinas. Para dejar al Reino Unido
sin ese recurso indispensable para poder seguir sosteniendo la guerra de
trincheras, que fue la característica de ella.
No obstante, sabiendo su enorme importancia
estratégica, Winston Churchill había apostado sigilosamente en Puerto Argentino
sus naves más modernas, que quemaban petróleo. Y por su superior performance
sobre los navíos que quemaban carbón, quemando el petróleo obtenido de
contrabando de Comodoro Rivadavia -descubierto pocos años antes supuestamente
buscando agua en un paraje casi deshabitado- la flota británica liquidó la
flota de Graf Spee. Mandando a cuatro de sus buques y a 1.600 marineros
germanos, entre ellos el almirante Spee y sus dos hijos, al fondo del Atlántico
Sur.
El tránsito del Seabed Constructor hacia Malvinas
se vio interrumpido el 5 de marzo, cuando tuvo que concurrir en rescate del
yate francés TheParadise. Que había dado una vuelta de campana al noroeste de
las islas Malvinas, con la desaparición de dos de sus tripulantes. Sin embargo
ya el 13 de marzo el Seabed Constructor estaba puntualmente en las
inmediaciones de Puerto Argentino, como se puede ver en la siguiente imagen de
Marine Traffic.
A partir de ahí hizo algunas excursiones hacia
Puerto Argentino, como se puede apreciar en el track de la siguiente imagen de
Marine Traffic, pero volviendo más o menos al mismo lugar de origen. En el que
se encontraba al menos hasta el 27 de marzo pasado, como se puede apreciar en
la imagen de la portada.
Las leyes que no se cumplen y la
fatalidad argentina
En el 2010, promovida por Fernando “Pino” Solanas,
el Congreso aprobó por unanimidad una ley que prevé «sanciones económicas
concretas» para las empresas que operen en Argentina y participen en
operaciones petroleras en la zona de las Islas Malvinas. No obstante la
tragedia del ARA San Juan; la pantalla triangulando los intereses ingleses a
través de una filial de Ocean Infinity en Houston; y las políticas del actual
gobierno; parecen haber condenado a esa ley a lo que los abogados llaman el
desuetudo, que es su abolición de hecho por falta de uso por el Gobierno.
Con el objeto de dar cumplimiento al comunicado
conjunto del año 2016 del vicecanciller argentino Foradori y el ministro inglés
Duncan, de “remover todos los obstáculos que limitan el crecimiento económico
y el desarrollo sustentable de las Islas Malvinas, incluyendo comercio, pesca,
navegación e hidrocarburos”.
Para asegurar el bienestar de los 1.500 isleños que
las habitan, pero no de los 44 millones de argentinos. Y sin tener en cuenta de
que hubo una guerra en la que murieron 649 argentinos, otros tantos quedaron
con serías secuelas, y su saga acarreó 500 suicidios.
Quizás la maldición de los países fracasados es no
saber lo que tienen, y en consecuencia no saben valorar lo que tienen. Y es una
constante que otros de afuera, son los que saben y valoran. Como es el caso de
las islas Malvinas, por donde en 1832 pasó el agudo observador de Su Majestad
Charles Darwin, un año antes de la ocupación británica de ellas.
Quién además de observar la flora y fauna, y
admirar la capacidad de sobrevivencia y caballerosidad del gaucho Rivero
y su gente, también observó que su turba podía ser un sucedáneo de emergencia
del carbón. En momentos en que Inglaterra, con la aparición de la máquina
a vapor, estaba por tentar el difícil tránsito de la navegación a vela, en la
que había llegado a la excelencia, a la del vapor “metiendo el viento en sus
bodegas”, para poder conservar su supremacía marítima.
(Otro trance similar sufrió su Armada en el siglo
XX con el traspaso del combustible carbón, que tenía en abundancia; al petróleo
que carecía enteramente. Pero esa es otra historia, que está relacionada con el
descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia, la antedicha batalla naval de
Malvinas, y la tremenda historia del petroleo y sus guerras a lo largo del
siglo pasado.)
Para ello, mientras Darwin visitaba las islas,
planeaba dispersar en el mundo numerosas estaciones de carboneo, como la de
Malvinas. Con la ingeniosa logística protagonizada por las naves de Su
Majestad, de abastecerlas con carbón inglés de Cardiff, para volver cargadas a
la metrópoli imperial con las materias primas necesarias para alimentar sus
industrias. Las que luego con la aparición del petróleo se transformaron en
bases de petroleo, que como se vio en el caso de Malvinas, fue determinante
para el curso de la Primera Mundial.
Luego la HMS Beagle con Darwin a bordo, hizo un
minucioso relevamiento de las costas magallánicas, dejando allí toponimias como
la de los cerros Stokes y Fizt Roy. Siendo el primero el apellido del
comandante del HMS Beagle que se suicidó, por lo dificultoso y peligrosísimo de
su misión, de hacer un relevamiento costero navegando a vela en el tormentoso
estrecho de Magallanes y sus ventiscas impredecibles. Y el segundo es el
apellido del joven teniente de solo 23 años que lo reemplazó en el mando. Y que
también se suicidó, pero tras hacer una honrosa carrera en la marina británica,
llegando al grado de vicealmirante y gobernador de Nueva Zelanda.
En sus incursiones terrestres, el observador de Su
Majestad Darwin se apercibió de las riquezas carboníferas de Rio Turbio, que
por entonces era una cuestión geopolítica estratégica. Y por eso luego Su
Majestad británica a principios del siglo XX, como árbitro de los Pactos de
Mayo entre Argentina y Chile, se las ingenió para impedir la salida de ese carbón,
haciendo que Puerto Natales quedara del lado chileno.
Años antes de eso, en 1887 y 1888, el intrépido
teniente de navío Agustín del Castillo, exploró en solitario esos desolados
parajes del extremo sur, por los que habían andado Darwin y Fizt Roy y solo
habitaban sus aborígenes. Ocasión en que descubrió la riqueza carbonífera de
Rio Turbo, y por ello volvió maravillado a Buenos Aires.
Para anunciar en una conferencia publica en el
Instituto Geográfico Argentino, los descubrimientos de sus exploraciones, que
podían hacer que Argentina dejara de depender del carbón oriundo de Cardiff.
Con el que (supuestamente) operaban sus ferrocarriles ingleses, y justificaban
sus altas tarifas.
Pero misteriosamente en vísperas de esa
conferencia, el joven e intrépido del Castillo murió mientras la estaba
preparando, a los 34 años de edad. A la par que los apuntes de sus
exploraciones desaparecieron o se perdieron. Tardando luego otro medio siglo en
movilizarse esas riquezas, cuando por el surgimiento del petróleo, ya habían
dejado de ser estratégicas. A la par que del Castillo no tiene monumento,
cerro, o toponimia cualquiera, que recuerde su memoria.-
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