jesús
garcía calero / madrid
Día
16/02/2014
La nobleza Inca y los caciques de Centroamérica
emparentaron con los españoles, promoviendo el nacimiento de una nueva sociedad
abc
¿Fue el mestizaje
en Perú un producto de la sumisión de las mujeres indias a manos de los
conquistadores españoles? No es tan simple. Otra vez los hechos contradicen la leyenda negra de España en América. Y no es
porque durante la conquista española del imperio inca no se produjesen hechos
sangrientos ni las graves injusticias que se asocian a una campaña como
aquella. Claro que hubo violaciones y desafueros, pero no fueron la
tónica dominante. Según la investigación de la historiadora Carmen Martín
Rubio, que ultima una nueva biografía de Francisco Pizarro que va a dar mucho que hablar,
conviene estudiar sin los prejuicios de la leyenda negra los tempranos amores
de los primeros españoles en el Nuevo Mundo.
¿Y si la
curiosidad y la atracción mutuas entre los exitosos guerreros blancos, venidos
de los confines del mundo, y las princesas incas hubieran puesto el ejemplo
nada más comenzar la conquista? ¿Fue también una conquista, digamos, galante?
Martín Rubio mantiene que no fue solo el producto de la sumisión de las mujeres
indias, ni de la violación generalizada y el rapto como esclavas y criadas.
No se
trata de negar la historia, sino de conocerla mejor. Los españoles hemos
asumido, a menudo sin rechistar, sin sentido crítico, esa visión culpable de un
hecho que dio nacimiento a un mundo diferente, más de lo que los conquistadores
esperaban. «La mayoría de las veces, esta situación fue voluntaria -explica
Martín Rubio-, pues los conquistadores despertaron en ellas una gran
curiosidad y, sobre todo, el deseo de conocerlos íntimamente».
La momia inca y coreana
Como
base, la historiadora investiga las numerosas relaciones esporádicas que
voluntariamente brotaron durante esos años, «de las cuales comenzaron a surgir
los mestizos y las mestizas: es decir una nueva raza, o casta, mezcla de
la amerindia y de la europea». Lo más curioso es que el mestizaje ya existía
entre los incas: según han demostrado los análisis científicos de la momia Juanita
de Arequipa -una joven ofrendada hacia 1450 al apu o
monte Ampato-, «su padre procedía de Corea y su madre era natural de
Puno, ciudad situada al sur del actual Perú. Este dato revela una realidad de
la historia de América poco conocida en España, tristemente: la navegación
de los pueblos del Pacífico», añade la historiadora.
En el
Caribe, por otra parte, los caciques entregaban a sus hijas a los capitanes una
vez que establecían la paz con los españoles. De estas uniones surgieron
algunas apasionadas historias de amor «como la de Alonso de Ojeda y
Guaricha, bautizada Isabel; la de Vasco Núñez de Balboa con Anayansi,
hija de cacique de Caretas, y asimismo la relación que Diego de Almagro mantuvo
en Panamá con una mujer aborigen, de la que nació su hijo Diego de Almagro el
Joven. Y en Perú también, según reivindica Martín Rubio. El gran cronista Garcilaso
de la Vega Inca era hijo de la princesa Isabel Chimpu Ocllo y del capitán
Garcilaso de la Vega, pariente del poeta de igual nombre», o los hijos que los
hermanos de Francisco Pizarro, Juan y Gonzalo, tuvieron con señoras
pertenecientes a la nobleza inca.
Las
princesas incas estaban rodeadas por el lujo y el misterio en aquellos
primeros años de conquista. «Según relata el cronista Pedro Pizarro, las que
Atahualpa llevó a Cajamarca cuando fue hecho prisionero eran muy hermosas,
tenían los cabellos largos y caídos sobre los hombros; sus túnicas estaban
adornadas con piedras preciosas y llevaban los rostros ocultos por máscaras
de oro fundido». El Inca escogía a las más bellas del imperio. Su alto
rango social «constituía un gran atractivo para los conquistadores, máxime al
legalizar sus propiedades la corona española» con el matrimonio mestizo.
El propio
Francisco Pizarro «no se libró de caer rendido ante los encantos de dos de
aquellas princesas, cuando ya era un hombre de edad avanzada y, aunque no se
casó con ellas, las tomó por esposas en los últimos años de su vida», agrega la
historiadora. Desde luego, cualquiera que fuese su intención, en los albores de
la sociedad hispánica en América se promovió el mestizaje desde la cúspide
social. No solo era una cuestión simbólica que reflejaba el encuentro de
dos mundos, sino también una herramienta de legitimación de un poder que
sin duda estaba en plena transformación. Y la legitimación a través del
matrimonio, recordemos, era un modelo para hombres que servían a los Reyes
Católicos y sus hijos, que la habían practicado logrando que su reino,
España, cobrase una nueva dimensión.
