Investigadores
chilenos recopilaron pruebas arqueológicas, mapas y escritos que demuestran que
Pedro de Valdivia vino a ocupar un territorio fuertemente poblado
Investigadores
concluyeron que bajo el casco antiguo de Santiago había una infraestructura
incaica de la cual salían caminos en todas las direcciones, de acuerdo al
último boletín del Museo Nacional de Historia Natural de Chile publicado en
enero.
El
arqueólogo del Museo, Rubén Stehberg y el investigador Gonzalo Sotomayor de la
Universidad Andrés Bello reunieron las pruebas de las investigaciones
presentadas en 1976, más documentos históricos; y a esto agregaron nuevas
evidencias de que bajo la ciudad del casco viejo de Santiago se encontraba la
ocupación Tawantinsuyu incaica en los cursos medios de los ríos Mapocho y
Maipo.
La
ocupación contaba con reyes y autoridades a lo largo de los valles hasta llegar
a Mapocho, pero éstos habrían sido muertos durante la conquista de Diego de
Almagro.
La ciudad
incaica de Mapocho se la comparaba, según escritos demostrados en el estudio,
como otra versión de Cuzco, un lugar en que prosperaba la minería y la
agricultura.
Se
evidencia entonces que Pedro de Valdivia realmente no fundó Santiago, sino que
viajó directamente a poblarla y tomar posesión de la ciudad.
“La
existencia de este importante asentamiento inca en las márgenes del río Mapocho
(Santiago) contaba con un avanzado sistema de regadío y una población indígena
abundante”, señalan.
“Esto
convenció rápidamente a Pedro de Valdivia y sus hombres a establecerse en la
zona” a la que luego llamaron “Santiago de Nueva Extremadura”, agregan los
investigadores.
La fuerte
presencia Tawantinsuyu inca, incluía el célebre camino del Inca, centros de
adoración de altura, edificios, viviendas, canales, acequias, chacras y cementerios.
En el año
2000 otras investigaciones realizadas destacaron que “los incas nombraron un
gobernador en Aconcagua llamado Quilicanta, el cual habría tenido a su cargo
“gente de guarnición” y colocaron otro en la cuenca de Santiago llamado Vitacura,
a cargo de “gente de presidio”.
Según el
estudio existían dos variantes del “camino del Inca” que se desprendían del
valle de Aconcagua para juntarse nuevamente en las cercanías del cerro San
Cristóbal.
En el
mismo lugar donde los europeos instalaron su Plaza Mayor, la plaza de armas,
hay escritos que nombran un “tambo” gigante, característico de los indígenas.
Evidencias
de arqueología se encontraron bajo algunos metros de la superficie mientras
analizaban la mitad sur de la cuenca del río Mapocho.
Cronistas
citados señalaron que a los muertos los “visten con las más privadas ropas que
él tenía”, y además le ponen en la mano maíz y frísoles y pepitas de zapallos,
y de todas las demás semillas que ellos tienen. Le lían con una soga muy bien y
llevan a la tierra la heredad más preciada que él tenía y solía sembrar. Allí
hacen un hoyo y le meten un cántaro, olla y escudillas”.
Algunos
de los hallazgos provienen de un sitio en la calle Catedral esquina Matucana.
Durante el 2001 se exhumaron en el lugar cinco contextos funerarios, con 22
vasijas cerámicas, distinguiéndose piezas Inca Provincial y tres vasijas de la
clase Inca Mixta. Se evidenció en otro espacio solo una del tipo Diaguita mixta
y el resto de clase inca solamente.
Se
encontraron tumbas de jerarcas incas y las dataciones de ocho de éstas
evidenciaron que “corresponden a una sólida presencia Tawantinsuyu”, antes de
la llegada europea, en el área del actual centro de Santiago.
Numerosa
cerámica inca fue encontrada también en la calle Compañía esquina Chacabuco, en
la escuela dental, en el puente carrascal, en el cerro Huelen en la calle
Alférez Real, Los Guindos en Ñuñoa, en La Reina, en Javiera Carrera, Ñuñoa,
Quilicura.
El sector
de Huechuraba, Quilicura y Conchalí, se encontraba regado por la “acequia madre
de Guachuraba”, de origen prehispánico, según documentos de los años 1545 y
1546. Este canal atravesaba el camino del Inca en un lugar donde se menciona
unos paredones, que podrían aludir a una construcción de tiempos incaicos, pese
a que no se dice que sean viejos.
