El mito del «Genocidio
español»: las enfermedades acabaron con el 95% de la población
César
Cervera / Madrid
Día
13/10/2015 - 02.35h
Lejos de lo vertido por la Leyenda Negra contra
España, la catástrofe demográfica estuvo causada por las epidemias portadas por
los europeos. Los habitantes de América habían permanecido aislados del resto
del mundo y pagaron a un alto precio su fragilidad biológica
WIKIPEDIA
El
término anacrónico de «Genocidio Americano» es uno de los puntales de la
leyenda negra que vertieron los enemigos del Imperio español para menoscabar su
prestigio. En un grabado holandés del siglo XVII aparece Don Juan de Austria,
héroe de la batalla de
Lepanto, vanagloriándose del martirio de un grupo de indígenas americanos.
La mentira es insultantemente estúpida: el hijo bastardo de Carlos I de
España jamás participó de la conquista ni siquiera pisó suelo americano.
Así, entre mentiras, cifras exageradas y episodios novelados, se gestó el mito
que pervive hasta la actualidad de que los españoles perpetraron una matanza
masiva y ordenada de la población americana. La verdad detrás de esta
controversia histórica muestra que el auténtico genocidio, pese a que los
españoles no escatimaron en brutalidad para llevar a cabo sus propósitos, lo
causaron las enfermedades portadas por los europeos.
La
catástrofe demográfica que sufrió el continente americano desde 1492 –el año
del Descubrimiento de Cristóbal Colón– es un hecho irrefutable. Antes de la
llegada de los españoles se ha estimado tradicionalmente que la población del
continente se encontraba entre los 40 millones y los 100 millones. No obstante,
el hispanista venezolano Ángel Rosenblat argumenta en su estudio «La
población de América en 1492: viejos y nuevos cálculos» (1967) que la cifra
no pasaría de 13 millones, concentrándose los principales grupos en las
actuales regiones de México y de Perú, ocupadas por el Imperio azteca y el
Inca respectivamente. Sea una cifra u otra, la disminución demográfica fue
dramática: el 95 % de la población total de América murió en los primeros 130
años después de la llegada de Colón, según el investigador estadounidense H.
F. Dobyns.
La
sangría demográfica hay que buscarla en dos factores: el traumatismo de la
conquista (las bajas causadas por la guerra, el desplome de las actividades
económicas y los grandes desplazamientos poblaciones) y sobre todo las
enfermedades. Los habitantes de América habían permanecido aislados del resto
del mundo y pagaron a un alto precio el choque biológico. Cuando las
enfermedades traídas desde Europa, que habían evolucionado durante miles de
años de Humanidad, entraron en contacto con el Nuevo Mundo causaron miles de
muertes frente a la fragilidad biológica de sus pobladores. Un sencillo
catarro nasal resultaba mortal para muchos indígenas. El resultado fue la
muerte de un porcentaje estimado del 95% de la población nativa
americana existente a la llegada de Colón debido a las enfermedades, según los
cálculos del ecólogo Jared Diamond.
ABC
Retrato
de Bartolomé de las Casas
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Fueron
las grandes epidemias, sin embargo, las que provocaron el mayor impacto. Una
epidemia de viruela que se desató en Santo Domingo entre 1518 y 1519
acabó con prácticamente toda la población local. Esa misma epidemia fue
introducida por los hombres de Hernán Cortés en México y, tras arrasar
Guatemala, bajo hasta el corazón del Imperio Inca en 1525, donde diezmó a la
mitad de la población. Precedido por la viruela, la llegada de
Francisco Pizarro a Perú fue el golpe final a un imperio que se encontraba
colapsado por las enfermedades. La epidemia de viruela fue seguida por la de
sarampión, entre 1530-31; el tifus, en 1546; y la gripe, en 1558.
La difteria, las paperas, la sífilis y la peste neumónica también golpearon
fuerte en la población.
El genocidio en la leyenda negra
«Los
españoles han causado una muerte miserable a 20 millones de personas», escribió
en su texto «Apología» el holandés Guillermo de Orange, esforzado
padre de la propaganda negativa del Imperio español. Con la intención de
menoscabar el prestigio de la Monarquía hispánica, dueña absoluta del
continente durante casi un siglo, los holandeses, los ingleses y los hugonotes
franceses exageraron las conclusiones del libro «Brevísima relación de la
destrucción de las Indias», escrito por el fraile dominico Bartolomé de
Las Casas. Probablemente, este fraile, que acompañó a Cristóbal Colón
en su segundo viaje, no habría jamás imaginado que su texto iba a ser la piedra
central de los ataques a España cuando denunció el maltrato que estaban
sufriendo los indígenas. Como explica Joseph Pérez, autor de «La
Leyenda negra» (GADIR, 2012), Las Casas pretendía «denunciar las
contradicciones entre el fin –la evangelización de los indios– y los medios
utilizados. Esos medios (la guerra, la conquista, la esclavitud, los malos
tratos) no eran dignos de cristianos; el hecho de que los conquistadores
fueran españoles era secundario».
ABC
Grabado
de T. De Bry para «la Historia de la destrucción de las Indias»
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Las
traducciones y reediciones de la «Brevísima relación de la destrucción de
las Indias» se multiplicaron entre 1579 y 1700: de ellas 29 fueron escritas
en neerlandés, 13 en francés y seis en inglés. Lo que todos obviaron cuando
emplearon a de Las Casas para atacar al Imperio español es que él mismo
representaba a un grupo de españoles con el coraje de denunciar la
injusticia, la mayoría misioneros, y a una creciente preocupación que con
los años atrajo el interés de las autoridades. Este grupo crítico consiguió que
en 1542 las Leyes Nuevas confirmaran la prohibición de reducir a los indios
a la esclavitud y sancionaron el fin del trabajo forzoso, la encomienda.
Asimismo, en la controversia de Valladolid, donde por desgracia se
sacaron pocas conclusiones finales, se enfrentaron quienes defendían que los
indígenas tenían los mismos derechos que cualquier cristiano contra los que
creían que estaba justificado que un pueblo superior impusiera su tutela a pueblos
inferiores para permitirles acceder a un grado más elevado de desarrollo.
Las leyes nuevas sancionaron el fin del trabajo
forzoso
Curiosamente,
los enciclopedistas franceses, muy
críticos con todo lo referido a España en otras cuestiones, fueron los
primeros en ver que las cifras presentadas por de Las Casas –20 millones de
muertos causados por los métodos de los conquistadores– eran del todo
imprecisas. En «El Ensayo sobre las costumbres» (1756), Voltaire
afirma que Las Casas exageró de forma premeditada el número de muertos e
idealizó a los indios para llamar la atención sobre lo que consideraba una
injusticia. «Sabido es que la voluntad de Isabel, de Fernando,
del cardenal Cisneros, de Carlos V, fue constantemente la de
tratar con consideración a los indios», expuso en 1777 el escritor francés Jean-François
Marmontel en una obra, «Les Incas», que por lo demás está llena de
reproches hacia la actitud de los conquistadores. La Revolución francesa
y la
emancipación de las colonias en América elevaron a de Las Casas a la
categoría de benefactor de la Humanidad.
Los críticos se convierten en los conquistadores
Más allá
del brutal impacto de las enfermedades, es cierto que la violencia de la
Conquista de América provocó la muerte directa e indirecta de miles de
personas. El que existiera un grupo de personas críticas con los métodos
empleados por los conquistadores –un grupo de hombres que perseguían como
principal objetivo el hacerse ricos– o que los Reyes españoles
plantearan soluciones –aunque fueran incompletas e incluso hipócritas– no
exime a España de sus pecados históricos y del daño cometido, pero sí la
diferencia de precisamente los países que censuraron una actuación que luego
ellos mismos practicaron. Sin entrar a valorar el fangoso proceso llevado a
cabo por los anglosajones en
Norteamérica, la explotación de caucho en el África negra dejó a sus
espaldas 10 millones de muertos en el Congo Belga.
«La colonización
europea de los siglos XIX y XX fue culpable de crímenes semejantes a los
cometidos por los conquistadores españoles. La única diferencia es que no
encontraron a un de Las Casas para denunciar las injusticias con tanta
repercusión», sentencia el hispanista Joseph Pérez en el citado libro.
LA FALACIA DEL INDIGENISMO ORIGINARIO..FOREIGN
OFFICE DETRAS
IBEROAMÉRICA
Y EL INDIGENISMO
Primera parte
Por Jorge Oscar Sulé
A PROPÓSITO DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
Desde hace un tiempo hemos escuchado la expresión “pueblos originarios” para designar a los indios americanos y particularmente a los nuestros de Argentina. La expresión generalizada por los medios de comunicación masivos sustentados por las multinacionales del dinero, y repetida incluso por los más altos rangos de nuestra representación política, conlleva una idea que conmueve los cimientos del conocimiento etnológico, paleoantropológico e histórico asentados en esas ciencias.
Es decir que nuestro indio habría nacido en América. En otras palabras, que nuestro continente habría sido el escenario donde naciera originariamente el hombre americano.
Ante tamaña aserción fuimos a buscar en el conocimiento de los sabios y científicos, si la información que el hombre y los pueblos de América eran “originarios” de nuestro continente, o si se trataba de un nuevo y colosal disparate surgido de las usinas del indigenismo, de donde suelen deslizarse conceptos que esconden concupiscencias e intencionalidades ideológicas.
Algunas dataciones humanas
Nuestra breve incursión investigativa nos dio los siguientes resultados. Los fósiles homínidos más antiguos descubiertos en África y llamados ardipithecus y australophitecus son datados en más de 4.000.000 de años. Un australopihtecus datado por el potaso-argón registra una antigüedad de 3.200.000 años pero no es “homo” ya que no se encuentran junto a éstos fósiles herramientas y utensillos, pero tienen una particularidad significativa, están ya verticalizados, tienen andar bípedo aunque sus manos aún parcialmente siguen estando dotadas para trepar árboles. Este homínido hembra lleva el nombre de Lucy, designada por el paleoantropólogo Donald Johanson que la descubriera tras paciente investigación en Etiopía en región cercana a la tribu llamada Afar, de allí que Lucy lleve el nombre de australopithecus afarensis.
Cercana a esa región del África comienzan a encontrarse fósiles ya acompañados de herramientas y utensillos: estamos ante la presencia de los primeros homo. Un esqueleto descubierto por Richard Leackey al que denominó homo erectus, está datado en 1,540.000 años y Lowis Leackey anunció el descubrimiento de un cráneo que denominó homo habilis y se lo dató en 1,800.000 años. Estos fragmentos de cráneo reconstruidos no superan los 1.000 cm3. de masa encefálica pero están rodeados de herramientas prehistóricas cuya estratigrafía se corresponde con los años ya consignados. Otro descubrimiento hacen los Leackey en Kobi Fora (África) que lo dató en 2.800.000 años y que clasificó de “homo 1470” aunque está en discusión su naturaleza de homo.
Estudios del ADN-genoma que detecta entre otras cosas las huellas de la evolución han revelado que el hombre anatómicamente moderno el Homo Sapiens Sapiens (¿heredero de los anteriores?) surgió en África entre los 200.000 y 140.000 años. No fue la única especie humana ya que fue detectada una población de cráneo alargado, cuerpo robusto y bien adaptado al frío, que se denominó Neandertal entre los 100.000 y 30.000 años habiendo coexistido con el hombre moderno. La mayoría científica lo cree extinguido ya que no habría interfertilidad con el Homo Sapiens Sapiens.
Con la desaparición del Neandertal el Homo Sapiens Sapiens se convirtió en la primera especie global de la evolución de los homínidos.
Estos humanos son los que constituyen los primeros “pueblos originarios” que comenzaron su emigración o dispersión primero hacia el norte de África. Luego se dirigieron hacia el Cercano Oriente, Australia, Europa y Asia y por este continente hacia América durante y después de la última glaciación (entre 30.000 y 20.000 años).
No existe en todo el mundo científico, antropólogo, paleontólogo, arqueólogo o historiador que afirme que el indio sea originario de América. Todos están contestes que éstos llegan a América a través del estrecho de Bering hacia el final del cuaternario especialmente después del retroceso glaciar (20.000) procedente de Asia (actual Siberia, Mongolia, Tibet, etc) y por el corredor de Beringia.
