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miércoles, 2 de abril de 2014

LOS NUEVOS HÉROES DEL MUNDO



LOS NUEVOS HÉROES DEL MUNDO
Son los grandes héroes de la sociedad actual.
Admirados e imitados, se han convertido en un ejemplo a seguir por la juventud.
Los podemos ver corriendo, saltando, con sus skateboards, con sus paracaídas, volando con sus trajes alados por entre montañas o dando tumbos con sus motos y bicis.
¿Su gran aportación a la humanidad? Básicamente brincar y romperse huesos, algo que por lo visto, solo está al alcance de los grandes hombres de la historia.
¿Y cuál es el inigualable legado que dejarán estas figuras homéricas? Videos. Muchos videos en youtube.
Un auténtico tesoro cultural.
Porque por más vueltas que le demos, esta es la gran aportación al mundo que nos brindan los héroes actuales: poses, gestos, caritas, peinaditos, gorritas, piruetas y huesos fracturados.
¿Podría hacerlo un chimpancé? Evidentemente.
Quizás en eso consiste su heroicidad, quien sabe…
Y es que esta nueva modalidad de héroes son un reflejo claro de como es la sociedad actual.
Una sociedad donde se admira al que no aporta ningún avance ni ningún progreso real.
Una sociedad donde se adora, no al que arriesga su vida por cambiar las cosas, dejar huella o ayudar a los demás, sino al que la arriesga por nada, por algo tan absurdo como batir un record o recibir una descarga de adrenalina.
El vacío de sentido elevado a la categoría de “heroicidad admirable”.
Un vacío que para más colmo no está exento de un cierto tono de superioridad moral.
Muchas veces veremos a estos atletas dándonos lecciones de vida antes de saltar al vacío o ponerse a correr.
Nos dicen, con sus posturitas, que debemos ser atrevidos, incansables, valientes, temerarios y que debemos anhelar la “libertad”, como ellos.
Una libertad patrocinada por Red Bull, Nike o Adidas, evidentemente.
El único tipo de libertad que se debe anhelar hoy en dia.
Es la triste paradoja del mundo en el que vivimos.
Tras siglos de luchas y sacrificios, de sangre, muerte y esfuerzos por mejorar el mundo por parte de generaciones enteras, al final, el héroe, el que se lleva la gloria es el saltimbanqui, el que hace malabares y el que juega con balones.
¿Valía la pena sufrir tanto para llegar hasta aquí?
No estamos en contra de los deportistas, ni de los atletas, ni de aquellos que aman los deportes de riesgo.
Pueden hacer lo que quieran y recibiran nuestro efímero aplauso y nuestra pasajera admiración.
Pero no merecen más atención. Simplemente, deben ocupar el lugar que les corresponde en el mundo, porque en realidad no aportan nada útil.
Aunque salten desde la estratosfera.
Las terribles consecuencias
Pero lo más triste son las terribles consecuencias que conlleva esta constante adoración por los héroes vacíos y su nula aportación al progreso humano.
Ya empezamos a ver los primeros síntomas de una grave epidemia social que afecta a las generaciones más jóvenes.
Generaciones que han crecido a la luz de la pantalla de su smartphone y bajo la omnipresente mirada de una cámara y cuya única función biológica parece ser la de sostener un móvil o una tablet.
Ya no saben distinguir dónde termina su persona y dónde empieza la red social, cual es su voz y cual es la de los demás.
Tan difusas son las fronteras de su personalidad como difuso es su propio Yo.
De hecho, a veces hasta cuesta distinguirlos unos de otros, como esos personajes de comic Manga a los que solo les diferencia la ropa que visten y el peinado, pues en realidad todos tienen la misma cara.
Esta generación es un modelo representativo del modelo de humanidad hacia el que nos encaminamos si no hacemos algo urgentemente por cambiar las cosas.
Porque la principal característica de estas nuevas generaciones no es su extraordinaria capacidad para usar chismes tecnológicos, como algunos nos quieren hacer ver.
La mayor característica de estas nuevas generaciones es su profunda indignidad como seres humanos.
Tan acusada que no tiene precedentes a lo largo de la historia.
Porque por primera vez en la historia de la humanidad, hay individuos que deciden humillarse voluntariamente a ojos de los demás a cambio de nada.
