Hace apenas una semana las aguas sepultaban parte de la ciudadanía al tiempo que ponían en la superficie cómo opera (y deja de operar) la política. La visita de la Presidente a la zona afectada pretendió, luego, mostrar la cercanía de la mandataria con las víctimas.
Ahora bien, esa cercanía se limitó solo a unas cuantas fotografías. Para ratificar esto, basta observar en qué trabaja exclusivamente la Presidente cuando aún las víctimas están mojadas. Lo cierto es que Cristina Kirchner está abocada al estudio de posibilidades habidas para lograr la re-reelección que la eternice en el sillón de Rivadavia.
En ese trance supone que un anuncio por cadena nacional puede “barrer” con el Estado ausente que afloró aun más, después de Semana Santa. No hay otra obsesión en la Casa Rosada. Basta leer al exégeta presidencial de Horacio Verbitsky en su columna dominical para darse cuenta que las inundaciones apuraron los tiempos del gobierno. Alicia Kirchner parece ser así, la funcionaria más afectada en lo que respecta a su futuro electoral.
Nuevamente el futuro de la gente importa poco o nada. La prioridad es llegar al comicio con cierta prestancia.
Lo triste es que ese apuro no deriva en una veloz distribución de ingresos que permita realizar obras hidráulicas ni comprometa un accionar eficaz en lo sucesivo, sino que deriva en un maquiavélico tejido de operaciones políticas tendientes a reforzar las imágenes caídas de los funcionarios afectados por la desidia.
En pocas palabras, se trata de reparar apariencias, no de obrar para modificar la inoperancia manifiesta. Es decir, la próxima tormenta nos encontrará con una jefe de Estado mejor posicionada –si surte efecto la estrategia– pero con la sociedad igualmente damnificada. Los intereses son evidentes.
Se trata de un marketing político potenciado. De ese modo, el periodista militante evade de su análisis los sucesos vividos recientemente, y se dedica a defender la figura de la líder del modelo nacional y popular. Hace del defecto virtud: la terquedad permite la continuidad del crecimiento a tasas chinas, sintetiza.
Una lástima que tal crecimiento no se perciba en los hechos. Apenas puede observarse en las declaraciones juradas de los funcionarios y también de ciertos “periodistas”.
El planteo de la “democratización” de la justicia es otra apuesta por llegar a la reelección sin obstáculos jurídicos y sin necesidad de una mayoría legislativa precisa. A su vez, buscan limitar las cautelares, es decir, las cautelares que molestan al Ejecutivo como aquellas que favorecen al grupo Clarín, al predio de La Rural, o a la empresa LAN.
Cristina no quiere más contratiempos. No puede manejar una elección papal, ni puede alterar un pronóstico meteorológico pero cree poder a manejar un resultado electoral. La gravedad del asunto estriba en que la respuesta no puede aún ser precisa ante la pregunta crucial: ¿Podrá?
Una cosa es el deseo íntimo de cada uno y otra muy distinta es la anestesia ciudadana, conjuntamente con la ineficacia opositora a la hora de decir basta al avasallamiento gubernamental.
Lo paradójico es que justo cuando la política muestra no tener respuestas, la Presidente quiere politizar aún más sectores de la vida institucional. No le bastó con diezmar las FFAA, ni menguó tras la mordaza a determinados empresarios, tampoco le alcanza la manipulación atroz que hace la televisión oficial. Fiel a su consigna del “vamos por todo”, ella va por más.
Veamos algunos antecedentes que explican por qué le es menester avasallar la Justicia antes de establecer el calendario electoral.
Lo que plantea el gobierno es básicamente una “oyarbidezación” de la Justicia para vender como noble causa a favor de la voluntad mayoritaria, la estocada final al Poder Judicial, y consecuentemente a la libertad.
Nada nuevo bajo el sol. Claro que hasta ahora nada ni nadie ha conseguido poner coto al desenfreno político de la mandataria. ¿Podrá hacerlo la señora de la venda y la balanza? El silencio, en este caso, no da paz.
Esta nueva tomada de pelo puede pasar medianamente desapercibida en tanto la gente tiene prioridades distintas. De algún modo, la impotencia de la oposición justifica que el gobierno este haciendo lo que se le da la gana. No alcanzan las denuncias mediáticas para ponerle freno, y por si acaso en algún momento alcanzarán, la “democratización” de la justicia surge, precisamente, para evitar consecuencias al respecto.
En Santa Cruz, con el fin de instalar la reelección indefinida del gobernador, Néstor Kirchner amplió el número de jueces en la Corte, ubicando allí al apoderado de su partido, a la esposa de un ministro y al único abogado que justificó públicamente las medidas de su gobierno. Tal modificación se vendió a los santacruceños como una democracia más participativa. Nada diferente a lo que ahora ocurre a nivel nacional.
Así fue como llegado el momento, el máximo tribunal de Justicia de la provincia recurrió a un virtual “per saltum” para autorizar la consulta popular previamente suspendida, en un hecho de inexpugnable gravedad institucional y de dudosa legalidad.
La Corte provincial en un tramite inédito solicitó el expediente y anuló la suspensión del plebiscito que había dispuesto en primera instancia el juez de Puerto Deseado, Marcos Oliva Day. Desde luego, esta situación indignó a la oposición pero como suele pasar, el reclamo con los hechos ya consumados no prosperó.
En definitiva, en el sur, los Kirchner lograron su objetivo sin necesidad de tener mayoría legislativa. A eso apuntan ahora, máxime cuando el panorama no está siendo muy favorable a sus ansias.
En síntesis, si no se le pone freno ahora, después será muy tarde para lamentarse. Hoy por hoy, el gobierno sabe que está perdiendo la batalla cultural. El discurso les fue usurpado, ya no alcanza la diatriba de quienes obran como progresistas de pacotilla con abultados salarios del Estado. ¿Cómo competir con el Papa Francisco? ¿De qué manera acallar a Adolfo Pérez Esquivel o a Nora Cortiñas?
Jaqueado en medio de la partida, el oficialismo lo único que atina a hacer es lo que ha hecho desde el principio de sus días: campaña proselitista. Eso explica –aunque no justifica– el deleznable actuar de La Cámpora haciendo política con las donaciones anónimas de la ciudadanía. Finalmente, suma a ello un frenético avance sobre lo poco que queda de independiente en los Tribunales.
Con el Ejecutivo en su haber y mayoría legislativa, sólo le resta hacerse de la Justicia. A eso, precisamente, nos invita ahora, la Presidente.
Una vez que den el primer paso, volver atrás será utopía. O se actúa desde el vamos, o asumamos que la Constitución –junto con la libertad– es la próxima víctima, y una vez aniquilada no es factible para ningún humano, resucitarla.
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