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lunes, 18 de noviembre de 2013

CFK Intentos de eternidad



Todos se preparan para una crisis pre 2015
noviembre 17, 2013
Existe un amplio consenso acerca de que mañana la reasunción de CFK, implicará muy pocas novedades políticas y económicas. Cabe acotar que el aparato publicitario oficial remarcará que justo hoy se conmemora el Día del Militante, por la vuelta de Juan Domingo Perón al país, en 1972. Volviendo a lo que ocurrirá mañana, la expectativa se concentra más bien en ella misma. Esto es, si su salud sólo le permitirá reinar y deberá entonces delegar casi todo el ejercicio del gobierno o si, por el contrario, habrá una recuperación lenta pero constante, hasta llegar al 100 por ciento. Los cardiólogos no tienen -como suele pasar en estos temas- una opinión unificada. Pero predomina el criterio de que estamos frente a una enferma cardíaca cuyas limitaciones para un cargo de alta exigencia serían permanentes. Antes de volver frente a las cámaras, ella acaba de prohibirles a los suyos que hablen de candidaturas para el 2015. La idea del gobierno es congelar el tema hasta después del Mundial de Brasil. En marzo o abril próximo y para demostrar que no perdió poder, CFK aceptaría algo que hasta ahora siempre rechazó: la presidencia del Consejo Nacional del PJ, que ya va por la tercera suspensión de su interna para elegir autoridades. Prácticamente casi cualquier otro dirigente del PJ que fuera elegido para presidirlo podría empezar a ser visto como presidenciable. Sin embargo, todos los previsibles intentos del oficialismo para congelar la realidad política y económica parecen destinados al fracaso, sobre todo por una razón: el 2015 parece muy lejano visto desde el recalentamiento de la economía y la convicción generalizada de que, bastante antes, habrá una crisis cambiaria y bancaria, tal vez acompañada de otra política.
La hipótesis de una nueva licencia presidencial por razones de salud, y la más improbable de una renuncia, activan las internas en torno al orden sucesorio. El núcleo duro del poder, integrado por Carlos Zannini, Carlos Parrilli, Diana Conti, Carlos Kunkel y Héctor Icazuriaga, entre otros, pugna por asegurarse el control de los dos cargos legislativos que ejercen el Ejecutivo en caso de ausencia o renuncia del presidente y el vice. Esto es, la Presidencia Provisional del Senado y, en segundo término, la presidencia de la Cámara de Diputados. En esta última, Julián Domínguez, que no entra al cenáculo ultracristinista, intenta asegurarse su continuidad, mientras Andrés Larroque y varios ultras piensan en un halcón para reemplazarlo. Pero la batalla importante se daría en el Senado. Allí el núcleo duro pretende reemplazar en la Presidencia Provisional a Beatriz Rojkés de Alperovich por el chubutense Marcelo Guinle o el neuquino Marcelo Fuentes, dos kirchneristas de paladar negro. Cualquiera de ellos tendría por misión desplazar a Amado Boudou de todas las funciones que le delegue la presidente. O sea, que la voz del gobierno, ante cualquier ausencia de Cristina, sea un hombre del viejo kirchnerismo. Este blindaje es también una reacción defensiva del cristinismo ante las concesiones que la realidad le está obligando a hacer. Por ejemplo, un intendente que adhiere al gobierno sólo circunstancialmente, Fernando Espinoza (La Matanza), será en diciembre el próximo presidente del PJ bonaerense. Otro síntoma: los gobernadores del oficialismo han empezado a reunirse en público -ocurrió en San Juan hace tres semanas- y también en privado, lo que antes no ocurría seguido.
Un tema especialmente irritante para la presidente serían las críticas empresarias, especialmente las de dirigentes que fueron del riñón del oficialismo, como es el caso de Jorge Brito, que embistió públicamente contra Guillermo Moreno. Brito sigue muy cerca de Sergio Massa y de otros dos importantes operadores de negocios, Daniel Vila y José Luis Manzano. Con su vuelco hacia la negociación con los holdouts, el gobierno aplacó bastante el frente interno y ganó tiempo, que hoy es lo más valioso.
