MAS ALLÁ DEL BREXIT
Por Javier
Cornejo Julio de 2016
En artículo del
Brexit que expuse en columna pasada, exponía “otra mirada” sobre la decisión
británica. Decisión que fuera preparada
minuciosamente, con estudiada antelación, logrando el resultado deseado.
Pasados los
primeros cimbronazos, comenzó la puja por la sucesión del Primer Ministro
Cameron. Todos los posibles candidatos fueron prolijamente congelados para
dejar expedito el camino para que Su Majestad nomine a quien parece ser la nueva
Margaret Thatcher: Theresa May.
El próximo paso
será confirmar, o no, el posible brexit del brexit, la conversión de la City de
Londres en un Estado autónomo acorde y alineado con la estructura Vaticana
ubicando a la geografía financiera en consonancia con la geografía espiritual
que impone el “ecumenismo” del Nuevo Orden Mundial.
Es preciso tener
en cuenta que el Commonwealth abarca los seis continentes. Ante tal
posicionamiento la influencia de la UE minimiza
su sentido en la medida que no se adapte a los dictados de tamaña estructura imperial.
La City de Londres eterna aliada con China, se apresta
para el próximo golpe financiero mundial: implantar el yuan de manera global.
Introduciendo la nueva divisa “patrón” (respaldada por todo el oro del mundo en
sus arcas) en el mismo corazón de la UE y en todo el planeta.
ISABEL II
Es preciso tener
presente el reinado isabelino: reina del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda
del Norte, de Antigua, Barbuda, Australia, Bahamas, Barbados, Belice, Canadá,
Granada, islas Salomón, Jamaica, Nueva Zelanda, Papúa, San Vicente, Nueva
Guinea, San Cristóbal, Granadinas, Santa Lucía, Tuvalu. Con el adicional de
peñones, islas usurpadas en el Atlántico Sur, Antártida y menores territorios.
Nada más erróneo
suponer que el Brexit aísla al Reino Unido, más bien fue una decisión de
convertirse en pivote gravitacional para el resto del mundo. Sus alianzas con
China, India, Rusia y control de naciones periféricas en todos los continentes
así lo sugieren.
VENGANZA BRITANICA
El 4 de julio de
1776, promovido por España en el norte americano, no fue olvidado. En el
tránsito encarado por el Imperio hacia
la próxima mundialización, observamos que su Brexit está siendo exportado con
la finalidad de repetir la exitosa fórmula de suscripción de Tratados de
Amistad Comercio y Navegación con que en 1825 fraccionaron la América Española.
Nuevamente se impone una diáspora y disgregación de los estados nacionales.
Esta vez por “imitación” separatista intra-estado. Especialmente encaminado hacia
el fraccionamiento de lo que hoy conocemos como los EEUU. Quizá prontamente
asistamos a la eclosión de los “Estados Desunidos del Norte de América”. El
“Texit” (separación de Texas), el
“Calitexit” (separación de California) se perfilan como una próxima realidad.
Ello sin mencionar el resto de Brexit que parecen surgir en las entrañas de
todas las naciones cuya geografía hoy conocemos. Tal ola separatista también
está sembrada en nuestro país y parece vislumbrar pronta germinación.
Contrariamente a
ello el Imperio parece abroquelarse, hoy más que nunca, en el fortalecimiento de la unidad de las 53
naciones que lo componen, unidos por igualdad de objetivos, valores y raíces
que hicieron común, a lo que se agrega
el orgullo en la pertenencia y subestimación de los excluidos.
Su futura
herramienta militar y política se traduce en la Organización de Cooperación de
Shangai (OCS) la que empezaremos a visualizarla mundialmente ya que el mismo
día del Brexit británico se incorporaban la India y Pakistán. Se agrega el
acuerdo del London Stock Exchange con el China Foreigen Exchange Trade System
(CFETS) convirtiéndose en la primer bolsa del mundo que trabaja con bonos del
tesoro chino.
Vemos que el
“ariete” de la City Londinense marcará los pasos del cada vez más peligroso
mundo futuro al que nos dirigimos, con el tremendo riesgo que significa la
existencia de un Plan “B” en caso de oposiciones, la amenaza de una guerra
atómica total para encaminar sus designios.