Estos emigrantes asiáticos, aún perteneciendo a la misma raza, no eran homogéneos desde el punto de vista étnico y cultural: correspondían a diversos subtipos de raza amarilla, hablaban lenguas diversas y tenían niveles civilizatorios distintos.
Los sabios que han estudiado el tema, entre ellos Ales Hrdlicka, no remontan la antigüedad del hombre americano más allá del final del Pleistoceno.
Los científicos Kurk Bryan y Louis Ray piensan, después de extensas y profundas investigaciones, que los fósiles humanos encontrados en América del Norte no pueden ser superiores a una antigüedad de 25.000 años.
No hay que olvidar a otro grupo de científicos, que sin desconocer la vía de acceso por Bering, también afirman que hubo emigraciones oceánicas por el Pacífico norte y por el Atlántico norte.
LA SITUACIÓN EN ARGENTINA
Se estiman varias emigraciones procedentes desde el ya registrado estrecho de Bering y por otras arribadas.
Haciendo un resumen, con todo el riesgo que toda simplificación significa pero siguiendo el pensamiento de nuestros grandes científicos, podemos estimar en cuatro las inmigraciones que cubrieron partículas de nuestro territorio y más allá de nuestros límites; los llamados FUÉGUIDOS, los PÁMPIDOS, los AMAZÓNIDAS y los ÁNDIDOS.
Recientemente efectuado por investigadores del museo de Ciencias Naturales de la Plata se ha detectado un asentamiento en cercanías de Pino Truncado (Prov. de Santa Cruz) con una antigüedad de 12.890 años. Entre esa fecha y los 10.000 años, fueron los fuéguidos y los pámpidos los que se habrían establecido. Vienen de pueblos asiáticos no mongolizados ambos dolicoféfalos y con un nivel preagrícolo. Los sobrevivientes de los fuéguidos que se encuentran en proceso de extinción en el siglo XIX, son los onas o selknam, yaganes o yamanas y alacalufes: son nómades cazadores menores, recolectores y depredadores marinos. El grupo pámpido se lo ubica en la sabana y estepa patagónica pasando por la llanura pampeana y llegando a la boscosa. Son nómades cazadores mayores más corpulentos y altos que los anteriores y con sus diferencias idiomáticas sus descendientes van desde el patagón con sus dos divisiones a Oniken al sur y Gunüna Künen o Genaken (tehuelche) al norte patagónico, hasta el guaycurú del chaco que cubre una familia lingüística a la que pertenecen los tobas, matacos, mocovíes, etc.
El grupo Amazónida con datación por debajo de los 5.000 años ya vienen con la agricultura: el grupo mayor descendiente de aquéllos es el guaraní que se ubica generalmente en Misiones. No aparecen como un todo continuo sino en pequeñas ínsulas a lo largo de la ribera del Paraná y sus islas. Fueron pequeños núcleos de hábitos migratorios sin construir un Estado continuo; de costumbres antropofágicas y prácticas guerreras. Cultivan en los claros de la selva la mandioca, batata, el zapallo, etc.
El grupo Ándido es el que encuentra el español a lo largo de los Andes y sus estribaciones. Sus dataciones son por debajo de los 2.000 años.
Lo que consignamos a continuación en nuestro país corresponde a la época denominada Período Tardío, en el Noroeste que va desde el 850 d.c hasta el 1480 d.c aproximadamente, que comenzaría el período de dominación incásica. A este grupo pertenecen los purmamarcas, jujuyes, omaguacas, atacamas y diaguitas. De la quebrada de Humahuaca tenemos poca información; de sus costumbres solo se puede decir que están relacionados con la guerra, con el culto del cráneo trofeo y el uso de alucinógenos.
Hacia el año 1480 aproximadamente se estima el momento de la llegada de los incas (Ándido) cuya conquista abarcó todo el N.O argentino extendiéndose a través de los valles hasta San Juan y Mendoza continuando su recorrido hacia Chile hasta el río Maule frenados en estas regiones por el arauco o mapuche. De su presencia quedan como testimonio los llamados tambos, centros de aprovisionamiento, y los pucará como el de Andalgalá y el de Tilcara, centros de acantonamiento militar.
El grupo lule ubicado, al este de los guaycurúes, ramal de procedencia quizás del antiguo pámpido se asentaron sobre la llanura boscosa y el pede monte de las sierras pampeanas y subandinas. “Frecuentemente caníbales asolaban territorios hostigando a las tribus sedentarias de los valles…Su acción devastadora fue tal que un cronista consigna que si el español no hubiera llegado a esa zona los lules hubieran terminado por destruir a todos aquellos pueblos”.
Ya con anterioridad los lules habían invadido y dominado a los tonocotés de Santiago del Estero.
Las Sierras Centrales (Córdoba y San Luis) atesoran restos datados en 6.000 años. Con posterioridad se instalaron núcleos agroalfareros llamados comechingones y sanavirones, quizás de procedencia ándida, datados por el carbono 14 hacia el 1.000 d.c.
Del mismo ramal ándido quizás sean los huarpes que acompañando a Pedro del Castillo y cincuenta vecinos venidos de Santiago de Chile fundaron Mendoza en 1561.
Creemos que el araucano o mapuche es ramal también ándido que hacia el siglo XVIII de nuestra era penetró desde Chile hacia territorio argentino en busca del yegüerizo traído por Pedro de Mandoza y la hacienda dejada por Garay multiplicada prodigiosamente. De esta invasión son víctimas los Guenaken (tehuelche) que casi fueron exterminados. De esta manera el araucano se convierte en cazador errante, degradando su condición anterior de pueblo sedentario agricultor.
El pehuenche es cordillerano (Ándido siglo XVI) no mapuche, con idioma propio, recolector y cazador con prácticas de agricultura: se ubicaron en el sur de Mendoza y Neuquén. Fue amapuchado posteriormente por las luchas intertribales. Una de sus ramas, el ranquel, también de inmigración tardía procede del río Agrio superior en el norte del Neuquén montañoso. Después de sangrientas luchas intertribales con mapuches y huilliches con quienes se mezcla, emigran hacia 1770 aproximadamente hacia la provincia de la Pampa a las orillas de las lagunas de aguas dulces como Leuvucó, Trenel, el Cuero, Pitral Lauquen y otros lugares de esa provincia. El voroga o borona, de estirpe mapuche, viene de Chile después de la batalla de Maipú. Allá en su mayoría apoyaron al Virrey de la Pezuela, por lo que se enfrentaron con otros vorogas que apoyaron a los ejércitos patriotas. Estas luchas intertribales verdaderamente sangrientas cubren un capítulo de la Historia de Chile que allá se denomina “Guerra a Muerte” .
Después de aquel triunfo de San Martín sobre los realistas, los vorogas derrotados ya en territorio argentino acompañados por efectivos leales al poder español, desertores y aventureros se instalaron primero en la Sierra de la Ventana expulsando a grupos pampas y luego prefirieron instalarse en las zonas de Guaminí, Carhué, Epecuén, Masallé (sudoeste de la provincia de Buenos Aires) y en Salinas Grandes en el este de la provincia de la Pampa lindando con Buenos Aires.
Los llamados pampas desplazados de Sierra de la Ventana se replegaron con sus pares ubicados en territorios del actual partido de Tapalqué, Azul, Olavaria, Tandil. Los pampas son fruto también de varias mestizaciones: el querandí que encontró Mendoza en Buenos Aires desapareció de la región; o bien se replegó al hábitat guaranítico o bien se dirigió al sur mezclándose con el viejo pámpido. A esta conjetural mestización del antiguo pampa siguió otra no tan conjetural como fue la producida por la penetración del gününa Küne o guenaken que viene del norte patagónico penetrando en la provincia de Buenos Aires en un proceso que algunos llamaron la “tehuelchización de la pampa” cuyo alcance e intensidad se discute. Con posterioridad a esta mestización se sucedieron otras por la invasión del mapuche procedente de Chile que penetró a este espacio atraído, como dijimos anteriormente, por la hacienda en general. Estamos en el siglo XVIII en que el idioma mapuche con variantes se ha impuesto a los anteriores sin que los indios viejos hayan olvidado su procedencia e idioma anteriores.
De allí que el pampa tenga relaciones amistosas con el tehuelche septentrional (gününa Kúne) o Guenaken, una de las raíces más antiguas y no con el voroga, inmigrante tardío, que se ha ubicado como dijéramos en el sudoeste de Buenos Aires en la segunda década del siglo XIX.
Estudiando la toponimia bonaerense se pueden advertir las huellas de las distintas invasiones o inmigraciones sobre los pámpidos: por ejemplo, arroyo Tandileufú, arroyo Lagueyú en el partido de Ayacucho, el arroyo Chelforó en Gral. Guido, Kakel Huincul en el partido de Maipú son denominaciones o toponimias de etiología araucana en tanto Cashuati, denominación de Sierra de la Ventana, Napostá arroyo que cruza Bahía Blanca, Chivilcoy, Sierra de Volcán o Vulcan del partido de Balcarce Guaminí y otras son de etiología tehuelche septentrional.
LOS NÚCLEOS MÁS IMPORTANTES EN AMÉRICA
Las áreas culturales de mayor desarrollo fueron: 1.- La Náhoa con centro en el pueblo azteca, Méjico. 2.- La Maya-quiché (península de Yucatán hasta Panamá actual)., 3.- La Chibcha (desde Panamá hasta Colombia). 4.- La Incásica con núcleo en Perú y proyección hacia Ecuador al Norte, el N.O argentino y hasta el centro de Chile (regiones aproximadas).
No describiremos los múltiples aspectos de estas civilizaciones que ostentan el grado más alto de organización gubernamental, de gran desarrollo agrícola y manifestaciones artísticas sino ciertas características distintivas que nos orientan en el enfoque de nuestro tema.
En la náhoa azteca vemos una federación de comunidades con un núcleo central militarizado, ya que no han podido dominar a todos los pueblos, y con prácticas religiosas consistentes en sacrificios humanos y antropofagia. En el área maya-quiché se destaca la arquitectura y el calendario aunque también crueles prácticas religiosas. En al área chibcha se destaca un pueblo de orífices notables. Los incas con base en Cuzco tienen una mejor organización política que los náhoas mejicanos: son constructores de caminos y sistemas de riego complejos; acá se encuentran disminuidos pero no desaparecidos los sacrificios humanos. Estos pueblos a su debido tiempo fueron invasores y practicaron la esclavitud. Los aztecas, tributarios de los tepanecas, vencieron a éstos y conquistando a otros pueblos se instalaron finalmente en el valle de Méjico donde había varios lagos, fundando la ciudad que llamaron Tenochtitlan o Mechttli (Méjico) hacia el 1.300 de nuestra era, doscientos años antes que llegara Cortés.
Antes de los Incas, dominaron sobre la costa otros pueblos llamados yungas que dieron origen a la civilización llamada de Tiahuanaco antes de la era cristiana pero fueron dominados por guerreros conducidos por los llamados incas, élite militar que procede de lugares geográficamente más altos que finalmente dieron nombre a toda una época. No hay duda que estos pueblos conquistadores fueron los más adelantados de América asentados sobre una base agrícola avanzada. Efectivamente, la agricultura trae el sedentarismo, formas organizacionales más complejas y más tiempo para dedicarse al desarrollo de la arquitectura, las artes y al final la escritura (cuneiforme o ideográfica). No obstante, no llegaron a otros niveles civilizatorios más altos porque no conocieron los cereales panificables (trigo, avena, cebada) la rueda como medio de transporte, el arado, el torno, el hierro, el vidrio, el caballo o los grandes cuadrúpedos que dan carne y leche en forma masiva a los pueblos entre otras cosas. Es por ello que se afirma, teniendo en cuenta estos datos, que el mundo indígena americano está recién en el Neolítico medio o reciente, teniendo un atraso civilizatorio con respecto al Asia (por ejemplo China), Medio Oriente y Europa de 2.000 años o más. La brecha es mayor tratándose de los indios ubicados en regiones argentinas.
Concluimos afirmando que América en su conjunto es un continente de población reciente. El hombre americano no es autóctono.
Señalemos antes de seguir adelante que la gloria y el prestigio de un país no dependen de su pasado más o menos remoto y que si América ha sido poblada tardíamente no hay razón alguna para sentirse humillado como no la tiene el África para enorgullecerse por haber sido la cuna de la humanidad.
