Me gusta
viernes, 29 de julio de 2016
8 de noviembre Donald
Javier Cornejo y Andrés Suriani analizan la controvertida candidatura de Donald Trump y sus implicancias internacionales.
Mala improvisación o engaño deliberado?
Javier Cornejo junto a Andrés Suriani analizan los diferentes atentados ocurridos en Europa y Medio oriente, la difusión parcializada de los mismos, y el trasfondo de un golpe de estado en Turquía que parece más un robo de "los simuladores".
Foto diario El Pais: Ciudadanos sirios en el lugar de la explosión en Homs |
Etiquetas:
Andrés Suriani,
Atentado,
Falsa bandera,
por Javier Cornejo,
Programa Alta Política,
PSR Adrián Salbuchi,
Siria,
Terrorismo,
Turquía
Las valijas ardientes
La nueva Federación Argentina de 1816
Esto era la FEDERACIÓN ARGENTINA cuando se declaro el acta de la independencia en Tucumán en julio de 1816.
Programa Alta Politica, Javier Cornejo expone la situación del paso de Virreinato a Federación en julio de 1816 y de como hasta nuestros días seguimos fragmentados con una ilusión de república.
Federación Argentina en 1816 |
viernes, 22 de julio de 2016
Informe internacional PSR
Publicado el 19 jul. 2016
Segunda República N° 29 - Internacional: Atentado en Niza, Golpe en Turquía..."The Economist"(01:20) ATAQUE DEMENCIAL EN NIZA, FRANCIA
(13:00) GOLPE FALLIDO EN TURQUÍA "MADE IN USA"?
(35:50) CIMBRONAZO DE PLACAS TECTÓNICOS GEOPOLÍTICAS
(44:02) REINO UNIDO: REALINEAMIENTO INTEGRAL: Tontos no son.... http://argentinavorticegeopoliticomun...
(50:20) EEUU: TRUMP PISA CADA VEZ MÁS FUERTE.
(51:45) MÁS VIOLENCIA Y "LOQUITOS SUELTOS"
(55:50) NETANYAHU Y OBAMA NO SON "UN SÓLO CORAZON"
(60:10) TERCERA GUERRA MUNDIAL: NACIONALISMOS VERSUS GLOBALIZACION.
(63:30) SORPRESA DE THE ECONOMIST: "¡¡RECALCULANDO!!"
Gracias Enrique Romero y Adrián Salbuchi por la difusión |
Un asesino llamado Simón Bolívar
Los crímenes “olvidados” de Simón Bolívar
Ordenó matar en 1813 a más de 2.000 españoles, de
los que 1.600 eran canarios
Habían
perdido la noción del tiempo los 382 españoles que hacía casi un año llevaban
encerrados en aquellas mazmorras de Valencia; así como los 300 prisioneros de
La Guaira y los518 de Caracas. Mal alimentados y sedientos, con grilletes en
tobillos y muñecas que les despellejaban la piel, hacinados entre vómitos,
orines y heces. En las tres prisiones (e incluso entre los convalecientes en
los hospitales y enfermerías improvisadas) se había corrido la voz de que iban
a ser ejecutados. Sumaban 1.200 españoles (de los cuales dos tercios eran
canarios) prisioneros de guerra en parte, y en parte civiles capturados sin
haber entrado en batalla, por el mero hecho de haber nacido en la España
peninsular o en el archipiélago canario. En efecto, la orden de ejecución
dictada por Simón Bolívar había llegado a Caracas y a La Guaira el 11 de
febrero de 1814. El gobernador interino de Caracas, Juan Bautista de Arismendi,
uno de los insurrectos más sanguinarios y crueles de Venezuela, presidió las
abyectas ejecuciones. El 12 por la mañana comenzó el exterminio tanto en
Caracas como en La Guaira. Los presos fueron sacados a la calle de a dos
sujetos por cadenas, a golpes y culatazos; los enfermos y heridos a rastras;
los ancianos que apenas podían andar atados a sillas. Las madres, esposas e
hijas que acudieron a las prisiones, desesperadas ante aquella barbarie que se
iba a perpetrar a sangre fría, fueron apartadas a violentos empujones, e
incluso algunas arrastradas al paredón con sus hombres. Muchos prisioneros
reclamaron su libertad pagada con anterioridad con sus bienes a las autoridades
rebeldes. De nada les valió.Los pelotones de fusilamiento comenzaron la
masacre. Los españoles caían abatidos por el fuego. Los fusileros se turnaban
con los que arrastraban al suplicio a los reos. Hasta que Arismendi ordenó no
gastar más pólvora, cara y escasa, y emplear las picas, sables y machetes para
acabar con la vida de aquellos famélicos desgraciados. Algunos, sabiéndose
muertos sin remisión, trataron de defenderse yendo contra sus verdugos, quienes
se ensañaban a estocadas y mandobles salvajes en los brazos, piernas, vientres
y cabezas. La masacre continuó durante los días 12, 13 y 14. Muchos yacían
agonizantes en el suelo ensangrentado y fueron rematados reventándoles la
cabeza con grandes piedras. Una enorme pira se hizo con los cuerpos
desmembrados, donde ardieron estando vivos aún muchos de ellos. En Valencia,
presidida la ejecución por el propio Bolívar, fueron asesinados los 382
españoles durante los días 14, 15 y 16. El hedor a carne quemada y los gritos
de los que agonizaban quedó grabado en la memoria de los testigos de aquella
cruel masacre.
