Blindaje a las Malvinas
Por Javier
Cornejo
El 11 de
marzo pasado, la Comisión de la ONU (Convemar) dio a conocer un dictamen
relativo a la jurisdicción sobre las 350 millas de plataforma continental en
los mares del Sur, distancia que en la zona en disputa con el Reino Unido de
Gran Bretaña quedó congelada. Se trata de una circunstancia que, posiblemente,
termine favoreciendo a quien resulte titular soberano de tales territorios de
los que no está exento el continente Antártico.
Como un
sarcástico regalo por la conmemoración de nuestra gesta patria, el día 3 de
abril el británico The Independent publica que por una cuestión de recursos y
para recortar el presupuesto el gobierno británico dejó al archipiélago de las
Islas Malvinas sin protección por primera vez desde la guerra de 1892.
Explicando que tal decisión obedece a la necesidad de concentrar sus recursos
en supervisar los movimientos navales rusos.
¿El
imperio nos quiere hacer creer que después de su victoria por las armas el 14
de junio de 1982 , y por la infame abdicación jurídica de Carlos Menem y
Domingo Cavallo, materializada en los Acuerdos de Madrid del 15 de febrero de
1990 y el Tratado de Londres del 11 de diciembre de 1990, va a ceder un centímetro
cuadrado de todo lo que nos arrebató?
La
euforia del presidente Mauricio Macri sobre los millones de kilómetros que
ganamos por el dictamen de la CONVEMAR crea la ilusión de que estamos
apabullando a Londres, un imperio que sólo decidió el "reemplazo" de
una fragata de patrulla en las islas. Nada se dice del buque de patrulla de
alta mar HMS Clyde, ni de la flota de apoyo Royal Fleet Auxiliary, ni de los
más de 1.500 efectivos que operan los caza bombarderos Typhoons de la Royal Air
Force, ni de las defensas terrestres. Nadie nos dice de la posibilidad que,
tras el dictamen, todo se reduzca a instaurar un "arbitraje"
derivando en una cuestión de límites entre los territorios usurpados por los
británicos y la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico
Sur, pomposo nombre luego de la provincialización del territorio nacional,
donde se pretendería instalar una especie de explotación compartida con el
apoyo de una "complementariedad continental" para el desempeño de las
empresas y actividades que se desarrollen en la zona.
Obviamente
la palabra "soberanía" es la gran ausente.
El 17 de
febrero, por primera vez en 10 años, el ministro de Defensa británico, Michael
Fallow, visitó nuestro archipiélago y, en categóricas declaraciones, afirmó:
"Gran Bretaña no hará negociaciones que impliquen soberanía o cualquier
acto de tal naturaleza por parte de Argentina". "Tenemos previsto
invertir 180 millones de libras en mejorar la defensa de las islas durante los
próximos 10 años". No obstante sostuvo que "el deshielo que se
produce con la administración Macri es una gran oportunidad real de construir
relaciones positivas con el Reino Unido" recordando una vez más que
"la soberanía es innegociable".
Finalizó
su visita inspeccionando las obras que se realizan como parte del paquete de
los 180 millones de libras para modernizar las infraestructuras defensivas del
archipiélago. ¿Hacen falta más palabras?
En la
medida que nuestros representantes en el Gobierno se nieguen a
"denunciar" los acuerdos y tratados referidos no existe ninguna
posibilidad de que algo cambie; todo se orienta a que nos toque asistir, como
espectadores pasivos, a la succión de nuestros recursos y a la definitiva
pérdida de nuestra geografía, que forma parte del cronograma de un ya proyectado
fraccionamiento territorial cuando debamos cederlo en pago de la deuda
perpetua.