Hacia el final del siglo XV llegaron a América otros inmigrantes conquistadores en navíos incomprensibles para los indios. Navíos gigantescos con velas cuadras y las triangulares que se movían o giraban pudiendo dar siempre la cara de la vela al viento aunque venga de frente o de costado (carabela), con timón o gobernalle con prescindencia de la espadilla y sin remos laterales, con la aplicación de la brújula y el astrolabio. Pero traen otra cosa, dos maderos en cruz….Comienza otra historia.
j.o.s
The Times of the World, publicado por “Times Books”. Año 1999
González Rex-Pérez J. A “Argentina indígena” pág 113 Editorial Paidós 1990.
Fernández, Jorge: “Historia de los indios Ranqueles”. Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Buenos Aires. 1998.
Vicuña Mackena, Benjamín: “El ostracismo de los Carrera”. Universidad Nacional de Chile.
Casamiquela Rodolfo, Funes Derieul Carlos, Thill José P. “Toponimias indígenas”. Fundación Ameghino. 2003.
IBEROAMÉRICA Y EL INDIGENISMO
Segunda parte
Por Jorge Oscar Sulé
NACE HISPANOAMÉRICA
El hecho más importante del Renacimiento es el descubrimiento de América.
Dejamos por inconducente el gazapo indigenista que niega tal descubrimiento otorgándole el merito a los llamados pueblos originarios; pero digamos algo. En primer lugar porque en América, como lo hemos demostrado en páginas anteriores, no hay pueblos originarios, somos todos inmigrantes; como se ha dicho los pueblos proceden de Asia y llegan a nuestra América a través del estrecho de Bering. En segundo lugar porque descubrir es HACER PATENTE ANTE TODOS algo que era desconocido, es DESTAPAR LO QUE ESTÁ CUBIERTO, es DAR A LUZ a lo que está en la sombra, es HALLAR LO QUE ESTA IGNORADO O LO OCULTO Y MOSTRARLO a todo el mundo y eso significó y ocurrió cuando España clavó la cruz en las playas de Guanahaní una vez y para siempre.
En tercer lugar porque nace con el descubrimiento una nueva cultura, la hispanoamericana o iberoamericana que nos abre a la trascendencia y que es la fusión del llegado con el medio indiano, es lo bajo medioeval y lo indoamericano. Pero no es una superposición. Es una integración de los elementos que se encuentran, aunque la fusión integradora reposa sobre los guiones culturales españoles: la religión superadora de los politeísmos sangrientos encontrados, el lenguaje de mayor plasticidad y mayor cantidad de inflexiones lexográficas, técnicas de sustentación de más eficacia para el desarrollo civilizatorio, estructuras jurídicas, expresiones estéticas etc, etc. Pero en el recién llegado, a su vez, se operarán transformaciones: el medio humano y geográfico encontrado, el paisaje, el suelo, el clima (Genuis loci Buela dixit) produciría una asimiliación completa a la naturaleza pletórica que lo rodea identificándose con ella.
Esa identificación con el medio será un hecho casi inmediato y su arraigo y anclaje, definitivo. Así nace Hispanoamérica.
REFLEXIONES SOBRE LAS DOMINACIONES
Pero antes de seguir adelante no esta de más despejar dos problemáticas que se relacionan entre sí. Por un lado si es correcto o no afirmar la superioridad de un nivel civilizatorio sobre otro, y por el otro lado analizar el cuestionamiento de aquéllos que descalifican a los españoles por meterse en tierras que no le eran propias.
En cuanto a la primera problemática, no dudamos en afirmar que existe la superioridad de niveles civilizatorios, por ejemplo la de los ándidos con respecto a los pámpidos, y de los españoles con respecto al conjunto aborigen. De más está decir que dicha superioridad no está dada necesariamente por la simple modernidad cronológica que ella expresa, ni dicha superioridad es estable ya que hay procesos de decadencia y senectud, ni tampoco se impone por la simple compulsión económica o de las armas.
La superioridad de una cultura y de una civilización está en su capacidad de fecundación y transmutación, en su capilaridad transmisora.
Efectivamente: la predominancia y permanencia de una cultura y de una civilización no se da necesariamente por y a través de la supremacía militar o el chantaje de una economía dominante, si bien aquella puede venir precedida de los filos de las bayonetas o de las faltriqueras de los mercaderes, pero no necesariamente.
Desparecida la coacción por la coacción misma, que siempre tiene el signo de la provisioriedad y de lo contingente, la cultura del vencedor o del vencido sobrevivirán protagónica o transmutada, porque así lo impondrán sus naturales excelencias si las tienen o por el contrario se marchitarán una u otra como la floresta cuyas radículas no tienen más o han tenido muy poca sustentación nutricia. Conocemos muchos vencedores que aunque tales y como tales, nunca transmitieron ni impusieron culturalmente nada. Otros fueron absorbidos por el propio vencido, no quedando del dominador rastros de su predominio y hay otros que vencidos, no se proyectan ni siquiera sobreviven transmutados o aculturados.
En ninguno de esos casos esta España. Hoy después de 5 siglos más de 600 millones de hispanoamericanos siguen hablando el lenguaje de Castilla y rezando al mismo Dios heredado. En Hispanoamérica late una rebeldía para con los valores absolutamente materiales y para con los excesos racionalistas de metodologías complicadas y frustráneas. Se vive mas pulsando una guitarra que contando dólares.
Veamos ahora la segunda problemática, o sea el cuestionamiento que se hace a España ¿Porqué se metió en tierras que no le era propias? Algo se ha dicho al respecto. Pero este cuestionamiento que es un juicio de valor en labios de algún jurista de Derecho Internacional Moderno, que omite compulsar las concretas relaciones de superioridad que en el pasado pesaban más que las razones de derecho, o que responde a un sentimiento ético de humanitarismo poético cuando no a hipocresías ideológicas que esconden su rapacidad intrínseca, no se corresponde con las realidades históricas y sus verdaderos contextos. Además ese enjuiciamiento esta reñido con la más elemental de las equidades. Nadie enjuicia a los egipcios que absorbieron a los primitivos camitas y levantaron su imperio, legando a la humanidad un gran patrimonio cultural. Ni tampoco nadie enjuicia a los hebreos porque dominaron a los antiguos filisteos y cananeos de las tierras del Jordán transmitiéndonos en cambio nada menos que el monoteísmo como preciosa clave de la existencia humana. Ni que hablar de los griegos que conquistaron a los “pueblos del mar” “pelasgos” y aniquilaron la civilización cretomicenica y luego elaboraron una civilización y cultura de la que después todo el mundo se sentirá heredero, incluso la misma España por Roma y nosotros de alguna manera por España. Nadie enjuició a Roma que liquidó a Estruscos y aposentándose en sus territorios - la actual Italia-, con el tiempo nos dió una gigantesca obra jurídica aprovechada por todo el mundo. Finalmente, el enjuiciamiento se vuelve sobre los mismos aborígenes que en sus sucesivos desplazamientos invadieron tierras de otros indios, aniquilándolos o absorbiéndolos hasta hacer prevalecer al final, como los ándidos, sus técnicas y espiritualidad superior sobre comunidades anteriores.
¿Porqué entonces seguir enjuiciando a España cuya gesta fundacional en cultura y metodología incluso no tiene un símil en la Historia Universal y cuando ningún pueblo conquistador como el Egipto imperial, la Palestina religiosa, la Grecia aristocrática y democrática, la Roma del Derecho y los ingleses y franceses que invadieron al África y parte del Asia en el siglo XIX preguntaron nunca por la legitimidad de sus conquistas? Hasta en esto España se mostró superior. Sus doctores y teólogos se reunieron varias veces para discutir no ya la filosofía de la misma empresa, sino su propia legitimidad moral. Esas dudas teologales muestran la sensibilidad de una casuística de dominación que no se dió nunca antes de España ni después de ella hasta en nuestros días.
¿Qué hubo crueldades y excesos? los conocemos pero no fue por sistema ¿pudo haber sido de otra manera? Por aquélla época en Europa la hoguera de la Inquisición católica y protestante cobraba victimas frecuentemente, el apaleamiento y la mutilación en Público eran castigos habituales en el viejo continente. En el nuevo continente precolombino los aztecas en sus pirámides truncadas arrancaban con filosos cuchillos de obsidiana los corazones de los prisioneros vencidos de otras tribus. Para la sola inauguración del gran templo de Méjico fueron sacrificados 25.000 jóvenes . La última guerra mundial sacrificó millones de combatientes y civiles y una bomba atómica aniquiló a dos ciudades japonesas en un instante con solo apretar un botón. Y hoy en el Cercano Oriente y en el Asia hay matanzas todos los días.
No cabe esperar que un Pizarro o un Almagro o un Hernandarias fuesen mucho más sabios e ilustrados que hombres como Enrique VIII, Enrique Truman, Winston Churchill, José Stalin, Hitler y Bush que tuvieron muchos más medios de serlo que aquéllos. No. Los parámetros del análisis corren por otros carriles.
Simultáneamente a la conquista vino el mestizaje, se fundaron ciudades (200 ya en el siglo XVI), llegaron colonizadores que se quedaron, se trajo la imprenta, la escuela, las universidades, las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales con todos los vicios y las virtudes de la época y siempre el catecismo.
En fin, la metodología fue la integración; la evangelización, su herramienta. He aquí como el catecismo contribuye decididamente a la tarea de amalgama y fusión. ¿Exquisita e imperceptible metodología de poder y proyección política? ¿Auténtica vocación apostólica? Dejo la respuesta a otros. Lo que estoy seguro es que entre la metodología del exterminio y del genocidio sistemático que en el norte americano, cuáqueros, anglicanos y protestantes utilizaron para aniquilar a los doscientos pueblos aborígenes hasta su entera extinción y la metodología del catecismo y el mestizaje, la opción para nosotros los hispanoamericanos y católicos no resulta difícil.
En nuestro medio, Francisco de Aguirre en 1553 acompañado ya por mestizos y con la colaboración de indias e indios consolida lo hecho por Núñez del Prado fundando Santiago del Estero, San Miguel del Tucumán fundado por Diego de Villaroel y cincuenta pobladores lo hacen en 1565. Hacia 1591 el hijo del fundador de San Juan funda San Luis en la Punta de los Venados. En 1573, Jerónimo Luis de Cabrera funda Córdoba de la Nueva Andalucía. En 1582, Hernando de Lerma fundó San Felipe del Valle de Salta. En 1591, Ramírez de Velazco encomienda a un vecino de Santiago, Blas Ponce, la fundación de un poblado que se llamó Todos los Santos de la Nueva Rioja.
Juan de Garay con nueve españoles y setenta y cinco “mancebos de la tierra” (mestizos) fundó Santa Fe en 1573 y en 1580 la Ciudad de la Trinidad en el puerto de Santa María de los Buenos Aires y Francisco Algarañaz fundó Jujuy en 1593.
Antes de finalizar el siglo XVI ya esta delineada la división política de gran parte del país de los argentinos. Los hispanoamericanos blancos, mestizos e indios están fundando ciudades. El proceso de formación de la nueva cultura está en marcha y en el siglo XVII ya esta consolidado.
Aquéllos hispanoamericanos, aquéllos criollos no sienten menoscabo por la tierra en que viven, por la lengua que hablan, por la raza a la que pertenecen, por su Dios al que rezan. No significa esto que aquellos criollos estuviesen siempre conformes con su régimen político sino que su lealtad a América era total. Será mucho tiempo después que se les planteará a nuestros pueblos con el iluminismo y el liberalismo triunfantes, dudas e inquietudes sobre su civilización y cultura. Se está muy lejos entonces del posterior enjuiciamiento equivoco planteado por la consigna “Civlización o Barbarie” que creará complejos de inferioridad que hoy todavía pone meneas a nuestro desenvolvimiento.
Es por ello que podemos afirmar que HISPANOAMÉRICA INGRESANDO A LA HISTORIA UNIVERSAL como unidad política y lingüística y con conciencia de sí misma fue obra exclusiva del Descubrimiento de América.
Tiempo después vendrán otras inmigraciones recién a fines del siglo XIX y parte del XX, particularmente en Argentina: italianos, nuevos españoles, franceses, eslavos, sirio libaneses, judíos, etc, que enriquecerán nuestra cultura, pero el elemento ordenador será siempre lo Hispanoamericano.