Así
transcurrieron los hechos según los datos publicados en La Gaceta de Caracas nº
14 de 1815, a los que dio luz el historiador colombiano Pablo Victoria en su
libro La otra cara de Bolívar (2010), bajo el sello de Editorial Planeta
Colombiana, S.A. Explica Victoria que cuando Bolívar, impotente, a principios
de febrero de 1814, tuvo que levantar el sitio a Puerto Cabello -defendido por
José Tomás Boves y de la Iglesia, comandante del Ejército Real de Barlovento-,
pidió refuerzos a Urdaneta, éste le informó de la imposibilidad de enviárselos.
Lo mismo le contestaba Leandro Palacios desde La Guaira, argumentando que su
guarnición escaseaba y el número de prisioneros españoles a su cargo era
grande. No lo dudó el Libertador, con fecha 8 de febrero, dio orden por escrito
de asesinar a los prisioneros de Caracas y La Guaira para así liberar a sus
carceleros que engrosarían los refuerzos que requería. Al enterarse el
arzobispo de Caracas, monseñor Coll y Prat, de las intenciones macabras de
Bolívar, le escribió suplicándole por las vidas de aquellos desdichados. A lo
que Bolívar contestó, con absoluta impiedad, lo siguiente: “Acabo de leer la
reservada de v. s. Illma. en que interpone su mediación muy poderosa para mí,
por los españoles que he dispuesto se pasen por las armas€ Mas vea v. Illma. la
dura necesidad en que nos ponen nuestros crueles enemigos€ ¿Qué utilidad hemos
sacado hasta ahora de conservar a sus prisioneros y aun de dar la libertad a
una gran parte de ellos?… No solo por vengar mi patria, sino por contener el
torrente de sus destructores estoy obligado a la severa medida que v. Illma. ha
sabido. Uno menos que exista de tales monstruos, es uno menos que ha inmolado o
inmolaría a centenares de víctimas. El enemigo viéndonos inexorables a lo menos
sabrá que pagará irremisiblemente sus atrocidades y no tendrá la impunidad que
lo aliente€ Su apasionado servidor y amigo, Q. B. I. M. de v. Illma. Simón
Bolívar”. He aquí la muestra del más despreciable Simón Bolívar.
Recientemente,
el catedrático de Historia de América, profesor de la ULL, el tinerfeñoManuel
Hernández González, ha publicado el libroLa guerra a muerte. Simón Bolívar. La
campaña admirable 1813-1815 (2015), de Ediciones Idea. En este ensayo recupera
aquel Decreto de Guerra a Muerte emitido por Bolívar en la ciudad de Trujillo,
en los Andes colombianos, el 15 de junio de 1813, por el que son ejecutados más
de dos mil españoles de los cuales 1.600 eran canarios, sólo por el hecho de
haber nacido al otro lado del Atlántico. El Libertador advertía a los españoles
peninsulares y canarios (que expresamente diferenciaba) en los siguientes
términos: “Contad con la vida si apoyáis la independencia; contad con la muerte
si sois indiferentes”.Hernández afirma en su libro que Bolívar llevó a cabo
esta política sistemática de ejecución de españoles peninsulares y canarios en
actos públicos allí por donde pasaba, y que Bolívar provocó una”limpieza
étnica” que acabó con la vida de ¡un tercio de la población venezolana!, en su
mayoría inmigrantes, cuando ni españoles peninsulares ni canarios eran sus
enemigos. Por el contrario, aquellos españoles peninsulares e isleños suponían
un pilar fundamental para la economía de Venezuela y de toda la América
española, y por tanto para el progreso y bienestar de sus habitantes.