En lo internacional, CFK pretendería explotar el inminente triunfo de Michelle Bachellet en la primera vuelta de las elecciones presidenciales chilenas que tendrá lugar hoy. Sin embargo, las diferencias entre el socialismo pro-mercado de los chilenos y el modelo anti-mercado K son demasiado grandes. Más bien CFK podría estar preocupada por la posibilidad de reflejarse en el espejo oscuro de Brasil. Allí, anteayer, el Supremo Tribunal Federal finalmente expidió las primeras órdenes de detención contra los sentenciados, entre ellos tres ex líderes del oficialista Partido de los Trabajadores (PT) envueltos en el escándalo de corrupción que sacudió al gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva en 2005. La decisión del presidente del STF, Joaquim Barbosa, sorprendió a los brasileños, que disfrutaban en las playas de todo el país de un caluroso feriado por el día de la Proclamación de la República. Después de ocho años de engorroso proceso judicial, la Policía Federal recibió órdenes para poner tras las rejas al ex jefe de gabinete de Lula, José Dirceu; al ex presidente del PT, José Genoino, y al ex tesorero del partido, Delubio Soares. En el llamado “juicio del siglo” por el escándalo del mensalão, el año pasado el STF halló culpables a Dirceu, Genoino y Soares, además de otros 19 políticos y empresarios, de montar entre 2003 y 2005 un complejo esquema de sobornos mensuales a legisladores de la oposición para apoyar proyectos de la administración Lula. El dinero provenía de fondos públicos y de recursos de campañas electorales del PT. La detención de los antiguos líderes del PT, que para muchos analistas supone el comienzo del fin de la impunidad en Brasil, representa un fuerte golpe para el partido que accedió al poder en 2003 agitando las banderas del cambio, la transparencia y la honestidad en la política. Pero sobre todo, este avance judicial coloca más cerca del precipicio al propio Lula, que recientemente amenazó con volver a competir por la presidencia. El mensalão contiene una seria advertencia para el futuro del kirchnerismo. Lula consiguió fácilmente que su partido retuviera el poder con Dilma Rousseff. Pero ella, golpeada por la ola de denuncias de corrupción, tuvo que demostrar que no protegía a nadie para así salvar su imagen. La semejanza con lo que podría ocurrir en el futuro, si por ejemplo Daniel Scioli sucediera a Cristina, parece bastante obvia. Bajo determinadas circunstancias, ningún presidente puede optar por hundirse solo para defender lo indefendible de su antecesor.
Así las cosas, el mensalão es sólo uno de los múltiples motivos que empujan al cristinismo a buscar cualquier fórmula que le permita retener la mayor cuota de poder.
La cruda realidad
En el diluido universo opositor lo único que sobresale es la batalla campal entre Scioli y Massa, una especie de interna presidencial adelantada. El intendente de Tigre parece enrolarse entre los que creen probable que haya elecciones presidenciales anticipadas. De ahí sus idas y venidas frenéticas por las provincias armando un esquema territorial propio. Pero sus avances en este terreno son infinitamente más dificultosos que lo hecho en la Provincia de Buenos Aires. Es que las diferencias son grandes. Para empezar, los intendentes de la primera sección electoral son una especie de gobernadores en pequeña escala, con alta recaudación y fuertes lazos con sectores de la industria y servicios. Con este margen de autonomía, pueden alejarse tanto de CFK como de Scioli. Pero en la casi totalidad de los municipios del interior la realidad es otra. Sin recursos propios, los alcaldes están sometidos a la voluntad política del gobernador y de la Casa Rosada. De ahí que Massa esté recogiendo apoyos con escaso peso territorial y en general de disidentes del kirchnerismo que vienen de perder en sus municipios. La excepción a esto son las alianzas del massismo con Jorge Busti en Entre Ríos y Mario Das Neves en Chubut. Las dificultades del tigrense para fracturar seriamente los aparatos justicialistas locales hablan a las claras de que las reglas de juego de la década ganada siguen vigentes. Aunque les gustaría cambiar de bando, la inmensa mayoría de los dirigentes peronistas es rehén del financiamiento que pasa por las canillas que operan Hernán Lorenzino, Julio de Vido y Alicia Kirchner.

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