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martes, 13 de noviembre de 2018

Repetir ciclos


Los movimientos sociales se kirchnerizan, retrocede el diálogo y crece la tensión
Un novedoso escenario de fragmentación y enrolamiento partidario de las organizaciones sociales asoma en el espacio público y enciende alertas en el Gobierno. Después de casi tres años de negociaciones, acuerdos, concesiones y beneficios mutuos, la realidad empieza a mutar radicalmente. El comienzo del año electoral y la economía en el clímax de la crisis ofrecen condiciones objetivas para poner en riesgo aquella paz de equilibrios inestables en la que han convivido funcionarios y líderes sociales.
Tensiones crecientes, acuerdos incumplidos, cortes de calles sin aviso, radicalización del discurso, competencia intrasectorial por más beneficios para cada organización (o cada nueva fracción), escalada de demandas. Son los hechos y señales que el Gobierno empezó a registrar con preocupación hace un par de meses. En las últimas semanas se advirtió una curva ascendente y los planteos hostiles se plasmaron con fuerza el miércoles pasado. Ese día, una manifestación que interrumpió totalmente el tránsito en la avenida 9 de Julio sorprendió a los habituales interlocutores de los movimientos sociales. En el seno de las organizaciones se admite que la medida se adoptó con cierto apuro y sin suficiente discusión interna. Los moderados terminaron arrastrados por los más combativos. Inquietante para un contexto con superávit de fragilidad.
Todo indica que nadie quiere perder cartel en esta naciente disputa por reposicionarse en el espacio opositor y, al mismo tiempo, sacarle beneficios al Estado. Lo último no será tan fácil: la deriva partidaria de los dirigentes sociales les está quitando espacio a los funcionarios más dialoguistas y comprensivos de la problemática social.
Podría decirse que Juan Grabois, el líder del movimiento de los trabajadores de la economía popular (CTEP) y de estrecho vínculo con el Papa, ilustró el comienzo de la nueva etapa el día en que escoltó en los tribunales a Cristina Kirchner, citada en la causa de los cuadernos de la corrupción.
En rigor, el punto de partida habría que ubicarlo en el acto en la avenida 9 de Julio realizado el 21 de febrero, en el que el clan Moyano se rodeó de Grabois y de otros referentes sociales, como Daniel Menéndez, de Barrios de Pie; el entonces triunviro cegetista Juan Carlos Schmid; los líderes de las dos CTA, Hugo Yasky y Pablo Micheli, y una nutrida delegación de representantes kirchneristas que, al pie del escenario, encabezó Máximo Kirchner.
Fue el inicio de una dinámica de acercamiento y de confluencia en la acción de sectores y actores que hasta entonces no ocultaban (y algunos subrayaban) diferencias de orígenes, de militancia, de conducta ética, de proyectos políticos y de construcción de poder. Aun con muchas discrepancias, varios de los que se recelaban desde el comienzo del fin del gobierno kirchnerista ahora empiezan a confluir en su creciente enfrentamiento con el Gobierno y en el vértice de una posible candidatura de Cristina. Las causas son múltiples, pero la ilusión de recuperar poder ante la caída de la popularidad del Gobierno por la crisis económica es un motor poderoso para todos ellos. No solo para los kirchneristas, que perdieron el control del Estado nacional y del bonaerense, o para los Moyano, jaqueados por la Justicia. También lo es para los líderes de las organizaciones sociales, a pesar del trato casi privilegiado del que han gozado, sobre todo de parte del Ministerio de Desarrollo Social, que conduce Carolina Stanley. En su gestión radica una clave de sus problemas. Stanley ha sido para los dirigentes sociales una confiable interlocutora, pero también una hábil gestora que les fue quitando poder de intermediación y agrietando la red clientelar de algunos de ellos con el manejo de los recursos que el Estado asigna a los sectores más vulnerables. Allí se incluyen los planes sociales, pero también otros aportes, como fondos para mantener comedores, merenderos y diversos emprendimientos en los barrios con más necesidades. En ese universo operan no solo las grandes agrupaciones de los dirigentes más conocidos, sino también las iglesias Católica y evangélicas y organizaciones más chicas con las que el gobierno nacional y también el de María Eugenia Vidal vienen trabajando cada vez más estrechamente. Cuestiones de poder y de representación en conflicto.
