Escalofriante hallazgo de
restos de compañeros de Hernán Cortés sacrificados por los aztecas
Publicado:
9 oct 2015
Restos de
seguidores de Hernán Cortés / Henry Romero
Un grupo
de arqueólogos ha encontrado los restos de seguidores de Hernán Cortés que
estuvieron integrados en una caravana que escoltaba al conquistador español.
Los arqueólogos estiman que los prisioneros encontrados fueron sacrificados en
rituales durante la conquista del Imperio Azteca a principios del siglo XVI.
En el
yacimiento arqueológico Sultepec Tecoaque, un asentamiento que fue ocupado por
el pueblo Acolhua entre el 1300 a 1520 d.C. ubicado al noreste de Ciudad de
México, han aparecido los restos de compañeros del conquistador español Hernán
Cortés, que lideró la expedición que puso fin al imperio azteca. Los indígenas
acolhuas, una división tribal del centro de México, corrieron a cargo del
sacrificio en 1520 de casi 550 personas, integrantes de una caravana que
acompañaba al español en su proyecto de conquista de Tenochtitlan, informa 'Noti
Mex'.
El grupo
estuvo en cautiverio y luego fue sacrificado en el marco de diversas
festividades del calendario azteca, sostiene el experto Enrique Martínez, del
Instituto Nacional de Antropología e Historia, que participó en el hallazgo. El
especialista estima que todos los miembros de la caravana fueron inmolados.
Algunos se colocaron en altares y otros fueron exhibidos como trofeos en
espacios habitacionales. El objetivo de estas inmolaciones, según Martínez, era
buscar la protección de las deidades frente a la llegada de extraños.
Martínez
afirma que en la caravana había personas de diferentes razas que, seguramente,
fueron traídas desde Cuba: negros, zambos, mulatos y españoles. Sin embargo,
también se encontraron mesoamericanos, principalmente totonacos y tlaxcaltecas.
Llama la atención la presencia de cerca de 50 mujeres, 10 niños recién nacidos
y de hasta tres años de edad. Curiosamente, también fueron encontrados restos
de animales europeos.
Manuel P.
Villatoro@abc_es
/ Madrid
Día
10/10/2015
Un grupo de arqueólogos ha encontrado los restos de
más de 550 españoles que fueron capturados y aniquilados por los nativos del
Nuevo Mundo. Entre ellos había mujeres y niños
P.
Joubert
Corría
julio de 1520 cuando una tribu de aztecas, ávidos de derramar la sangre
de los conquistadores que acababan con su pueblo a espada y arcabuz, capturó una caravana que provenía de Veracruz con
más de 550 personas. Una buena parte de las mismas eran españoles que
acudían a reunirse con Hernán Cortés en Tenochtitlán, la capital de
este imperio americano. Los nativos fueron sumamente crueles pues, en los meses
siguientes, sacrificaron a hombres, mujeres y niños a sus dioses de
formas impensables para pedirles que expulsaran a aquellos monstruos barbudos
de su hogar. Según las crónicas, todos murieron.
Aunque
esta historia parece propia de una película de ciencia ficción, lo cierto es
que se corresponde con la narración de unos hechos que acaecieron durante la
conquista del futuro México por parte de Cortés y sus hombres. Sin embargo,
cinco siglos después vuelve a estar de nuevo de moda gracias a Enrique
Martínez -del Instituto Nacional de Antropología e Historia- quien, junto a
su equipo, acaba de hallar los restos de varios reos de estos nativos cerca
de Texcoco (en México D.F.). El descubrimiento denota que los presos
estuvieron vigilados durante más de un año por los acolhuas (nativos que
habitaban la región y eran aliados de los aztecas) y que fueron sometidos a
todo tipo de torturas.
Concretamente,
el descubrimiento ha sido realizado dentro del «Proyecto Arqueológico
Zultépec-Tecoaque», una investigación que lleva más de dos décadas activa y
en el marco de la cual se encontraron en 2006 más de 10.000 objetos
relacionados con el pueblo en el que se llevó a cabo esta masacre (conocido
en su momento como Zultépec). En la actualidad han clasificado más de
15.000, entre los que se destacan restos que solo pueden prevenir de la vieja
Europa.
Los trágicos hechos
Según
explicaron el cronista Fray Bernardino de Sahagún y el propio Cortés en sus
escritos (este último, en sus «Cartas de relación», textos en los que el
extremeño relata a Carlos V sus aventuras en México), estos trágicos sucesos
se sucedieron en junio de 1520.
Tal y
como afirma el experto en la civilización maya Éric Taladoire en su dossier «La guerra de dos mundos»,
por aquellos días salió de la ciudad de Veracruz (al sur oeste de México) una
caravana compuesta por 550 «españoles, indígenas, negros, mulatos y mestizos»
en dirección a Tenochtitlán, hacia donde se dirigía Cortés con sus
hombres para derrocar al azteca Moctezuma. A su vez, la comitiva se completaba
con algunos aliados indígenas aliados de los conquistadores (destacando
totonacos y tlaxcaltecas).
