Lo
veníamos trabajando en el grupo. No por ser reiterativos, sino para refrendar
lo que decíamos de boca de un testigo vivo y presencial de los
acontecimientos...
Extracción
de la obra "No Jodan con Perón", autoría del Dr. Juan Gabriel Labaké.
Primer
motivo real del golpe del 23-03-76
Esa
mitad “invisible” del país, la inmensamente mayoritaria, la que quemó
Mitre para escribir su historia, a partir de 1945 tiene nombre y apellido: es
el peronismo. No cualquier “peronismo”. Con toda seguridad, no las versiones
dietéticas de peronismo que conocimos a partir de 1983. No. Me refiero al
peronismo que rechaza, que desea ignorar la elite dominante, es decir al
auténtico, al que sigue tozudamente el sendero marcado por su fundador. A las
versiones dietéticas, en cambio, las aúpa el diario La Nación. “Por los frutos
las conoceréis…” Son inofensivas, inodoras, incoloras e insípidas. En la jerga
de nuestro pueblo, “no joden a nadie”. Hacen buena letra, igual que la señora
Ivonne Bordelois, y por eso las aúpa el diario guarda-espaldas de Mitre.
El
que “jode” es el peronismo de Perón, y por eso ”jode” el recuerdo de Perón y el
apellido Perón. Y hoy, reitero, el único apellido Perón es el que lleva Isabel
por su matrimonio. He ahí la razón verdadera y de fondo de las absurdas
acusaciones de dos jueces funcionales al “establishment” de “izquierda” y
al de “derecha”.
Esta
fobia fanática y ciega contra Perón viene de lejos y tiene su origen, como casi
todos nuestros males, en Londres, el gran perjudicado por la política nacional
y popular del peronismo. De Londres pasó a Washington sin solución de
continuidad y llave en mano. Braden fue el primero, y seguramente el más torpe,
que tomó la antorcha entregada por los ingleses.
El
más acérrimo enemigo que ha tenido Perón y el peronismo fue, no por casualidad,
el ex primer ministro británico Winston Churchill. El odio de los británicos
contra Perón, hizo que Churchill, al conocer el cuartelazo de septiembre de
1955, dijera, en un rapto de sinceridad eufórica y de “democracia” ejemplar:
“El derrocamiento de Perón (por un golpe
cuartelero, no olvidarlo) es un hecho tan importante
como la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial”.
Para
que no quedara duda alguna, tres décadas después la señora Margaret Thatcher,
al tratar de justificar su criminal acción durante la guerra por nuestras
Malvinas, apostrofó públicamente:
“La culpa de
esta guerra la tiene Perón, porque le metió a los argentinos en la cabeza que
las ‘Falkland’s son argentinas”.
La
transferencia de la antorcha fóbica, de Gran Bretaña a EE.UU., ha sido
ratificada hace poco por la señora Condoleeza Rice, al culpar al peronismo y
concretamente a Perón de todos los males que sufre la Argentina… y
Latinoamérica.
El
odio contra el peronismo y contra Perón es real hoy dentro del gobierno, y lo
era en muchísima mayor medida en 1973 ó 1976 entre los militares y sus socios
civiles de la “derecha”, tanto como entre las filas guerrilleras de la
“izquierda”.
A
partir del derrocamiento cuartelero de Isabel, y concluidos los años de plomo,
el peronismo comenzó poco a poco a ser aceptado por los dueños del país y
del mundo… pero sólo en la medida en que comenzaba a dejar de ser peronista.
Expresado
con absoluta objetividad, de los problemas de fondo que afronta la Argentina
(sus relaciones con el poder internacional de turno, su indispensable
estrategia internacional, su necesidad de adoptar un proyecto de desarrollo
económico y tecnológico integral con justicia social, la defensa y el
aprovechamiento y poblamiento integral y armónico de nuestro territorio, la promoción
de la cultura nacional, la planificación a largo plazo de la salud y la
educación, quién es nuestro verdadero enemigo, etc.) Isabel ha demostrado tener
mucha más conciencia que los gobernantes subsiguientes.
