CAMBIOS EN EL VATICANO
El
bloguero católico Elentir cuestionó al diario El País, en referencia a la
noticia publicada por el matutino español el 22/09 de que Francisco estaría
pensando en crear cardenal a una mujer. Elentir afirmó que la información no
tiene “ni rastro” de fuentes. “Ni el clásico ‘fuentes de…’, ni ninguna otra de
las fórmulas parecidas que usa habitualmente la prensa para colarnos cualquier
tipo de chismes”. Según Elentir, el libro de estilo de El País asegura que “las
informaciones de que dispone un periodista sólo pueden ser obtenidas por dos
vías: su presencia en el lugar de los hechos o la narración por una tercera persona.
El lector tiene derecho a conocer cuál de las dos posibilidades se corresponde
con la noticia que está leyendo” (...) y “se citará siempre una fuente cuando
el periodista no haya estado presente en la acción que transmite. Si la
información procede de una sola persona, se hablará de ‘fuente’ en singular”.
Sin embargo, es probable que Elentir no tenga toda la información disponible y
ocurran acontecimientos que escapan de su análisis.
26/09/2013
La idea
de las mujeres “purpuradas” irrumpió en el Aula del Sínodo de los obispos
dedicado a África el 10 de octubre de 1994, ante la presencia de Juan Pablo II,
cuando Ernest Kombo, obispo jesuita del Congo, propuso: "Pido que las
mujeres puedan acceder a los puestos más altos de las jerarquías de la Iglesia,
que puedan ser nombradas cardenales". Poco tiempo antes se había
verificado la primera ordenación anglicana de mujeres sacerdote, a la que el
papa Wojtyla reaccionó con una breve pero densa carta apostólica (“Ordinatio
sacerdotalis”) en la que insistía que en la Iglesia católica era imposible
ordenar mujeres.
CIUDAD DE
BUENOS AIRES (Urgente24). La teóloga católica italiana Lucetta Scaraffia
propuso al papa Francisco la “creación” (término religioso) de una mujer
cardenal para fomentar el papel de la mujer dentro la Iglesia, y lo escribió en
un artículo que le publicó el diario italiano Il Messaggero.
“Sería el
camino maestro para conferir autoridad y respeto a las mujeres dentro de la
Iglesia. Eso sería posible sin entrar en el delicado problema de la ordenación
sacerdotal para las mujeres”, aseguró Scaraffia, quien frecuentemente colabora
con el diario del Vaticano, L’Osservatore Romano.
Ella
sostiene que se trata de una idea que circula entre algunos ambientes
católicos, los cuales piden que se resuelva uno de los temas pendientes de la
Iglesia: el papel de la mujer dentro de la milenaria institución.
El título
cardenalicio es honorífico y, según el derecho canónico, no se accede a él sin
ser religioso, aunque en el pasado varios laicos fueron designados “príncipes”
de la Iglesia.
Para
demostrar que lo que afirma Scaraffia, en línea con lo que escribió el ex
sacerdote católico hoy periodista de El País, Juan Arias (quien solicitó, en su
momento, dispensa a Pablo VI para dejar el sacerdocio y contraer matrimonio),
el vaticanista Andrea Tornielli retomó el tema en Vatican Insider, la
publicación especializada en temas vaticanos del diario italiano La Stampa (de
la Fiat).
"El
que replanteó la idea fue un teólogo jesuita estadounidense, el padre James
Keenan, que en su perfil de Facebook propuso un parteaguas en la estructura de
la Iglesia católica, con el nombramiento de mujeres en el colegio cardenalicio,
el “club” más exclusivo del mundo que, desde hace siglos, tiene el poder para
elegir al Papa. Juan Arias retomó la hipótesis en las columnas de “El País”,
pero le añadió un supuesto «pensamiento» del Papa Francisco al respecto.
La
historiadora Lucetta Scaraffia, editorialista del periódico romano “Il
Messaggero” (en cuyas páginas apareció el artículo) pero sobre todo del
periódico vaticano “L’Osservatore Romano”, escribió un comentario favorable al
respecto.
