EL DESALOJO DE LOS ARGENTINOS
Por Javier Cornejo
Publicado en el diario El Tribuno el 06 de agosto de 2009
Publicado en el diario El Tribuno el 06 de agosto de 2009
Muchos
conocemos a Juan Bautista Alberdi en el plano «constitucional». Poco conocemos
al Juan Bautista Alberdi de los «escritos póstumos». Tal como su importantísima
obra publicada en 1875 y que tituló: «Estudios económicos».
Interpretación
económica de la historia Argentina y Sud América». En la página 43 se
desprenden palabras de rigurosa actualidad: «La América del Sud está ocupada
por pueblos pobres que habitan suelos ricos».
Después de
esta observación elemental, el pensador argentino señala, como tesis de su
obra, que «la Europa presta al suelo, no al hombre, cuando presta su dinero a
los Estados de América del Sud».
El objetivo
del acreedor, según Alberdi, es obtener la propiedad del suelo gravado en
garantía de su deuda dineraria. Por eso, al momento de la ejecución de los
bienes del suelo para obtener el pago de su crédito, exige el suelo desocupado
de habitantes.
¿Y cómo se
desaloja todo un continente?... se pregunta el autor. A ello responde: «Provocando guerras u otras
calamidades por cualquier pretexto y sin ningún sentido». «Son así las
guerras que han asolado a Paraguay y a Entre Ríos, que se han hecho con el oro
de los ingleses» (página 91).
Si tomamos
estos conceptos embrionarios como base analítica de lo que está ocurriendo
actualmente en la República Argentina, constatamos que parece haber llegado la
hora de la «ejecución de nuestra garantía» a favor de nuestro usurario
acreedor, y debemos entregar el suelo libre de ocupantes.
Así también,
cooperar eficazmente para la entrega del inmenso potencial energético que
significa nuestra Antártida y adyacencias, ofreciendo a quien resulte su
propietario, el reservorio futuro de la humanidad.
De allí se
infiere que se impone el «exterminio» de la población argentina, se debe
entregar el suelo (es decir el patrimonio público y privado con sus recursos
naturales intactos) libre de ocupantes.
El accionar
se aceleró frenéticamente por medio de las herramientas actuales de exterminio.
¡Atrás y lejos quedaron los Ejércitos de ocupación con metralla, pólvora y
fusiles! ¡A comienzos de 1800 ya Beresford los reemplazó por: letras de cambio,
pagarés, acuerdos comerciales y tratados que se deben cumplir!
Las armas del exterminio
funcionan a la perfección:
·
Guerra
química: «Consumo de
drogas» con proyecciones estremecedoras en nuestra juventud. Próxima
despenalización de la tenencia; con lo que se abre la puerta a la legalización
del tráfico total, pre-anunciada por lluvia de drogas en cielos salteños.
·
Guerra
bacteriológica: consumada
con las pandemias, sin ningún control sanitario riguroso de sida, cólera,
meningitis, hepatitis, mal de Chagas, fiebre amarilla, dengue, gripes en sus
diversas variedades, y la nueva gripe medieval que ya hace estragos en China;
vigentes en la pobreza creciente que asola a nuestro país y que niegan los
indicadores con precisas instrucciones. Desembocando en un incremento de la
mortalidad infantil.
·
Desquicio
educacional: aumento de
una TV espúrea que cala el último rincón con su mensaje desintegrador.
·
Guerra
económica:
instrumentada en la siniestra cantidad de medidas y actos administrativos de
«ajuste» de nuestros gobernantes. Incremento inusitado de muertes por accidentes
en transportes públicos y privados: caos en el respeto a las normas de
tránsito. Conductores bajo los efectos de todo tipo de sustancias.
·
Total
crisis institucional: en la que la imagen y autoridad de gobernantes
se asimila en forma creciente al término «corrupción».
·
Inseguridad: como «normalidad» creciente Guerra civil: en el mundo tenemos hartos
ejemplos de guerras «provocadas». Piquetes y contra piquetes, pobres contra
pobres. Ocupas contra ocupas.
·
Indefensión total a cualquier intención de ocupación
de nuestro territorio por cualquier fuerza de ocupación extranjera.
Inexistencia de las Fuerzas Armadas.
En este somero análisis
constatamos la gravedad de una realidad que se nos oculta sistemáticamente y
nos hace parecer que los acontecimientos que ocurren lo son por casualidad del
devenir histórico, y no por una «causalidad» eficientemente provocada con el
único fin de reducir y aniquilar a la población en un continente (Sudamérica
Antártida) con los recursos naturales necesarios para la subsistencia y control
de la humanidad del futuro.
Intentar tapar esta espantosa y
concreta realidad, es un genocidio sin límites, por parte de nuestros
gobernantes a los que sólo parece preocuparles la eternización en un poder de
miserables.
Los conceptos de este
comentario encuentran su basamento en la obra del Dr. Julio González: «Los
tratados de paz por la guerra de las Malvinas», de agosto de 1998.
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