12 DE OCTUBRE:
¿DIA DE LA RAZA Y/O DE LA DIVERSIDAD?
Por Javier
Cornejo
Octubre de 2014
Ayer domingo
asistimos a un nuevo 12 de octubre, esta vez sin la estatua de Colón en el
lugar de su recordatorio.
El día de la
“diversidad cultural” borró al día de la “raza”.
Se intenta borrar
la concepción del “hombre cósmico” hispanoamericano, magistralmente expuesta
por José de Vasconcelos. El ser humano producto de una simbiosis racial
producida en américa de forma única e irrepetible.
Fue la trascendente
tarea de “poblamiento” efectuada por España en las Provincias y Virreynatos de
América.
Para quienes se
refieren a la tarea española denigrándola como “conquista”, es esencial
precisar tal vocablo diferenciándolo del término “colonización”. La más clara
diferencia se expone en que se entiende al primero como la mixtura y mezcla de
razas compartiendo las decisiones sobre un destino común, mientras que en el
segundo significa un aniquilamiento poblacional reservándose el poder y
dominio.
Es así que
mientras España “conquistó” América.
Inglaterra la “colonizó”.
CONCEPTOS DEL
GENERAL PERÓN
En función de ese
“criollo” americano que fuera revitalizado con la nueva mixtura de sangre
efectuada a principios del siglo XX, particularmente en nuestro país; es
preciso no olvidar los conceptos expresados por el Gral. Perón en la Academia
Argentina de Letras con motivo del homenaje a don Miguel de Cervantes en el Día
de la Raza de 1947, lectura a la que remito muy especialmente.
POBLAMIENTO
ARGENTINO
El poblamiento de
nuestra región comenzó por la fundación de la ciudad del Barco. Allá por el
1550 producto de mandatos del Gobernador del Perú Lic. Pedro de La Gasca que le
dio “misión y mandato” al Cap. Juan Nuñez de Prado para fundar una ciudad en
territorios de lo que hoy es Santiago del Estero equidistante entre el “mar del
norte” y el “mar del sur”, del Perú, de Lima, de Charcas y de Chile, de
Valdivia y Copiapó, entre la Sierra Nevada (cordillera de los Andes) y las
planicies hacia el mar. En la ruta que fuera establecida por Diego de Rojas
entre 1543 y 1546 entre Perú y el Río de la Plata.
Cometido en el
que participaron los dominicos con el padre Gaspar de Caravajal como Superior.
Tales mandatos se
efectuaban en función de una visión geopolítica sin igual que hoy es admirable,
por otra parte, era fundamental aplicar una política de poblamiento que los
arraigara en los nuevos lugares, sacando las gentes de las ciudades de Perú.
Era ineludible
que esa política se realice en paz, tal como se desprende de la provisión a
Juan Nuñez de Prado: “…que vais con gente que para ello fuese necesaria a la
dicha provincia… y en la parte y sitio que os pareciera más conveniente para
poblar, pobléis un pueblo y desde él procuréis traer en paz a…. todos los
caciques principales e indios de las dichas provincias y sus comarcas…”
“tomando las previsiones necesarias para la instrucción de los naturales, su
buen tratamiento y conservación…”.
La “conquista”
era con poblamiento, las diferencias se ganaban con el poblamiento de ciudades,
siendo un gran estigma ser causante de una “frustración de poblamiento”, de
allí que la paz e integración con los naturales era un requisito esencial.
La lectura de las
obras del Dr. Ricardo Alonso y Alfredo Tomasini aportan los conceptos
esenciales en la real comprensión del 12 de octubre, hoy diluido en una
entelequia.
Hernán Cortés: visionario y
creador de una nueva nación
Por Redacción
26
agosto, 2016
Circa 1530, Spanish explorer Hernando Cortes (1485
- 1547), who conquered the Aztec capital of Mexico in 1521, claiming the
country as New Spain. (Photo by Stock Montage/Getty Images)
Nada ha dañado más nuestro subconsciente colectivo
que descalificar al personaje que arriesgó todo y que dejó atrás su posición
como el hombre más próspero de Cuba, para embarcarse hacia lo desconocido e
iniciar la fascinante aventura de lo que hoy llamamos México.
La
biografía y el legado de esta compleja figura sin duda se encuentran entre los
temas más relevantes y distorsionados de la historia de México, porque
paradójicamente su imagen fue sistemáticamente denigrada por los reyes de
España. Mi constante interés sobre este fascinante personaje se debe a que en
él encuentro el origen de una nación compleja. La historia de Cortés nos habla
de un hombre que construyó su destino y cuyos aciertos y errores nos marcan
hasta hoy.
La vida
de Hernán Cortés es fascinante, no sólo porque con muy pocos recursos —aunque
con mucha astucia práctica y política— venció al imperio más poderoso de
Mesoamérica, sino también, por su firme convicción de formar una gran nación
mestiza, sin dominación española y con un profundo respeto por la ancestral
cultura indígena.