«Nombrar
a una mujer cardenal; la hipótesis, propuesta por “El País”, no es del todo
nueva –escribió Scaraffia. A lo largo de los años han surgido ortas voces
(personalmente quiero recordar a la gran antropóloga inglesa Mary Douglas,
católica) para indicar esta vía maestra que daría autoridad y, por ende,
aumentaría el papel de la mujer en la Iglesia. El nombramiento tendría, de
hecho, la gran ventaja de ser posible, sin implicar el espinoso problema de la
ordenación sacerdotal femenina. Constituiría un acto de cambio fuerte,
significativo, de esos que nos hemos acostumbrado a esperar del Papa Francisco.
Y no sorprendería mucho, en el fondo, después de haber escuchado las frases que
pronunció recientemente el Papa sobre el papel de las mujeres en la Iglesia».
Había sido justamente la editorialista de “L’Osservatore Romano” la que se
había lamentado de que, durante los días del último pre-cónclave, no hubiera
habido mujeres en las discusiones que habrían delineado el futuro de la Iglesia
católica y el “perfil” del nuevo Papa.
La idea
de las mujeres “purpuradas”, que habría que asociar con el tradicional colegio
cardenalicio, como indicó Scaraffia, no es ninguna novedad. Irrumpió en el Aula
del Sínodo de los obispos dedicado a África el 10 de octubre de 1994, ante la
presencia de Juan Pablo II, cuando Ernest Kombo, obispo jesuita del Congo,
propuso lo siguiente: «Pido que las mujeres puedan acceder a los puestos más
altos de las jerarquías de la Iglesia, que puedan ser nombradas cardenales».
Poco tiempo antes se había verificado la primera ordenación anglicana de
mujeres sacerdote, a la que el papa Wojtyla reaccionó con una breve pero densa
carta apostólica (“Ordinatio sacerdotalis”) en la que insistía que en la
Iglesia católica era imposible ordenar mujeres.
Kombo, en
su intervensión que fue acogida por el silencio en el Aula, había dicho: «Que
Dios pueda inspirar la actitud profética que consistiría en hacer de las
mujeres una parte importante entre los consagrados, tanto numérica como
cualitativamente, al nombrarlas en puestos de responsabilidad y en los más
altos de la jerarquía, como cardenales-laicas, si fuera posible». Mujeres
cardenales, pues, no “sacerdotas”.
Es cierto
que el cardenalato es un título honorífico, no una orden sacra. Un título que
incluye al purpurado –dispuesto a ofrecer el testimonio de su fe «uusque ad
sanguinis effusionem», hasta el sacrifico extremo de la vida– en el clero de la
diócesis de Roma y en el grupo de los colaboradores y consejeros del Papa. Pero
también es cierto que el nuevo Código de Derecho Canónico, promulgado en 1983,
es bastante claro al respecto: «Para ser promovidos a Cardenales –se lee en el
canon 351–, el Romano Pontífice elige libremente entre aquellos varones que
hayan recibido al menos el presbiterado y que destaquen notablemente por su
doctrina, costumbres, piedad y prudencia en la gestión de asuntos; pero los que
aún no son Obispos deben recibir la consagración episcopal».
Así pues,
«varones» y «sacerdotes». Apenas nombrados, «deben» ser ordenados obispos. Una
ley, esta última, que fue introducida por Juan XXIII: durante siglos,
efectivamente, hubo cardenales que eran solo sacerdotes y también cardenales
que eran solo diáconos (el último cardenal diácono que no era sacerdote fue
Giovanni Mercati, creado en 1936 por Pío XI).
La regla
del episcopado sigue en vigor, aunque durante los Pontificados de Papa Wojtyla
y Benedicto XVI comenzara a derogarse, si el interesado, en el momento del
nombramiento cardenalicio tenía una edad avanzada, pedía ser exonerado de la
ordenación episcopal. Es el caso de diferentes teólogos que recibieron la
púrpura con más de 80 años (entre ellos los jesuitas Henri De Lubac, Avery
Robert Dulles, Roberto Tucci y Albert Vanhoye).
Pero,
¿qué fue lo que dijo Francisco sobre el papel de la mujer? En la entrevista
publicada por la revista “La Civiltà Cattolica” explicó: «Es necesario ampliar
los espacios de una presencia femenina más incisiva en la Iglesia», pero añadió
que temía la «solución del “machismo en faldita”, porque en realidad la mujer
tiene una estructura diferente del hombre. En cambio, los discursos que escucho
sobre el papel de la mujer a menudo están inspirado por una ideología
machista».
