Javier Cornejo
Es innegable que el consumo es el
motor de la economía. Su orientación es de esencial importancia en los
procesos de la economía física, en el permanente tránsito del ser humano
sobre el planeta.
La frase “somos lo que consumimos” refleja en su síntesis la magnitud inconmensurable del devenir y el porvenir, en función de la transformación energética de la materia, en su posibilidad de que a través de la creatividad humana pueda ser transformada en mejores y mayores concentraciones de flujo energético encuadrados en el camino sin fin de la humanidad. Es aplicable el ejemplo del control de fuego: con leña, con carbón, con hidrocarburos, con fusión nuclear, con fisión nuclear; es decir, cada vez menores proporciones de materia para alcanzar una mayor potencia de resultado...
Una clara lección de consumo nos la proporciona Jesús con la necesaria satisfacción del consumo básico en la “multiplicación de los panes y los peces”, previo al consumo de la palabra del Cristo, del Verbo de Dios.
En la vigencia de la “cuaterna armónica” del consumo es una constante que su alteración influye directamente en el resultado de las conductas, es decir, las alteraciones entre la economía, la política, la filosofía y la religión.
Experiencia nacional
Las bases de las propensiones al consumo sentadas en el período que va de 1943 a 1955 cambiaron los hábitos de vida y la mentalidad de la sociedad argentina. El consumo de la nueva sociedad no era solamente de artículos alimenticios, ni de servicios de resguardo de la salud. Se había iniciado en nuestro país un “consumo cultural”. Los niveles de analfabetismo desaparecieron. La instrucción secundaria alcanzó prácticamente todos los sectores medios. Las universidades se vieron desbordadas. El gobierno de la revolución del 4 de junio, al suprimir los aranceles universitarios, instituyó a todos los alumnos universitarios en becarios del Estado nacional argentino. La enseñanza universitaria fue, a partir de entonces, gratuita y accesible a todos los que tuviesen capacidad y vocación por la misma. Fue una verdadera revolución del consumo cultural al que se pudo acceder en armonía al consumo integral del ser humano.
Cumpliendo la universidad con el deber de ser la consultora científica oficial del Estado. El organismo de consulta natural, porque elabora el pensamiento y la técnica del Estado, profundiza su filosofía, su religión, las diferentes ciencias aplicadas a la organización social y traza los programas nacionales de todo tipo, dando principalísima importancia a los estudios económicos y a sus implicancias ejecutivas.
Argentina 2013
Hoy con el consumo básico distorsionado, con el consumo educativo desquiciado, cuando el más profundo egoísmo, el relativismo y la incoherencia son las reglas dominantes, el final de esta República Argentina y sus ciudadanos es perfectamente predecible.
El monstruo enquistado en la estructura productivas de la Nación, el “sector financiero usurero” que aniquiló el crédito público, condiciona, domina, y controla todos los factores de producción, y en su actividad patológica de otorgar valor intrínseco al dinero lo endiosó, esclavizando a sus serviles súbditos, alterando las propensiones del consumo en función de los intereses de sus tenedores, que no escatiman en ningún medio legal o delictivo para acceder a su acaparamiento.
La frase “somos lo que consumimos” refleja en su síntesis la magnitud inconmensurable del devenir y el porvenir, en función de la transformación energética de la materia, en su posibilidad de que a través de la creatividad humana pueda ser transformada en mejores y mayores concentraciones de flujo energético encuadrados en el camino sin fin de la humanidad. Es aplicable el ejemplo del control de fuego: con leña, con carbón, con hidrocarburos, con fusión nuclear, con fisión nuclear; es decir, cada vez menores proporciones de materia para alcanzar una mayor potencia de resultado...
Una clara lección de consumo nos la proporciona Jesús con la necesaria satisfacción del consumo básico en la “multiplicación de los panes y los peces”, previo al consumo de la palabra del Cristo, del Verbo de Dios.
En la vigencia de la “cuaterna armónica” del consumo es una constante que su alteración influye directamente en el resultado de las conductas, es decir, las alteraciones entre la economía, la política, la filosofía y la religión.
Experiencia nacional
Las bases de las propensiones al consumo sentadas en el período que va de 1943 a 1955 cambiaron los hábitos de vida y la mentalidad de la sociedad argentina. El consumo de la nueva sociedad no era solamente de artículos alimenticios, ni de servicios de resguardo de la salud. Se había iniciado en nuestro país un “consumo cultural”. Los niveles de analfabetismo desaparecieron. La instrucción secundaria alcanzó prácticamente todos los sectores medios. Las universidades se vieron desbordadas. El gobierno de la revolución del 4 de junio, al suprimir los aranceles universitarios, instituyó a todos los alumnos universitarios en becarios del Estado nacional argentino. La enseñanza universitaria fue, a partir de entonces, gratuita y accesible a todos los que tuviesen capacidad y vocación por la misma. Fue una verdadera revolución del consumo cultural al que se pudo acceder en armonía al consumo integral del ser humano.
Cumpliendo la universidad con el deber de ser la consultora científica oficial del Estado. El organismo de consulta natural, porque elabora el pensamiento y la técnica del Estado, profundiza su filosofía, su religión, las diferentes ciencias aplicadas a la organización social y traza los programas nacionales de todo tipo, dando principalísima importancia a los estudios económicos y a sus implicancias ejecutivas.
Argentina 2013
Hoy con el consumo básico distorsionado, con el consumo educativo desquiciado, cuando el más profundo egoísmo, el relativismo y la incoherencia son las reglas dominantes, el final de esta República Argentina y sus ciudadanos es perfectamente predecible.
El monstruo enquistado en la estructura productivas de la Nación, el “sector financiero usurero” que aniquiló el crédito público, condiciona, domina, y controla todos los factores de producción, y en su actividad patológica de otorgar valor intrínseco al dinero lo endiosó, esclavizando a sus serviles súbditos, alterando las propensiones del consumo en función de los intereses de sus tenedores, que no escatiman en ningún medio legal o delictivo para acceder a su acaparamiento.
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