Reitero
lo del mensaje que me envió por Internet una humilde Unidad Básica:
“Con Isabel,
YPF era argentina, no teníamos deuda externa y comíamos todos los días”.
Está
todo dicho.
Segundo
motivo real del golpe
Sobre
este tema ya he dado algunos detalles. En 1973-76 estaba en pleno desarrollo la
guerra fría entre EEUU y la URSS por el dominio del planeta.
Como
siempre hacen, los norteamericanos trazaron su principal objetivo de política
internacional (la guerra contrarrevolucionaria para aniquilar al comunismo…y a
los comunistas), lo elevaron a la categoría de verdad revelada por Dios y
exigieron a los países del patio trasero su seguimiento acrítico.
También
relaté la forma en que la mayoría de los oficiales superiores de nuestras
FF.AA. habían sido debidamente programados en esa doctrina en la Escuela
Militar de las Américas, del Comando Sur del Ejército norteamericano, con sede
en la franja de Panamá invadida por Estados Unidos. Desde Onganía en adelante
las cúpulas de las FF.AA. llevaron el sello de la guerra contrarrevolucionaria en
el orillo. Los grupos subversivos terroristas eran la representación del
demonio: debían eliminar su poder de fuego y, para que nunca más resurgieran,
se propusieron eliminarlos físicamente también.
El
gobierno constitucional produjo, en julio de 1975, dos hechos clave (ya
mencionados) que convencieron al Comando Sur del Ejército norteamericano de la
necesidad de derrocar a Isabel:
1.-
El Poder Ejecutivo dictó el decreto Nº 1.800, del 7 de julio de 1975, por el
cual obligó a las FF.AA. a entregar los prisioneros al juez federal competente,
junto con la documentación que justificara legalmente la detención. Y eso,
tanto para los genocidas que luego darían el golpe, como para sus mentores y
padrinos de la Escuela Militar de las Américas, era peligrosísimo y les quitaba
“eficacia”.
2.-
El 19 del mismo mes, la presidente Isabel, ante la sugerencia de sus ministros
Ernesto Corvalán Nanclares, Oscar Ivanissevich, Jorge Garrido y Antonio
Benítez, eliminó del Gabinete a López Rega, contra la voluntad de los Altos Mandos
y el apoyo leal del coronel Sosa Molina. Este paso de la presidente era, para
los genocidas y sus mentores norteamericanos, tan peligroso y perjudicial como
el anterior, pues les quitaba el paraguas político del ministro de Bienestar
Social.
De
ahí en más, el golpe fue algo indispensable para los genocidas y sus padrinos.
Por eso justamente, un mes después se rebelaron contra el gobierno
constitucional e impusieron al general golpista Jorge Rafael Videla como
comandante general del Ejército. Y en diciembre volvieron a sublevarse para
eliminar de la Aeronáutica al legalista brigadier Fautario, y reemplazarlo por
quien sería el tercer responsable del golpe: el brigadier Agosti.
Tercer
motivo real del golpe
En
1973, y debido a la guerra en Medio Oriente, los árabes aumentaron abruptamente
el precio del petróleo. Sus jeques autocráticos vieron llenarse sus arcas de
dólares, pero, como en esos países aún no había un sistema bancario
desarrollado, optaron por depositarlos en los mismos bancos occidentales, cuyos
verdaderos “capi di mafia” son, desde tiempos inmemoriales, los Rockefeller y
los Rothschild.
Isabel,
tan tozudamente como antes lo había sido Perón, se negaba a tomar créditos
internacionales que no necesitábamos, lo cual empobrecía las ya “humildes”
alforjas de los gemelos Rockefeller-Rothschild y sus laderos de Wall Street y
de la “City” londinense.
Además,
Isabel, como todos los peronistas “incorregibles” (al decir de Borges), era muy
escéptica sobre las bondades de la libertad total del comercio entre el lobo y
los corderos, de modo que se empecinaba en mantener la línea de economía
nacional y humana que el viejo general sostuvo desde que fue Perón.