«La
Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer ni su papel –explicó. La mujer
para la Iglesia es imprescindible. María, una mujer, es más importante que los
obispos. Digo esto porque no hay que confundir la función con la dignidad». Es
como decir que el indispensable reconocimiento del valor de la mujer en la
Iglesia no debe pasar a través de su «clericalización». Sacar de estas
observaciones la idea de las “cardenalas” es bastante arriesgado. Para tener su
justo valor y responsabilidades en la Iglesia las mujeres no necesitan
forzosamente los hábitos púrpura."
LA IGLESIA, HERIDA Y ACORRALADA POR LAS DENUNCIAS
Artículo publicado en el diario El Tribuno el 26 de abril de
2010
Jaqueado por las denuncias contra curas pedófilos que llegan
de todas partes del mundo, Joseph Ratzinger dijo: «La Iglesia está herida y es
pecadora».
El escándalo, grave y medular en sí mismo, hiere a la
cristiandad en valores sustanciales, como la moral personal y el respeto a la
inocencia de los niños.
Además, deja a lglesia expuesta a infinidad de andanadas
frente a las que no sabe cómo responder.
¿Se estará produciendo una nueva «bisagra» en una velocísima mutación
del imperio global del siglo XXI hacia un gobierno mundial que todavía desconocemos?
La historia de la civilización está construida por la
sucesión de hechos y actos de la lucha por el poder y su transmisión a través
de los siglos.
En el transcurso histórico existieron «momentos de inflexión»
en los que aparentemente se tomaba un rumbo distinto pero al cabo del tiempo constatamos
que todo sigue igual.
El origen de nuestra historia occidental bien podemos
centrarlo en el devenir del Imperio Romano. Hay un hecho que se destaca como un
viraje crucial de la historia: el «golpe de timón» trascendente que dio ese
asesino incestuoso que fuera eliminado del Santoral por Juan XXIII, el
emperador Constantino. En los años 313 y 325 dictó el Edicto de Milán y convocó
al Concilio de Nicea respectivamente, por los que el cristianismo pasó a ser la
religión del Estado. A partir de allí, se transformó el cristianismo militante,
perseguido, periférico, el de los primeros creyentes, y comenzó una «mutación»
del imperio a través de un camino sin fronteras terrenales ni espirituales, a
través de la catolicidad, la apostolicidad y la romanidad.
En las «bisagras» históricas, la inteligencia y profundos
conocimientos de los involucrados son decisivos. En ésta, fue fundamental el
ciudadano romano Saulo o San Pablo, quién a través de sus Epístolas posibilitó
tal paso.
En ese tiempo todavía mantenían su independencia cultural: el
Antiguo Testamento, los Evangelios (apócrifos o no), las Epístolas de San
Pablo, los Hechos de los Apóstoles y las Homilías Clementinas. Entre ellos,
existen innumerables y muy serias contradicciones.
Fue el padre de la historiografía inglesa, el monje británico
Beda el Venerable (672-735), quien hizo una reedición de la Vulgata, formando
una única Biblia coordinada de un solo volumen que constituyó la versión
oficial de la cristiandad. Fue quien estableció la cronología fijando como año
0 (cero) la «encarnación del Señor» en calendario de «antes» y «después» de
Cristo.
Partiendo de la fecha establecida por Constantino del 25 de
diciembre, estableció las fechas de la Semana Santa de las que se derivan todas
las demás de la liturgia cristiana (hasta ese momento se calculaba el tiempo desde
la fundación de Roma).
Le sucede otro monje británico: Alcuino de York, quien fue el
ejecutor de la gran reforma educacional promovida por Carlomagno. Al introducir
los conceptos de «alma» en sus jerarquías de intelecto, memoria y voluntad integradas
en la oralidad (verbo) a la Trinidad Divina. Aristotélico, opuesto a la
concepción agustina y platónica, echó las bases de lo que luego fue el Common
Law.