Numerosas
descripciones de los canales y acequias incas se recopilaron con sus
respectivos mapas por Rubén Stehberg y Gonzalo Sotomayor.
Entre
ellos, de acuerdo a la información proporcionada por Gerónimo de Vivar, “Don
Pedro tenía la intención de poblar un pueblo como el Cusco, a orillas del río
Mapocho, donde los indios pudieran venir a servir. Por lo tanto, antes de
partir del Perú, ya tenía decidido exactamente a qué valle de Chile quería
llegar y el por qué”, describe el informe.
“Don
Pedro se puso lo antes posible a la obra de reunir españoles dispuestos a
acompañarlo. Al igual que lo hiciera antes Don Diego de Almagro, envió
instrucción y dinero para preparar un navío cargado de mercaderías con destino
a las provincias de Chile”, agrega.
Antes de
llegar a Santiago fueron recibidos por autoridades incas de Mapocho, pero en el
valle de Aconcagua y los españoles permanecieron un tiempo en el valle de
Quillota, posiblemente explotando los lavaderos de oro de Marga Marga, en una
posición cercana al puerto de Quintero, que les permitiría un contacto
marítimo.
En enero
de 1545, Vivar llegó a la ciudad de Santiago, junto a la expedición del Capitán
Alonso de Monroy, que pasó por Atacama en 1544 y llegó a Santiago con sesenta
españoles a caballo. Vivar narró los hechos con un mayor nivel de detalle.
“Yo vi
muchos cuerpos de indios y de indias y de carneros y de caballos y negros y un
español que había ocho años que estaban muertos y algunos cuerpos más de cuando
el adelantado Diego de Almagro volvió con su gente de Chile para el Cuzco. Vi
muchos de ellos en compás de quince leguas echados dentro de un cercado de
piedra tan alto como medio estado y el compás redondo, que los Incas tenían
hecho cuando por aquí caminaban”.
Según el
Gobernador del Cabildo de Santiago, “en jueves, XXIV días del mes de octubre
del año de nuestra salud de mil quinientos y cuarenta”, según palabras de la
antigua descripción “el general tomó posesión en nombre de su majestad del valle
de Copiapó y sus indios así como de toda la gobernación que de allí en adelante
tenía”.
Describió
que venía a “poblar un pueblo como el Cuzco a las riberas del río nombrado
Mapocho, y que fuesen allá a darle obediencia en nombre de su majestad”.
Fuente: La Gran Epoca
Más
Revelaciones Sobre la Ciudad Inca bajo Santiago de Chile
Mapa de Santiago de Chile en 1552. (dibam.cl) |
El
arqueólogo Rubén Stehberg del Museo Nacional de Historia Natural de Chile
sorprendió con el estudio realizado junto al historiador Gonzalo Sotomayor de
la Universidad de Andrés Bello, al presentar evidencias de que bajo el casco de Santiago se desarrolló en etapas
prehispánicas un centro urbano político Inca, el Tawantinsuyu Sur.
Para
llegar desde Cuzco, Perú, usaban el “Camino del Inca”, que terminaba en la
plaza Mayor, hoy la Plaza de Armas, cuyo último tramo Diego de Almagro llamó
“Camino de Chille”. Desde ahí al propio estilo cusqueño emergían rutas en todas
la direcciones, abundaban los terrenos agrícolas con organizados regadíos y
prosperaba la minería de oro y plata.
“La
información histórica, arqueológica y geográfica disponible coincide en señalar
que entre el cerro Huelén (Santa Lucía en el centro de Santiago), por el
oriente, los dos cauces del río Mapocho por el norte y sur, respectivamente y
en algún punto intermedio entre las actuales calles Bandera y Brasil, por el
poniente, se emplazó un importante centro urbano Tawantinsuyu”, señalan
Stehberg y Sotomayor.
“Su
antigüedad exacta es desconocida pero, suponemos podrá ser prontamente
definida”, explican, “a partir de los fechados que se hagan en los hallazgos
incaicos que se están realizando en el subsuelo del Museo Chileno de Arte
Precolombino”.
Se
postula que esta ciudad Inca de Mapocho estaba construida de manera similar a
Cuzco, y en torno a la gran Plaza Mayor estaban los edificios públicos.
En las
excavaciones se evidenció que en el territorio dominado por los Incas del Perú,
estos ocupaban las construcciones de mejor status social, pero estaba también
la presencia de los Diaguitas, Diaguita-Inca y representantes del Aconcagua.
