CELEBREMOS EL RETORNO DE LA
POLITICA (versión ampliada)
José Armando Caro
Figueroa
Los
recientes resultados de las elecciones provinciales y municipales celebradas en
la Provincia de Salta han provocado un cataclismo que, afortunadamente, pondrá
fin a un largo ciclo de decadencia en donde la política era asunto reservado a
aparatos alimentados por ingentes cantidades de dinero y dirigidos por expertos
en marketing. Estamos, pues, ante un momento de “destrucción creativa”.
1.- Interpretaciones insuficientes o miopes
Quienes
cultivan aquella forma degradante de la democracia aparecen perplejos: Unos
hablan de “voto bronca”, para
minimizar el avance del Partido Obrero. Otros -celosos de las tradiciones-
aluden a una conjetural preocupación del General Martín Miguel de Güemes ante
un Intendente o un Gobernador que no se disfrace de gaucho para las fiestas
patrias.
Están
también aquellos que se entusiasman creyendo que los salteños buscan sólo
buenos gestores para reemplazar a los ineficaces que llevan hoy las riendas de
la Provincia. En realidad, antes que y además de buenos gestores, los salteños
precisamos de un nuevo “proyecto
ilusionante de vida en común”, que remplace la improvisación, el nepotismo
y la demagogia como formas de conducir los asuntos públicos. Es bueno advertir
que, con la excepción de las ideas no siempre completas que pregona el Partido
Obrero, este “nuevo proyecto” es algo
a formular, una empresa vacante. En una sociedad pluralista como la nuestra,
hay que pensar en varios Programas que enfatizando la lealtad a la
Constitución, recojan las antiguas y nuevas preocupaciones de los salteños y,
en paralelo, sean capaces de formular propuestas y cursos de acción en
correspondencia con las respectivas identidades políticas o ideológicas de las fuerzas
que conformar nuestro mapa político.
A su vez,
los alicaídos principistas -que se
aferran a los idearios del radicalismo o del peronismo, y que han sido
remplazados por funcionarios del marketing, empleados leales y socios)-
pregonan regresar a “las esencias” (que algunas proclamas peronistas resumen en
la necesidad de bregar por “la felicidad
del pueblo y la grandeza de la patria”). Constatan que dichas esencias han
caído en desuso y yacen abandonadas por impostores y beneficiarios de consensos
basados en innobles repartijas, como es el caso de la “transversalidad” ideada
por el Gobernador de Salta para someter al Partido Justicialista, colonizar y
dividir al Partido Renovador y erosionar a la Unión Cívica Radical; o, lo que
es lo mismo, para destruir el sistema de partidos políticos surgido en los años
de 1980 tras la recuperación de la democracia.
Permítanme
añadir que los que aquí llamo principistas
y su sana apelación a las “esencias” tienen un papel central a la hora de
formular los nuevos Programas que los reconstruidos partidos políticos tendrán
que ofrecer a la ciudadanía inquieta.
Este
recorrido por las primeras evaluaciones de los resultados del pasado 10 de
noviembre, se completa con los que propugnan mantener el rumbo conservador,
pero añadiéndole transparencia y apego a la Ley. No cabe desdeñar para nada
este enfoque centrado en la calidad
institucional que, a mi modo de ver, debería integrar todas y cada una de
las nuevas plataformas políticas que traducirán los respectivos Programas. Es
absurdo pensar que la calidad
institucional (un asunto sobre el que ha reflexionado Ricardo Gómez Diez
con singular lucidez y apego a nuestra realidad) es sólo una bandera que la
derecha esgrime para trabar a los “gobiernos populares”; antes bien, es preciso
reconocer que la degradación que sufren desde antaño nuestras instituciones
está en la raíz del malestar ciudadano y de la consolidación de un “régimen
extractivo” que fabrica pobres, que desperdicia las oportunidades que existen
para convertir a Salta en una sociedad más justa y próspera, que genera
violencia y nos fragmenta social y culturalmente.
2.- Nuevas ideas. Nuevo mapa político
En cualquier
caso, el reciente pronunciamiento ciudadano plantea un enorme desafío a los
salteños, en tanto y en cuanto las urnas revelaron la crisis del clientelismo y
los límites de las campañas lujosas centradas en la propaganda, tan beatífica y
monótona como engañosa, que promete “trabajo,
salud, educación y viviendas para todos”.