NUESTRA PERTENENCIA DESFIGURADA
Hoy se ha generalizado la expresión “América Latina” para denominar a nuestra ecúmene que se extiende al sur del río Bravo (Méjico) hasta Tierra del Fuego (Argentina).
El que escribe estas líneas no acata su uso incondicionalmente dado su origen bastardo y luego ideológico con que ha sido utilizado en sus orígenes y posteriormente por el marxismo y el imperialismo.
Efectivamente: Napoleón III en su intento colonialista francés entre 1861/1867 envió a Maximiliano de Austria a la conquista de Méjico. El intento se hizo bajo el pretexto o bajo las banderas del panlatinismo para oponerse al otro imperialismo sajón. Así nació el término “latinoamericano” para encubrir una acción imperialista francesa aplicada a Méjico y por extensión a todos los pueblos hispanoamericanos. “Los soldados franceses mataban a los mejicanos para salvar a Méjico e Hispanoamérica para la latinité”.
Entonces el ecúneme al sur del río Bravo estaba habitado por españoles, indios, mestizos criollos y negros; no existía ningún latino pero el termino se generalizó con la participación y aplicación de los Estados Unidos de Norteamérica que lo empleó haciendo un uso despectivo y peyorativo del mismo, desprecio que se proyectó y se proyecta a las personas procedentes de hispanoamérica.
Muchos “intelectuales” y “progresistas” ideólogos se vistieron rápidamente con ese ropaje denominativo de latinoamericano prestado para sacarse de encima a la repudiada España inquisitorial y leprosaria de la que muchos de ellos descendían. Por último, la curia italiana de la Iglesia Católica ingenuamente se prendió al bastardeo y creó el Colegio Pío Latinoamericano para la formación de curas procedentes de Hispanoamérica y posteriormente el C.E.L.A.M (Conferencia Episcopal de América Latina). El escamoteo estaba consumado. Ahora está generalizada la denominación de América Latina y la tenemos que usar por lo menos en asuntos políticos socio económicos, pero de ninguna manera en lo cultural filosófico y ontológico.
Se podrá decir que Hispanoamérica excluye al mundo lusitano: equivocado. Portugal fue parte de la provincia romana llamada Hispania (tierra de liebres) y además conformaron la España de Felipe II y Carlos V. Pero admitiendo el remilgo exquisito de la supuesta diferenciación, se puede acudir a lo Iberoamericano para referirse la cultura que pobló nuestra América y no lo latinoamericano.
OTRO EMBATE A NUESTRA CONFORMACION. EL INDIGENISMO.
¿Cuándo y porqué nace el indigenismo? Hacia 1825 llegó a Méjico un embajador norteamericano para representar a su país en la República recién proclamada.
Joel Robert Poinsett, que de él se trata, se caracterizará por sus múltiples actividades económicas y culturales creando nuevas logias afiliadas al rito masónico de York para oponer a las pro británicas hasta entonces dominantes en Méjico. Se destacó en el empeño del culto indigenista que originó y alentó entusiastamente. Hizo colocar en el salón de la recepción de la embajada norteamericana un gran retrato de Moctezuma y fue impulsando una política cultural desde la embajada yanqui signada por un indigenismo sorpresivamente beligerante, motorizando impulsos antihispánicos y anticatólicos con el objeto de ocupar ideológicamente el espacio cultural vacío que la ruptura de la continuidad histórica provocaría.
La inteligencia anglosajona y protestante, la misma que hoy opera desde la CIA había hallado una tesis cultural adecuada para romper la identidad cultural y de continuidad que formaban los lazos que vinculaban la América Española. La penetración económica iba a ser desde entonces más sencilla.
LA LEYENDA NEGRA ANTIESPAÑOLA
¿Fue una ocurrencia original la del embajador norteamericano Poinsett, procedente de un país que tuvo como refrán “The best indian is the dead indian”? De ninguna manera. El embajador norteamericano retomaba la propaganda de desprestigio antiespañol echada a rodar por Gran Bretaña desde el siglo XVII.
Por aquéllos tiempos, Inglaterra, en un segundo plano, inició una deliberada campaña contra España que tallaba alto en Europa. A la corona española le pertenecían los Países Bajos, desafectos al catolicismo, parte de Alemania de signo también protestante y dominaba también gran parte de Italia. Eran épocas en la que a la España de las Austrias había que tomarla muy en cuenta en el ajedrez internacional. Inglaterra comenzó entonces una tarea paciente pero perdurable, tendiente a despojar a la España de los Austrias de su protagonismo mundial desencadenando una acción psicológica de descrédito como forma de socavarla. Uno de los procedimientos consistió en la traducción al inglés del libro de Bartolomé de las Casas, en el que el clérigo español que llegó a ser Obispo de Chiapa, denunció los excesos de los encomenderos españoles. Por supuesto, estos acontecimientos ocurrieron, pero fueron exagerados por el sacerdote para llamar la atención de la corona, efecto logrado con la redacción de leyes protectoras y la venida de varios “visitadores” inspectores reales para morigerar los excesos denunciados.
Lo que no imaginó de Las Casas fue quienes y para que irían a utilizar sus escritos. Su libro mencionado, científicamente desechable, ya que no tiene valor histórico riguroso, fue utilizado políticamente. Para desacreditar a España (las ilustraciones horrendas que exhibe el libro fueron dibujadas en Europa).
LAS IMPRENTAS QUE REPRODUJERON EL LIBELO
Sin nos fijamos en las ediciones que lo reprodujeron nos explicaremos la intencionalidad del operativo. Diez ediciones proceden de Ámsterdam, dos ediciones proceden de Francfort, dos de Londres, cuatro de imprentas francesas, las hay de Heideberg y de Italia. En suma las publicaciones proceden de países protestantes dominados en el siglo XVII por España, imprentas de hugotones franceses y de ingleses anglicanos enfrentados a la potencia española. En uno de los libros traducidos al inglés, J.C.J, Metford recuerda que en la dedicatoria se invoca a Cronwell “…para conducir sus ejércitos a la batalla contra la sanguinaria y papista nación de las españoles”. En otras palabras la llamada “leyenda negra” del desprestigio antiespañol fue difundida por los enemigos de España en general y por Inglaterra en particular como arbitrio político en una época en que los Habsburgos mandaban sobre Europa y amenazaban a Inglaterra, entonces una potencia de segundo orden. “Tales diatribas compartían un estado patriótico generalizado y fue registrado por poetas como Tennyson, /los reynos de España/ reynos del diablo/ y los perros de la inquisición/. A la inversa, Lope de Vega llamará a Isabel de Inglaterra, “sanguinaria Jesabel” nos recuerda Hernández Arregui en su libro “Que es el ser nacional”.
En realidad, lo que estaba en juego era el próximo desplazamiento del poder naval y con él, el predominio consiguiente de Inglaterra que iba minando el terreno español con una previa guerra de acción psicológica. La cantidad de películas cinematográficas en la que se nos presenta a piratas, corsarios y navegantes del siglo XVII y XVIII como intrépidos ingleses que luchan por la libertad y los ideales más altos de toda empresa humana, en contraposición al español representado como el permanente trasgresor de los derechos humanos o como un simple bandido, no son sino ecos remotos, radiaciones antiguas de aquellos antagonismos seculares.
EL ANTIHISPANISMO EN NUESTRA CULTURA OFICIAL.
Todo esto se entiende fácilmente. Más difícil resulta comprender, tan mezquinas son las causas, el porqué de las oligarquías criollas después de la emancipación se dieron a denigrar sus propios orígenes. No hay más que repasar el pensamiento de un Echeverría, Alberdi, Sarmiento, Juan María Gutiérrez, que por ellos hablan las clases directoras, para advertir un antihispanismo que más que romper con España, que ya no era ningún peligro, rompen con ellas mismas desde el punto de vista del linaje nacional y de su propia identidad cultural. Este reniego de las oligarquías y las clases directoras para con su raza y su estirpe histórica es la expresión de su desolidaridad con el contexto socio cultural al que debían pertenecer, ya que al ligar sus exportaciones al imperio británico, tienden a desvincularse de sus orígenes a los que llamarán “bárbaros” y denigrarán sistemáticamente para justificar su escisión, su rompimiento. “La denegación de España, de parte de las oligarquías, en su nuez, no es más que el residuo cultural mortecino de sus servidumbre material al imperio británico”, analiza con precisión Hernández Arregui rematando con exactitud. “Los pueblos en cambio, se mantuvieron hispánicos, afiliados al pasado, a la cultura anterior. Lo cual prueba el poder de esa cultura española que la oligarquía repudió para vivir de prestado”. Cabe recordar que el autor de esas reflexiones no es hispanista y es conocida su procedencia marxista en viraje hacia el peronismo.
EL LIBERALISMO LE PRESTA LA LEYENDA NEGRA A LA IZQUIERDA.
Ahora estamos advirtiendo que grupos “izquierdistas” generalmente procedentes del marxismo, y con más frecuencia de la ignorancia, han empezado a repetir las mismas muletillas del imperio anglosajón, de la CIA y de las oligarquías vernáculas, levantando banderas indigenistas, explicitando las mismas consignas antiespañolas. ¿Cómo se comprende esta escatología antiespañola anacrónica, manipulada por la “izquierda” y que procede de tan espurios orígenes?
Acá la explicación es similar aunque el signo ideológico sea distinto al liberalismo capitalista.
El otro ensayo imperialista, el comunismo que tuvo expresión en la Unión Soviética y su influencia en Europa después de la última guerra a través de múltiples ensayos marxistas, parece agotado, igual que el liberalismo capitalista, por lo menos en sus formas finiseculares y decimonónicas. El marxismo parece derrotado en su discurso sociológico, en sus experimentaciones económicas, en sus explicitaciones políticas: el repliegue parece substancial, pero hay facetas en el marxismo que parecen no resignables. El axioma procedente de Feurbach “la religión es el opio de los pueblos” que Marx estampa y motoriza ha sido y es una fuerza de signo religioso al revés cuya potencialidad afectiva no es fácilmente reductible o volativizable. Las fobias ideológicas, como el carbono radioactivo, se van desprendiendo lentamente del resto fósil ya inerte. Veremos en estos años un embate indigenista, movido por el neomarxismo en retirada, de anacrónico cuestionamiento a España y a todo lo que ella significó, especialmente su concepción religiosa en su acepción católica.
Se hablará del genocidio español, del imperialismo español, del oscurantismo español. Habrá quienes atacarán directamente, otros elípticamente o por oblicuo, pero el centro del problema es la concepción cristiana católica de la que España por entonces fue portadora y trasmisora. No vamos a demostrar las patrañas de la “leyenda negra”; con el libro Bartolomé de las Casas basta y sobra. Sólo hemos querido detectar su origen y su intencionalidad pasada y actual.
En efecto: la denigración de España por parte de grupos llamados “indigenistas” manipulados por la “izquierda”, al igual que las oligarquías liberales, no es más que el residuo cultural mortecino de su servidumbre terminal a la concepción ideológica del marxismo que aunque en franca retirada en el terreno del pensamiento, y en la construcción del porvenir, retornará espasmódicamente por algunos atajos para recordar sus antiguas fobias decimonónicas.
EL ANACRONISMO Y SU PELIGROSIDAD
Pero no subestimemos el revival anacrónico del “indigenismo”: cuenta con el apoyo de fundaciones plutocráticas, universidades de Norte América, sectas religiosas yanquis, pseudo antropólogos y sociólogos a sueldo de centros financieros y a veces del propio Estado nacional, gran parte del sistema mediático y con las simpatías del imperialismo, sea éste localizado en algún territorio o el deletéreo imperialismo financiero que se mueve por encima de las naciones. De allí la importancia que merece el tema.
En las celebraciones del bicentenario en mayo de 2010 una delegación indígena de mayoría supuestamente mapuche entregó a la Presidencia de la Nación una propuesta en la que se peticiona entre otras cosas la creación de un Estado propio. Siguiendo la lógica de la petición tendríamos un Estado para los coyas, otro para los aymará, otro para los guaraníes, otro para los pilagas-tobas o los wichi-matacos.
Este dato revela el nivel de influencia política alcanzado y la peligrosidad de sus proyecciones. Este “indigenismo” movido por el neomarxismo antihispanista y por muchos que creen perseguir fines filantrópicos y humanitarios, conspira contra los esfuerzos de los que trabajan por la unidad iberoamericana y la construcción de un bloque continental regulador de la globalización.