Video Fragmento de
EL GRANO DEL SISTEMA 293: COMIENZA LA SECESIÓN
La neocolonización: cómo es
el plan de China para conquistar América Latina y las peligrosas consecuencias
El gigante
asiático somete a países empobrecidos a fuerza de préstamos y promesas de
inversiones. Mano de obra barata, precarización y deterioro ambiental. El
modelo impuesto en África
Por Laureano Pérez
Izquierdo 2 de noviembre de 2019
Director
de Infobae América | laureano@infobae.com
El presidente
de China, Xi Jinping, durante un desfile militar en la Plaza Tiananmen en
Beijing en el marco del 70 aniversario de la República Popular China (AFP)
China ha iniciado -desde hace ya
algunos años- un lento pero constante proceso de “neocolonización” sin
freno. Principalmente en América Latina. Los rígidos estándares morales
impuestos por el Partido Comunista (PCC) a la población y a su clase
dirigente le impedirían al régimen someter a otros pueblos a fuerza de
crucifijos o evangelios tal como ocurriera en siglos pasados. Tampoco los
actuales tiempos permitirían invasiones militares. Es por eso que su voracidad
expansionista lleva el sello de la Reserva Federal de los Estados
Unidos: sus funcionarios ofrecen dólares. Muchos dólares. De a miles de
millones. Y parece funcionar.
La
sabiduría milenaria rinde frutos al PCC. Sus jerarcas -encabezados por Xi
Jinping, el presidente del Gobierno central- conocen cada una de las
debilidades y necesidades de los países del Tercer Mundo, cuya mayoría
de líderes y conductores solo piensa en perpetuarse en el poder o en
sobrevivirlo. África y América Latina, continentes relegados
históricamente, son claros ejemplos del uso que Beijing hace de su
dinero para explotar sus recursos e intentar imponer costumbres y leyes.
En la
región latina, China extiende sus brazos -más activamente- desde hace
algo más de una década. Siempre con la misma táctica: préstamos blandos y
dinero fresco. Siempre con la misma estrategia: intentar apropiarse de los
tentadores e infinitos recursos naturales y de la información. Venezuela,
Bolivia, Perú, Ecuador y Argentina, por ejemplo, fueron
algunos de los países donde hicieron pie a fuerza de yuanes convertibles. Desde
2005 alrededor de 141 mil millones de dólares descendieron como maná
para regocijo de presidentes amantes del Socialismo del Siglo XXI. Los dólares eran
transferidos desde el Banco de Desarrollo Chino y el Banco de
Exportaciones e Importaciones de China.
La dictadura
chavista conducida por Nicolás Maduro, por ejemplo, es un gran socio y
deudor. De acuerdo con la Base de Datos Financiera de China y América Latina,
los créditos que desembarcaron en Caracas en los últimos diez años
alcanzaron unos 62 mil millones de dólares. Hasta el momento, aún tiene
que pagar más de un tercio de esa suma.
Conociendo
la delicada situación financiera y económica del Palacio de Miraflores, Beijing
deberá esperar. Sabe que el goteo de barriles de petróleo y de áreas de
explotación minera y de crudo se le asignarán a cambio de no ser un acreedor
hostil. Es más: Maduro promueve una joint venture con la casa
matriz de PetroChina, la partidaria Corporación Nacional de Petróleo
de China más conocida por sus siglas CNPC. En conjunto crearían una
nueva unidad de negocio que podría equivaler a 65 mil toneles cada 24 horas.
Pero hay
otro riesgo y es el ambiental. ¿Bajo qué parámetros operan las compañías chinas
que se instalan en la Cuenca del Orinoco para explotar -además de las
refinerías- las minas de diamantes y oro de Venezuela? Es un misterio.
¿Bajo qué legislación laboral trabajan los empleados venezolanos? ¿O son en su
mayoría chinos?
Ecuador, en tiempos de Rafael Correa,
también fue un beneficiario de la generosidad oriental. Desde 2009 fueron
alrededor de 17.500 millones de dólares los que se le destinaron. Los
sectores que verían llover los dólares: hidrocarburos, electricidad, minería.