Ya hubo
un primer Proyecto de guerra a muerte que dictó Antonio Nicolás Briceño el 16
de enero de 1813, suscrito por Bolívar. Dice Pablo Victoria al respecto que
aquel documento cambiaría la cara de la guerra para siempre, dado que hasta
entonces, en los escenarios bélicos de Europa y América se había respetado la
vida de los prisioneros y la de los no combatientes en la inmensa mayoría de
las ocasiones. Este documento “no era más que un desconocimiento [desprecio]
del derecho de gentes que buscaba eliminar al contendor mediante una política
de exterminio”. Decía uno de los artículos: “Como esta guerra se dirige en su
primer y principal fin a destruir en Venezuela la raza maldita de los españoles
europeos€ quedan, por consiguiente, excluidos de ser admitidos en la expedición
por patriotas y buenos que parezcan, puesto que no debe quedar ni uno solo
vivo”. Más muestras de la atrocidad del documento firmado por Bolívar. El
artículo noveno premia la barbarie de la soldadesca con ascensos inmediatos: “el
soldado que presentare veinte cabezas de dichos españoles”, sería ascendido a
alférez; “el que presentare veinte, a teniente; el que cincuenta a capitán”.
¿Eran estos “patriotas” soldados o bandoleros?
La
historiografía tradicional, en su mayor parte, pasa por alto este execrable
capítulo protagonizado por Bolívar. Un capítulo documentado que se ha ignorado
por la mayoría de historiadores hispanoamericanos para cuidar la imagen de un
genocida que asesinó a más de dos mil españoles indefensos, innecesariamente,
dado que no fueron muertos en batalla.
Las
llamadas guerras de emancipación o de independencia de las provincias de la
América española fueron sin duda unagran y larga guerra civil, cuyos bandos
independentistas lideraron ricos criollos con un afán desmedido de poder, en
contra de los verdaderos intereses de la población hispanoamericana, de forma
muy especial en contra de la voluntad de las clases pobres y de los indígenas,
que en su inmensa mayoría lucharon junto a los leales al rey, negándose a hacerlo
con los criollos rebeldes, principales usurpadores de sus derechos. Y así lo
afirma el escritor, periodista y diplomático caraqueño Carlos Rangel, uno de
los más destacados intelectuales de la Venezuela del siglo XX, en su libro Del
buen salvaje al buen revolucionario (1976): “En su origen, el movimiento
independentista de 1810 tuvo una ambigüedad que sólo mucho más tarde ha llegado
a ser parcialmente reconocida. Las ambiciones de los criollos ricos (o
simplemente cultos) se vieron de pronto estimuladas por los sucesos de Europa,
donde Napoleón había derrocado la monarquía borbónica española y puesto a su
hermano José en el trono de Madrid.
A la vez
la mayoría de los criollos eran conservadores y prudentes, y temían la guerra
social. Sólo unos pocos estaban inflamados sinceramente por las ideas
republicanas norteamericanas y hasta por las ideas jacobinas francesas [€].
Pero
estaban también presentes (y eran muchos más numerosos) blancos pobres y una
masa de indios, negros y pardos (mulatos) que no preveían, ni unos ni otros,
ninguna ventaja en la independencia, y para quienes la fidelidad al rey y las
exhortaciones de la Iglesia eran motivaciones eficientes [€].
Muy pocos
españoles peninsulares [se refiere a los no nacidos en la América española, por
lo tanto también los canarios] tomaron parte en los combates; pero pasaron cien
años antes de que nadie se atreviera a decir lo que todo el mundo sabía desde
el principio: que en su esencia aquellas contiendas fueron guerras civiles
entre hispanoamericanos”. Indica Rangel a pie de página que fue el venezolano
Laureano Vallenilla Lanz quien hizo esta afirmación por primera vez, en una
conferencia pronunciada en Caracas en 1911, y recogida en el ensayo “Fue una
guerra civil”, parte del libro Cesarismo democrático (1920).
Fue aquel
Libertador de ninguna causa falta de libertad protagonista de muchos desmanes
en aquellas mal llamadas guerras de emancipación, del que escribió Karl Marx
(que no es santo de mi devoción, ni mucho menos) en una conocida carta dirigida
a Engels, fechada el 14 de febrero de 1858, ser el “canalla más cobarde, brutal
y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque”. Añadiendo: “La fuerza creadora
de los mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha
probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este
tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar”.Ahora son los “iluminados” -como lo fue
Hugo Chávez-, Nicolás Maduro (reconocido analfabeto funcional),Evo Morales y
Rafael Correa, los que en un aquelarre ideológico levantan el puño marxista
-¡qué ironía!-enarbolando la figura de Bolívar.