Sobre los pilares referidos, el poderío espiritual-terrenal
del Vaticano llegó hasta nuestros días. Resulta llamativo que el papa Benedicto
XVI, el 18 de febrero de 2009, presentara a la cristiandad, precisamente, a San
Beda el Venerable en la Audiencia General de la Plaza de San Pedro; que hace
poco tiempo firmase la aceptación de la Iglesia Anglicana en la filas del
catolicismo; que recién venga de Malta de conmemorar el 1.950º aniversario del
naufragio de Saulo cuando iba a Roma y que ya haya programado un viaje a Gran Bretaña
e Irlanda, centro de las denuncias sexuales que está haciendo temblar la
estructura clerical.
LOS MENSAJES DE FÁTIMA
Artículo publicado en el diario El Tribuno el 17 de mayo de
2010
La característica de la Iglesia Católica en el transcurso de
los siglos fue su reserva y prudencia en difundir su palabra al mundo. Lo
efectuaba como consecuencia de Concilios o reuniones ecuménicas, en mensajes
sobre temas específicos. Los Santos Padres guardaron igual prudencia. No parece
ser así con el actual papa Benedicto XVI, en relación al delicado momento por
el que atraviesa la clerecía.
El 26 de junio del año 2000, el Vaticano dio a conocer el
Tercer Secreto de Fátima. Precisamente, quien era el Prefecto de la
Congregación de la Doctrina de la Fe, cardenal Joseph Ratzinger, lo comunicó al
mundo.
Luego de una amplia explicación sobre el carácter de
«revelación privada» y sobre su contenido, concluye: «Los acontecimientos a los
que se refiere el Tercer Secreto de Fátima pertenecen al pasado. En la medida
que se refieren a acontecimientos concretos, ya pertenecen al pasado. Quien
había esperado impresionantes revelaciones apocalípticas sobre el fin del mundo
o sobre el curso futuro de la historia debe quedar desilusionado. Fátima no nos
ofrece este tipo de satisfacción de nuestra curiosidad, del mismo modo que la
fe cristiana, por lo demás, no quiere y no puede ser mero alimento para nuestra
curiosidad». (La Nación, 27 de junio de 2000).
Los mensajes de la Virgen María fueron revelados entre mayo y
octubre de 1917 a Lucía, Jacinta y Francisco. Sor Lucía en 1944 envió una nota
al Santo Padre en la que indicaba que el Tercer Secreto debía revelarse recién
en el año 1960; por lo que permaneció «guardado».
Fue revelado mucho después: el 26 de junio de 2000. No existe
explicación valedera para esta demora. La revelación del contenido de los dos
primeros fue clara y directa. Por el contrario, la efectuada por el cardenal
Ratzinger es «simbólica». El papa Benedicto XVI, en su visita
a Portugal, nos sorprende con que «los actuales sufrimientos» que está pasando
la Iglesia Católica sobre abusos sexuales forman parte del Tercer Secreto de
Fátima (El Tribuno, 12 de mayo de 2010, y en otros medios) en «la aterradora
verdad que la amenaza proviene de los pecados dentro de la Iglesia».
Estas afirmaciones contradicen categóricamente su Comentario Teológico
del 26 de junio de 2000. El nombre «Benedicto» proviene de San Benito (fundador
de la Orden Benedictina). Santo insigne en su lucha por las «tentaciones
sexuales a que el demonio le sometía». En la historia de su vida se refiere
profusa y expresamente que para aplacarlos se «revolcaba en una zarza
espinosa». Es sobre una «zarza ardiente» donde la Virgen se aparecía a los
pastores. El documento decisivo en la organización eclesiástica actual, el
Código de Derecho Canónigo, donde se establecen los procedimientos para los
casos de pecados sexuales, fue promulgado en 1917 por el papa Benedicto XV.
En 1962 (dos años después de la fecha establecida por Sor
Lucía) el Vaticano implementa el «Crimin sollicitacionis» (complementario del Código
referido) en relación a los pecados sexuales derivados del secreto de la confesión.
Todos estos actos son considerados «pecados» y no «delitos», susceptibles de
redención por el arrepentimiento.
En noviembre de 2009 el Vaticano abre las puertas a la
Iglesia Anglicana, liberal en el aspecto sexual de sus miembros.
A partir de enero de 2010 la cadena Británica BBC de Londres,
a través de su corresponsal David Willey y la coalición «Protest the Pope» encabezada
por Peter Tatchell, acusan al Papa de encubrir los delitos sexuales de los
clérigos y solicitan su renuncia basándose en las efectuadas por Gregorio XII
(1406-1415) y Celestino V (1294). Es muy válido inferir que Ratzinger sabía
perfectamente bien a lo que su papado se enfrentaría.