Juan Grabois Fuente: LA NACION
Si la política de reducir la intermediación de la ayuda se profundiza, el capital de los dirigentes sociales se resiente. Aun cuando no mejore la situación económica y se siga alejando la posibilidad de ingresar al mundo del trabajo formal para la vasta porción de excluidos, que es su base de sustentación. Su poder radica en la habilidad para gestionar la ayuda y en la capacidad de movilización para reclamar. La primera está en jaque. La última, por ahora, se mantiene. A ella apuestan los dirigentes y es lo que varios le ofrecen a la política en estos días. En el Gobierno insinúan que Moyano ha acercado recursos para mantener la capacidad de ocupar las calles.
La crisis económica y su impacto político tienen efectos paradójicos que también ayudan a explicar la construcción del nuevo escenario. El Gobierno se debilitó, pero no perdió su núcleo duro de apoyo, mientras que aún no emergió algún actor nuevo para disputarle su representación. Tampoco asomó ningún espacio en condiciones de desplazar del lugar de principal opositor al kirchnerismo.
La polarización sigue ordenando la política. Ante la perspectiva de que el oficialismo sea competitivo en las elecciones presidenciales de 2019 y de que Macri sea reelegido, los acercamientos que inició Grabois con Cristina fueron seguidos por otros dirigentes sociales, incluidos varios que se habían alejado con estrépito del kirchnerismo. Es el caso del Movimiento Evita, que lideran Fernando "Chino" Navarro y Emilio Pérsico, quienes recientemente se reunieron y recibieron otro de los indultos que disfruta de ofrecer la expresidenta a quienes vuelven a su redil.
Un poco más distante, pero en proceso de acercamiento y eventual confluencia, está Barrios de Pie, con Daniel Menéndez al frente. Menéndez y Victoria Donda dieron el primer paso al alejarse de Libres del Sur para avanzar hacia el diálogo con el kirchnerismo, aunque mantienen ciertas diferencias y cuestionan a Grabois por haberse "tirado de cabeza" con Cristina. Las divisiones solo suman para el que administra el poder y restan capacidad de negociación a los que se quieren incorporar sin perder identidad y relevancia. Grabois, de todas maneras, suele desconcertar a todos, como lo hizo recientemente. Después de su fervorosa defensa de la expresidenta, criticó la corrupción kirchnerista y condenó a muchos de sus dirigentes. Como una Lilita Carrió del bando opositor.
Las diferencias internas, la búsqueda de protagonismo de cada uno de los dirigentes y sectores, como se vio con lo de la 9 de Julio la semana pasada, tienen impacto en la vida cotidiana y en la realidad política.
El Gobierno monitorea la situación social a diario, busca reforzar la asistencia apenas advierte situaciones complejas y se prepara para enfrentar un mes y medio caliente.
La última semana de noviembre, con la cumbre de los jefes de Estado y de gobierno del G-20, puede ofrecer a la vista de todo el mundo un anticipo del diciembre que nos espera en las calles. El Gobierno sueña que esa cumbre le reporte beneficios externos, con impacto interno para volver a posicionarse. El kirchnerismo será parte de los que protesten por los alineamientos internacionales del oficialismo y se manifestará, otra vez, contra las grandes potencias. No es solo ideología. Nada que pueda mejorar la situación de Macri y aleje la posibilidad del colapso de su gestión será bien recibido. Cada vez se siente más cómodo entre los que se radicalizan.
Los moderados de uno y otro lado tienen un desafío mayúsculo y una oportunidad enorme de evitar que se impongan las posiciones extremas. No será fácil. Los guardianes del orden a cualquier precio y los incendiarios sin importar los costos van ganando terreno, no solo en la Argentina.