Más allá de lo que pueda tener de noble la preocupación hacia los indios marginales de Argentina, inquietudes que compartimos, el “indigenismo” cuenta con el beneplácito del imperialismo, siendo funcional a los intereses hegemónicos que en él se esconden. La construcción de un gran estado controlado por los propios iberoamericanos no se logrará sobre las más de 200 lenguas distintas indígenas y “sus valores divergentes y ya deculturados. Será la confluencia del castellano y el portugués que habla más del 90 % de la población y la civilización mestiza que ellos expresan, la arcilla con que la historia hará –ha comenzado a ser ya- la unidad de nuestra América en la esfera de nuestro espíritu” y en la conjunción de intereses socioeconómicos y culturales.
“Somos lo que somos, resultado de una amalgama histórica que ya no puede ser separada de sus elementos componentes. América mestiza, producto sincrético de indios, españoles, negros y otros europeos es una realidad que no puede ser deshecha por un acto de voluntarismo indigenista. Somos una unidad geográfica, cultural, idiomática y religiosa que busca constituirse como Estado Nacional”.
QUE DIJO PERÓN SOBRE EL TEMA.
En nuestro carácter de peronólogos fundamentalistas queremos recordar lo que dijera Perón respecto al tema que analizamos advirtiendo antes que el Conductor llevaba gotas de sangre india por su madre Juana Sosa Toledo, pero nunca confundió la defensa de la dignidad humana de los indígenas con el “indigenismo”.
Perón refiriéndose a la “leyenda negra” antiespañola expresó que la misma está “plagada de infundios…Como no podía ocurrir de otra manera, su empresa (la de España) fue desprestigiada por sus enemigos y su epopeya objeto de escarnio, pasto de la intriga y blanco de la calumnia” y en el mismo discurso de homenaje a Cervantes explicó las razones de la calumnia, “porque la difusión de la leyenda negra que ha pulverizado la crítica seria y desapasionada interesaba doblemente a los aprovechadores detractores. Por una parte les servía para echar un baldón a la cultura heredada por la comunidad de los pueblos hermanos que constituímos Hispanoamérica. Por la otra procuraba fomentar así, en nosotros, una inferioridad espiritual propicia a sus fines imperialistas…Si la América española olvidara la tradición que, enriquece su alma, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España se quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez” .
Evita, en su viaje a Europa pasando por España el 9 de junio de 1947 se expidió en los mismos términos en cuanto a la herencia hispanoamericana de la que blasonaba y se sentía orgullosa. Ambos consideraban que los indios eran nuestros hermanos, pero la cultura hispanocriolla modelaba su personalidad y precisamente les permitía comprender nuestra continuidad histórica posterior y preexistente a 1810.
Es imposible imaginar una América o una Argentina sin España por lo tanto sin Sor Juana Inés, sin Bolívar, sin San Martín, sin Facundo, sin Rosas, sin Hernández, sin Marechal, sin Fermín Chávez, sin el 17 de Octubre. Imposible imaginar una Argentina sin España, o sea sin la zamba, sin chacarera, sin cueca, sin chamamé y por ahí me quedo sin el tango y esta última y nefasta posibilidad no la hubiera podido soportar.
Me liberé de estas alucinaciones apocalípticas cuando sintonicé por Radio F.M a don Marcelo Guaita que anunciaba la secuencia de cuatro tangos impresionantes “Orgullo criollo” y “Tierra Querida” ambos de De Caro interpretados por Osvaldo Pugliese y “Lo que vendrá” y “Triunfal” ambos de Astor Piazzolla, el primero instrumentado por la estupenda orquesta de Francini-Pontier y el último de la inolvidable orquesta del gordo Pichuco Troilo. Me tranquilicé. ¡Todavía somos Argentina! nombre que nos endilgó España a través del arcediano Martín del Barco Centenera, clérigo que llegó al Río de la Plata, misionó por el Paraguay y luego por el Perú y nos bautizó en un poema hacia fines del siglo XVI. ¡Menos mal, no somos hijos expósitos!.
Jorge Oscar Sulé.
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FOREIGN OFFICE A PLENO.
DIVISION DE LA ARGENTINA.
CON LOS LLAMADOS PUEBLOS ORIGINARIOS.
Primera parte
Por Jorge Oscar Sulé
A PROPÓSITO DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
Desde hace un tiempo hemos escuchado la expresión “pueblos originarios” para designar a los indios americanos y particularmente a los nuestros de Argentina. La expresión generalizada por los medios de comunicación masivos sustentados por las multinacionales del dinero, y repetida incluso por los más altos rangos de nuestra representación política, conlleva una idea que conmueve los cimientos del conocimiento etnológico, paleoantropológico e histórico asentados en esas ciencias.
Es decir que nuestro indio habría nacido en América. En otras palabras, que nuestro continente habría sido el escenario donde naciera originariamente el hombre americano.
Ante tamaña aserción fuimos a buscar en el conocimiento de los sabios y científicos, si la información que el hombre y los pueblos de América eran “originarios” de nuestro continente, o si se trataba de un nuevo y colosal disparate surgido de las usinas del indigenismo, de donde suelen deslizarse conceptos que esconden concupiscencias e intencionalidades ideológicas.
Algunas dataciones humanas
Nuestra breve incursión investigativa nos dio los siguientes resultados. Los fósiles homínidos más antiguos descubiertos en África y llamados ardipithecus y australophitecus son datados en más de 4.000.000 de años. Un australopihtecus datado por el potaso-argón registra una antigüedad de 3.200.000 años pero no es “homo” ya que no se encuentran junto a éstos fósiles herramientas y utensillos, pero tienen una particularidad significativa, están ya verticalizados, tienen andar bípedo aunque sus manos aún parcialmente siguen estando dotadas para trepar árboles. Este homínido hembra lleva el nombre de Lucy, designada por el paleoantropólogo Donald Johanson que la descubriera tras paciente investigación en Etiopía en región cercana a la tribu llamada Afar, de allí que Lucy lleve el nombre de australopithecus afarensis.
Cercana a esa región del África comienzan a encontrarse fósiles ya acompañados de herramientas y utensillos: estamos ante la presencia de los primeros homo. Un esqueleto descubierto por Richard Leackey al que denominó homo erectus, está datado en 1,540.000 años y Lowis Leackey anunció el descubrimiento de un cráneo que denominó homo habilis y se lo dató en 1,800.000 años. Estos fragmentos de cráneo reconstruidos no superan los 1.000 cm3. de masa encefálica pero están rodeados de herramientas prehistóricas cuya estratigrafía se corresponde con los años ya consignados. Otro descubrimiento hacen los Leackey en Kobi Fora (África) que lo dató en 2.800.000 años y que clasificó de “homo 1470” aunque está en discusión su naturaleza de homo.
Estudios del ADN-genoma que detecta entre otras cosas las huellas de la evolución han revelado que el hombre anatómicamente moderno el Homo Sapiens Sapiens (¿heredero de los anteriores?) surgió en África entre los 200.000 y 140.000 años. No fue la única especie humana ya que fue detectada una población de cráneo alargado, cuerpo robusto y bien adaptado al frío, que se denominó Neandertal entre los 100.000 y 30.000 años habiendo coexistido con el hombre moderno. La mayoría científica lo cree extinguido ya que no habría interfertilidad con el Homo Sapiens Sapiens.
Con la desaparición del Neandertal el Homo Sapiens Sapiens se convirtió en la primera especie global de la evolución de los homínidos.
Estos humanos son los que constituyen los primeros “pueblos originarios” que comenzaron su emigración o dispersión primero hacia el norte de África. Luego se dirigieron hacia el Cercano Oriente, Australia, Europa y Asia y por este continente hacia América durante y después de la última glaciación (entre 30.000 y 20.000 años).
No existe en todo el mundo científico, antropólogo, paleontólogo, arqueólogo o historiador que afirme que el indio sea originario de América. Todos están contestes que éstos llegan a América a través del estrecho de Bering hacia el final del cuaternario especialmente después del retroceso glaciar (20.000) procedente de Asia (actual Siberia, Mongolia, Tibet, etc) y por el corredor de Beringia.
Estos emigrantes asiáticos, aún perteneciendo a la misma raza, no eran homogéneos desde el punto de vista étnico y cultural: correspondían a diversos subtipos de raza amarilla, hablaban lenguas diversas y tenían niveles civilizatorios distintos.
Los sabios que han estudiado el tema, entre ellos Ales Hrdlicka, no remontan la antigüedad del hombre americano más allá del final del Pleistoceno.
Los científicos Kurk Bryan y Louis Ray piensan, después de extensas y profundas investigaciones, que los fósiles humanos encontrados en América del Norte no pueden ser superiores a una antigüedad de 25.000 años.
No hay que olvidar a otro grupo de científicos, que sin desconocer la vía de acceso por Bering, también afirman que hubo emigraciones oceánicas por el Pacífico norte y por el Atlántico norte.
LA SITUACIÓN EN ARGENTINA
Se estiman varias emigraciones procedentes desde el ya registrado estrecho de Bering y por otras arribadas.
Haciendo un resumen, con todo el riesgo que toda simplificación significa pero siguiendo el pensamiento de nuestros grandes científicos, podemos estimar en cuatro las inmigraciones que cubrieron partículas de nuestro territorio y más allá de nuestros límites; los llamados FUÉGUIDOS, los PÁMPIDOS, los AMAZÓNIDAS y los ÁNDIDOS.
Recientemente efectuado por investigadores del museo de Ciencias Naturales de la Plata se ha detectado un asentamiento en cercanías de Pino Truncado (Prov. de Santa Cruz) con una antigüedad de 12.890 años. Entre esa fecha y los 10.000 años, fueron los fuéguidos y los pámpidos los que se habrían establecido. Vienen de pueblos asiáticos no mongolizados ambos dolicoféfalos y con un nivel preagrícolo. Los sobrevivientes de los fuéguidos que se encuentran en proceso de extinción en el siglo XIX, son los onas o selknam, yaganes o yamanas y alacalufes: son nómades cazadores menores, recolectores y depredadores marinos. El grupo pámpido se lo ubica en la sabana y estepa patagónica pasando por la llanura pampeana y llegando a la boscosa. Son nómades cazadores mayores más corpulentos y altos que los anteriores y con sus diferencias idiomáticas sus descendientes van desde el patagón con sus dos divisiones a Oniken al sur y Gunüna Künen o Genaken (tehuelche) al norte patagónico, hasta el guaycurú del chaco que cubre una familia lingüística a la que pertenecen los tobas, matacos, mocovíes, etc.
El grupo Amazónida con datación por debajo de los 5.000 años ya vienen con la agricultura: el grupo mayor descendiente de aquéllos es el guaraní que se ubica generalmente en Misiones. No aparecen como un todo continuo sino en pequeñas ínsulas a lo largo de la ribera del Paraná y sus islas. Fueron pequeños núcleos de hábitos migratorios sin construir un Estado continuo; de costumbres antropofágicas y prácticas guerreras. Cultivan en los claros de la selva la mandioca, batata, el zapallo, etc.
El grupo Ándido es el que encuentra el español a lo largo de los Andes y sus estribaciones. Sus dataciones son por debajo de los 2.000 años.
Lo que consignamos a continuación en nuestro país corresponde a la época denominada Período Tardío, en el Noroeste que va desde el 850 d.c hasta el 1480 d.c aproximadamente, que comenzaría el período de dominación incásica. A este grupo pertenecen los purmamarcas, jujuyes, omaguacas, atacamas y diaguitas. De la quebrada de Humahuaca tenemos poca información; de sus costumbres solo se puede decir que están relacionados con la guerra, con el culto del cráneo trofeo y el uso de alucinógenos.
Hacia el año 1480 aproximadamente se estima el momento de la llegada de los incas (Ándido) cuya conquista abarcó todo el N.O argentino extendiéndose a través de los valles hasta San Juan y Mendoza continuando su recorrido hacia Chile hasta el río Maule frenados en estas regiones por el arauco o mapuche. De su presencia quedan como testimonio los llamados tambos, centros de aprovisionamiento, y los pucará como el de Andalgalá y el de Tilcara, centros de acantonamiento militar.
