ENCUENTRO
CON FRANCISCO
Lo peor
que lo podía pasar a la presidente argentina para sus aspiraciones hegemónicas,
le pasó. A pesar de haber tratado de impedirlo, el cardenal Jorge Bergoglio se
convirtió en el Papa Francisco. La fe puede más que el fanatismo K. Sin
embargo, Cristina Fernández tuvo una oportunidad única para dar vuelta la historia
de su propio gobierno; el encuentro en Roma. No pudo capitalizarlo, lo
dilapidó.
20/03/2013|
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"Francisco
la duchó en humildad y le entregó un libro “Conclusiones de la Celam 2007” que
encierra un símbolo de lo que piensa. En sus líneas habla de la Patria Grande
soñada por San Martín y Bolívar, pero sin corrupción ni populismo."
por JORGE
HÉCTOR SANTOS
Twitter:
@santosjorgeh
CIUDAD DE
BUENOS AIRES (Urgente24). En una elección tan compleja como la que se
realizó para elegir al sucesor del renunciante Benedicto XVI, donde entre 115
cardenales uno de ellos sacó al menos 90 votos, el argentino Jorge Bergoglio;
resulta bastante difícil admitir que semejante nivel de adhesión resultó
casual.
El mundo
muestra una carencia grande de dirigentes referentes en momentos de fuertes
crisis económicas, reclamos sociales en ascenso y una solución, que de ser
posible, en el clero podría encontrarse para llenar ese vacío.
Por otro
lado, en Latinoamérica donde hay más fieles estos están siendo diezmados por
los propios errores de la Iglesia, por el avance de las creencias alternativas;
y, como si fuera poco, en su amplia geografía se retroalimenta el populismo
político que amenaza a las democracias mientras muchos de los países que la
integran tejen alianzas con el temible e imprevisible Irán.
En el
contexto descripto no se puede obviar el trascendental poder del Vaticano no
solo manejando la fe del 25% de la población global sino también por su
gigantesca influencia económica y política.
Qué mejor
que un luchador indiscutible por los pobres, por los sin trabajo, contra la
corrupción, contra la injusticia, contra las doctrinas populistas en momentos
que todos estos ítems son casi reclamos unánimes en muchos lugares de la
tierra.
Más allá
de los indiscutibles méritos que reúne el actual nuevo Pontífice, en la cocina
de las decisiones de la curia centralizada en Roma, no podían pasar
desapercibidas que las características personales del Arzobispo de Buenos Aires
y primado de la Argentina encajaban como anillo al dedo para encaramarse en el
sitio de una de las personalidades más influyentes del universo.
No es
extraño, entonces, que el gobierno de Cristina Fernández, viuda de Néstor
Kirchner, haya recibido información privilegiada que su archienemigo, el
cardenal simpatizante del Club Atlético San Lorenzo de Almagro y habitante de
la Catedral de Buenos Aires, iba a convertirse en el sucesor N°266 de San
Pedro.
Desde la
Rosada bajó la orden de ensuciar al postulante local con un dossier armado en
base a artículos periodísticos de Horacio Verbitsky; que como todo relato
oficial distorsionaba la historia.
Esa
carpeta y sus ideólogos no tuvieron en consideración que el Vaticano tiene
servicios de inteligencia en serio, como para desenmascarar la mentira en que
incurría la difamación armada.
Cuando la
presidente del luto eterno se enteró que la operación diagramada había
fracasado y Bergoglio se convertía en Francisco, estalló en Olivos.
Toda su
tarea para conseguir obsecuentes, aplaudidores y fanáticos, con o sin dinero,
comenzaba a tambalear.
La fe,
podía mucho más que Cristina.
Francisco
tendría mucho, muchísimo más poder que Ella. Eso, Cristina no lo pudo soportar.
Inmediatamente
y sin reparar que estaba derrotada frente un episodio que escapaba a sus
caprichos, la primera mandataria mandó a iniciar otra embestida contra
Bergoglio en buena parte de sus medios de comunicación que componen su
monopolio informativo.
Nada
sirvió.
Si no
puedes con tu enemigo únete a él.
Fue así
que haciendo tripa corazón, la presidente de la Nación encabezó una comitiva
como siempre numerosa y partió a Roma.
Allí el
Sumo Pontífice le dio una lección que ella no pudo aprovechar; la desperdició.
Francisco
la duchó en humildad y le entregó un libro “Conclusiones de la Celam
2007”, que encierra un símbolo de lo que piensa. En sus líneas habla
de la Patria Grande soñada por josé de San Martín y Simón Bolívar, pero sin
corrupción ni populismo.
A partir
de ahora, tal vez, en su inclaudicable lucha por ser la dueña de todo el Estado
y eternizarse en él, Cristina utilice expresiones del flamante Pontífice; pero
hay una gran diferencia.
Francisco
las dice porque las siente y las vive; pero Ella está muy lejos de ello.
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