No somos conscientes de ello: pero en estos momentos estamos viviendo
una auténtica tragedia.
La gran tragedia ignorada y silenciada de nuestros tiempos.
Porque a pesar de que sucede ante nuestras mismísimas narices, nuestra
estrechez de miras y nuestra patética falta de visión en perspectiva nos
ocultan su tremenda magnitud y las calamitosas consecuencias que acarreará de
cara al presente y al futuro.
Podemos decir sin dudarlo, que estamos perdiendo la última gran oportunidad
para transformar a la humanidad y crear un futuro mejor.
Y cuando nos demos cuenta de la oportunidad perdida ya será demasiado
tarde…lo peor es que nadie toma conciencia de que está sucediendo y de lo que
realmente significa para todos nosotros.
¿A qué nos referimos? ¿Cuál es esa oportunidad?
Para comprenderlo mejor, antes debemos responder una pregunta:
¿Quién tiene la fuerza para transformar las sociedades?
¿QUIÉN TRANSFORMA LAS SOCIEDADES?
Se ha hecho evidente a lo largo de la historia que solo los colectivos
oprimidos y maltratados llevan a cabo revoluciones, pues son los únicos que
aúnan la necesidad y la fuerza moral capaces de generar grandes
transformaciones en las estructuras de organización social, económica o
política.
Sea cual sea su origen o condición, recae sobre ellos la responsabilidad
de cambiar las cosas.
La esperanza de crear un mundo mejor y más justo.
La esperanza de crear un mundo mejor y más justo.
Evidentemente, quien
alberga la posición dominante en una situación de injusticia o desequilibrio
social, no tiene ningún interés en cambiar la situación que le beneficia.
No veremos a grandes banqueros y empresarios clamando por los derechos
del trabajador, como no vimos ni a la realeza ni a la nobleza luchando en su
momento por los derechos del campesinado y las clases pobres.
Eso es evidente.
Si pudiéramos cuantificarlo de alguna manera, podríamos afirmar que la
capacidad transformadora de un colectivo oprimido tiene relación directa con el
poder que potencialmente alberga y que le es denegado.
Así, esclavos, campesinos o proletarios, todos ellos motores de las
mayores revoluciones de los últimos tiempos, detentaban la fuerza de trabajo de
la sociedad.
Su poder potencial era pues, inmenso, y por lo tanto, también lo eran su
capacidad de transformación social y económica y las esperanzas de justicia
depositadas sobre ellos.
De la liberación de ese inmenso poder potencial reprimido han surgido
las grandes transformaciones sociales, económicas, ideológicas y políticas de
estos últimos siglos de nuestra historia.
Y tales avances nos han parecido enormes.
EL MAYOR COLECTIVO OPRIMIDO DE LA HISTORIA
Pero a lo largo de la historia ha existido un colectivo oprimido con un
poder potencial mucho mayor al de cualquier otro, tan inmenso que trasciende
las fronteras de lo social, lo económico y lo político, pues alberga, nada más
y nada menos que la llave de la pervivencia de la especie humana: el género
femenino.
Jamás en la historia de la humanidad ha existido un colectivo con tal
potencial de transformación de nuestra realidad.
Su poder es tan inmenso que realmente cuesta tomar plena conciencia de él.
Su poder es tan inmenso que realmente cuesta tomar plena conciencia de él.
Para empezar, las mujeres representan el colectivo más numeroso y más
largamente oprimido de toda la historia humana.
La suya no solo ha sido una subyugación social, económica y política,
sino además mental, sexual y moral, negando su pleno y libre desarrollo hasta
límites inconcebibles.
La represión a la mujer no ha conocido fronteras políticas, físicas ni ideológicas.
La represión a la mujer no ha conocido fronteras políticas, físicas ni ideológicas.
Ni tan solo temporales, culturales ni religiosas.
Se trata de una
opresión generación tras generación y siglo tras siglo a lo alto y ancho del
globo, hasta perderse en los albores de la civilización.
En consecuencia, su poder de transformación del mundo también trasciende
todas las fronteras imaginables, pues alberga la capacidad de transformar al
ser humano hasta sus cimientos.
Mucho más allá de las estructuras circunstanciales y pasajeras
representadas por las diferentes coyunturas socio-económicas con las que se
relacionan todas las anteriores revoluciones.
Y es que un campesino o un proletario representaban la fuerza que
mantenía en funcionamiento toda la estructura económica y productiva.
Pero el género femenino representa, directamente, la existencia y
perdurabilidad de la especie humana en sí misma.