El grupo lule ubicado, al este de los guaycurúes, ramal de procedencia quizás del antiguo pámpido se asentaron sobre la llanura boscosa y el pede monte de las sierras pampeanas y subandinas. “Frecuentemente caníbales asolaban territorios hostigando a las tribus sedentarias de los valles…Su acción devastadora fue tal que un cronista consigna que si el español no hubiera llegado a esa zona los lules hubieran terminado por destruir a todos aquellos pueblos”.
Ya con anterioridad los lules habían invadido y dominado a los tonocotés de Santiago del Estero.
Las Sierras Centrales (Córdoba y San Luis) atesoran restos datados en 6.000 años. Con posterioridad se instalaron núcleos agroalfareros llamados comechingones y sanavirones, quizás de procedencia ándida, datados por el carbono 14 hacia el 1.000 d.c.
Del mismo ramal ándido quizás sean los huarpes que acompañando a Pedro del Castillo y cincuenta vecinos venidos de Santiago de Chile fundaron Mendoza en 1561.
Creemos que el araucano o mapuche es ramal también ándido que hacia el siglo XVIII de nuestra era penetró desde Chile hacia territorio argentino en busca del yegüerizo traído por Pedro de Mandoza y la hacienda dejada por Garay multiplicada prodigiosamente. De esta invasión son víctimas los Guenaken (tehuelche) que casi fueron exterminados. De esta manera el araucano se convierte en cazador errante, degradando su condición anterior de pueblo sedentario agricultor.
El pehuenche es cordillerano (Ándido siglo XVI) no mapuche, con idioma propio, recolector y cazador con prácticas de agricultura: se ubicaron en el sur de Mendoza y Neuquén. Fue amapuchado posteriormente por las luchas intertribales. Una de sus ramas, el ranquel, también de inmigración tardía procede del río Agrio superior en el norte del Neuquén montañoso. Después de sangrientas luchas intertribales con mapuches y huilliches con quienes se mezcla, emigran hacia 1770 aproximadamente hacia la provincia de la Pampa a las orillas de las lagunas de aguas dulces como Leuvucó, Trenel, el Cuero, Pitral Lauquen y otros lugares de esa provincia. El voroga o borona, de estirpe mapuche, viene de Chile después de la batalla de Maipú. Allá en su mayoría apoyaron al Virrey de la Pezuela, por lo que se enfrentaron con otros vorogas que apoyaron a los ejércitos patriotas. Estas luchas intertribales verdaderamente sangrientas cubren un capítulo de la Historia de Chile que allá se denomina “Guerra a Muerte” .
Después de aquel triunfo de San Martín sobre los realistas, los vorogas derrotados ya en territorio argentino acompañados por efectivos leales al poder español, desertores y aventureros se instalaron primero en la Sierra de la Ventana expulsando a grupos pampas y luego prefirieron instalarse en las zonas de Guaminí, Carhué, Epecuén, Masallé (sudoeste de la provincia de Buenos Aires) y en Salinas Grandes en el este de la provincia de la Pampa lindando con Buenos Aires.
Los llamados pampas desplazados de Sierra de la Ventana se replegaron con sus pares ubicados en territorios del actual partido de Tapalqué, Azul, Olavaria, Tandil. Los pampas son fruto también de varias mestizaciones: el querandí que encontró Mendoza en Buenos Aires desapareció de la región; o bien se replegó al hábitat guaranítico o bien se dirigió al sur mezclándose con el viejo pámpido. A esta conjetural mestización del antiguo pampa siguió otra no tan conjetural como fue la producida por la penetración del gününa Küne o guenaken que viene del norte patagónico penetrando en la provincia de Buenos Aires en un proceso que algunos llamaron la “tehuelchización de la pampa” cuyo alcance e intensidad se discute. Con posterioridad a esta mestización se sucedieron otras por la invasión del mapuche procedente de Chile que penetró a este espacio atraído, como dijimos anteriormente, por la hacienda en general. Estamos en el siglo XVIII en que el idioma mapuche con variantes se ha impuesto a los anteriores sin que los indios viejos hayan olvidado su procedencia e idioma anteriores.
De allí que el pampa tenga relaciones amistosas con el tehuelche septentrional (gününa Kúne) o Guenaken, una de las raíces más antiguas y no con el voroga, inmigrante tardío, que se ha ubicado como dijéramos en el sudoeste de Buenos Aires en la segunda década del siglo XIX.
Estudiando la toponimia bonaerense se pueden advertir las huellas de las distintas invasiones o inmigraciones sobre los pámpidos: por ejemplo, arroyo Tandileufú, arroyo Lagueyú en el partido de Ayacucho, el arroyo Chelforó en Gral. Guido, Kakel Huincul en el partido de Maipú son denominaciones o toponimias de etiología araucana en tanto Cashuati, denominación de Sierra de la Ventana, Napostá arroyo que cruza Bahía Blanca, Chivilcoy, Sierra de Volcán o Vulcan del partido de Balcarce Guaminí y otras son de etiología tehuelche septentrional.
LOS NÚCLEOS MÁS IMPORTANTES EN AMÉRICA
Las áreas culturales de mayor desarrollo fueron: 1.- La Náhoa con centro en el pueblo azteca, Méjico. 2.- La Maya-quiché (península de Yucatán hasta Panamá actual)., 3.- La Chibcha (desde Panamá hasta Colombia). 4.- La Incásica con núcleo en Perú y proyección hacia Ecuador al Norte, el N.O argentino y hasta el centro de Chile (regiones aproximadas).
No describiremos los múltiples aspectos de estas civilizaciones que ostentan el grado más alto de organización gubernamental, de gran desarrollo agrícola y manifestaciones artísticas sino ciertas características distintivas que nos orientan en el enfoque de nuestro tema.
En la náhoa azteca vemos una federación de comunidades con un núcleo central militarizado, ya que no han podido dominar a todos los pueblos, y con prácticas religiosas consistentes en sacrificios humanos y antropofagia. En el área maya-quiché se destaca la arquitectura y el calendario aunque también crueles prácticas religiosas. En al área chibcha se destaca un pueblo de orífices notables. Los incas con base en Cuzco tienen una mejor organización política que los náhoas mejicanos: son constructores de caminos y sistemas de riego complejos; acá se encuentran disminuidos pero no desaparecidos los sacrificios humanos. Estos pueblos a su debido tiempo fueron invasores y practicaron la esclavitud. Los aztecas, tributarios de los tepanecas, vencieron a éstos y conquistando a otros pueblos se instalaron finalmente en el valle de Méjico donde había varios lagos, fundando la ciudad que llamaron Tenochtitlan o Mechttli (Méjico) hacia el 1.300 de nuestra era, doscientos años antes que llegara Cortés.
Antes de los Incas, dominaron sobre la costa otros pueblos llamados yungas que dieron origen a la civilización llamada de Tiahuanaco antes de la era cristiana pero fueron dominados por guerreros conducidos por los llamados incas, élite militar que procede de lugares geográficamente más altos que finalmente dieron nombre a toda una época. No hay duda que estos pueblos conquistadores fueron los más adelantados de América asentados sobre una base agrícola avanzada. Efectivamente, la agricultura trae el sedentarismo, formas organizacionales más complejas y más tiempo para dedicarse al desarrollo de la arquitectura, las artes y al final la escritura (cuneiforme o ideográfica). No obstante, no llegaron a otros niveles civilizatorios más altos porque no conocieron los cereales panificables (trigo, avena, cebada) la rueda como medio de transporte, el arado, el torno, el hierro, el vidrio, el caballo o los grandes cuadrúpedos que dan carne y leche en forma masiva a los pueblos entre otras cosas. Es por ello que se afirma, teniendo en cuenta estos datos, que el mundo indígena americano está recién en el Neolítico medio o reciente, teniendo un atraso civilizatorio con respecto al Asia (por ejemplo China), Medio Oriente y Europa de 2.000 años o más. La brecha es mayor tratándose de los indios ubicados en regiones argentinas.
Concluimos afirmando que América en su conjunto es un continente de población reciente. El hombre americano no es autóctono.
Señalemos antes de seguir adelante que la gloria y el prestigio de un país no dependen de su pasado más o menos remoto y que si América ha sido poblada tardíamente no hay razón alguna para sentirse humillado como no la tiene el África para enorgullecerse por haber sido la cuna de la humanidad.
Hacia el final del siglo XV llegaron a América otros inmigrantes conquistadores en navíos incomprensibles para los indios. Navíos gigantescos con velas cuadras y las triangulares que se movían o giraban pudiendo dar siempre la cara de la vela al viento aunque venga de frente o de costado (carabela), con timón o gobernalle con prescindencia de la espadilla y sin remos laterales, con la aplicación de la brújula y el astrolabio. Pero traen otra cosa, dos maderos en cruz….Comienza otra historia.
j.o.s
The Times of the World, publicado por “Times Books”. Año 1999
González Rex-Pérez J. A “Argentina indígena” pág 113 Editorial Paidós 1990.
Fernández, Jorge: “Historia de los indios Ranqueles”. Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. Buenos Aires. 1998.
Vicuña Mackena, Benjamín: “El ostracismo de los Carrera”. Universidad Nacional de Chile.
Casamiquela Rodolfo, Funes Derieul Carlos, Thill José P. “Toponimias indígenas”. Fundación Ameghino. 2003.
IBEROAMÉRICA Y EL INDIGENISMO
Segunda parte
Por Jorge Oscar Sulé
NACE HISPANOAMÉRICA
El hecho más importante del Renacimiento es el descubrimiento de América.
Dejamos por inconducente el gazapo indigenista que niega tal descubrimiento otorgándole el merito a los llamados pueblos originarios; pero digamos algo. En primer lugar porque en América, como lo hemos demostrado en páginas anteriores, no hay pueblos originarios, somos todos inmigrantes; como se ha dicho los pueblos proceden de Asia y llegan a nuestra América a través del estrecho de Bering. En segundo lugar porque descubrir es HACER PATENTE ANTE TODOS algo que era desconocido, es DESTAPAR LO QUE ESTÁ CUBIERTO, es DAR A LUZ a lo que está en la sombra, es HALLAR LO QUE ESTA IGNORADO O LO OCULTO Y MOSTRARLO a todo el mundo y eso significó y ocurrió cuando España clavó la cruz en las playas de Guanahaní una vez y para siempre.
En tercer lugar porque nace con el descubrimiento una nueva cultura, la hispanoamericana o iberoamericana que nos abre a la trascendencia y que es la fusión del llegado con el medio indiano, es lo bajo medioeval y lo indoamericano. Pero no es una superposición. Es una integración de los elementos que se encuentran, aunque la fusión integradora reposa sobre los guiones culturales españoles: la religión superadora de los politeísmos sangrientos encontrados, el lenguaje de mayor plasticidad y mayor cantidad de inflexiones lexográficas, técnicas de sustentación de más eficacia para el desarrollo civilizatorio, estructuras jurídicas, expresiones estéticas etc, etc. Pero en el recién llegado, a su vez, se operarán transformaciones: el medio humano y geográfico encontrado, el paisaje, el suelo, el clima (Genuis loci Buela dixit) produciría una asimiliación completa a la naturaleza pletórica que lo rodea identificándose con ella.
Esa identificación con el medio será un hecho casi inmediato y su arraigo y anclaje, definitivo. Así nace Hispanoamérica.
REFLEXIONES SOBRE LAS DOMINACIONES
Pero antes de seguir adelante no esta de más despejar dos problemáticas que se relacionan entre sí. Por un lado si es correcto o no afirmar la superioridad de un nivel civilizatorio sobre otro, y por el otro lado analizar el cuestionamiento de aquéllos que descalifican a los españoles por meterse en tierras que no le eran propias.
En cuanto a la primera problemática, no dudamos en afirmar que existe la superioridad de niveles civilizatorios, por ejemplo la de los ándidos con respecto a los pámpidos, y de los españoles con respecto al conjunto aborigen. De más está decir que dicha superioridad no está dada necesariamente por la simple modernidad cronológica que ella expresa, ni dicha superioridad es estable ya que hay procesos de decadencia y senectud, ni tampoco se impone por la simple compulsión económica o de las armas.
La superioridad de una cultura y de una civilización está en su capacidad de fecundación y transmutación, en su capilaridad transmisora.
