Con el
giro de Cristina Fernández, Hebe de Bonafini, como tantos otros, debió pasar de
denostar a Jorge Bergoglio a elogiarlo tan repentinamente, que pronto mostró lo
rudimentaria que es también en este arte: dijo que no sabía del trabajo de
Bergoglio en las villas, las mismas en la que se desarrollaban también las
fechorías de Schoklender y el programa Sueños Compartidos.
25/03/2013| 11:03
Después
de haber encabezado una toma de la Catedral en la que hasta se profanó el altar
mayor y de haber vituperado a Jorge Bergoglio, Hebe de Bonafini cambió de
opinión.
Sin
embargo, demostró que para elogiar es tan rudimentaria como para denostar. El
cambio de opinión de la titular de Madres de Plaza de Mayo sobre Bergoglio se
debió, dijo, a que alguien le informó que el papa Francisco solía visitar las
villas de emergencia.
Reveló
una ignorancia extraña. No porque estuviera obligada a conocer las costumbres
de arzobispos o cardenales. Nadie espera de ella eso. Pero sí que, como
militante revolucionaria, supiera lo que ocurre en los barrios más desamparados
de la Argentina. Allí estaba muy difundida la presencia de Bergoglio, quien no
pasaba fin de semana sin visitar algún asentamiento para confesar, rezar,
ofrecer una misa o, simplemente, visitar a los vecinos carenciados.
Es cierto
que Bonafini suele no enterarse de lo que ocurre en su entorno. Tampoco estaba
al tanto de las fechorías de Schoklender y el programa Sueños Compartidos que,
como la vida pastoral del nuevo papa, también transcurría en las villas.
Un caso
es la villa del Parque Indoamericano, el mismo asentamiento que muchas veces
visitó el propio Bergoglio.
Bonafini
ha tenido desde siempre una relación beligerante hacia la Iglesia
Católica. De hecho, en enero de 2008 llegó a conducir una protesta que tomó la
Catedral porteña, templo a cargo del entonces arzobispo Jorge Bergoglio.
Hasta
ahí, la situación no sorprende. Pero la polémica surgió luego, porque tras
levantar la protesta, Hebe sostuvo: "Nos clausuraron los baños de la
Catedral y tuvimos que improvisar uno, detrás del altar".
La
Catedral era considerada por el kirchnerismo como un centro neurálgico de la
oposición a cargo de Bergoglio, que fue acusado por las Madres de cerrar con
llaves los baños del lugar para lograr que los manifestantes depusieran su
actitud.
"Esos
baños sólo se abren para las procesiones y para ocasiones especiales, pero no
son públicos", fue la defensa de los voceros del Arzobispado.
Más allá
de los hechos, la versión que trascendió es que las mujeres habían montado un
baño propio con un balde y una lona a metros del altar. Eso produjo la
indignación de los sectores eclesiásticos y católicos que hablaron de
"profanación".
Hubo
cadenas de mails y cartas de lectores contra las acciones de las Madres en el
templo y la inacción policial. Hasta el rabino Sergio Bergman se solidarizó con
la versión del agravio.
Un mes
después, cuando la situación amenazaba con transformarse en un conflicto serio,
la Iglesia salió a bajarle la intensidad.
El propio
Bergoglio, en uno de sus clásicos gestos, sostuvo que los baños públicos
estaban cerrados y él mismo dio instrucciones para que se habilitaran otros,
más privados. Y hasta ordenó que se les suministrara a las Madres algo frío
para beber.
La toma
de las Madres apuntaban contra el titular del Instituto de la Vivienda porteño,
Roberto Apelbaum a quien Bonafini señalaba como directo responsable de que no
giraran dinero para su polémica fundación Sueños Compartidos.
"Lo
que pasa es que a este hombre le estamos arruinando el negocio. Estamos
construyendo viviendas por la mitad de precio de lo que ellos piden y dejando
en evidencia cómo roban", había dicho en su momento Bonafini.
Finalmente
el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, accedió a liberar el millón de
dólares girado por la Nación al Gobierno porteño para pagar sueldos y
materiales para la construcción de obras y la Catedral fue desocupada.
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