¿Existe pues, mayor poder en el mundo?
Tal era el inconcebible poder de una posible Revolución Femenina.
Y tales eran las esperanzas de profunda transformación a escala humana
que podíamos depositar sobre tal revolución.
LA REVOLUCIÓN ABORTADA
Sin embargo, la Revolución Femenina ha representado el mayor fracaso
de la historia humana.
La gran oportunidad perdida, tal vez para siempre.
El gran cataclismo olvidado e ignorado de nuestra época.
Una desgracia de cuya magnitud, quizás jamás seamos conscientes.
Porque se trata, sin lugar a dudas, de una revolución que está siendo abortada
mucho antes de llegar a producirse.
Abortada bajo la bandera de la presunta “igualdad de género”, una
auténtica aberración conceptual creada por la maquinaria del Sistema con el fin
de canalizar esa fuerza imparable que, de llegar a desatarse, podría llevar al
propio Sistema a su completa destrucción.
Porqué en realidad, ¿Qué representa la igualdad de género?
¿Qué representa la igualitaria incorporación de la mujer a las
estructuras sociales, económicas y políticas?
¿Realmente está cambiando la esencia del mundo en el que vivimos?
Para responder a ello, solo debemos observar a nuestro alrededor.
Observemos, por poner un ejemplo, a las mujeres que se incorporan al
mundo de la política.
¿Menos corruptas?
¿Menos injustas?
¿Con ellas alcanzamos mayor igualdad y justicia sociales que con un hombre?
¿Con ellas desaparecen las castas políticas de carácter mafioso?
¿Las mujeres mienten y manipulan menos?
¿Son menos incompetentes?
¿Aportan nuevas concepciones ideológicas y morales a la política?
¿Estamos presenciando alguna transformación profunda a escala mundial a
medida que la mujer se incorpora a los puestos de responsabilidad?
La respuesta a todas estas preguntas es tan triste como evidente.
LA TRAMPA DE LA IGUALDAD
¿Cuál ha sido la gran reclamación de las mujeres al defender sus
derechos?
Igualdad.
Es decir, libre acceso a las posiciones y roles que los hombres ocupan
en el Sistema.
Ser partícipe del corrupto y desastroso sistema que, en mayor medida, ha
creado el propio género masculino.
Un mundo salvaje, violento, injusto, impío, que como una fría y metódica
máquina lo destruye todo a su paso en alas de absurdas ideologías políticas,
creencias religiosas o ganancias económicas.
Lejos de intentar transformar ese mundo infecto hasta sus raíces, de
destruir las estructuras psíquicas que tanto daño causan desde tiempos
inmemoriales al propio género femenino, la gran pretensión de la mujer ha sido
convertirse en un engranaje más de ese gran mecanismo, como lo es un hombre.
Solo eso.
Ser una pieza más de la máquina, simplemente.
Eso es lo que representa en realidad la mal llamada “igualdad de
género”.
Y llegados aquí, deberíamos preguntarnos ¿por qué el género femenino se
ha conformado con tan poco?
¿Porque no ha centrado sus esfuerzos en derribar las injustas estructuras
del Sistema, creando nuevos conceptos, radicalmente diferentes, mucho más
desarrollados y profundos?
En definitiva, ¿Por qué la mujer no ha luchado por crear y liderar
un mundo radicalmente nuevo y mejor?
Crear y liderar un Mundo Nuevo.
Eso representaría una nueva esperanza para la especie humana, tan ciega
y perdida en estos momentos.
Sin duda habrá quien argumente que para cambiar el mundo, antes la mujer
debe incorporarse a los puestos de responsabilidad.
Pero eso es una completa falacia.
Porque precisamente ahí radica la trampa.
Como hemos visto, la fuerza transformadora solo surge de los colectivos
oprimidos en lucha por cambiar las cosas y que sueñan con nuevas realidades,
aunque sean utópicas.
Que las necesitan para construirse un futuro.
Sin embargo, la promesa de la igualdad no alberga el sueño de nuevas
realidades.
De hecho sirve para matar ese sueño de transformación realmente profunda
y refuerza las realidades existentes como únicas opciones posibles.
Y la igualdad de género, una vez conseguida, elimina definitivamente la
necesidad de esa transformación, pues presuntamente, acaba con la opresión que
generaba esa necesidad.
Esa ha sido la gran trampa del Sistema para abortar la gran Revolución
Femenina que podría haber transformado la humanidad para siempre.
Y con ella perdemos, probablemente, la última oportunidad de
conseguirlo.