Los
resultados electorales de noviembre han abierto un ciclo dentro del cual
estamos todos convocados a debatir ideas, a formular programas y, de forma
especial, a reconstruir el espacio centrista que deberá ser republicano,
constitucional y social. Pienso en dos o tres fuerzas que, asumiendo sin
reservas la forma de Partido Político, recoja y actualice lo mejor del
radicalismo, del peronismo[1];
o sea, en un peronismo y en un radicalismo efectivamente renovados, regidos por
la democracia interna y en condiciones de responder al legítimo desafío
intelectual e ideológico que plantean el Partido Obrero (a la izquierda) y la
emergente corriente conservadora y democrática que trabajosamente crea el
Partido Propuesta Salteña.
Por supuesto
que el nuevo mapa político en ciernes contará con más actores y con todas las
tendencias que resulten necesarias para expresar a la nueva Salta plural,
democrática y exigente con su clase política.
Mientras
este nuevo escenario y estos nuevos actores van configurándose, es posible
adelantar la necesidad de un gran pacto salteño por la democracia republicana y
constitucional. Un Pacto que contemple, por lo menos: La prohibición de las
reelecciones; la reforma electoral para garantizar la proporcionalidad entre
votos y bancas; la reforma territorial para alentar la fundación de nuevas
ciudades en el este y crear distritos electorales en reemplazo de los
departamentos; la reforma municipal que garantice la autonomía de los
municipios. Este acuerdo regenerador debería incluir, también, una Ley de
incompatibilidades; garantías para la independencia de los jueces; el acceso
irrestricto a la información pública; la revisión de los mecanismos de control
de los actos administrativos y de gobierno; una Ley de fomento del voluntariado
con garantías para la independencia de las organizaciones no
gubernamentales.
3.- La ciudadanía impone una nueva agenda
política
Los salteños
están ciertamente cansados de la inseguridad, del desempleo y de la inflación,
pero exigen además respuestas en materia de educación sexual, de violencia
doméstica y escolar, y de embarazos de adolescentes. Piden acabar con el
trabajo en negro y reclaman mejores condiciones laborales[2].
Quieren que se detenga el tráfico de droga en todas sus escalas y que se creen
mecanismos de ayuda para las víctimas del paco[3].
Necesitan respuestas frente a la ola de accidentes de tránsito, al machismo
(esa lacra cultural de la que mucho salteños se sienten orgullosos), a la
escasez de agua, a la contaminación de los ríos, al aumento exponencial de los
impuestos. Reivindican más espacios verdes y protección de bosques y cerros,
mejoras en el sistema cloacal y en la recogida de basuras. Exigen
republicanismo, autonomía y control del Gobierno. Demandan información y espacios para el voluntariado.
Las
emergentes mayorías rechazan esta Salta en donde las oportunidades están
reservadas para los amigos del poder. Rehúsan una Salta devenida en jungla, que
crece a golpe de guetos, de barrios cerrados y de monobloques que alimentan la
burbuja inmobiliaria.
4.- ¿Fragmentación o cohesión urbana?
Los
ciudadanos han dicho basta al modelo de “ciudad clasista”. No quieren más las
políticas a través de las cuales el actual Intendente favoreció la especulación
y destruyó el casco histórico. Su ideario, compartido por el Gobernador, ha
venido como anillo al dedo a los que maniobran para elevar el precio de los
terrenos y destinarlos a la edificación de altura, y a extravagancias
arquitectónicas propias de rastacueros.
Los
resultados electorales de la Capital permiten concluir que los salteños han
castigado a una gestión que permitió cualquier abuso urbanístico, que
desarticuló la inspección municipal, y que amnistió a los infractores
permitiéndoles consolidar ilícitas ganancias.
Todo indica
que, gracias a su nueva composición, el Concejo Deliberante de Salta revisará
ordenanzas, arrumbará aquel modelo de “ciudad clasista”, y forzará el abandono
de las políticas que condenan a las personas de escasos recursos a malvivir en
asentamientos o en favelas.