Efectivamente: la predominancia y permanencia de una cultura y de una civilización no se da necesariamente por y a través de la supremacía militar o el chantaje de una economía dominante, si bien aquella puede venir precedida de los filos de las bayonetas o de las faltriqueras de los mercaderes, pero no necesariamente.
Desparecida la coacción por la coacción misma, que siempre tiene el signo de la provisioriedad y de lo contingente, la cultura del vencedor o del vencido sobrevivirán protagónica o transmutada, porque así lo impondrán sus naturales excelencias si las tienen o por el contrario se marchitarán una u otra como la floresta cuyas radículas no tienen más o han tenido muy poca sustentación nutricia. Conocemos muchos vencedores que aunque tales y como tales, nunca transmitieron ni impusieron culturalmente nada. Otros fueron absorbidos por el propio vencido, no quedando del dominador rastros de su predominio y hay otros que vencidos, no se proyectan ni siquiera sobreviven transmutados o aculturados.
En ninguno de esos casos esta España. Hoy después de 5 siglos más de 600 millones de hispanoamericanos siguen hablando el lenguaje de Castilla y rezando al mismo Dios heredado. En Hispanoamérica late una rebeldía para con los valores absolutamente materiales y para con los excesos racionalistas de metodologías complicadas y frustráneas. Se vive mas pulsando una guitarra que contando dólares.
Veamos ahora la segunda problemática, o sea el cuestionamiento que se hace a España ¿Porqué se metió en tierras que no le era propias? Algo se ha dicho al respecto. Pero este cuestionamiento que es un juicio de valor en labios de algún jurista de Derecho Internacional Moderno, que omite compulsar las concretas relaciones de superioridad que en el pasado pesaban más que las razones de derecho, o que responde a un sentimiento ético de humanitarismo poético cuando no a hipocresías ideológicas que esconden su rapacidad intrínseca, no se corresponde con las realidades históricas y sus verdaderos contextos. Además ese enjuiciamiento esta reñido con la más elemental de las equidades. Nadie enjuicia a los egipcios que absorbieron a los primitivos camitas y levantaron su imperio, legando a la humanidad un gran patrimonio cultural. Ni tampoco nadie enjuicia a los hebreos porque dominaron a los antiguos filisteos y cananeos de las tierras del Jordán transmitiéndonos en cambio nada menos que el monoteísmo como preciosa clave de la existencia humana. Ni que hablar de los griegos que conquistaron a los “pueblos del mar” “pelasgos” y aniquilaron la civilización cretomicenica y luego elaboraron una civilización y cultura de la que después todo el mundo se sentirá heredero, incluso la misma España por Roma y nosotros de alguna manera por España. Nadie enjuició a Roma que liquidó a Estruscos y aposentándose en sus territorios - la actual Italia-, con el tiempo nos dió una gigantesca obra jurídica aprovechada por todo el mundo. Finalmente, el enjuiciamiento se vuelve sobre los mismos aborígenes que en sus sucesivos desplazamientos invadieron tierras de otros indios, aniquilándolos o absorbiéndolos hasta hacer prevalecer al final, como los ándidos, sus técnicas y espiritualidad superior sobre comunidades anteriores.
¿Porqué entonces seguir enjuiciando a España cuya gesta fundacional en cultura y metodología incluso no tiene un símil en la Historia Universal y cuando ningún pueblo conquistador como el Egipto imperial, la Palestina religiosa, la Grecia aristocrática y democrática, la Roma del Derecho y los ingleses y franceses que invadieron al África y parte del Asia en el siglo XIX preguntaron nunca por la legitimidad de sus conquistas? Hasta en esto España se mostró superior. Sus doctores y teólogos se reunieron varias veces para discutir no ya la filosofía de la misma empresa, sino su propia legitimidad moral. Esas dudas teologales muestran la sensibilidad de una casuística de dominación que no se dió nunca antes de España ni después de ella hasta en nuestros días.
¿Qué hubo crueldades y excesos? los conocemos pero no fue por sistema ¿pudo haber sido de otra manera? Por aquélla época en Europa la hoguera de la Inquisición católica y protestante cobraba victimas frecuentemente, el apaleamiento y la mutilación en Público eran castigos habituales en el viejo continente. En el nuevo continente precolombino los aztecas en sus pirámides truncadas arrancaban con filosos cuchillos de obsidiana los corazones de los prisioneros vencidos de otras tribus. Para la sola inauguración del gran templo de Méjico fueron sacrificados 25.000 jóvenes . La última guerra mundial sacrificó millones de combatientes y civiles y una bomba atómica aniquiló a dos ciudades japonesas en un instante con solo apretar un botón. Y hoy en el Cercano Oriente y en el Asia hay matanzas todos los días.
No cabe esperar que un Pizarro o un Almagro o un Hernandarias fuesen mucho más sabios e ilustrados que hombres como Enrique VIII, Enrique Truman, Winston Churchill, José Stalin, Hitler y Bush que tuvieron muchos más medios de serlo que aquéllos. No. Los parámetros del análisis corren por otros carriles.
Simultáneamente a la conquista vino el mestizaje, se fundaron ciudades (200 ya en el siglo XVI), llegaron colonizadores que se quedaron, se trajo la imprenta, la escuela, las universidades, las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales con todos los vicios y las virtudes de la época y siempre el catecismo.
En fin, la metodología fue la integración; la evangelización, su herramienta. He aquí como el catecismo contribuye decididamente a la tarea de amalgama y fusión. ¿Exquisita e imperceptible metodología de poder y proyección política? ¿Auténtica vocación apostólica? Dejo la respuesta a otros. Lo que estoy seguro es que entre la metodología del exterminio y del genocidio sistemático que en el norte americano, cuáqueros, anglicanos y protestantes utilizaron para aniquilar a los doscientos pueblos aborígenes hasta su entera extinción y la metodología del catecismo y el mestizaje, la opción para nosotros los hispanoamericanos y católicos no resulta difícil.
En nuestro medio, Francisco de Aguirre en 1553 acompañado ya por mestizos y con la colaboración de indias e indios consolida lo hecho por Núñez del Prado fundando Santiago del Estero, San Miguel del Tucumán fundado por Diego de Villaroel y cincuenta pobladores lo hacen en 1565. Hacia 1591 el hijo del fundador de San Juan funda San Luis en la Punta de los Venados. En 1573, Jerónimo Luis de Cabrera funda Córdoba de la Nueva Andalucía. En 1582, Hernando de Lerma fundó San Felipe del Valle de Salta. En 1591, Ramírez de Velazco encomienda a un vecino de Santiago, Blas Ponce, la fundación de un poblado que se llamó Todos los Santos de la Nueva Rioja.
Juan de Garay con nueve españoles y setenta y cinco “mancebos de la tierra” (mestizos) fundó Santa Fe en 1573 y en 1580 la Ciudad de la Trinidad en el puerto de Santa María de los Buenos Aires y Francisco Algarañaz fundó Jujuy en 1593.
Antes de finalizar el siglo XVI ya esta delineada la división política de gran parte del país de los argentinos. Los hispanoamericanos blancos, mestizos e indios están fundando ciudades. El proceso de formación de la nueva cultura está en marcha y en el siglo XVII ya esta consolidado.
Aquéllos hispanoamericanos, aquéllos criollos no sienten menoscabo por la tierra en que viven, por la lengua que hablan, por la raza a la que pertenecen, por su Dios al que rezan. No significa esto que aquellos criollos estuviesen siempre conformes con su régimen político sino que su lealtad a América era total. Será mucho tiempo después que se les planteará a nuestros pueblos con el iluminismo y el liberalismo triunfantes, dudas e inquietudes sobre su civilización y cultura. Se está muy lejos entonces del posterior enjuiciamiento equivoco planteado por la consigna “Civlización o Barbarie” que creará complejos de inferioridad que hoy todavía pone meneas a nuestro desenvolvimiento.
Es por ello que podemos afirmar que HISPANOAMÉRICA INGRESANDO A LA HISTORIA UNIVERSAL como unidad política y lingüística y con conciencia de sí misma fue obra exclusiva del Descubrimiento de América.
Tiempo después vendrán otras inmigraciones recién a fines del siglo XIX y parte del XX, particularmente en Argentina: italianos, nuevos españoles, franceses, eslavos, sirio libaneses, judíos, etc, que enriquecerán nuestra cultura, pero el elemento ordenador será siempre lo Hispanoamericano.
NUESTRA PERTENENCIA DESFIGURADA
Hoy se ha generalizado la expresión “América Latina” para denominar a nuestra ecúmene que se extiende al sur del río Bravo (Méjico) hasta Tierra del Fuego (Argentina).
El que escribe estas líneas no acata su uso incondicionalmente dado su origen bastardo y luego ideológico con que ha sido utilizado en sus orígenes y posteriormente por el marxismo y el imperialismo.
Efectivamente: Napoleón III en su intento colonialista francés entre 1861/1867 envió a Maximiliano de Austria a la conquista de Méjico. El intento se hizo bajo el pretexto o bajo las banderas del panlatinismo para oponerse al otro imperialismo sajón. Así nació el término “latinoamericano” para encubrir una acción imperialista francesa aplicada a Méjico y por extensión a todos los pueblos hispanoamericanos. “Los soldados franceses mataban a los mejicanos para salvar a Méjico e Hispanoamérica para la latinité”.
Entonces el ecúneme al sur del río Bravo estaba habitado por españoles, indios, mestizos criollos y negros; no existía ningún latino pero el termino se generalizó con la participación y aplicación de los Estados Unidos de Norteamérica que lo empleó haciendo un uso despectivo y peyorativo del mismo, desprecio que se proyectó y se proyecta a las personas procedentes de hispanoamérica.
Muchos “intelectuales” y “progresistas” ideólogos se vistieron rápidamente con ese ropaje denominativo de latinoamericano prestado para sacarse de encima a la repudiada España inquisitorial y leprosaria de la que muchos de ellos descendían. Por último, la curia italiana de la Iglesia Católica ingenuamente se prendió al bastardeo y creó el Colegio Pío Latinoamericano para la formación de curas procedentes de Hispanoamérica y posteriormente el C.E.L.A.M (Conferencia Episcopal de América Latina). El escamoteo estaba consumado. Ahora está generalizada la denominación de América Latina y la tenemos que usar por lo menos en asuntos políticos socio económicos, pero de ninguna manera en lo cultural filosófico y ontológico.
Se podrá decir que Hispanoamérica excluye al mundo lusitano: equivocado. Portugal fue parte de la provincia romana llamada Hispania (tierra de liebres) y además conformaron la España de Felipe II y Carlos V. Pero admitiendo el remilgo exquisito de la supuesta diferenciación, se puede acudir a lo Iberoamericano para referirse la cultura que pobló nuestra América y no lo latinoamericano.
OTRO EMBATE A NUESTRA CONFORMACION. EL INDIGENISMO.
¿Cuándo y porqué nace el indigenismo? Hacia 1825 llegó a Méjico un embajador norteamericano para representar a su país en la República recién proclamada.
Joel Robert Poinsett, que de él se trata, se caracterizará por sus múltiples actividades económicas y culturales creando nuevas logias afiliadas al rito masónico de York para oponer a las pro británicas hasta entonces dominantes en Méjico. Se destacó en el empeño del culto indigenista que originó y alentó entusiastamente. Hizo colocar en el salón de la recepción de la embajada norteamericana un gran retrato de Moctezuma y fue impulsando una política cultural desde la embajada yanqui signada por un indigenismo sorpresivamente beligerante, motorizando impulsos antihispánicos y anticatólicos con el objeto de ocupar ideológicamente el espacio cultural vacío que la ruptura de la continuidad histórica provocaría.
La inteligencia anglosajona y protestante, la misma que hoy opera desde la CIA había hallado una tesis cultural adecuada para romper la identidad cultural y de continuidad que formaban los lazos que vinculaban la América Española. La penetración económica iba a ser desde entonces más sencilla.
LA LEYENDA NEGRA ANTIESPAÑOLA
¿Fue una ocurrencia original la del embajador norteamericano Poinsett, procedente de un país que tuvo como refrán “The best indian is the dead indian”? De ninguna manera. El embajador norteamericano retomaba la propaganda de desprestigio antiespañol echada a rodar por Gran Bretaña desde el siglo XVII.