Porque todos sabemos que una mujer piensa y siente diferente a un
hombre.
Que experimenta cosas que un hombre jamás podrá llegar a comprender.
Existe entre ambos géneros una enriquecedora y profunda diferencia,
tanto a escala biológica como psicológica.
Un patrimonio natural de valor incalculable.
Sin embargo, parece que el género femenino ha renunciado a esa valiosa
diferencia, a su particular forma de sentir y concebir el mundo y ha preferido
convertirse también en hombre, integrándose a la maquinaria del Sistema.
Parece que la gran lucha del género femenino, su gran objetivo, se
limita a alcanzar los mismos puestos de poder que un hombre y tener la libre
posibilidad de llevar pantalones, fumar, beber, drogarse y practicar sexo
exactamente igual que en el caso del género masculino.
Un gran logro a escala cósmica, sin lugar a dudas.
Elevación
espiritual e intelectual en su estado más puro.
Un auténtico hito que debe ser objeto de la más profunda admiración por
los siglos de los siglos.
Porque ciertamente, ¿dónde están las mujeres que cambian el mundo?
¿Quienes son?
¿Lady Gaga, Madonna, Miley Cyrus o la actriz de moda?
¿Las mandatarias corruptas?
¿Quizás las periodistas y tertulianas que obedecen a sus amos,
exactamente igual que cualquier periodista masculino?
¿O quizás los millones y millones de mujeres esclavas del consumismo, de la moda y de la televisión exactamente como lo son los hombres?
¿O quizás los millones y millones de mujeres esclavas del consumismo, de la moda y de la televisión exactamente como lo son los hombres?
Y es que la mujer
ha sido incapaz de escapar del programa del sistema y crear y liderar una nueva
realidad a escala humana.
Un claro ejemplo de ello lo encontramos en la religión.
Es difícil encontrar una institución tradicionalmente más machista que
la Iglesia Católica.
Su historial de desprecio hacia la mujer raya cotas enfermizas, llegando
a considerarla en su momento un ser impuro y pecador.
Aun hoy en día, la mujer es tratada casi como un ser inferior
espiritualmente, pues no tiene acceso a ninguna posición con auténtico poder en
la estructura eclesiástica.
¿Más cual es la reacción mayoritaria del género femenino ante una
institución tan retorcida y deformada en sus preceptos?
¿Acaso es derribar esa estructura opresora y definir un nuevo concepto
de espiritualidad que supere todas las barreras impuestas por las diferentes
religiones?
No.
Parece que el gran
objetivo de la mujer consiste en reclamar el derecho al sacerdocio, el derecho
a incorporarse a esa misma estructura rancia y anticuada que la ha reprimido
durante dos milenios y a la cual ha servido tan sumisamente.
Incapaz de crear algo nuevo.
Incapaz de renunciar a la programación psíquica del Sistema.
Un ejemplo claro y diáfano de cómo el Sistema habita en lo más profundo
de nuestra mente humana, como un programa auto-limitante que impide todo cambio
sustancial y profundo.
Es doloroso aceptarlo, pero, ¿Realmente significa algún avance para el
mundo que una mujer llegue a gobernar?
¿Si?
¿Por qué?
Si su gobierno implica las mismas injusticias, corrupciones y abusos que
el de un hombre, entonces, ¿Qué ha ganado el ser humano?
Nada.
Al contrario, todos hemos perdido.
Porque hemos perdido la oportunidad de cambiarlo todo.
La oportunidad transformadora que solo brindan los colectivos oprimidos.
Y el género femenino era el mayor colectivo oprimido de la historia de
la humanidad.
Nuestra última y gran esperanza.
Todos deberíamos sentir auténtica pena por ello.
Y una profunda vergüenza.
Y si aún queda un mínimo aliento de fuerza transformadora en el género
femenino, si aún existen mujeres soñadoras ajenas a la trampa de la presunta
igualdad de género, aquí va nuestro llamamiento, casi nuestra súplica:
¡Reaccionad!
¡Rebelaos!
¡Cambiad el mundo de verdad!
¡Hasta sus más hondos cimientos!
Arrancad las telarañas que el sistema teje en nuestras mentes y soñad
una nueva realidad, una nueva humanidad.
No os conforméis simplemente con ser iguales a los hombres y ocupar sus
posiciones.
Sed mejores, liderad el cambio que la humanidad necesita.
Porque sois la última esperanza…
Y hacerlo es vuestra obligación.
GAZZETTA DEL APOCALIPSIS
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