Este giro
reclama que las fuerzas receptoras de los votos del descontento se sienten a
dialogar (comenzando por el Frente Salteño y el Partido Obrero), a construir
acuerdos concretos y forzosamente parciales, respetando, claro, el
pronunciamiento de las urnas. Este punto abre una serie de interrogantes:
¿Estará el PO dispuesto a entablar negociaciones con las otras minorías para
adoptar decisiones, o rechazará como espurias este tipo de prácticas
parlamentarias? ¿Las fuerzas del “viejo tronco peronista” se rencontrarán para
arrinconar al PO?
5.- La finca “Pereyra Rozas” y la Loma Balcón
Si bien hay
consenso sobre la expropiación de la finca “Pereyra Rozas”, emerge un gran
conflicto -en el que se juega el futuro de nuestra ciudad-, centrado en el modo
de urbanizar estas 80 hectáreas.
Están en
liza dos posturas: Mientras los actuales gobernantes quieren reservar esos
terrenos para personas de ingresos altos y medios, el Partido Obrero propone
eliminar la discriminación económica y permitir que allí se construya una mini
ciudad mixta, plural, mestiza, en donde -como ocurrió en nuestro inmediato
pasado- coexistan armónica y pacíficamente todas las clases sociales. Quisiera
recordar que nací y crecí en un barrio de estas características, en donde
convivíamos en paz y respetuosamente familias de todas las condiciones
económicas y sociales; una convivencia que se trasladaba a la educación primaria
y secundaria, al ocio, a las tertulias de esquina de barrio. No había clubes de
campo ni guetos. Tampoco se respiraba el clima de violencia y de temor en que
el viven muchas personas.
Conviene
advertir que, cualquier sea el resultado final de este conflicto, deja abierto
otro central: El de los límites del
crecimiento de la ciudad de Salta, una urbe extenuada por la falta de agua,
la precariedad de la red cloacal, la inexistencia de controles antisísmicos
para las nuevas construcciones de altura, y por la falta de suelo urbanizable a
precios accesibles.
Ha llegado
la hora de dejar de lado la ominosa política que condena a los pobres a vivir
marginados, en áreas sin servicios esenciales, pendientes de las dádivas de los
gobernantes de turno. Las autoridades especulan donando o adjudicando terrenos
que no cuentan con agua, luz, cloacas ni servicios de salud o vigilancia, como
está ocurriendo, por ejemplo, en la expropiada finca “Núñez Burgos”, al sur de
la ciudad.
Una política
que el Gobierno y los Intendentes, incapaces de definir un marco que regule el
crecimiento de las ciudades y pueblos, extienden a Cerrillos, San Lorenzo y
otras localidades de la provincia. Asistimos a una práctica, que niega los
derechos fundamentales, y que -además- es caldo de cultivo de violencias y
factor que destruye personas y familias.
Es bueno
señalar, para cerrar esta nota, que la nueva mayoría del Concejo Deliberante
tiene la oportunidad de archivar el proyecto de urbanizar la reserva ecológica
de la Loma Balcón, impidiendo que sus 3.000 hectáreas caigan bajo las garras de
los especuladores y sucumban a los devaneos fundacionales y nominalistas de los
que acaban de perder estrepitosamente la hegemonía en la Municipalidad de
Salta, pese a sus oportunistas invocaciones a Juana Azurduy y sus anacrónicos
denuestos al Virrey Toledo.
Vaqueros, 17 de noviembre de 2013
[1] Entre estos dos grandes actores,
cabe la hipótesis de un partido de estirpe socialdemócrata que bien pudiera
inscribirse en la limitada experiencia del Partido Tres Banderas de Salta
(1984/1986).
[2] La idea del Partido Obrero de elegir Delegados
de Higiene y Seguridad en los centros de trabajo, mediante el voto de los
trabajadores, lejos de sovietizar las empresas y las administraciones, es una
medida incorporada en las más rancias democracias con economía de mercado.
[3] Sobre este crucial asunto, habrá de abrirse
seguramente un debate entre los que proponen que sea el Estado quién se haga
cargo de la atención, y quienes prefieren incorporar a las familias y a las
organizaciones no gubernativas. En cualquier caso, se impone abordar la
cuestión, revisar las políticas públicas actuales, y arbitrar recursos
necesarios para crear servicios públicos, asistir a las familias y ayudar a los
voluntarios.
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