Eurofighter Typhoon |
La Argentina enfrenta
limitaciones hasta para transportar efectivos al archipiélago
Las
Fuerzas Armadas carecen de la capacidad bélica que le atribuye el gobierno
británico
LA NACION
Miércoles
25 de marzo de 2015
En un
escenario de guerra insular, el bando atacante debe asegurarse de entrada el
dominio del mar y del aire. En una hipótesis de esa característica, la
Argentina tiene hoy la capacidad de proyectar una fuerza de ocupación sólo
hasta la isla Martín García...
En
concreto, nuestro país no puede siquiera llegar con militares equipados para el
combate a las islas Malvinas. Eso más
allá de cualquier deseo o fantasía de política doméstica. Los 650 kilómetros
hacia las islas Malvinas representan una barrera infranqueable. No hay buques
de desembarco ni barcos de transporte de tropas. Ni siquiera está en servicio
el rompehielos Almirante Irízar como para ser usado como plataforma de
logística militar, como en 1982. Esa sola situación táctica elimina cualquier
otra posibilidad.
Podrá
argumentarse que la Argentina tiene decidida la compra de cuatro barcos polares
a Rusia. Los problemas de abastecimiento de las bases antárticas fueron
evidentes hace un par de años. Los alquileres permanentes de dos buques rusos
para las campañas de entrega de suministros en la Antártida llevaron a la
conclusión de que se gastaría menos con la adquisición de barcos similares. Y
en caso de completarse ese contrato, esos buques llegarán con otro gobierno en
el poder.
La base
militar Mount Pleasant, en las islas Malvinas.Foto:EFE
Algo
similar pasa con la demorada compra de aviones de combate. Los Mirage no sólo
no pueden combatir, sino que tienen prohibido el vuelo en días nublados por
reiterados problemas en su instrumental. Y la cantidad de misiles aire-aire de
los A4 alcanzarían para una sola misión de cobertura aérea. La Argentina
negocia la compra de un escuadrón -18 aviones, contándose los biplazas de
entrenamiento y un par para canibalizar para repuestos- y ése será en dos o
tres años el núcleo operativo de la Fuerza Aérea. En la guerra de 1982, se
contaba con más de 120 aviones de combate de primera línea.
La Armada
entonces también era una orgullosa unidad de ataque. Podía proyectar el poder
naval con la presencia de un portaaviones y varias unidades de superficie que
conformaban un apreciable grupo de combate.
El 1° de
mayo de 1982 estuvo a minutos de medirse con la flota británica. Era la
operación Banzai, en la cual las entonces nuevas corbetas aprovecharían su
velocidad para meterse por el flanco británico y lanzar dos docenas de misiles
Exocet. Minutos después llegaría una oleada de aviones A4Q con seis bombas de
500 kg cada uno. Luego aparecerían los Super Etendard y sus Exocet. La falta de
viento demoró el despegue de los cazabombarderos embarcados y ese combate
aeronaval fue anulado. Quienes estaban a punto de participar de esa operación
analizaron que el posible resultado hubiese sido la destrucción mutua de las
flotas.
Hoy la
realidad es diferente. Hasta hace poco, los buques argentinos practicaban tiro
con munición vencida de los años 50. No hay portaaviones y los vehículos
anfibios de Infantería de Marina -vitales en el 2 de abril- no están
disponibles, aunque se tuviese con qué llevarlos a las islas. El destructor
Hércules fue reconvertido en un transporte rápido para no más de 150 infantes,
y su par Santísima Trinidad se hundió amarrado en el muelle... Sin esas dos
unidades navales, tampoco se tiene disponible cobertura antiaérea.
Y en las islas Malvinas los
modernos Typhoon aseguran el control del aire. Durante el gobierno kirchnerista, una corbeta
argentina persiguió a un pesquero chino en infracción hasta dentro del
perímetro de defensa delimitado por los británicos. Un Typhoon interceptó al buque argentino, que informó de la situación y
avisó que dispararía sobre el pesquero que escapaba. El piloto británico
movió sus alas en saludo y se despidió con un "buena cacería". Un
caso que ejemplifica que ambos lados, pese a la retórica, evitan incidentes.
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