Al
término de lasmal llamadas guerras de emancipación, afirma Manuel Hernández,”la
economía, las haciendas, las plantaciones fueron destruidas”. Había que empezar
de cero. El propio Bolívar dijo: “Lo hemos perdido todo, lo único que hemos
ganado ha sido la independencia”. Y de los polvos de aquellas guerras civiles
entre hispanoamericanos, llegó luego el desconcierto de más guerras civiles y
regímenes tiránicos como el que actualmente sufre Venezuela, además del caos de
las guerrillas guatemaltecas, salvadoreñas, colombianas, entre otras; los
cárteles del narcotráfico que han subyugado a naciones enteras; y, en fin, una
suerte de circunstancias sociales agravadas por tiranos como Maduro o Morales,
que lejos de sembrar paz y seguridad jurídica que acerque inversiones
extranjeras, las espantan con políticas de medievales señores feudales, que
además enfrentan a sus pueblos. ¿Hasta cuándo sufrirán aquellos pueblos de la
América española a los Maduro, Morales, Correa, Kirchner y Castro? ¿Hasta
cuándo la siembre envenenada de aquellos criollos que traicionaron a España
seguirá dando tan mala hierba?
Siempre
he creído, y lo sigo haciendo, en el abrazo entre españoles e
hispanoamericanos, porque nos uneidioma, historia, cultura y religión (en una
gran mayoría), con todos los matices que enriquecen ese abrazo. No obstante,
justo es dar a conocer este capítulo criminal del llamado Libertador, porque se
merecen ser recordados aquellos españoles que fueron asesinados tan cruelmente,
así como repudiado su verdugo. Quiero pensar que, sólo fruto de la ignorancia
de estos hechos, muchas calles y plazas canarias (y en muchos pueblos del resto
de España)llevan el nombre de Simón Bolívar,el asesino de más de dos mil
españoles, de los cuales 1.600 fueron canarios;ejecutados por el mero hecho de
no ser nacidos en tierras americanas, a las que habían ido a trabajar y, de
forma determinante, a enriquecerlas. Por ellos van estas letras.
lunes, 8 de febrero de 2010
Madrid
honra en su parque del Oeste a uno de los mayores asesinos de españoles.
En la entrada anterior fijaba mi atención sobre todos esos compatriotas nuestros que a base de matanzas y escabechinas han alcanzado un cierto reconocimiento público, y proponía un Parque de los Verdugos para honrar su sangrienta memoria. Eso me recuerda que en Madrid tenemos un Parque del Oeste que bien pudiera llamarse de los Traidores, donde tienen su estatua tanto el cura Hidalgo como el ínclito Simón Bolívar.
Precisamente,
en 2010 conmemoramos los primeros pasos de los “libertadores” del continente
americano, aquellos españoles que mataron compatriotas a mansalva en nombre de
la "Independencia". Si alguien merece pasar a la historia como
Verdugo Mayor, será sin duda Simón Bolívar, epítome de la traición y celebrado
genocida.
Bolívar, icono de Hispanoamérica
Bolívar
es uno de los grandes iconos de la América española; por toda la
América hispana y hasta en Canadá te encuentras estatuas y referencias,
provincias y ciudades que aluden al siniestro personaje, como revela la wikipedia, y hasta un país entero llamado
Bolivia. Los venezolanos incluso lo han convertido en su moneda y cuentan
en bolívares, pero claro, es que nadie les contó quién era Bolívar de verdad.
Racista,
cruel y genocida
Como
tantos criollos, Bolívar sentía el mayor desprecio por negros o mulatos y el
origen de la sublevación americana debe buscarse, dicen los sabios, en el hecho
de que la Corona Española empezara a dar y vender cargos a los morenos.
De hecho, cuando Fernando VII inicia la represión en América, enfrentó a negros
contra criollos y las columnas de Boves se componían esencialmente de
negros y mulatos, lo que en el Caribe llaman despectivamente la negrada.
Ese
Bolívar del Parque del Oeste, a cuyos pies juegan niños inocentes, es el
mismo Bolívar que mandó decapitar a los españoles prisioneros, el mismo Bolívar
que decretó la Guerra a Muerte, es decir, el exterminio sistemático
de todos aquellos españoles que no tomaran las armas contra España, el Bolívar
que traicionó a Miranda. Al lado de Bolívar, los
revolucionarios franceses de 1793 eran hijas de la caridad. El decreto de
Guerra a Muerte, modelo de cinismo sangriento, incluye estas líneas:
A pesar
de nuestros justos resentimientos contra los inicuos españoles, nuestro
magnánimo corazón se digna, aún, abrirles por la ultima vez una vía a la
conciliación y a la amistad; todavía se les invita a vivir pacíficamente entre
nosotros, si detestando sus crímenes, y convirtiéndose de buena fe, cooperan
con nosotros a la destrucción del gobierno intruso de España, y al
restablecimiento de la República de Venezuela. Todo español que no conspire
contra la tiranía en favor de la justa causa, por los medios más activos y
eficaces, será tenido por enemigo, y castigado como traidor a la patria y, por
consecuencia, será irremisiblemente pasado por las armas.