Estos
dos sacrilegios del gobierno Perón-Isabel constituían una afrenta insufrible
para los bolsillos de los anglosajones dominantes, de modo que el derrocamiento
de Isabel pasó a formar parte del mandato divino que recibieron los
norteamericanos, hace más de 200 años, de que “América (fuera) para los
norteamericanos”, por aquello del destino manifiesto y otros cuentos del tío
por el estilo.
Los
militares argentinos “made in Escuela Militar de las Américas” realizaron las
dos consultas obligatorias para todo buen alumno:
·
A Henry
Kissinger le preguntaron si podían dar el golpe y realizar el genocidio que
sobrevino. Kissinger, con cara de póquer (es decir, de estadista
internacional…) y alma de “destino manifiesto”, les respondió:
“Lo que tengan que hacer, háganlo rápido”.
Y “nuestros” militares practicaron, como solía
suceder, la obediencia debida.
·
Por aquello de
zapatero a tus zapatos, consultaron, ahora no con Kissinger, sino con
Rockefeller (Chasse Manhattan Bank) y los otros cinco bancos del llamado
“Steering Commitee” que monitoreaba nuestra deuda externa, a quien “nos convenía”
designar como ministro de Economía una vez producido el cuartelazo. Rockefeller
respondió en el acto:
“Designen a José Alfredo Martínez de Hoz, pues él es el de mayor
confianza para nosotros”.
Desconozco,
honestamente, si los militares, en su sempiterna ingenuidad e ignorancia sobre
temas económicos, conocían o no que Martínez de Hoz era socio de Rockefeller y
miembro del Directorio Internacional del Chasse Manhattan Bank. Lo real es que
los bancos acreedores nuestros, con el nombramiento de los “Chicago boys”,
lograron plantar “una pica en Flandes” y gobernar la economía argentina.
Cuarto
motivo real del golpe
Los
principales motivos por los cuales se produjo el golpe del 24-03-76 fueron,
efectivamente, de gran envergadura: eliminar la epidemia de “rabia” peronista,
realizar el sueño de la guerra contrarrevolucionaria y obedecer la presión de
los bancos acreedores, tal cual hemos expuesto.
Pero
en la política siempre hay una buena cuota de miserias humanas, y el cuartelazo
de marzo de 1976 no fue una excepción.
Durante
el segundo semestre de 1975, los dueños de la compañía “Ítalo Argentino de
Electricidad” presionaron insidiosa y desembozadamente al gobierno de Isabel
para que, vencida la concesión, el precio de compra (del capital excedente) por
el Estado fuera el que ellos deseaban. Los dueños de la Ítalo pretendían cobrar
340 millones de dólares por los restos de lo que había sido la tristemente
célebre CHIADE.
Los
más viejos recordarán que esa empresa suiza, al final de la década de 1930, sobornó
escandalosamente a los concejales de la Capital Federal para que su concesión
fuera prorrogada. Dicen las malas lenguas (o las buenas…) que, con parte del
producido de ese soborno, los radicales de la Capital compraron la casona que
aún hoy les sirve de sede metropolitana, en la calle Tucumán 1660. Desde
entonces la Casa Radical tiene olor a electricidad… Pero, sobornos viejos
aparte, los dueños de la ex CHIADE pretendían por la Ítalo Argentina de
Electricidad la astronómica suma mencionada. Isabel, que tiene limitaciones
para la conducción política, pero no es tonta, sospechó que el precio era más
que excesivo, y encargó a un hombre recto a carta cabal la realización de un
cálculo decente. La elección del tasador oficial recayó en el intachable Juan Pablo
Oliver, fallecido hace años.