Sólo resta conocer el comunicado que dará en el próximo mes
de junio a los más de 400.000 sacerdotes de todo el mundo que fueron convocados
a Roma para el cierre del año sacerdotal que se producirá en ese mes.
Los destinos de la cristiandad, indudablemente, dependerán
del proceder actual de sus miembros.
LA OTRA CARA DE LA FE, TRAS EL VIAJE DEL PAPA AL REINO UNIDO
Artículo publicado en el diario El Tribuno el 04 de octubre
de 2010
Pasó septiembre. Mes en el que año a año, nuestro Señor y
nuestra Virgen del Milagro sintetizan la concreción de la fe de salteños y
visitantes en procesión, cada vez más multitudinaria, en nuestra catedral y
calles de la ciudad.
A ello se suma, todos los sábados, la visita constante a la
Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús (Virgen del Cerro).
Profundas creencias que trascienden la deductividad
racionalista, enraizándose en el conocimiento intuitivo del hombre hacia
nuestro Señor y la Virgen María.
Otros intereses
Frente a estas manifestaciones expresas de fe cristiana
vividas, observamos que purpurados del resto del mundo se debaten en otras cuestiones
que concentran su atención: Su Santidad el Papa Benedicto XVI visitó Gran
Bretaña con la publicitada finalidad de participar en la concelebración de un
oficio religioso con sus pares británicos en una ratificación del acuerdo con
la Iglesia Anglicana aprobado por Constitución Apostólica en octubre de 2009
(El Tribuno 2/11/09).
Así también, fue para iniciar el camino de beatificación del
anglicano convertido John Newman.
Para presenciar tal ceremonia el escaso público debió pagar
por persona 25 libras (39 dólares), haciendo notar su presencia en contundentes
reclamos a su santidad. A los que se sumaron las críticas por el alto costo de
la visita en el erario británico: 31 millones de dólares.
Por primera vez en la historia, un Papa viaja a Londres para
visitar al arzobispo de Canterbury en su residencia oficial de Lambeth Palace. Siendo recibido en la Abadía de Westminster por su
canóniga reverenda Jane Hedges, adalid en la consagración de mujeres obispo.
Circunstancia no exenta en la nueva tónica de la Iglesia romana de
incorporación de mujeres a los ministerios sacerdotales.
Su Santidad insistió vehementemente en el perdón por los
pecados de índole sexual cometidos por los sacerdotes. Es de destacar su
circunscripción al concepto del término «pecado». Tal no genera responsabilidad
penal ni resarcimiento patrimonial para los afectados. Es redimible a través de
la confesión y la penitencia.
El concepto de «delito» reviste otro tratamiento de índole
penal y resarcimiento pecuniario. (El Tribuno 17/5/10).
Riesgo financiero
Esta circunstancia genera el gran riesgo de una catarata
incontrolable de demandas indemnizatorias, que puede hacer añicos las
vapuleadas finanzas del Vaticano. Sus gurúes financieros ya tomaron las riendas
de los Legionarios de Cristo, designando a un experto en Economía, tal el
arzobispo Velasio de Paolis en reemplazo del finado pedófilo Marcial Maciel.
Los ecos de 1982, la P-2, la quiebra del banco Ambrosiano y el actual secuestro
en la cuenta del Banco Crédito Artigiano Spa están repercutiendo en la contabilidad
dineraria católica con un peso de 3.500 millones de dólares, más un déficit
agregado de 1.400 millones de dólares, en un egreso de 2009 de US$ 323.262.356.
(«Los números del Vaticano, al rojo vivo», La Nación, edición del 11/8/10).
Quizá por ello el arzobispo anglicano Rowan Williams el 16 de
abril por la BBC preanunciaba: «Benedicto será recibido como un valorado socio.
Y ya está» (sic).
No es aventurado sostener que la visita de su santidad al
centro financiero de Londres más tiene que ver con cuestiones de este tipo que
con el enaltecimiento de la fe en Nuestro Señor Jesucristo y su madre la Santa
Virgen María, tal como lo experimentamos en nuestra tierra salteña.
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