CRISTINA POST BALOTAJE
11 de noviembre de 2015
Por Javier Cornejo

Desde los más diversos ámbitos, políticos, económicos, sociales, médicos; se especula con la conducta de la Señora Presidente Fernández.
Se incursiona en variadas conjeturas de alteraciones que mezclan realidad con ficción, conductas de polaridades complejas, en fin, un sin número de "entendidas recetas" para interpretar los actos y dichos de la Primer Mandataria Argentina que repercuten ostensiblemente en todos los ámbitos nacionales, y en muchos casos trascienden nuestras fronteras incursionando en el peligroso mundo en el que estamos inmersos, del que inexcusablemente formamos parte.
No debemos confundirnos, la Presidente no está enferma.
La Señora Fernández de Kirchner no es ninguna "alterada".
Es la mejor farsanta que desempeña a la perfección la escenificación del mensaje impuesto por las mentes emergidas de los centros de altos estudios de Oxford, Cambridge, que le fueran sintetizados y comunicados por la propia Reina Isabel II el 2 de abril de 2009, oportunidad de la reunión de ambas mujeres en el Palacio de Buckingham. Libreto que fuera monitoreado en forma permanente, hasta estos días por los estudiosos de esta "colonia olvidada".
El gatopardismo puesto en escena  está dirigido a cumplir acabadamente con la construcción  de las bases sobre las que se acelerará nuestro fraccionamiento geográfico y desintegración nacional, llevadas a la práctica  con minuciosa precisión: desmantelación institucional y de toda infraestructura, drogadicción generalizada, delincuencia atroz, destrucción familiar, indigencia y pobreza en progresión geométrica, conflictividad de sexos con la introducción de una alteración conceptual de "género" en el que todo masculino debe ser eliminado, abortos indiscriminados, una tasa de nacimientos contractiva, aniquilamiento demográfico, irascibilidad creciente, abulia que imposibilita toda mentalidad laboral, abdicación soberana territorial y monetaria que desemboca en un endeudamiento perpetuo que se materializará en el inminente "canje de deuda por territorio".
El despliegue de Cristina Fernández de actos que potenciaron y orientaron la posibilidad de acceder a la Presidencia de Mauricio Macri no es producto de la casualidad.  Es el "cambio" necesario del accionar del que "todo cambie para que todo siga igual". Es lo que "ella" necesita para ubicarse como la abanderada de la oposición, la Emperatriz del caos en una abyecta copia de su modelo: Nefertitis.  (Ya el 23 de febrero pasado en esta columna me refería a esta reina egipcia que la Presidente tiene por modelo, en un artículo titulado: Vocación de arquitecta en un país en caída libre).
Es preciso que la Señora Fernández investigue un poco más sobre su modelo egipcio, consulte las fuentes sobre el asesinado Faraón Akenaton y los motivos por los que Nefertitis fuera borrada de la historia del Nilo.
Tal estudio le permitirá evaluar sus actos destinados a unificar en pos de sí la violencia que intenta desatar con posterioridad a la asunción de Macri como nuevo presidente de nuestro país. Sería el cumplimiento de la segunda parte del libreto británico que debe llevar a cabo de forma magistral, tal como desarrolló la primera parte del mismo en sus períodos de gobierno. 
Las agrupaciones Tupac Amaru, La Cámpora, Vatayón Militante, Dragones, Kolina, Piqueteros de todo el país, usurpadores, cárteles, mapuches originarios for export, etc. todo lo que signifique violencia e intransigencia, tendrá su voz y accionar virulento con el desempeño post electoral que le cabrá a la actual mandataria, en complacencia y participación (consciente o no) del nuevo presidente.
Pronto lo veremos.


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