Las redes van llenas de videos con sus hazañas: adolescentes que se auto-humillan ante la cámara y arrastran su dignidad por los suelos con el objetivo de conseguir que el máximo número de personas se burle de ellos.
Su único premio es el escarnio de la masa sucia y su único fracaso, pasar desapercibidos.
Es el nacimiento de un nuevo tipo de vanidad, no basada en el enaltecimiento arrogante del propio yo, sino en la destrucción absoluta de éste a ojos de los demás.
Un nuevo “pecado 2.0″ que por lo visto, no constaba en las “sagradas escrituras”.
Y es que jamás en la historia habíamos vivido un fenómeno como éste: gente que se arroja de edificios, de balcones, se tiran desnudos sobre el hielo, se estrellan con motos y bicicletas, se queman voluntariamente el cuerpo, se arrancan los pelos, se pellizcan los pezones o los genitales con pinzas, engullen todo tipo de productos desagradables o reciben descargas eléctricas.
¡Y la mayoría ni tan solo ganan dinero con ello!
¡Lo hacen a cambio de nada!
Es la humillación voluntaria del individuo ante la masa y la celebración absoluta de la destrucción de la propia dignidad como logro vital.
¿Cual será el siguiente paso? ¿Grabar tu propio suicidio?¿Competir por ver quién muere de forma más absurda y ridídula y arranca más risas y visitas en la red con su patética inmolación?
Ya no falta tanto. Solo falta que alguien dé el paso y las redes sociales lo conviertan en un héroe.
Puede parecerlo, pero esto no es motivo de broma.
Las consecuencias de tal nivel de degeneración humana pueden llegar a ser gravísimas.
Porque cuando alguien es capaz de rebajarse gratuitamente y llegar hasta donde sea necesario con tal de conseguir la aceptación de las masas, es que no tiene ningún sentido del propio valor.
Y si una persona no se valora a sí misma y no tiene ni la más mínima dignidad, tampoco tendrá ni un atisbo de respeto por las personas que le rodean.
¿Y qué futuro puede tener una humanidad en la que nadie se respeta a sí mismo ni respeta a los demás en absoluto?
¿Qué futuro puede tener una sociedad donde solo se concede valor al aplauso conseguido a través de la humillación del individuo?
Todos lo estamos viendo ya.
Ahí estan, como primer síntoma, los casos de bullying en las escuelas o de mobbing en las empresas, perpetrados por masas de seres pseudo-humanos cuya única función es destruir la identidad de aquel que sea diferente y aún albergue en su interior una mínima chispa de individualidad.
Y es que lo que está sucediendo nos habla de un nuevo estadio a nivel psico-social y nos indica que se ha culminado un largo proceso.
Estamos asistiendo al final de la gran lucha milenaria que ha pasado desapercibida a ojos de la mayoría de nosotros, a pesar de ser el auténtico epicentro de todos nuestros problemas.
La única guerra que todos y cada uno de los humanos, sin excepcion, hemos librado, libramos y libraremos cada segundo de nuestra existencia: la lucha entre el individuo y la sociedad, la necesidad de dirimir las fronteras entre nuestra libertad individual, nuestra identidad y las reglas impuestas por la masa.
Y por lo que estamos viendo, la masa está ganando la guerra: ya existen individuos educados para postrarse voluntariamente ante ella y celebrar su humillación como una victoria.
Jamás el ser humano habia llegado a tal estado de degradación.
Si pudiéramos verlo con una cierta perspectiva temporal, nos daríamos cuenta de que lo que estamos viviendo es infinitamente más terrorífico que una pelicula de zombies.
No somos conscientes de ello, pero asistimos a los primeros casos de infección psicológica y si no reaccionamos ahora y de forma contundente, en pocas generaciones no habrá quien reconozca lo que antaño fue el género humano.
Dicen que la naturaleza conspira para crear vida y belleza.
Los humanos, por lo visto, conspiramos por ser cada vez más estúpidos.
Muchos dirán que éste es un artículo exagerado, que lo que lo que estamos viviendo forma parte de la evolución y que lo que en realidad hacemos es dar un paso adelante.
Y quizás tengan razon: hemos dado un paso adelante, concretamente hacia el precipio.
Celebremos pues la caída, grabémosla con el i-Phone y compartámosla en Facebook.
Por lo visto, es lo único que importa ya.
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS
 