Las
viviendas seguían el sentido de los senderos incas y existen evidencias de
depósitos, acequias características, terrenos agrícolas y otras instalaciones
que fueron saqueadas al mando del español Diego de Almagro en 1536, cuando
decidió retornar a Cuzco luego de la conquista.
Almagro
no solo saqueó las principales instalaciones, sino que se llevó a las jóvenes
vírgenes mamaconas que residían en un Monasterio y eran consagradas al dios del
Sol, además que mató a la mayoría de los caciques. Testimonios de estos hechos
los relató Gerónimo de Villar, quien viajó a Chile ocho años más tarde.
La muerte
de parte de las autoridades incas se cree que es la que facilitó el ingreso de
Pedro De Valdivia en el Tawantinsuyu Sur, cuando viajó cuatro años después,
siguiendo el camino Inca. Fundó en ella la nueva capital, Santiago de Nueva
Extremadura.
Uno de
los testigos de la existencia de este camino, y que nació nueve años antes de
la llegada de los españoles, fue el indio Melchor de Sixa. Él describió según
los escritos históricos, con detalle al camino del Inca en la parte de Santiago
cuando, ya había nuevas construcciones.
“El
camino del ‘ynga’ que llaman ‘Chille’ que se caminaba y usaba antiguamente es
yendo de esta ciudad (Santiago) por la trasera de la casa de Juan Chico” dice
Melchor, según un estudio de Stehberg en 1995. Luego el camino pasava por una
viña y otras tierras descritas hasta legar al “el cerrillo de Guachuraba
subiendo por la cordillera arriba hacia Colina y Putaendo”.
Esta ruta
mencionada reiteradamente en los documentos españoles tempranos coincide con el
Camino Inca, de acuerdo a numerosas evidencias de los investigadores.
Tawantinsuyu
Sur
En cuanto
a la ciudad misma, “el conjunto arquitectónico (prehispánico) se organizaba en
torno a una gran plaza que, según la información arqueológica y etnohistórica
disponible, se emplazó exactamente en el lugar donde Pedro de Valdivia fundó la
suya”,dice Stehberg y Sotomayor.
Hasta que
Valdivia construyó su primera casa en 1542, los europeos usaron las viviendas
de los incas, descritas por el Cabildo, como los “viejos paredones”
prehispánicos.
Entre
estas construcciones aparte un gran “tambo” o construcción típica indígena que
existía en la Plaza Mayor, y que usó Pedro De Valdivia, se nombraron varias más
en los textos y mapas históricos.
Está la
presencia de los “paredones viejos de la casa del ‘Inga’”, donde se construyó
el solar de Isabel Cáceres. De acuerdo a la versión del peruano, Gaspar Jauxa,
natural de Perú, quién llegó con los primeros conquistadores españoles, desde
esos paredones hacia el norte partía el camino del Inca.
Los
arqueólogos creen que la plaza era abierta hacia el sur y destinada a reunir
una gran cantidad de gente para seguir con las tradiciones incaicas.
Vestigios
de la gran vida se encontraron en Bandera 237, Bandera 361, Catedral s/n y
Marcoleta, como también en la Catedral. Entre ellos destacan objeto artesanales
como los aríbalos y planchas de cobre que se consideran de un nivel socio
político de élite, y relacionados a una autoridad local del Tawantinsuyu.
Al margen
izquierdo del río Mapocho, a la altura de la actual calle Brasil estaban los
“paredones Tambillos del Inca”, donde se cree se desplazó una de las
autoridades luego de la invasión europea.
En
Marcoleta, una cuadra al sur de la avenida Libertador Bernardo O´Higgins, entre
Portugal y Lira, bajo la actual Clínica de la Universidad Católica había un
cementerio indígena, caracterizado por bóvedas subterráneas, accesible por un
corto túnel, que incluía cerámica inca-local. Usada hasta la llegada de los
españoles.
Julie
Palma y Marcelo Garretón del Museo Nacional de Historia Natural, en 1970,
recolectaron restos cerámicos en buen estado y cráneos de carneros encontrados
a la entrada de un túnel y en la tierra de relleno, según se cita a una
investigación de Beytelman y Mostny de 1970 y 1971.
En Quinta
Normal se encontraron tumbas incas cuyas dataciones eran entre 1405 y 1495. En
el Puente Carrascal otros entierros evidencian algunos de ellos en proceso de
incainización y otros de la característica del Aconcagua.
En
Apoquindo 6736 y 6737 se encontraron cerámicas incas al igual que en Vitacura
cerca del Mapocho y en el centro de Santiago.