Compañías como Sinohydro, Gezhouba, China Petroleum y Chinalco
están a cargo de varios de los proyectos más grandes, no solo en tierra
ecuatoriana, sino en todo América Latina.
Un informe elaborado
por el Colectivo sobre Financiamiento e Inversiones Chinas, Derechos Humanos
y Ambiente (CICDHA) -compuesto por un consorcio de ONG de Ecuador,
Argentina, Perú, Bolivia y Brasil- documentó “la
falta de cumplimiento del Estado chino de sus obligaciones extraterritoriales
en materia de derechos humanos por al menos 18 proyectos operados por 15
consorcios empresariales chinos, que han actuado con el apoyo de 6 bancos
chinos en Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador y Perú. De los 18 casos
documentados, 7 pertenecen a la industria minera, 6 a la industria petrolera y
5 al sector hídrico. Asimismo, 15 afectan a territorios indígenas, 11 a áreas
naturales protegidas, 5 son patrimonio natural y cultural reconocidos por la
Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultural
(UNESCO) y 12 corresponden a la región amazónica ecuatoriana, boliviana y
brasileña”.
La
vulneración de los derechos de las comunidades es una constante. “En
Ecuador, el proyecto San Carlos Panantza, ha reportado varios allanamientos,
detenciones arbitrarias e investigaciones judiciales contra líderes indígenas a
raíz de la confrontación por los desalojos forzosos de agosto 2016, evento que
dejó un policía muerto y nueve personas heridas”, denuncian las
organizaciones de derechos humanos. Detalle: todos los ataques eran conducido
por las corporaciones a cargo del plan de inversiones.
En la
mayoría de los proyectos, China desoye las recomendaciones
internacionales y atropella a las comunidades -sobre todo originarias- y al
medio ambiente. En Bolivia, por caso, “el bloque petrolero Nueva
Esperanza se superpone con uno de los tres territorios del pueblo indígena
Tacana, el cual alberga a un pueblo indígena en aislamiento voluntario,
Toromona. A pesar de que los Tacana se opusieron a la exploración petrolera, el
Estado boliviano impuso el proyecto, y realizó un proceso de consulta en el que
se acordaron condiciones para salvaguardar el territorio y proteger a los
pueblos Tacana y Toromona. Sin embargo, BGP Inc. desconoció los acuerdos y
causó daños ambientales afectando sus medios de vida”, señala el mismo
documento. Para Evo Morales algunos indígenas tienen más derechos que
otros.
En la Argentina,
en tanto, el Gobierno de Cristina Kirchner y el de Mauricio
Macri -de diferente signo político- coincidieron en algo. Permitieron y alentaron la instalación de una base de “observación” en la Patagonia
de uso exclusivo del gobierno chino. Allí está vedada la participación de
funcionarios argentinos. Nadie se puede acercar a ver de qué se trata esa
gigantesca antena capaz de recoger las comunicaciones en todo el continente. So
lo uniformados con bandera roja y estrellas amarillas pueden cruzar sus
portones.
África
bajo China
El
continente africano es una de las mayores apuestas de China.
Políticamente inició sus primeros pasos en los años 60, cuando comenzó a
disputar su influencia en aquella región con los Estados Unidos y
su rival en el comunismo, la Unión Soviética. Eran tiempos de Guerra
Fría en los cuales el dinero no florecía en la capital de la Ciudad
Perdida. Ahora es otra la historia... al menos económica.
En Nigeria,
por caso, además de las grandes empresas asociadas con Beijng como Huawei
o China Bridge, el régimen empuja a empresarios más pequeños a
instalarse en el extranjero y penetrar en poblaciones hasta el hueso. Abandonan
China por la escasa oportunidad de negocios internos que pueden encontrar
en una población mayoritariamente empobrecida. O por orden directa.
En aquel
país africano los ejemplos abundan. Igbesa, una pequeña área a 60
kilómetros de Lagos, la ciudad más importante de la nación es uno de
ellos. En esa zona de libre comercio quienes mandan son empresarios
chinos a quienes el poder central nigeriano les facilitó todo. Los
“inversionistas” prometieron mejorar las infraestructuras. Lo hicieron al
extremo: ahora en el importante y extenso poblado lograron imponer leyes
propias, una policía que les responde y su administración.