Nada ha
dañado más nuestro subconsciente colectivo que descalificar al personaje que
arriesgó todo y que dejó atrás su posición como el hombre más próspero de Cuba,
para embarcarse hacia lo desconocido e iniciar la fascinante aventura de lo que
hoy llamamos México.
La
Historia Oficial, la que simplifica, polariza e incluso caricaturiza el origen
de nuestra nación, dividiéndonos entre “conquistadores” y “conquistados”,
víctimas y victimarios, no sólo deja a un lado los logros de nuestros
antepasados sino que genera una visión que nos divide y nos denigra. Esta
narrativa histórica sin matices, fundada en verdades absolutas, sólo ha
conseguido que los mexicanos entremos en conflicto con nuestras propias raíces.
Debemos
procurar una visión más balanceada sobre los principios de nuestra gran nación.
Por ejemplo, el libro “Cortés, la biografía más reveladora” de Christian
Duverger, relata con detalle el proceso de conquista, así como la
administración pública y la organización social planteadas por Cortés en los
nuevos territorios.
Sobre
este complejo ser humano, otro autor que considero relevante es Juan Miralles,
con sus obras “Las cinco rutas de Hernán Cortés” y “Hernán: el inventor de
México”.
La
lectura de Duverger nos permite tener una visión amplia y objetiva de un ser
humano lleno de matices, que va mucho más allá de la caricatura que trazan los
libros de texto.
A sus 19
años, con gran espíritu emprendedor y aventurero, el joven Cortés llegó a
América en 1504. Vivió algún tiempo en lo que hoy son Haití y Cuba.
En su
búsqueda de opciones para desarrollar una nueva nación mestiza, con valores que
trascendieran a la Edad Media y aprovechando la oportunidad que le presentó
Diego Velázquez, gobernador de Cuba, para realizar una expedición hacia México,
Cortés vendió sus bienes, obtuvo préstamos y en 1519 partió a Yucatán.
Resuelto
a explorar y poblar nuevos territorios, salió con 10 barcos, cerca de 500
infantes, 16 caballos y 13 escopetas, entre otras piezas menores de artillería.
¿Cómo un
hombre con tan escasos recursos militares podría conquistar a un vasto imperio
que contenía a más de seis millones de habitantes, con enormes cualidades
guerreras? Su liderazgo, olfato político, capacidad para detectar
oportunidades, tomar decisiones y actuar rápidamente de acuerdo a las
circunstancias, así como la situación insostenible para los pueblos bajo la
dominación Azteca, serían cruciales en esta empresa formidable.
Cortés no
fue el conquistador brutal y sanguinario que describe la Historia Oficial.
Fue un amante de la cultura nahua y libró la guerra contra los Aztecas como
último recurso, después de agotar la vía de la negociación –y aun así, al
ejecutar el ataque, dejó libre la calzada norte para que este pueblo que
admiraba pudiera emprender la huida, opción que fue rechazada valientemente por
los mexicas.
En la
etapa más temprana de la Nueva España –nombre que él definió– intentó que la
mayor parte de los recursos naturales se quedaran en nuestro territorio, pues
muy pronto se dio cuenta que este país era mucho más rico que la misma España.
Cortés
también fue un verdadero empresario que buscó adaptar al clima de Mesoamérica
la agricultura y la ganadería del viejo mundo. Financió y encabezó varias
expediciones hacia el sureste y a través del Pacífico mexicano –por algo el
Golfo de California lleva su nombre– e inició un servicio de transporte
marítimo entre la Nueva España y el Perú, entre muchas otras ambiciosas
iniciativas empresariales.
Hernán
Cortés, visionario y creador de su propio mundo, logró poblar la región con un
modelo de mestizaje que él mismo siguió. Buscó que el náhuatl fuera el idioma
oficial y que la religión católica fuera asimilada de manera gradual,
respetando creencias fundamentales de los habitantes de Mesoamérica.
Desde
luego, Carlos I, en su desmesurada avidez por riquezas materiales y poder, se
opuso al plan de Cortés, hizo a un lado al conquistador y envío virreyes a
gobernar la Nueva España, por lo que ésta pasó a ser una propiedad más de la
Corona Española.
A raíz de
un superfluo discurso oficial, que se niega a reconocer la relevancia de Cortés
en la historia de México, he decidido iniciar el proyecto de una serie
histórica dramatizada para televisión. Se trata de una mirada objetiva a este
personaje fundamental: un relato de amor, de guerra y de mestizaje.
Hacer una
serie sobre este personaje es sentar un legado sobre nuestra identidad que nos
invite a la reflexión y a valorar nuestra herencia cultural. México puede
superar el “trauma de la Conquista”, pero para lograrlo, debe conocer su historia.
500 años
son suficientes para mirar hacia atrás y reflexionar sobre quiénes somos.
Tenemos el derecho y la obligación de conocer nuestro origen e identidad.
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