Greenglow, la liga de
científicos que quiere controlar la gravedad
Nic Young
BBC 28 marzo 2016
En los años 80, Evans se acercó sus jefes para pedirle que lo apoyaran en conseguir lo imposible. |
En la
ciencia existe una potente colaboración entre la teoría y la ingeniería.
Esta
unión única es lo que nos ha dado la energía atómica, el Gran Colisionador de
Hadrones y los vuelos espaciales, por nombrar algunas hazañas.
Los
teóricos dicen: "Esto es teóricamente posible".
Y los
ingenieros buscan la forma de hacerlo realidad, confiados en que las
matemáticas son correctas y la teoría se sostenga.
Claro que
estos campos no son mutualmente excluyentes; los teóricos entienden la
ingeniería y los ingenieros recurren a su profundo entendimiento de la teoría.
Normalmente
es una relación bastante armoniosa.
Sin
embargo, en ocasiones estos mundos colisionan.
Los
teóricos dicen que algo sencillamente no es posible y los ingenieros responden
"de todas formas lo vamos a intentar".
Hay un
campo de la ciencia donde durante años se ha librado una dura batalla, es quizás el área más
competitiva de todas en las que la ingeniería y la ciencia van de la mano: el
control de la gravedad.
Cuando a
finales de los años 80, el ingeniero aeroespacial Ron Evans fue hasta sus jefes
de BAE Systems para pedirles que lo dejaran intentar alguna forma de controlar
la gravedad, las probabilidades de que le dijeran que sí eran escasas.
El
control de la gravedad era una noción amada por los escritores de ciencia
ficción que cualquier físico teórico que se respetara consideraba imposible.
El poder infinito de la antigravedad
El mismo
Evans admite que fue una venta difícil.
"Vamos
a estar claros, hubo mucha gente en la empresa que sintió que no debíamos
meternos en esto porque lo que hacíamos era aviones y esto era altamente
especulativo", recuerda.
Empujar
la gravedad con alas y reactores era de lo que se trataba el negocio
multimillonario de BAE, ¿por qué meterse en herejías científicas?
Porque
tal y como Evans lo pone, "su potencial era absolutamente enorme, podía
cambiar completamente la industria aeroespacial".
Si era
posible hacer que la gravedad empujase, en vez de halar, tendrían un potencial
infinito -y gratis- de propulsión.
Ello
hubiera puesto a BAE System a la vanguardia de la tecnología desde que se
inventara el vuelo por propulsión, así que quizás valía la pena echarle un
vistazo a esa posibilidad.
Los jefes
le dijeron a Evans que se fuera, consultara el tema con sus colegas, y
regresara con algunos conceptos.
Volvió
con unos bosquejos de un plano de despegue vertical propulsado por un todavía
inexistente "motor de gravedad".
Marc Millis inició un proyecto parecido con la NASA. |
Como le
preocupaba que el dibujo no se viera lo suficientemente visionario, le pidió a
un artista que dibujara unos resplandecientes rayos verdes que emanaran del
avión.
Cuando
los jefes de Evans decidieron otorgarle un presupuesto pequeño y una oficina,
nació el proyecto Greenglow (verde resplandeciente).
"Era
increíble, todo el mundo estaba cautivado con lo que intentábamos hacer.
Estábamos abrumados".
Para ir más allá del Sol
Muy
pronto Evans descubrió que podía llamar a ingenieros de las principales
universidades del Reino Unido para que lo ayudaran en su investigación.
No solo
era una curiosidad académica.
Al igual
que BAE, todo el mundo estaba buscando el siguiente paradigma de propulsión;
las alas y reactores habían alcanzado su límite.
En
Estados Unidos, el ingeniero aeroespacial de la NASA Marc Millis empezó un
proyecto paralelo, el Programa de Innovaciones de Propulsión Física.
La NASA
se había comprometido a ir más allá del Sol en menos de una generación, pero
sabía que nunca lo lograría con los cohetes convencionales.
Según
Millis, "si quieres ir a nuestra estrella más cercana, y decir que lo
quieres hacer en unos 50 años, tienes que hacerlo a una décima de la velocidad
de la luz. Esto quiere decir que la cantidad de propulsor necesaria para esa
ese viaje es aproximadamente la masa de nuestro Sol".
"Necesitábamos
algo radicalmente distinto", agrega.
Tanto a Millis como Evans le pideron que pensaran en grande |
Como a
Evans, A Millis le pidieron que pensara "radical y en grande".
De la
nada, un químico ruso llamado Eugene Podkletnov afirmó que se había
"tropezado por accidente" con la respuesta, utilizando
superconductores que giran rápidamente, dijo que podía crear un "escudo de
gravedad".
Atentos a la sorpresa
En todo
el mundo, laboratorios de gravedad como Greenglow y el de la Nasa se apresuraron
a replicar el "logro" de Podkletnov. Fallaron.
En
Alemania, el doctor Martin Tajmar había conseguido los fondos para probar
exhaustivamente toda opción posible.
El
programa espacial alemán estaba tan hambriento por alcanzar un avance como el
del de Estados Unidos.
"Antigravedad
es una especie de sinónimo de 'estoy tratando de hacer lo imposible', pero
siempre hay que estar atento a la sorpresa", comenta Tajmar.
Para los
teóricos como el doctor John Ellis, de la Organización Europea para la Investigación
Nuclear (CERN), el que estos ingenieros no consiguieran algo no es una
sorpresa.
"¿Entonces
este señor pensó que al jugar con superconductores podía cambiar la fuerza del
campo gravitacional dela Tierra? ¡Tonterías!"