Por aquéllos tiempos, Inglaterra, en un segundo plano, inició una deliberada campaña contra España que tallaba alto en Europa. A la corona española le pertenecían los Países Bajos, desafectos al catolicismo, parte de Alemania de signo también protestante y dominaba también gran parte de Italia. Eran épocas en la que a la España de las Austrias había que tomarla muy en cuenta en el ajedrez internacional. Inglaterra comenzó entonces una tarea paciente pero perdurable, tendiente a despojar a la España de los Austrias de su protagonismo mundial desencadenando una acción psicológica de descrédito como forma de socavarla. Uno de los procedimientos consistió en la traducción al inglés del libro de Bartolomé de las Casas, en el que el clérigo español que llegó a ser Obispo de Chiapa, denunció los excesos de los encomenderos españoles. Por supuesto, estos acontecimientos ocurrieron, pero fueron exagerados por el sacerdote para llamar la atención de la corona, efecto logrado con la redacción de leyes protectoras y la venida de varios “visitadores” inspectores reales para morigerar los excesos denunciados.
Lo que no imaginó de Las Casas fue quienes y para que irían a utilizar sus escritos. Su libro mencionado, científicamente desechable, ya que no tiene valor histórico riguroso, fue utilizado políticamente. Para desacreditar a España (las ilustraciones horrendas que exhibe el libro fueron dibujadas en Europa).
LAS IMPRENTAS QUE REPRODUJERON EL LIBELO
Sin nos fijamos en las ediciones que lo reprodujeron nos explicaremos la intencionalidad del operativo. Diez ediciones proceden de Ámsterdam, dos ediciones proceden de Francfort, dos de Londres, cuatro de imprentas francesas, las hay de Heideberg y de Italia. En suma las publicaciones proceden de países protestantes dominados en el siglo XVII por España, imprentas de hugotones franceses y de ingleses anglicanos enfrentados a la potencia española. En uno de los libros traducidos al inglés, J.C.J, Metford recuerda que en la dedicatoria se invoca a Cronwell “…para conducir sus ejércitos a la batalla contra la sanguinaria y papista nación de las españoles”. En otras palabras la llamada “leyenda negra” del desprestigio antiespañol fue difundida por los enemigos de España en general y por Inglaterra en particular como arbitrio político en una época en que los Habsburgos mandaban sobre Europa y amenazaban a Inglaterra, entonces una potencia de segundo orden. “Tales diatribas compartían un estado patriótico generalizado y fue registrado por poetas como Tennyson, /los reynos de España/ reynos del diablo/ y los perros de la inquisición/. A la inversa, Lope de Vega llamará a Isabel de Inglaterra, “sanguinaria Jesabel” nos recuerda Hernández Arregui en su libro “Que es el ser nacional”.
En realidad, lo que estaba en juego era el próximo desplazamiento del poder naval y con él, el predominio consiguiente de Inglaterra que iba minando el terreno español con una previa guerra de acción psicológica. La cantidad de películas cinematográficas en la que se nos presenta a piratas, corsarios y navegantes del siglo XVII y XVIII como intrépidos ingleses que luchan por la libertad y los ideales más altos de toda empresa humana, en contraposición al español representado como el permanente trasgresor de los derechos humanos o como un simple bandido, no son sino ecos remotos, radiaciones antiguas de aquellos antagonismos seculares.
EL ANTIHISPANISMO EN NUESTRA CULTURA OFICIAL.
Todo esto se entiende fácilmente. Más difícil resulta comprender, tan mezquinas son las causas, el porqué de las oligarquías criollas después de la emancipación se dieron a denigrar sus propios orígenes. No hay más que repasar el pensamiento de un Echeverría, Alberdi, Sarmiento, Juan María Gutiérrez, que por ellos hablan las clases directoras, para advertir un antihispanismo que más que romper con España, que ya no era ningún peligro, rompen con ellas mismas desde el punto de vista del linaje nacional y de su propia identidad cultural. Este reniego de las oligarquías y las clases directoras para con su raza y su estirpe histórica es la expresión de su desolidaridad con el contexto socio cultural al que debían pertenecer, ya que al ligar sus exportaciones al imperio británico, tienden a desvincularse de sus orígenes a los que llamarán “bárbaros” y denigrarán sistemáticamente para justificar su escisión, su rompimiento. “La denegación de España, de parte de las oligarquías, en su nuez, no es más que el residuo cultural mortecino de sus servidumbre material al imperio británico”, analiza con precisión Hernández Arregui rematando con exactitud. “Los pueblos en cambio, se mantuvieron hispánicos, afiliados al pasado, a la cultura anterior. Lo cual prueba el poder de esa cultura española que la oligarquía repudió para vivir de prestado”. Cabe recordar que el autor de esas reflexiones no es hispanista y es conocida su procedencia marxista en viraje hacia el peronismo.
EL LIBERALISMO LE PRESTA LA LEYENDA NEGRA A LA IZQUIERDA.
Ahora estamos advirtiendo que grupos “izquierdistas” generalmente procedentes del marxismo, y con más frecuencia de la ignorancia, han empezado a repetir las mismas muletillas del imperio anglosajón, de la CIA y de las oligarquías vernáculas, levantando banderas indigenistas, explicitando las mismas consignas antiespañolas. ¿Cómo se comprende esta escatología antiespañola anacrónica, manipulada por la “izquierda” y que procede de tan espurios orígenes?
Acá la explicación es similar aunque el signo ideológico sea distinto al liberalismo capitalista.
El otro ensayo imperialista, el comunismo que tuvo expresión en la Unión Soviética y su influencia en Europa después de la última guerra a través de múltiples ensayos marxistas, parece agotado, igual que el liberalismo capitalista, por lo menos en sus formas finiseculares y decimonónicas. El marxismo parece derrotado en su discurso sociológico, en sus experimentaciones económicas, en sus explicitaciones políticas: el repliegue parece substancial, pero hay facetas en el marxismo que parecen no resignables. El axioma procedente de Feurbach “la religión es el opio de los pueblos” que Marx estampa y motoriza ha sido y es una fuerza de signo religioso al revés cuya potencialidad afectiva no es fácilmente reductible o volativizable. Las fobias ideológicas, como el carbono radioactivo, se van desprendiendo lentamente del resto fósil ya inerte. Veremos en estos años un embate indigenista, movido por el neomarxismo en retirada, de anacrónico cuestionamiento a España y a todo lo que ella significó, especialmente su concepción religiosa en su acepción católica.
Se hablará del genocidio español, del imperialismo español, del oscurantismo español. Habrá quienes atacarán directamente, otros elípticamente o por oblicuo, pero el centro del problema es la concepción cristiana católica de la que España por entonces fue portadora y trasmisora. No vamos a demostrar las patrañas de la “leyenda negra”; con el libro Bartolomé de las Casas basta y sobra. Sólo hemos querido detectar su origen y su intencionalidad pasada y actual.
En efecto: la denigración de España por parte de grupos llamados “indigenistas” manipulados por la “izquierda”, al igual que las oligarquías liberales, no es más que el residuo cultural mortecino de su servidumbre terminal a la concepción ideológica del marxismo que aunque en franca retirada en el terreno del pensamiento, y en la construcción del porvenir, retornará espasmódicamente por algunos atajos para recordar sus antiguas fobias decimonónicas.
EL ANACRONISMO Y SU PELIGROSIDAD
Pero no subestimemos el revival anacrónico del “indigenismo”: cuenta con el apoyo de fundaciones plutocráticas, universidades de Norte América, sectas religiosas yanquis, pseudo antropólogos y sociólogos a sueldo de centros financieros y a veces del propio Estado nacional, gran parte del sistema mediático y con las simpatías del imperialismo, sea éste localizado en algún territorio o el deletéreo imperialismo financiero que se mueve por encima de las naciones. De allí la importancia que merece el tema.
En las celebraciones del bicentenario en mayo de 2010 una delegación indígena de mayoría supuestamente mapuche entregó a la Presidencia de la Nación una propuesta en la que se peticiona entre otras cosas la creación de un Estado propio. Siguiendo la lógica de la petición tendríamos un Estado para los coyas, otro para los aymará, otro para los guaraníes, otro para los pilagas-tobas o los wichi-matacos.
Este dato revela el nivel de influencia política alcanzado y la peligrosidad de sus proyecciones. Este “indigenismo” movido por el neomarxismo antihispanista y por muchos que creen perseguir fines filantrópicos y humanitarios, conspira contra los esfuerzos de los que trabajan por la unidad iberoamericana y la construcción de un bloque continental regulador de la globalización.
Más allá de lo que pueda tener de noble la preocupación hacia los indios marginales de Argentina, inquietudes que compartimos, el “indigenismo” cuenta con el beneplácito del imperialismo, siendo funcional a los intereses hegemónicos que en él se esconden. La construcción de un gran estado controlado por los propios iberoamericanos no se logrará sobre las más de 200 lenguas distintas indígenas y “sus valores divergentes y ya deculturados. Será la confluencia del castellano y el portugués que habla más del 90 % de la población y la civilización mestiza que ellos expresan, la arcilla con que la historia hará –ha comenzado a ser ya- la unidad de nuestra América en la esfera de nuestro espíritu” y en la conjunción de intereses socioeconómicos y culturales.
“Somos lo que somos, resultado de una amalgama histórica que ya no puede ser separada de sus elementos componentes. América mestiza, producto sincrético de indios, españoles, negros y otros europeos es una realidad que no puede ser deshecha por un acto de voluntarismo indigenista. Somos una unidad geográfica, cultural, idiomática y religiosa que busca constituirse como Estado Nacional”.
QUE DIJO PERÓN SOBRE EL TEMA.
En nuestro carácter de peronólogos fundamentalistas queremos recordar lo que dijera Perón respecto al tema que analizamos advirtiendo antes que el Conductor llevaba gotas de sangre india por su madre Juana Sosa Toledo, pero nunca confundió la defensa de la dignidad humana de los indígenas con el “indigenismo”.
Perón refiriéndose a la “leyenda negra” antiespañola expresó que la misma está “plagada de infundios…Como no podía ocurrir de otra manera, su empresa (la de España) fue desprestigiada por sus enemigos y su epopeya objeto de escarnio, pasto de la intriga y blanco de la calumnia” y en el mismo discurso de homenaje a Cervantes explicó las razones de la calumnia, “porque la difusión de la leyenda negra que ha pulverizado la crítica seria y desapasionada interesaba doblemente a los aprovechadores detractores. Por una parte les servía para echar un baldón a la cultura heredada por la comunidad de los pueblos hermanos que constituímos Hispanoamérica. Por la otra procuraba fomentar así, en nosotros, una inferioridad espiritual propicia a sus fines imperialistas…Si la América española olvidara la tradición que, enriquece su alma, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España se quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez” .
Evita, en su viaje a Europa pasando por España el 9 de junio de 1947 se expidió en los mismos términos en cuanto a la herencia hispanoamericana de la que blasonaba y se sentía orgullosa. Ambos consideraban que los indios eran nuestros hermanos, pero la cultura hispanocriolla modelaba su personalidad y precisamente les permitía comprender nuestra continuidad histórica posterior y preexistente a 1810.
Es imposible imaginar una América o una Argentina sin España por lo tanto sin Sor Juana Inés, sin Bolívar, sin San Martín, sin Facundo, sin Rosas, sin Hernández, sin Marechal, sin Fermín Chávez, sin el 17 de Octubre. Imposible imaginar una Argentina sin España, o sea sin la zamba, sin chacarera, sin cueca, sin chamamé y por ahí me quedo sin el tango y esta última y nefasta posibilidad no la hubiera podido soportar.
Me liberé de estas alucinaciones apocalípticas cuando sintonicé por Radio F.M a don Marcelo Guaita que anunciaba la secuencia de cuatro tangos impresionantes “Orgullo criollo” y “Tierra Querida” ambos de De Caro interpretados por Osvaldo Pugliese y “Lo que vendrá” y “Triunfal” ambos de Astor Piazzolla, el primero instrumentado por la estupenda orquesta de Francini-Pontier y el último de la inolvidable orquesta del gordo Pichuco Troilo. Me tranquilicé. ¡Todavía somos Argentina! nombre que nos endilgó España a través del arcediano Martín del Barco Centenera, clérigo que llegó al Río de la Plata, misionó por el Paraguay y luego por el Perú y nos bautizó en un poema hacia fines del siglo XVI. ¡Menos mal, no somos hijos expósitos!.
Jorge Oscar Sulé.
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