Blindaje a las Malvinas
Javier Cornejo 07/04/2016
El 11 de marzo pasado, la Comisión de la ONU (Convemar) dio a conocer un dictamen relativo a la jurisdicción sobre las 350 millas de plataforma continental en los mares del Sur, distancia que en la zona en disputa con el Reino Unido de Gran Bretaña quedó congelada. Se trata de una circunstancia que, posiblemente, termine favoreciendo a quien resulte titular soberano de tales territorios de los que no está exento el continente Antártico.
Como un sarcástico regalo por la conmemoración de nuestra gesta patria, el día 3 de abril el británico The Independent publica que por una cuestión de recursos y para recortar el presupuesto el gobierno británico dejó al archipiélago de las Islas Malvinas sin protección por primera vez desde la guerra de 1892. Explicando que tal decisión obedece a la necesidad de concentrar sus recursos en supervisar los movimientos navales rusos.
¿El imperio nos quiere hacer creer que después de su victoria por las armas el 14 de junio de 1982, y por la infame abdicación jurídica de Carlos Menem y Domingo Cavallo, materializada en los Acuerdos de Madrid del 15 de febrero de 1990 y el Tratado de Londres del 11 de diciembre de 1990, va a ceder un centímetro cuadrado de todo lo que nos arrebató?
La euforia del presidente Mauricio Macri sobre los millones de kilómetros que ganamos por el dictamen de la CONVEMAR crea la ilusión de que estamos apabullando a Londres, un imperio que sólo decidió el "reemplazo" de una fragata de patrulla en las islas. Nada se dice del buque de patrulla de alta mar HMS Clyde, ni de la flota de apoyo Royal Fleet Auxiliary, ni de los más de 1.500 efectivos que operan los caza bombarderos Typhoons de la Royal Air Force, ni de las defensas terrestres. Nadie nos dice de la posibilidad que, tras el dictamen, todo se reduzca a instaurar un "arbitraje" derivando en una cuestión de límites entre los territorios usurpados por los británicos y la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, pomposo nombre luego de la provincialización del territorio nacional, donde se pretendería instalar una especie de explotación compartida con el apoyo de una "complementariedad continental" para el desempeño de las empresas y actividades que se desarrollen en la zona.
Obviamente la palabra "soberanía" es la gran ausente.
El 17 de febrero, por primera vez en 10 años, el ministro de Defensa británico, Michael Fallow, visitó nuestro archipiélago y, en categóricas declaraciones, afirmó: "Gran Bretaña no hará negociaciones que impliquen soberanía o cualquier acto de tal naturaleza por parte de Argentina". "Tenemos previsto invertir 180 millones de libras en mejorar la defensa de las islas durante los próximos 10 años". No obstante, sostuvo que "el deshielo que se produce con la administración Macri es una gran oportunidad real de construir relaciones positivas con el Reino Unido" recordando una vez más que "la soberanía es innegociable".
Finalizó su visita inspeccionando las obras que se realizan como parte del paquete de los 180 millones de libras para modernizar las infraestructuras defensivas del archipiélago. ¿Hacen falta más palabras?
En la medida que nuestros representantes en el Gobierno se nieguen a "denunciar" los acuerdos y tratados referidos no existe ninguna posibilidad de que algo cambie; todo se orienta a que nos toque asistir, como espectadores pasivos, a la succión de nuestros recursos y a la definitiva pérdida de nuestra geografía, que forma parte del cronograma de un ya proyectado fraccionamiento territorial cuando debamos cederlo en pago de la deuda perpetua.
Complementariedad
Por Javier Cornejo
Artículo publicado en el diario El Tribuno el 02.11.2012
Iniciamos el 2012, en el que se cumplen 30 años de la cruenta Guerra de Malvinas, herida abierta que parece encaminarse a un resultado, profundizando la misma.
La ficción del entramado discursivo que el gobierno del Imperio Británico pone en escena, al que le hacen eco los funcionarios argentinos, en la intención de presentar al mundo unas aparentes e irreconciliables posiciones antagónicas, tiene por solo objeto el desvío de atención del único paso válido que debe realizar el gobierno argentino, si es que existe una intención cierta de reclamo soberano sobre nuestras islas Malvinas, esto es: la denuncia de los tratado de Madrid, del 15 de febrero, y de Londres, del 11 de diciembre de 1990.
Tal como lo realizó el general Perón con el convenio Miranda - Eddy, de 1946, por el que nos obligábamos a la exportación de carne a Gran Bretaña. En 1947, al declarar Inglaterra la inconvertibilidad de la libra esterlina, el General denunció el tratado, lo dejó sin efecto y suspendió el envío de carnes. (Galán Beatriz: Derecho Agrario. Ed. Abeledo Perrot. Bs.As. 1967. Pág. 105)
Apoyos internacionales
El novedoso apoyo chino, cuya flota depreda de hace años nuestro litoral marítimo, y ahora sus "empresas" (petróleo, minería, soja, supermercadismo etc.) se aprestan a la depredación continental (El Tribuno Argentina China I - II- III marzo 2011), resulta un ingrediente más, demostrando que la disputa de nuestro sur continental, insular y antártico, se debate entre las verdaderas grandes potencias mundiales con total independencia de la voluntad argentina. No contamos. Irak, Egipto, Libia, Siria (ahora Irán), bien pueden servirnos de ejemplo.
Todo es una cháchara encaminada a colmar nuestra posibilidad soberana con "sentarse a una mesa de negociaciones", presentando tal cuestión como el gran triunfo de la retórica diplomática argentina y coerción de la unión latinoamericana, que doblega a la potencia insular.
Pero, ¡si eso mismo es lo que pretende el Imperio!, ¡maestros en el arte de la negociación desde la noche de los tiempos!
El Foreing Office ya lo tiene previsto, dejando fuera toda discusión de "soberanía", la que quedará bajo el denominado "paragua de intocabilidad" encaminado a lograr la declaración de Estado Ribereño de la nueva inmensa provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.
Previamente tendremos un sinnúmero de escaramuzas, prohibición de abastecimientos a los buques con bandera de las islas, comunicados que van y vienen, submarinos nucleares que refuerzan el poderío bélico inglés, declaraciones de los isleños, visitas reales, etc.
El concreto resultado será un nuevo tratado que posiblemente se titule: "Acuerdo anglo-argentino de cooperación mutua para el desarrollo austral". Iniciado con una teórica zona de protección ambiental alrededor de las islas Georgias, para el aplauso ecologista.
A ello se sumará el apoyo continental para las empresas británicas, argentinas o de capitales mixtos de cualquier país, las que, en una complementariedad, culminarán el proceso iniciado en el gobierno de Néstor Kirchner, con Enrique Eskenazi -en la parte operativa petrolera-, y los asesores de Barclays -en la faz financiera de la deuda externa-, tema que será decisorio en la instrumentación del futuro reordenamiento geopolítico del sur patagónico, que posiblemente adquiera una inédita división geográfica que quizá ya no asombre a los anestesiados habitantes de este suelo.
MARCHA DE LAS MALVINAS
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