El
Cabildo de Santiago, en 1546, menciona que aquellas tierras “estaban al mando
del cacique Vitacura o Butacura, que tenía bajo su mando numerosos caciques y
escogió para sí las mejores chacras regadas por las acequias del Mapocho y
defendidas por el ‘Pucará’ establecido en el cerrito hoy llamado El Golf”.
“Las
chacras eran llamadas Lo Castillo, Lo Arcaya, Lo Garcés, San Luis y Lo Lillo.
Vitacura fue padre de Palabanda, Pujalongo y Longopilla, quieres heredaron
estas chacras. Estas quedaron a nombre de Lillo en 1603.
En la
Calle Guardiamarina Riquelme altura 500 de Quilicura se encontraron evidencias
de una coexistencia de cultura local y cultura Diaguita-Inca. Había osamentas
humanas en posición extendida y lateral, en su mayoría pertenecientes al
período Tawantinsuyu.
“En
Quilicura se han efectuado muchos otros hallazgos arqueológicos del período
Inca, muchos de los cuales permanecen inéditos y se conservan en el Museo
Nacional de Historia Natural”, revelan los investigadores.
En La
Reina se estima estaba el cementerio de la elite Inca con ricas ofrendas de
láminas de oro.
En la
Dehesa de Lo Barnechea: en un potrero del fundo Santa Teresa, se evidencia la
presencia de distintas épocas de culturas diferentes, incluso el Inca y el
colonial.
En el
Cementerio de Indios, o Quebrada de Ramón se encontraron estructuras
construidas presuntamente en el período Inca, con evidencias de ser saqueadas.
“Existe
información documental que señala que las aguas de esta quebrada sirvieron para
alimentar un canal incaico que regaba las tierras del tambo de Macul, tierras
del cacique Martín”(…)” Este sitio permanece sin estudio e inédito”, destaca el
informe.
Colinas
sagradas
Los
estudios destacan que a algunos terrenos como el Cerro Huelén, actual Cerro
Santa Lucía, que los españoles describen en los documentos como propiedad del
cacique Huelén, los incas le daban un carácter sacro por su aspecto pétreo,
laminar y agrietado, muy distinto a los demás cerros de la cuenca.
“De esta
colina se habría extraído una roca labrada con cavidades semirectangulares
finamente tallada del mismo tipo que se encuentra en los lugares más sagrados
del Tawantinsuyu, en Perú y Ecuador, pero hasta ahora única en nuestro país”,
destacan el estudio de Stehberg y Sotomayor.
Del mismo
modo, se mencionan otros cerros considerados sagrados, con señalizaciones
visuales y astronómicas como es el caso del cerro la Guaca, en Renca y, el
cerro El Plomo, en la cordillera, ambos visibles desde el centro urbano.
Los
investigadores rastrearon indicadores en los cerros Huechuraba al norte, El
Plomo al oriente, portezuelo Provincia-San Ramón que corresponden “en la línea
de los equinoccios” y del cerro la Guaca al poniente, “para la puesta del sol
en el solsticio de junio”.
Se
plantea además la posibilidad de que los incas de Mapocho usaban un sistema de
ceques, las cuales eran líneas imaginarias, cuyos centros partían, desde el
cerro Santa Lucía y la plaza incaica, útiles para la construcción, ajuste y
manejo de un calendario agrícola.
Por el
oriente, el cerro más alto y visible. El cerro El Plomo, fue sede de la
ceremonia oficial de los Incas: la Capacocha.
Había una
plataforma ritual de piedra a 5.200 msnm y tres recintos rectangulares en la
cima, a 5.400 msnm. De ahí los arqueólogos extrajeron el cuerpo de un niño
congelado que se conserva hoy en el Museo Nacional de Historia Natural de
Chile.
“La
Capacocha era un rito oficial del estado, que se realizaba en ocasiones
especiales cuando la vida del Inca o la seguridad del estado estaban en
peligro”, destaca el estudio. Era una romería que duraba varios meses o casi un
año si es que venía desde el altiplano del Titicaca.
Existen
algunos antecedentes de exámenes médicos practicados al Niño de El Plomo que sugieren que habría estado
en contacto con grupos europeos, lo que situaría esta costumbre encontrada en
el El Plomo, en fechas posteriores de la conquista del Cusco, en 1522.
Por el
sur, el cordón de Angostura, en el sector del paso de Chada, está el sitio
“guara vasi” o “casa del viento” y las Ruinas de Chada. Ésta última está
conformada por un agujero central y una particular arquitectura.