Artículo publicado en pág. 20 del diario El Tribuno el 28/12/2009
Por Javier Cornejo

Tomemos como ejemplo el liderazgo ejercido por Jesús. Liderazgo ejemplar que hoy debe ser verdadero motivo de imitación, en contraposición a los que en estos momentos se autodenominan nuestros «líderes», confundiendo el término con el de «jefe de banda», en un país delincuencial, de la mentira, el insulto, sumido en el desenfreno de la droga, el delito, de sujetos públicos y privados.
Hoy, en la gran crisis que estamos inmersos, somos presa de la necesidad de un cambio súbito y profundo en la calidad de nuestros líderes.
Nuestra supervivencia depende de la capacidad de elegir correctamente el modelo sobreviviente de la voracidad Herodiana. Seres, que cuando los vemos en retrospectiva, como almas inmortales, descollan muy por encima del tipo popular de su época.
Al igual que en las grandes tragedias clásicas representadas en el escenario, en tiempos como el presente, de grave peligro auto infligido, la nación que no descubra a sus individuos excepcionales, está condenada de antemano a la perdición, al igual que los romanos necios, eufóricos de vitorear a los espectáculos de masas del Coliseo de entonces, o las masas necias de hoy, en el estadio de fútbol, el concierto de rock o la orgía de video y TV espuria: un pueblo perdido por su propia adicción popular a la ilusión inherente trágica del placer y la comodidad.
El mayor peligro que enfrenta cualquier nación amenazada, como la nuestra, es la proliferación de mediocridades morales o, lo que es lo peor, el que dichas mediocridades ocupen cargos Ejecutivos, Legislativos y por sobre todo Judiciales, donde precisamente lo que se necesita son gigantes intelectuales y morales.
Desde que la historia occidental nació, como vástago de Egipto, de la antigüedad griega, el papel del individuo excepcional ha sido siempre el tema de las grandes leyendas, historias trágicas y diálogos en que se consigna la historia de las ideas de las grandes culturas del pasado. Los más grandes historiadores clásicos, tales como Esquilo, Platón, Shakespeare, Lessing, Schiller, han plasmado sobre el escenario la alternativa de la vida real entre lo trágico y lo sublime. Ahora corresponde a nuestra nación, a nosotros, al pueblo que habitamos los «actuales» límites geográficos de Argentina, aguardar, a su vez el juicio de futuros públicos, cuando nuestra historia sea representada en un mismo escenario clásico.
Los líderes indispensables en estos momentos son aquellos que desde su infancia han logrado dejarse llevar por el potencial hacia lo sublime.
Potencial que a todos nos es innato por nuestra propia condición de seres humanos, pero, que muchos hemos abdicado o lo hemos adormecido. Tales seres excepcionales, y no otros, son los únicos capacitados como verdaderos líderes capaces de revertir la atroz situación en que nos encontramos inmersos.
Deben tener la capacidad para sustraerse de las experiencias sensoriales humanas en su expresión de una relación entre los órganos de los sentidos y el sistema nervioso central. Lo único que aprendemos de la experiencia sensorial es la habilidad de reconocer cierto efecto que las acciones del universo obran sobre esos órganos sensoriales. Lo que así percibimos no es la realidad, sino la mera sombra del efecto de las acciones de un universo real, no visto, generalmente extra epidérmico, sobre los órganos sensoriales que hacen parte de nuestro organismo biológico. (Platón parábola de la caverna, El Tribuno, pág. 16, 19-08-09).
De allí que la facultad de hipotetizar, de la poderosa capacidad racional superior a la mera biología, la posibilidad de sumar las condiciones reales distintivas de un ser humano excepcional, será el detonante de distinción de las personas aptas para el ejercicio de un liderazgo válido en estos cruciales tiempos por los que atraviesa la sociedad argentina. Es preciso buscarlos, encontrarlos. Existen en nuestra sociedad, harta y hastiada de la vergüenza a la que estamos sometidos muy lejos de la sana inocencia, esencial para el mundo actual.

Lyndon Larouche

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