Oliver
hizo su trabajo a conciencia y llegó a la conclusión de que, cualesquiera
fueren los parámetros a tomar en cuenta, el precio de la Ítalo no
podía ser mayor a 90 millones de dólares y, si se apretaban los torniquetes, el
monto podía bajar hasta 40 millones de esa moneda. Una diferencia tan grande
entre piso y techo se explica porque, al vender inmuebles o equipos
industriales usados, su precio puede variar apreciablemente, según se tome el
valor contable o el de mercado. Una máquina comúnmente debe amortizarse desde
el punto de vista contable en plazos cortos: 5 ó 10 años. Un inmueble, en
cambio, en 20 años. De modo que, en ambos casos, y cumplido dichos
plazos de amortización contable, el valor técnico es cero. Pero, obviamente,
tanto las máquinas como los inmuebles usados, por antiguos que sean, tienen un
valor de reventa en el mercado. De ahí la brecha entre 90 y 40 millones de
dólares.
Isabel
dispuso ser amplia con la Ítalo y les ofreció comprar esa empresa en 90
millones de dólares. La diferencia entre la pretensión de los dueños privados y
el precio ofrecido por el Estado era tan grande como para que más de un
empresario avaro apoyara el golpe. El problema se complicaba porque el
presidente de la Ítalo, y uno de sus principales accionistas era, ¡Oh
casualidad!, el doctor José Alfredo Martínez de Hoz, socio de David Rockefeller
en el Chasse Manhattan Bank, y miembro del directorio internacional de ese
grupo, como ya hemos dicho.
De
modo que, quien ya había sido elegido por los bancos extranjeros (es decir,
Rockefeller) como ministro de Economía del futuro gobierno militar (es decir,
Martínez de Hoz, socio de Rockefeller), tenía un interés inmenso en que el
golpe se produjera y debió ejercer la consabida influencia para ello.
Antes
de que el Proceso militar y cívico, de Videla y Martínez de Hoz, cumpliera
su primer año de vida, el Estado Argentino compró la Ítalo en 340
millones de dólares…
También
por eso nos derrocaron.
Nuestros
errores también ayudaron
El
hecho de que hayan existido tales reales motivos para el cuartelazo del
24-03-76, no significa que nosotros quedemos exentos de responsabilidad de tan
desgraciada situación. Tal como he relatado anteriormente, cometimos errores
importantes y no siempre nuestra conducta estuvo a la altura de las
circunstancias. Nosotros tuvimos una buena cuota de culpa en esas
circunstancias.
Pero
que el árbol no nos tape el bosque: los golpistas militares y civiles deseaban
y necesitaban dar su manotazo y lo hubieran dado de cualquier forma.
Aprovecharon nuestros errores y los magnificaron hasta el infinito, para tener
pretextos y dar el golpe. Más aún, en muchos casos, crearon ellos esos
pretextos, como en el caso de los 34 diputados nacionales del Grupo
de Trabajo, entre cuyos integrantes revistaban al menos tres (sino cuatro o
cinco) agentes de los militares infiltrados entre nosotros y que fueron, no por
casualidad, los bastoneros de ese grupo desestabilizador, como ya demostré.
Además,
si vamos a justificar un golpe militar por aquellos errores nuestros, reales o
no (inflación, turbulencias económicas, peleas partidarias, y aún corrupción),
¿qué podríamos decir de los subsiguientes gobiernos “democráticos”?
Sólo
el que tiene las manos limpias puede tirar la primera piedra.
Todas estas vicisitudes eran menores... pero todos
los medios la hacian "gigantes" con el fin de crear descontentos
generales que en definitiva legitimarían el golpe. Lo más alevoso del asunto
fue el cheque de la "Cruzada" firmado por Isabel, que inmediatamente
fue anulado y la Señora cubrió ese gasto con dinero en su bolsillo. No obstante
con esta excusa la mantuvieron 6 años presa. Una cosa de locos... una
barbaridad. La cifra se trataba de un vuelto a comparación de las sumas que los
políticos roban desde 1983 pero sin hacer lo injusto justo por comparaciones
con injustos mayores, el proceder de la Señora de ninguna manera fue ilegal.
Fue todo una trampa. Pero a pesar de ese artificio la Señora no cayó en él dado
que inmediatamente rompió ese cheque. Por más que en él no haya caído los
medios cómplices hicieron lo necesario para golpear contra la autoridad
presidencial...
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