La
“importancia quedó manifestada por el trazado, a nivel de piso, de una compleja
arquitectura caracterizada por muros perimetrales con entrantes y salientes,
donde se utilizaron los principios de la bi, tri y cuatripartición”, dice el
estudio.
Las
excavaciones arqueológicas recolectaron en el lugar, la cerámica local y la
diaguita-incaica.
Otros
documentos mencionan “al cerro de Tayay”, como “la grande de la ‘guaca’ del
inga”, el cerro que hoy se llama Chollay.
Otro
lugar de interés es una de las cuevas en el punto de entrada y salida de la
zona poblada del sector de Chacabuco, donde hay pictografías en las paredes
representando a un hombre vestido con un tejido típico del ejército Inca.
“Parece
inscribir la autoridad del inca en el paisaje, proclamando en forma pública la
alianza establecida por éste con los dirigentes étnicos locales”, describe un
historiador citado en el estudio.
“Un
memorándum visual de las obligaciones suscritas por los líderes locales con el
Estado, como también del castigo que caería sobre ellos si osaran
desconocerlas”, según el análisis citado.
Caciques
del valle de Chile
Entre
otras evidencias está la del cronista Gerónimo De Vivar, quien describió que el
cacique Quilicanta fue uno de los incas de Perú que pobló el valle y río del
Mapocho. Se cree que viajó para esperar a Diego de Almagro en el valle de
Aconcagua. Además de Quilicanta los escritos mencionan a otros caciques que
poblaron el lugar antes de la llegada de la conquista.
En los
escritos citados de Villar, él menciona: “Vinieron de paz el cacique Quilicanta
y el otro cacique que arriba dijimos que se dice Atepudo. Estos caciques hacían
la guerra al cacique Michimalongo. Antes que nosotros entrásemos en la tierra
tenían gran diferencia entre estos cuatro señores”.
“Vinieron
otros once caciques de la comarca, los más cercanos que eran amigos y allegados
de aquellos dos caciques mayormente del Quilicanta. Por ser valeroso y ser uno
de los Incas del Pirú estaba puesto por el Inca en esta tierra por gobernador,
y estando este Inca en esta tierra cuando vino el adelantado don Diego de
Almagro y él le sirviese y se le diese por amigo. Fue esta amistad parte que él
fuese enemistado de los caciques e indios como muchas veces suel(e) acaecer”,
señala. Entre sus adversarios mencionados estaba Michimalongo y Tanjalongo.
Se cree
que Quilicanta residiera en el valle del Mapocho, pero que se desplazó
estratégicamente al valle de Aconcagua con sus caciques leales para recibir a
los europeos y darles apoyo. “Con ello lograba, por el momento, dejar libre de
extranjeros su centro administrativo del Mapocho”, señala el informe.
En los
escritos del Padre Rosales, se menciona que el cacique Loncomilla, que quiere
decir cabeza de oro, señor del Valle de Maipo vino a darle la paz a Pedro de
Valdivia y le dijo: “que no poblase en la Chimba, que otro mejor sitio había de
la otra banda del río, a la parte del Sur, donde los ‘ingas’ habían hecho una
población, que es el lugar donde hoy está la ciudad de Santiago”.
Otro
cacique mencionado, en documentos relacionados a un pleito de terrenos era el
de “las rucas del cacique de Huechuraba”. En el sector de Tobalaba, mencionan
al cacique Alonso Manyco, cuyo nombre original era Alonggmanico. En otros
sectores los caciques debieron ser trasladados a otros sectores con sus
pueblos, ya que sus tierras fueron ocupadas por los españoles. Se nombran el
cacique Macul, el cacique Martin, el Gualtemilla, el cacique Porongo y otros.
En las
investigaciones llama la atención que los documentos señalan que a Pedro de
Valdivia y demás conquistadores se les debía asignar legalmente en la
repartición solo los terrenos que eran “sujetos a los Incas”.
Por
ejemplo el Cabildo de Santiago, antes de entregar las tierras a Pedro Gómez en
el Mapocho, del mismo modo que se entregaron a otros previamente, describe que
ordenó que se averigüe primero si “estaba poblada de indios que fueron sujetos
a los Ingas, señores del Perú”.
La ciudad
Mapocho de los Incas, el Tawantinsuyu Sur, es descrita por Rubén Stehberg y
Gonzalo Sotomayor como “tan ajena a las culturas locales preexistentes de base
hortícola y cazadora-recolectora y hábitat disperso” en la zona central de
Chile. “Es muy posible que no hubiera otra similar en 500 kilómetros a la
redonda y, ciertamente ninguna al sur de aquella”.