Un estado
dentro de otro donde quienes tienen el manejo son hombres de negocios enviados
por el PCC, que además de controlar el terreno, ordenan quién puede y
quien no comercializar productos a través de las fronteras.
Pero la
olvidada ciudad del estado de Ogun no solo sufre el yugo policial chino.
También el medio ambiente es víctima de la destrucción. Su población ha hecho
pedidos desesperados para que las autoridades pusieran un freno a lo que llaman
una “invasión” de tierras. La comunidad ha denunciado que al menos 500
hectáreas habían sido destruidas por los “inversores” a pesar de que no podían
hacer una explotación de ellas.
En
términos absolutos la fracción aludida no parece extensa... si uno no es
propietario de alguna de las hectáreas de allí. Los representantes legales
chinos respondieron con dureza: amenazaron a los dueños con demandarlos ante
la Justicia y retrotraer la adquisición que habían conseguido en 1977. Un
litigio para ellos resultaría impensado en términos económicos. El gobierno de Nigeria,
mientras tanto, mira hacia otro lado.
“Cada
vez que vengo a África veo el dinamismo del continente y las aspiraciones de su
gente para el desarrollo”. Las palabras corresponden a Jinping. Las
pronunció en julio de 2018 en su cuarto viaje al continente. Seguramente no se
refería al dinamismo y desarrollo percibido por los hombres y mujeres de Ogun.
Namibia es otro claro ejemplo. Le abrió
completamente las puertas de sus recursos naturales, casi la exclusiva fuente
de ingresos para la economía de aquel estado relativamente nuevo. A pesar de
las promesas de crecimiento hechas por los “inversores”, ninguna permitió el
desarrollo de su economía o infraestructura. La nación continúa atrasada.
Pero no
solo aquella explotación de sus riquezas (diamantes, cobre, uranio, oro,
plata, plomo, estaño, litio, cadmio, tungsteno, zinc y ¿petróleo?) interesa
a Beijing. También su influencia política. Hace apenas diez días ambos
gobiernos firmaron un acuerdo por el cual el régimen chino capacitaría a sus
fuerzas armadas. Se trata del Colegio de Personal y Comandos dirigido
por el PCC. Para el presidente del país africano, Hage Geingob,
se trata del aporte de conocimiento en guerras tácticas y operativas y del
papel de los militares en una “sociedad democrática”. Nadie se animó
a lanzar una carcajada cuando las palabras “China” y “democracia” fueron
conjugadas en la misma oración.
También
emerge otra ironía: Namibia logró independizarse definitivamente en
1990. La rebeldía que supo tener en épocas coloniales parece haberla olvidado
al dejar en manos de otro imperio recursos y entrenamiento militar,
instrumentos que cualquier discurso político colocaría bajo el paraguas de
la soberanía.
Otras
naciones africanas también han permitido el desembarco del dinero y
funcionarios y empresarios enviados del régimen comunista chino: Angola,
Etiopía, Kenia, Senegal, Sudán o Yibuti, son
otras de las bendecidas. En septiembre de 2018, Jinping había prometido
flamantes capitales en el continente por 60 mil millones de dólares. A
los gobernantes les brillaron los ojos. Alguno habrá exagerado una emoción. El
gesto del jerarca chino, en cambio, era indescifrable. Su objetivo, no. Tres
años antes también había ofrecido una suma idéntica que fue concretando. Los
leones se relamían.
En
concreto, esa última suma -anunciada el año pasado en la cumbre del Foro de
Cooperación China-África- se repartirá en 15.000 millones de dólares
en préstamos sin intereses, 20.000 millones en líneas de crédito, 10.000
millones en fondos para el desarrollo y 5.000 millones para
financiar las importaciones africanas. El resto en otro tipo de capital
privado.
El
comercio bilateral entre China y el continente crece alrededor de un 20%
anual. Desde el año 2000 Beijing concedió créditos por 136.000
millones de dólares, según datos de la consultora estadounidense McKinsey.
El argumento es siempre el mismo desde la oficina de Jinping: el
desarrollo de África. Sin embargo, en ese lapso es poca la evolución que
puede observarse en aquellos países.
