EL MITO DE LA PREEXISTENCIA. RESPUESTA AL COMUNICADO DE LOS ANTROPÓLOGOS DEL CONICET.
Un comunicado firmado por la Sección de Etnología del Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires, fechado el 15 de enero del corriente a raíz de los episodios de Chubut, pretende "esclarecer" al público sobre la "preexistencia de la nación mapuche" con respecto a la nación argentina en nuestro territorio.
En otras publicaciones hemos hablado acerca de lo tardío de la presencia araucana propiamente dicha en el territorio argentino (siglo XIX), pero en esta, ya que la noción que está en discusión es la de preexistencia de un supuesto pueblo sobre otro, queremos hacer algunas observaciones con respecto a los gentilicios que designan a ambos grupos humanos.
No hay ninguna constancia escrita de la palabra "mapuche" en las crónicas españolas, ni en tiempos coloniales o de la independencia de Argentina y Chile. La mención más antigua que hemos hallado es la del filólogo alemán Rodolfo Lenz en sus Estudios Araucanos de 1895-97. En dicha obra utiliza un gran número de veces el término "araucano", y muy pocas la palabra "mapuche".
El etnólogo argentino Rodolfo Casamiquela y el historiador chileno Fernando Villalobos, citando en ambos casos la gramática elaborada por el padre Luis de Valdivia de 1606, coinciden en que el nombre que los araucanos se daban a sí mismos era el de "Reche": "CHE, gente, hombres, los indios de Chile se llaman a sí mismos RECHE, que ellos solos son los que simpliciter (sic) son CHE, lo demás con addito (sic), como HUYNCA CHE, los españoles, CURÚCHE los negros, etc.
"RE, antepuesto al nombre significa SOLAMENTE, sin mezcla de otro". (El subrayado es de De Valdivia).
El citado Fernando Villalobos sostiene que el nombre MAPUCHE ("gente de la tierra"), fue adoptado por los araucanos como una forma de resistencia en su reclamo por la tierra, a fines del siglo XIX. Lo cierto es que ese gentilicio fue útil también para agrupar bajo un mismo nombre no sólo a los araucanos propiamente dichos, sino también a otros grupos humanos de diferente etnia, lengua original, religión, modo de vida, etc, etc., que había a ambos lados de la cordillera. Y esto tiene un porqué.
A principios del siglo XX hubo sectores con finalidades geopolíticas interesados en promover el término "mapuche". Se puede destacar el papel jugado en tal sentido por Agustín Edwards Mac Clure, empresario periodístico, político, diplomático de gran relieve y uno de los fundadores de la Sociedad Chilena de la Geografía y de la Historia, como así también al antropólogo inglés Ricardo Latcham.
El término "mapuche" fue difundido primero en Chile y mucho más tarde, en 1961, el Primer Congreso del Área Araucana Argentina, logró imponer ese término también para la Argentina.
De manera que "mapuche" y "araucano" no significan exactamente lo mismo. "Reche" y "araucano" sí podrían ser sinónimos, porque hacen referencia a la misma etnia encontrada por los españoles que llegaron a Chile en el siglo XVI. En cambio la palabra "mapuche" busca abarcar a otras etnias que sí tenían antigüedad en el territorio nacional. Lo que los investigadores del CONICET hacen al hablar de la "preexistencia del pueblo nación mapuche" es un ideológico juego de palabras.
Llegados a este punto cabe preguntarse qué dicen las fuentes escritas acerca del nombre de nuestra nación "genocida y opresora".
Como sabemos, la primera referencia escrita a la palabra "Argentina" la encontramos en el poema "La Argentina", de Martín del Barco Centenera (1602). Diez años después encontramos una primera historia argentina escrita por Ruy Díaz de Guzmán (1612). Es un gentilicio avalado por la escritura, y por ende por la historia, y por ende por un pueblo.
Porque no hay pueblo sin historia, y no hay historia sin escritura. Si quitamos la historia y la escritura, lo que tenemos son mitos. El fogón ancestral sustituye a los libros, y los dragones sustituyen a los caudillos.
Me quedo con Hernandarias y Rosas, que pertenecen a la historia, y no con la serpiente Cai Cai Vilú, que pertenece a la mitología.
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