Fuente: La Gran Epoca
El hallazgo que podría ayudar a desenredar el
misterio de los quipus incas
El quipu
(‘nudo’ en quechua) fue un sistema mnemotécnico mediante cuerdas de lana o
algodón y nudos de uno o varios colores desarrollado por las civilizaciones
andinas.
Si bien
se sabe que fue usado como un sistema de contabilidad por los administradores
del Imperio inca, ciertos autores han propuesto que podría haber sido usado
también como una forma de escritura. Ahora los arqueólogos han descubierto una
colección de quipus cuya relativa sencillez podría ayudarlos a descifrar los
posibles códigos que esconden estos artilugios.
Quipu de la colección del Museo
Arqueológico Rafael Larco Herrera de Lima, Perú. Los científicos no han
conseguido hasta ahora desenredar el significado del quipu, pero sospechan que
los que se encontraron en el año 2014 en un edificio para almacenar alimentos
entre las ruinas de Incahuasi, a unos 161 kilómetros al sur de Lima,
registraban el abastecimiento de provisiones para las tropas que se estaban
concentrando en esa zona para subyugar la región del sur. Incahuasi se
convirtió en un centro administrativo inca en los años posteriores a esta
invasión.
Los
investigadores tienen la esperanza de que el quipu relativamente sencillo
hallado en Incahuasi pueda ayudarles a descifrar otros más complejos
procedentes de otros lugares del Imperio Inca, y que posiblemente registraran
información legal, administrativa, de calendario e incluso histórica.
«Por
ejemplo, en el quipu podemos observar cómo los ajíes difieren de los maníes en
términos de color y otras características, en base a eso somos capaces de armar
un vocabulario de signos sobre qué significaba cada cosa en el mundo de los
incas», dice el experto Gary Urton en la nota publicada en The New York
Times.
Detalle
de los colores en un quipu. Urton es parte de un proyecto científico que
pretende elaborar una completa base de datos sobre estos objetos. Actualmente
se encuentra analizando el nuevo hallazgo junto con el arqueólogo Alejandro
Chu, líder de las excavaciones en Incahuasi.
Los
arqueólogos destacan el hecho que en Incahuasi se hayan encontrado juegos de
quipus duplicados y atados entre ellos, algo que sugiere que los incas hacían
«duplicados de sus registros» con el fin de respaldar y hacer más precisa la
información contenida.
Algo más
que un sistema de contabilidad El quipu consta de una cuerda principal, sin
nudos, de la cual dependen otras generalmente anudadas y de diversos colores,
formas y tamaños, los colores se identifican como sectores y los nudos la
cantidad —llamadas cuerdas colgantes—.
Puede
haber cuerdas sin nudos, como también cuerdas que no se desprenden de la
principal sino de la secundaria (cuerdas secundarias). Los especialistas
contemporáneos piensan que los colores y quizá la forma de trenzado de las
cuerdas indican los objetos, mientras que los nudos harían referencia a las
cantidades, incluyendo el número cero.
Entre los
quipus conocidos hay una gran variedad de tamaño y complejidad, pues van desde
los muy simples hasta los que tienen más de mil cuerdas. Grabado del siglo XVI
mostrando un chasqui, mensajero inca, con quipus en su mano izquierda. Se sabe
de su uso contable, registro (censos, cosechas) y se investiga sobre su
utilidad como sistema de representación lingüística y de memoria (historia,
canciones y poemas) como también para contar el ganado.
Una
muestra de quipu (VA 42527, Museum für Völkerkunde, Berlín), previamente
estudiada por Urton, comporta una división por cuadrantes poco común.
Asociando
el Análisis Estadístico de Datos con la investigación de corte experimental de
dicha muestra, en un estudio publicado por Alberto Sáez-Rodríguez se obtuvieron
las coordenadas correspondientes a un mapa estelar en 2 dimensiones, el cual
indica la posición exacta de las estrellas más brillantes del racimo de las
Pléyades.
Sabiendo
que al menos 6 de las estrellas del cúmulo son visibles a simple vista, el
punto 7 podría corresponder a las coordenadas del planeta Venus, el cual pasa
por delante de las Pléyades cada 8 años.
Ello
probaría que los incas ya conocían el manejo de las coordenadas rectangulares
(cartesianas). Publicado el 7 de enero de 20160 comentarios Etiquetas: inca ,
incas , khipu , quip
Artículo
publicado en MysteryPlanet
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