En 20
años un total de 5 millones de niños han muerto como consecuencia de la falta
de un sistema sanitario eficiente y de agua potable en el
continente que China dice ayudar. ¿Dónde están las inversiones de miles
de decenas de millones de dólares? Una nota del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) de enero de este año advertía
que “miles de personas viven en riesgo de inanición en Somalia, Sudán del
Sur, Nigeria y Yemen y se hace más importante que nunca no olvidar para que la
tragedia no se repita”.
Difícil
de sostener la defensa de esas inversiones que no están orientadas a lo más
básico para el ser humano: la subsistencia alimentaria. En cambio, los planes
del régimen trazan otros horizontes. Decenas de empresas tecnológicas
desembarcan en países africanos para realizar tendidos de todo tipo: redes
móviles, eléctricas, aeropuertos, internet.
El manejo
de estas redes implica además el manejo discrecional de la información que
ellas poseen. Y los ejemplos de mal uso son numerosos. El más escandaloso es el
que puso al descubierto una publicación del diario norteamericano The Wall Street Journal que indicó que la mayor
telefónica aliada al PCC -Huawei Technologies Co.- habría ayudado a
gobiernos locales a espiar rivales políticos. La compañía desmintió de
inmediato la información y amenazó con un juicio al periódico radicado en Nueva
York. Sin embargo, las pruebas presentadas por el equipo de investigación
periodística eran contundentes y verosímiles.
En el
artículo se describió cómo funcionaba el mecanismo que sirvió para interceptar
y desbloquear comunicaciones encriptadas de opositores, hackear sus redes
sociales o rastrearlos en tiempo real. Hasta uno de los gobiernos favorecidos
agradeció públicamente la gestión. ¿Impunidad o ingenuidad?
Una de
las víctimas fue un dirigente político con ascendencia sobre la juventud y
miembro del parlamento de Uganda. Se trata de Robert Bobi Kyagulanyi,
quien además es un reconocido músico. Bobi estaba siendo espiado por la
unidad de vigilancia digital del régimen de Yoweri Museveni. Sin
embargo, sus técnicos no pudieron penetrar su celular ni sus redes sociales.
Fue en ese momento cuando habrían acudido al principal jugador móvil del país.
Los
técnicos de la firma china constituyeron entonces la solución al problema que
enfrentaba el régimen: espiar a un rival del presidente Museveni, de
acuerdo a The Wall Street Journal. Necesitaron dos días para cumplir con
su misión. Fue así que consiguieron penetrar sus diálogos a través Whatsapp y
de Skype. Documentaron todos sus movimientos y desarticularon manifestaciones
que estaba planificando. Bobi fue apresado.
En Zambia,
otro presidente, Edgar Lungu también sospechaba de sus rivales y no
tenía las herramientas necesarias para atraparlos. Es por eso que ordenó un
sistema de espionaje que no fue suficiente. Fue por ello que su policía digital
debió recurrir a técnicos más confiables. Casualmente, trabajaban para la
empresa de tecnología más grande del mundo a la que Beijing protege.
En esta
oportunidad fueron dos los expertos de Huawei que habrían sido
contratados por el gobierno zambiano. Trabajaron en conjunto desde agosto de
2018 hasta fines de abril de 2019. Dedicaron sus conocimientos a
infiltrarse en las redes y los teléfonos de bloggers molestos para el
régimen. Liswaniso Songiso, Patrick Mweetwa, Derrick
Munshya y Emmanuel Kamosha, los espiados, fueron detenidos
tras el “exitoso” hackeo.
El dominio
podría extenderse aún más si Huawei consigue contratos de red 5G en Europa,
África y América Latina. ¿Quién controlará las puertas
traseras que este tendido albergaría en todo el planeta? ¿Quién estaría
dispuesto a regalarle al neocolonizador su omnipresencia en las
telecomunicaciones?
La
tentación es mayúscula para cualquiera necesitado de dinero y promesas de
inversiones. Máxime en continentes pobres y con rumbo dispar. Mucho más si se
trata de naciones cuyos líderes lo único que suelen ver hacia el futuro es su
propio proyecto político y no el desarrollo sostenible en el tiempo sin
comprometer los recursos naturales, uno de los principales valores que un país
puede tener, además de la visión estratégica de sus conductores.
Twitter: @TotiPI
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