Articulo publicado en el diario El Tribuno el 15/4/2013
Recientemente denominaron a la península Antártica Argentina como: Queen Elizabeth Land. Ahora, la intención es avanzar en llamar a la capital de Malvinas Puerto Margaret.
Los símbolos en su permanencia temporal transmiten de generación en generación un mensaje claro y concreto sobre la intencionalidad de quien los impone.
A Thatcher la muerte no la tomó desprevenida. La esperaba. Al punto que ella misma programó con suficiente antelación sus funerales en la catedral de San Pablo, estableciendo su deseo de no recibir funerales de Estado, aunque sí honores militares.
Thatcher y la guerra
La primera ministro tenía sumamente claro los fundamentos para decidir el inicio de la guerra del Atlántico Sur, manipulando diestramente las condiciones de conflictividad en las islas Georgias con la empresa Davidof para provocar el desembarco argentino en Malvinas.
El imperio necesitaba “actualizar” el tratado de amistad, comercio y navegación de 1825. La capitana Thatcher hilvanó con maestría la forma de hacerlo: vencer a la República Argentina en la guerra de Malvinas era el hecho internacional que Gran Bretaña necesitaba para imponernos los acuerdos de Madrid del 15 de febrero de 1990 y de Londres del 11 de diciembre de 1990, y para que se firmara el tratado de Washington con los EEUU el 14 de noviembre de 1991. Los que fueron suscriptos por los perduellis de Carlos Menem y Domingo Cavallo.
Sin guerra previa no había causa para estos “tratados” de paz, que tienen términos tan leoninos como los que impuso a Alemania el tratado de Versalles de 1918 al término de la Primer Guerra Mundial (Dr. Julio González: “Los tratados de paz”).
Por ello no hubo propuesta negociada de paz que pudiera prosperar. La primera ministro no tenía ningún interés en que tal cosa ocurra.
Decisión que se vio reflejada concretamente en la manera en que hizo fracasar la propuesta del presidente del Perú Belaunde Terry al ordenar, en forma personal y en total conciencia de la crueldad de la decisión, el hundimiento del crucero General Belgrano.
Al decir de W. Churchill (nieto), la decisión era “hacernos morder el polvo”.
Pero, es necesario destacar que si bien el 14 de junio de 1982 fuimos vencidos militarmente, se conservaba intacto nuestro derecho y reclamo soberano, el que sí fue perdido y abdicado en forma absoluta en 1990 por los verdaderos perdedores de la guerra de Malvinas: los traidores a la Patria Menem y Cavallo, obedientes cumplidores de las “democráticas” órdenes de Margaret.
Por todo ello, bien puedo cerrar este artículo trocando el nombre de “Dama de Hierro” por el de “Killer Lady” que hoy está rindiéndole cuentas a los que fueran muertos en las congeladas aguas de la “zona de exclusión” por el torpedo asesino que ella disparó.
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