Otros
logros de Podkletnov tuvieron el mismo destino que el primero, y no faltaron
físicos teóricos que explicaran las razones de sus fracasos.
Primero
que nada había un gran, gran problema de escala.
Uno de los bosquejos originales del proyecto Greenglow |
Tal y
como lo explica Clifford Johnson, de la universidad de Southern California:
"tendemos a pensar en la gravedad como algo muy fuerte, después de todo
es lo que nos ata a la Tierra".
"Pero
en realidad, de todas las fuerzas que conocemos de la naturaleza, la de la
gravedad es la más débil", agrega.
"Para
ponerlo en números. Es 10 a la potencia de 40 veces más débil que el
electromagnetismo, ¡que es un 1 con 40 ceros después!".
Parecería
que incluso si uno pudiera manipular la gravedad en un laboratorio, no habría
casi nada para producir un efecto significativo.
En otras
palabras, para alterar la gravedad del planeta se necesita la masa de otro
planeta.
Materia y antimateria
Sin
embargo, cuando parecía que los ingenieros se estaban quedando sin ideas, fue
la teoría física la que les lanzó una tabla de salvamento.
Recientemente
se descubrió que el Universo no solo se estaba expandiendo, sino también se
estaba acelerando en su expansión, y de repente los teóricos tenían algunas
explicaciones que buscar.
Según
Tamara Davis, de la universidad de Queensland, "algo está acelerando las
galaxias unas de otras. Pareciera que la gravedad está 'empujando'".
Algunos
teóricos ahora están rompiendo filas para ofrecer explicaciones radicales, entre ellos el doctor del CERN
Dragan Hajdukovic, quien desarrolló una teoría en la que no existe la polaridad
gravitacional.
"Hasta
ahora creemos que la única fuerza de la gravedad es la atracción", señala.
"Puede que la gravedad también sea una fuerza de repulsión, pero no
entre materia y materia, sino entre materia y antimateria".
Tajmar estaba dispuesto a probar hasta el cansancio cualquier teoría. |
Es una
teoría que el CERN está preparando para poner a prueba el año que viene.
Si Hajdukovic
puede probar que las partículas antimateria caen "hacia arriba", no
solo abrirá el camino a una forma de antigravedad demostrable en la Tierra,
sino que seguramente ganará el premio Nobel.
Pero
incluso si prueba que está en lo correcto, aprovechar este fenómeno en
cualquier sentido práctico podría estar más allá de nuestras capacidades de
ingeniería.
Motor de curvatura
Otras
propuestas todavía más extravagantes están ahora sobre la mesa.
Por
ejemplo, una idea impulsada por Tajmar es utilizar una sustancia puramente
conceptual: la "masa negativa".
En
teoría, cuando la masa negativa se aproxima a la masa positiva crearía una
poderosa fuerza de repulsión -una tracción infinita de aceleración, o para
ponerlo en términos de Star Trek, un motor de curvatura.
Johnson
se apresura a señalar problemas teóricos: invertiría el modelo aceptado de
Einstein de espacio-tiempo universal y crearía una autopista de pesadillas
físicas.
La
objeción de Davis es más práctica: "Más vale que esperes que la gente que
te visite a tu nave de motor de curvatura sean personas que no te gustan,
porque las aniquilarás en el camino".
Ahora hay
teorías sobre cómo la antigravedad puede funcionar, son los ingenieros los que
parecen no poder ofrecer formas prácticas para traerlas a la vida.
Ron Evans
se jubiló cuando el proyecto Greenglow cerró finalmente en 2005, sin ninguna
propuesta práctica para controlar la gravedad.
Sin
embargo la historia no termina aquí.
Shawyer se muestra seguro de tener la solución para controlar la gravedad. |
De los
días de Greenglow sobrevivió un mecanismo prácticamente inadvertido, un
propulsor, menos electromagnético o EmDrive, creado por el ingeniero británico
aeroespacial Roger Shawyer.
¿Qué hace
distinto el EmDrive? "Ya no estamos buscando controlar la gravedad en
sí misma", responde Shawyer.
"Estamos
combatiéndola de una forma más inteligente".
El
EmDrive parece estar logrando algo; en pruebas, parece que se puede mover bajo
su propio vapor.
Shawyer
afirma que su concepto una conocida propiedad de la energía de microondas
llamada cut-off para generar empuje.
Según
Shawyer, la forma cónica de la caja cerrada hace que las microondas se detengan
a un extremo de la cavidad, mientras que continúa vibrando contra el otro,
creando una diferencia en presión.
Con una
fuente de alimentación solar, Shawyer asegura que podría acelerar el EmDrive en
cualquier dirección casi continuamente.
"De
repente tendrías un motor de elevación que sencillamente se cierne en un
lugar o se acelere hacia arriba. Así que se puede prever el lanzamiento de
grandes cargas al espacio en una nave espacial propulsada por EmDrive".
"De todas las fuerzas que conocemos en la naturaleza, la de la
gravedad es la más débil", dice Cliff Johnson. |
Los
teóricos se muestras muy escépticos de estas afirmaciones debido a que el
EmDrive parece desafiar la ley de Newton sobre conservación del momentum.
John
Ellis, del CERN, es particularmente cruel: "Con el EmDrive, al contrario
que un cohete, nada sale de ahí, así que no sé cómo se puede generar un
momentum de la nada".
Pero
ingenieros como Ron Evans son predeciblemente impenitentes.
"Mi
opinión es, ¿a quién le importa? Es la emoción lo que cuenta. Si el experimento
funciona, es el trabajo de los teóricos explicar por qué funciona".
Los
experimentos y debates continúan.
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