Articulo publicado en el diario El Tribuno el 07-05-13
La clave productiva
por JAVIER CORNEJO
La ideación es un clave factor de
producción que se incorpora al mundo del trabajo de manera
sustancial. Articula los otros clásicos factores, amalgamándolos en función de la creatividad aplicada a la transformación de la materia. A la transformación en mayor y mejor eficiencia de los procesos productivos.
Contribuye de manera única y eficaz en el progreso de la humanidad, en la consecución de mayores concentraciones de energía, insustituible para los pasos del hombre en el universo del que todos formamos parte.
El rol estatal
La ideación incorporada a los proyectos y ejecuciones de los Estados nacionales constituye el disparador único de mejores condiciones de vida para los ciudadanos del Estado que se trate.
La función social del Estado no es una subsidiariedad. Es un deber mismo: “promover el bienestar general”, “afianzar la justicia”. No son precisamente los objetivos de una “empresa privada”, por más involucrada que se encuentre con la hoy tan en boga “responsabilidad social empresaria”.
El responsable es el Estado.
Son sus funciones intrínsecas. Imposible sean delegadas. Para ello fue conformado como tal y todos lo sostenemos para ese fin: bienestar y justicia.
No otra cosa. Para todos. Para absolutamente todos los que formamos la Nación Argentina. La gran Nación Argentina hoy vapuleada sin piedad, con total impunidad, precisamente por quien tiene el deber y responsabilidad de su cuidado.
De cuidarnos. A todos. Mayorías y minorías, a todos.
Experiencia justicialista
El concepto “justicialista” es contrario del vocablo “kirchnerista”. Asimilada esta aclaración, comparto al lector la experiencia llevada a cabo por los gobiernos de los años 1943-1955 y 1973-1976: el Estado como factor de producción. Se partió de una independencia económica “jurídica-sustancial” que fuera plasmada en la Constitución de 1949.
Es en ella en la que la institucionalidad llega a su más alto grado, en ella se organiza financiera y económicamente al Estado nacional argentino, en función de la creatividad, de la ideación de sus ciudadanos, como expresión de comunidad organizada en el derecho, y de convivencia perfecta. Esta perfectibilidad de la convivencia no era programática, sino normativa e imperativa.
Es decir, el fisco se integra con la propia actividad económica que el Estado realizara por sí mismo. Es decir: con los beneficios que devengaran las empresas del Estado YPF, YCF, Gas del Estado, FFCC, etc. y, sobre todo, el monopolio del comercio exterior ejercido a través del IAPI.
De esta manera, se establecía un criterio elemental para que los presupuestos no tuvieran déficit.
Se reconocía que la sola tributación, por más onerosa que fuere, no permitía por sí sola recaudar todos los recursos que necesitaba el presupuesto general de la Nación para sus vastos planes de obras y servicios.
Por ello se complementaba la recaudación con la propia actividad económica que el Estado creativo realizaba por sí mismo.
La propia actividad económica del Estado era un elemento poderoso para obtener recursos fiscales sin aumentar la presión impositiva sobre los contribuyentes. A lo que se agregaba mayor reinversión, mayor producción y, por ende, mayor oferta, posibilitando mayor consumo y control inflacionario.
Muy lejos de un hoy en el que por “presunciones” somos deudores de la AFIP, sin saberlo, estrenando una “Justicia democratizada” que nos impide siquiera averiguarlo.
sustancial. Articula los otros clásicos factores, amalgamándolos en función de la creatividad aplicada a la transformación de la materia. A la transformación en mayor y mejor eficiencia de los procesos productivos.
Contribuye de manera única y eficaz en el progreso de la humanidad, en la consecución de mayores concentraciones de energía, insustituible para los pasos del hombre en el universo del que todos formamos parte.
El rol estatal
La ideación incorporada a los proyectos y ejecuciones de los Estados nacionales constituye el disparador único de mejores condiciones de vida para los ciudadanos del Estado que se trate.
La función social del Estado no es una subsidiariedad. Es un deber mismo: “promover el bienestar general”, “afianzar la justicia”. No son precisamente los objetivos de una “empresa privada”, por más involucrada que se encuentre con la hoy tan en boga “responsabilidad social empresaria”.
El responsable es el Estado.
Son sus funciones intrínsecas. Imposible sean delegadas. Para ello fue conformado como tal y todos lo sostenemos para ese fin: bienestar y justicia.
No otra cosa. Para todos. Para absolutamente todos los que formamos la Nación Argentina. La gran Nación Argentina hoy vapuleada sin piedad, con total impunidad, precisamente por quien tiene el deber y responsabilidad de su cuidado.
De cuidarnos. A todos. Mayorías y minorías, a todos.
Experiencia justicialista
El concepto “justicialista” es contrario del vocablo “kirchnerista”. Asimilada esta aclaración, comparto al lector la experiencia llevada a cabo por los gobiernos de los años 1943-1955 y 1973-1976: el Estado como factor de producción. Se partió de una independencia económica “jurídica-sustancial” que fuera plasmada en la Constitución de 1949.
Es en ella en la que la institucionalidad llega a su más alto grado, en ella se organiza financiera y económicamente al Estado nacional argentino, en función de la creatividad, de la ideación de sus ciudadanos, como expresión de comunidad organizada en el derecho, y de convivencia perfecta. Esta perfectibilidad de la convivencia no era programática, sino normativa e imperativa.
Es decir, el fisco se integra con la propia actividad económica que el Estado realizara por sí mismo. Es decir: con los beneficios que devengaran las empresas del Estado YPF, YCF, Gas del Estado, FFCC, etc. y, sobre todo, el monopolio del comercio exterior ejercido a través del IAPI.
De esta manera, se establecía un criterio elemental para que los presupuestos no tuvieran déficit.
Se reconocía que la sola tributación, por más onerosa que fuere, no permitía por sí sola recaudar todos los recursos que necesitaba el presupuesto general de la Nación para sus vastos planes de obras y servicios.
Por ello se complementaba la recaudación con la propia actividad económica que el Estado creativo realizaba por sí mismo.
La propia actividad económica del Estado era un elemento poderoso para obtener recursos fiscales sin aumentar la presión impositiva sobre los contribuyentes. A lo que se agregaba mayor reinversión, mayor producción y, por ende, mayor oferta, posibilitando mayor consumo y control inflacionario.
Muy lejos de un hoy en el que por “presunciones” somos deudores de la AFIP, sin saberlo, estrenando una “Justicia democratizada” que nos impide siquiera averiguarlo.
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