Lo de pasar por las armas no era
ninguna amenaza en vano. Bolívar ordenaba de modo habitual la ejecución
de los prisioneros, culpables de ser "españoles o canarios". El
antiguo senador colombiano Pablo Victoria le ha dedicado recientemente un libro a dicho asuntillo sin importancia...
Carlos
Marx despreciaba a Bolívar
Uno de
los mayores chistes de la Historia es que el actual histrión venezolano quiere
hacer una república socialista alimentada a la vez en el pecho de Marx y en el
de Bolívar cuando, precisamente, Carlos Marx sentía un desprecio inimaginable
por la figura y la persona de Bolívar. La biografía que escribió Marx de
Bolívar, publicada en The New American Cyclopedia y traducida por
Juan R. Fajardo para marxists.org, es todo un poema y la podéis leer aquí.
La
estatua de Bolívar, erigida por el franquismo
Dado que
en Madrid tenemos una estatua en honor de Satanás, la del Ángel Caído, parece
lógico que durante tanto tiempo la tuviese también Franco, o que ahora mismo
Largo Caballero -el presidente de Paracuellos- disfrute de la suya.
Mañana sin duda le dedicaremos una al etarra De Juana, tiempo al
tiempo.
Precisamente
la estatua dedicada al Señor Oscuro de
América, el genocida Simón Bolívar, se elevó en tiempos de Franco, un 28 de octubre de 1970 con gran aparato oficial; la
decisión se había tomado medio siglo antes: fue un empeño de Alfonso
XIII bajo el gobierno del dictador Primo de Rivera, que por distintos motivos
se retrasó. El punto en común entre los dos caudillos, el de allá y el de aquí,
eran los océanos de sangre vertida; no se puede negar cierta lógica en el
hecho de que el régimen de Franco, traidor y genocida, honrara la memoria de
otro traidor y genocida. Y todos los capitostes españoles, demócratas u
orgánicos, aceptan llevar condecoraciones infamantes como la Orden del Libertador, con el busto de Bolívar,
igual que aceptan premios de la fundación Sabino Arana, aquel nazi avant l'heure
fundador de la pesadilla vasca.
Los huesos de Bolívar
Leyendo un artículo de Ludmila Vinogradoff, me entero de que el ínclito Chávez no contento con humillar la infeliz Venezuela con el sangriento título de república bolivariana, quiere recuperar los huesos de Bolívar para captar su energía, en el marco de no sé qué creencias de la santería cubana. No sé si tragarme la mitad de la décima parte del artículo pero desde luego nos abre perspectivas insospechadas; quién sabe, si en el siglo XXII todavía queda algo de España seguro que tendremos facherío -inasequible al desaliento- y a lo mejor les da por robar los huesos del Caudillo en el Valle de los Caídos para hacerse caldos patrióticos... Ya me imagino a los descendientes de nuestros liberales-de-brazo-en-alto invocando al Caudillo por medio de queimadas funerarias: "¿Espíritu de Pacoooo, estás aquí?"
Convergencia
entre españoles e hispanoamericanos
Este 2010
amenaza con ser duro. No quiero ni imaginar cuántos discursos y cuánto
floripondio le vamos a dedicar a los sangrientos padres de la “emancipación”
hispanoamericana, que empezó con una serie de degollinas y a la que siguió, en
países como Argentina, el holocausto de sus indios.
Padres de
la Patria y Libertadores supieron arrasar con profesional eficacia naciones que
por sus recursos y circunstancias deberían ser un dechado de prosperidad.
También es cierto que aquellos traidores se enfrentaron al Padre de toda
Traición que fue Fernando VII, el rey felón por antonomasia, la encarnación
misma de la doblez, la fatalidad y la crueldad.
Al final
tenemos que aceptar que los hispanoamericanos son nuestros hermanos en todo, en
lo bueno y en lo malo, y a ellos también les va la marcha y le dedican sendas
estatuas a sus ogros locales.
Luis Español Bouché
Suscribirse a:
Entradas (Atom)