En
palabras del investigador, estaban bajo el mando de Juan de Alcántara y
eran miembros del contingente de Pánfilo de Narváez. La caravana -en la que se
destacaban también mujeres (50 en total) y niños (10 de hasta tres
años)- fue sin embargo atacada por los guerreros de Texcoco, los cuales
capturaron también a los animales que iban con ellos, los primeros que habían
llegado hasta entonces de territorio europeo.
Los
prisioneros fueron trasladados al poblado de Zultépec, donde les
mantuvieron presos seis meses para sacrificarles paulatinamente a sus dioses en
sus diferentes fiestas indígenas. En palabras de Martínez, el principal de
estos rituales fue el ofrecido a Huizilopochtli -el dios de la guerra-;
aunque tampoco fue nada desdeñable la matanza que se produjo en la ceremonia en
honor a Izcalli, la deidad del fuego.
Las crueles torturas a los conquistadores
Según
determina Martínez, las torturas a las que fueron sometidos los miembros de
esta caravana fueron brutales. Para empezar, y según acaba de descubrir, una
buena parte de los supervivientes fueron separados y confinados en varias
«habitaciones» de este pueblo. La finalidad: que no pudiesen comunicarse.
Con todo, el experto considera que no fueron usados como esclavos, tan
solo como meras ofrendas a los dioses con el objetivo de aplacar la ira que los
conquistadores traían sobre su región.
En la
festividad en honor de Huizilopochtli se vivió uno de los momentos más
trágicos, pues fueron asesinados 9 hombres mesoamericanos y 9 mujeres
embarazadas (un requisito indispensable). La forma en la que murieron ha
generado controversia estos últimos años. La mayoría de los expertos abogan
porque en esta celebración los aztecas abrieron sus pechos y se comieron sus
corazones, pues era la pieza mejor considerada de todo el cuerpo humano. No
obstante, esta teoría no es seguida por otros investigadores como la arqueóloga
Ximena Chávez, quien cree que fueron decapitados. Según determina, los
mexicas no solían recurrir tan habitualmente como se quiere hacer pensar a
meterse entre pecho y espalda carne humana.
Luis
Pancorbo López, en su obra «El banquete
humano: una historia cultural del canibalismo», es seguidor de la primera
teoría. «Los aztecas no dejaron apenas hueco en el tema caníbal. En los 18
meses de 20 días que tenía su calendario, aparte de cinco días vacíos, dos
meses eran los más propicios para los sacrificios: el mes XIII […] consagrado
al dios Tláloc con abundantes sacrificios humanos; y el mes X […] que celebraba
la caída de la fruta con grandes sacrificios humanos», determina el
investigador. A su vez, este divulgador histórico es partidario de que, en base
a los hallazgos de Martínez, la carne fue cortada con cuchillos de obsidiana, hervida
y, posteriormente, comida.
Hernán
Cortés
Wikipedia
Y es que,
después de investigar durante 20 años la zona, Martínez cree que la teoría del
canibalismo es la más creíble: «Los sacrificados se elegían en pareja, se
les extraía el corazón y sus cuerpos eran tirados por las escaleras del
templo ceremonial. Y una vez abajo, desmembrados y cocidos, y algunos de
su huesos, repartidos entre los nobles y guerreros sus cráneos eran colocados
en el 'tzompantli'", o altar de calaveras».
De la
misma opinión es Taladoire: «Los hallazgos incluyen elementos como huesos
humanos hervidos, lo que hace pensar que los integrantes de la caravana
capturada fueron víctimas de canibalismo ritual. Otros de los restos
como las calaveras fueron exhibidos por los mexicas y texcocanos a
manera de mensaje de advertencia para los invasores».
Martínez
se atreve también a aventurar (pues no tiene pruebas de momento para ello) que
las cabezas de los asesinados (tanto hombres como mujeres y niños) fueron
clavadas en estacas y puestas en los alrededores del poblado como una
advertencia a los conquistadores españoles. Esta práctica era denominada tzompantli
y se completaba dejando las testas en una empalizada de madera. Todo ello
habría sucedido después de que los rituales acabasen definitivamente en marzo
de 1521.
Con todo,
esta triste historia no terminó en este punto, pues Cortés envió a su soldado
más fiel, Gonzalo de Sandoval, a destruir el poblado.
Este, junto a varios soldados españoles, arrasó el asentamiento sin poder
liberar a ningún preso, pues todos habían sido asesinados. La mayoría de
nativos (incluyendo también mujeres y niños) fueron pasados por la espada. Con
todo, algunos fueron preservados como esclavos.
Los
militares tampoco tuvieron piedad con las estatuas levantadas en honor a los
dioses por los mexicas, las cuales decapitaron. A los pocos años, y
debido a lo que vieron allí los hombres de Hernán, el lugar fue bautizado como Tecoaque
(término que se puede traducir como «El lugar en el que se los comieron»).
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