Filosofía del Exterminio
Por
Javier Cornejo 17/04/2011
En
1798 apareció el Ensayo sobre un principio de la población, obra de Thomas
Malthus quien a la exuberancia de la población opuso la falta de alimentos y la
avaricia de la naturaleza. Consideró que se trataba de un proceso dinámico: la
relación entre dos variables, la del crecimiento de la población, en progresión
geométrica, y la de los recursos, en progresión aritmética. Planteó un ajuste
inevitable: la lucha por la existencia como un dato fundamental de la materia
viviente, incluido el hombre.
La
naturaleza procede a la eliminación de los supernumerarios por medio de un
exterminio implacable. El hombre padece las leyes que rigen la naturaleza. La
expansión de su raza será bloqueada por la eliminación: el aumento de
mortalidad. La desaparición prematura de los sujetos más débiles, epidemias,
guerras y hambrunas. Presenta el hambre como el último recurso de la naturaleza
para lograr el equilibrio.
Malthus
ubicó a la especie humana dentro del vasto sistema de los seres vivientes. La
integró con los demás organismos y no le reconoció ninguna posición
privilegiada en el universo. Formuló la noción de población máxima: aquella que
por el juego de la multiplicación natural alcanza el más alto nivel permitido
por los recursos del medio ambiente.(1)
Darwin
se opuso a la teología natural en el cual el Creador constituyo la naturaleza
según las necesidades del hombre y a partir de la tesis de Malthus formulo la
hipótesis de la lucha por la existencia e introdujo en ulteriores ediciones de
El origen de las especies, la frase de Herbert Spencer, "la supervivencia
de los más aptos", para ilustrar la idea de la selección natural.
El
inglés Herbert Spencer creía que los seres humanos se hallaban en constante
competencia entre si y que los más débiles resultaban inevitablemente
derrotados. Afirmaba que ello era la consecuencia lógica del progreso de la
evolución. En 1884 llegó a sostener que era mejor exterminar a los desocupados
o a quienes se convirtieran en una carga para la sociedad antes de que llegasen
a ser objeto de ayuda social o caridad. Esta tesis de Spencer se puede refutar
con ejemplos históricos. De hecho, la historia de la civilización muestra, más
bien, el triunfo lento, pero seguro, de la cooperación social en la agricultura
y en la industria sobre el individualismo agresivo de los cazadores y nómadas.
No obstante, el pensamiento spenceriano influyó en la historia. Posibilitó,
además, que los nacionalistas y militaristas hablaran de la bondad de la
guerras durante las décadas que precedieron a la Primera Guerra Mundial, en
cuanto era capaz de asegurar la supervivencia de los más aptos.(3)
Como
suele suceder con las teorías de gran trascendencia y poder explicativo el
evolucionismo fue más allá del campo estrictamente biológico. Se proyecto hacia
el terreno de lo social, lo político y lo económico. Sucedió que ciertos
filósofos sociales, y ciertos publicistas no científicos del evolucionismo,
pensaron que la esencia de la selección natural podía sintetizarse con frases
como "lucha por la existencia", "supervivencia del más apto"
o "eliminación del inepto". Es fácil imaginar los excesos que puede
llegar a justificar este tipo de aseveraciones si se las traslada al medio
social.
Por
otra parte, el excesivo énfasis puesto sobre la lucha por la existencia condujo
a que el pensamiento popular identificara a menudo ésta con la evolución misma.
Se creyó que la evolución demostraba una crueldad esencial de la naturaleza. A
algunos no les parecieron inadecuadas frases como "el poder es el
derecho", "cada hombre para si mismo", "la ley de la
jungla", como expresiones de ética tan dudosa en sus valores intrínsecos
como en su correspondencia con la teoría de la evolución.
Eduardo
L. Holmberg (1852-1937) concebía un mundo integrado por el naturalismo, el
evolucionismo universal y el transformismo darwinista. Las clases dirigentes
argentinas de la época compartían en general esta cosmovisión. A partir de ella
se fundamentaba y fortalecía la idea de progreso. Esta idea era fuertemente
defendida por los científicos y políticos. Holmberg es un claro ejemplo de la
ascendencia de una teoría científica puede tener sobre los demás sectores de
una cultura. En este caso se llegaba a justificar los crímenes en nombre del
evolucionismo. En un discurso en homenaje a Darwin, en 1952 dice Holmberg:
"Acabamos con los indios porque la ley de Malthus está por encima de
nuestras opiniones individuales".(2)
En
nuestro país, a principios del siglo XX, toda la realidad social era explicada
desde este tipo de ideas. Juan B. Justo fue uno de los pocos argentinos
contrario a esta posición, alertó sobre el abuso que significaba interpretar la
sociedad humana como un organismo biológico y denuncio los racismos encubiertos
de una teoría que propone la superioridad innata de algunos individuos.
Lamentablemente estas ideas prosiguieron por diferentes corrientes de
pensamientos denominadas neopositivistas, racionalistas, empiristas lógicos...
etc. (3)
En
1974 el informe de seguridad 200 de Sir Henry Kissinger actualiza los conceptos
malthusianos y su objetivo es promover los medios abortivos en los países del
tercer mundo como un punto esencial de los intereses norteamericanos en el
mundo, disfrutando así de los beneficios la herencia malthusiana: somos menos
para repartir lo poco que va a quedar. Si tomamos en cuenta estos conceptos
podríamos explicar las innumerables guerras de la nación más poderosa de la tierra más
allá de los justificativos coyunturales, existe un objetivo económico y
político destinado a que unos pocos disfruten de los recursos de todos los
países del mundo.
Este
plan de genocidio aplicado a nuestro país en virtud de las propuestas de Sir
Henry Kissinger se cumple a rajatabla hasta este año 2011 y los que vendrán.
Consideración de la que será objeto en Filosofía del Exterminio (II).
(1)
"La producción de los conceptos científicos" Esther Diaz
(compiladora), Art. "Darwinismo y revolución Industrial" de Marina
Bertonassi.
(2)
Ob.cit. Art. "El evolucionismo en la Argentina" Juan Jose Colella
(3)
Ob. cit. Art. "Positivismo y ética en la Argentina" Juan Jose Colella
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