8 abril,
2015 Por Gabriela Pousa
De
repente, uno se detiene frente a la hoja en blanco pensando qué derecho tiene a
llenarla con la sarta de sandeces que ocurren a diario. Después recuerda que
está el derecho a no leer, y es entonces cuando la tinta se va
atreviendo a contar lo que está pasando.
Desde una
huelga de hambre de presos reclamando una Play Station hasta un aumento
desmedido de embarazos adolescentes, sin que falte el ingrediente bizarro de la
jefe de Estado buscando instalar a su hijo. Todo son excesos. La desmesura se ha instaurado
como regla, la coherencia no hilvana con la lógica. Consecuentemente, todo se
torna una parodia.
¿Cuál
de los temas en danza tendrá luego su correlato? Es uno de los tantos misterios
que se mantienen en suspenso. No hay razones que sustenten argumentos, solo
existen denuncias, persecución, agravios y descréditos.
En
Argentina las cosas hace tiempo que no son como debieran ser. Véase que la
característica más nítida de este presente es paradójicamente, el exceso de
pasado. Vamos retrocediendo a pasos impensados: viento de cola y el avión a
contra mano. Cuesta entender el valor tiempo como cuesta asumir el exceso
de desgano. Por cada argentino interesado en el quehacer político, hay una
docena de desesperanzados, y otro tanto directamente relegados de este
teatro.
Los
primeros no conciben siquiera la posibilidad de instaurar la candidatura de
Máximo. Se ríen, confunden la realidad con la proyección de sus deseos
personales. “No lo va a votar nadie”, dicen sin recordar que “nadie”
también votó a Menem y a unos cuantos. Aquello que ellos no ven posible,
deja de tener posibilidad a nivel general. Están expuestos al desencanto, y a
pasar de llevarse puesto al mundo, a que el mundo se los lleve puesto a
ellos.
Para
otros, la apatía es la respuesta. Saben o piensan que el próximo gobierno hará
con ellos lo mismo que hicieron quienes le precedieron, es decir: mantenerlos
en su pobreza. En el
mejor de los casos, sospechan que alguno puede hacerles pasar menos penurias
pero en definitiva, la credibilidad en la política les está negada por
experiencia, no por pesimistas.
En ese
conglomerado la imagen de los candidatos o la intención de voto no suma
ni resta demasiado. Hasta es posible que más que la economía, prime el deseo
de poner coto a la violencia, la droga y el narcotráfico. Viven a diario
batallas inauditas, oyen repicar de cerca las balas, y la vida vale apenas un
poco de cocaína o alguna dosis de Paco. Ven caer a sus hijos como mosquitos por
un par de zapatillas. La vida no es un desafío. Para ellos, la vida es un
milagro.
Basta
verlos en noticieros contando ante cámaras de qué modo le mataron un chico, un
padre, un hermano. Desde otro punto cardinal, uno se pregunta cómo pueden
mantener tamaña frialdad. Pero no es frialdad lo que muestran, es
resignación porque a fuerza de experiencia saben que, antes o después, serán
víctimas del Estado ausente y de un absurdo garantismo que cuida al
malviviente, en detrimento de los hombres de bien, de los ciudadanos decentes.
Para
ellos la fatalidad no existe, existe lo común y corriente. Y lo común y
corriente es la violencia, es un perpetuo entierro de parientes, es la
desaparición de adolescentes por desavenencias familiares o entornos nocivos,
es la carencia y la ignorancia en su definición más exacta. En definitiva, es
la costumbre que mata hasta la conciencia de lo que pasa. Sino no podrían
seguir adelante, y lo hacen…
Si algo
atesoran del “arte de lo posible”, es la anécdota familiar de Perón y
Evita dejándoles una pelota o una muñeca para Navidad. A veces, ese vago
recuerdo mengua el dolor de las pérdidas e influye a la hora de votar. De todos
modos, no es factible contabilizar memorias ni sopesar olvidos para definir
un comicio. No hay estigmatización que valga. A veces de esos espacios sale el
voto mejor fundado.
En otros
sectores algo está clarísimo: debe desterrarse al kirchnerismo. Con mayor o menor fanatismo,
franjas sociales que vieron renacer viejos antagonismos, promueven la necesidad
de no retornar a lo que ellos consideran el causante de todos los males: el
peronismo. ¿Quién queda? No les importa tanto como sí les interesa y les urge
la limpieza. Creen no pertenecer a las masas pero en el fondo son fruto de
su propia manipulación, razón por la cual descreen que el kirchnerismo pueda
tener aún votos cautivos.
No faltan
desde luego, aquellos que están “cómodos” con este modelo, pero analicemos
qué se entiende por comodidad en la Argentina actual. Estar cómodo es pasarla
bien uno sin que importe un ápice qué sucede alrededor. Estar cómodo es
estar sacando provecho del caos, de la ausencia de normas y de la confusión.
Muchos saben de la ignominia kirchnerista pero callan porque ese sistema los
beneficia. Otros son marionetas que se venden al mejor postor. Volveremos a
verlos aplaudiendo a cualquier otro orador.
Queda el
resto, aquellos que están sumidos en la costumbre aceptando lo inaceptable. La
naturalización del horror los curó de espanto, la sistematización de la mentira
profundizó la incredulidad, a punto tal que no creen más que en el “sálvese
quien pueda”. Y obran
en consecuencia. Lo que no se advierte es que la salvación individual es la
muerte de cualquier sociedad.
No
vivimos aislados, nos
engañamos a nosotros mismos y terminamos erigiéndonos en Poncio Pilatos. En ese
sentido, es nimia la diferencia con la jefe de Estado. Nadie se hace cargo,
pero el gobierno es fruto del cuarto oscuro. No fue un tropiezo, de este
calibre vamos por el tercero y ni siquiera podemos garantizar que se haya
acabado.
En este
contexto, lo burdo gana terreno y es por eso que sale Oscar Parrilli, titular
de la nueva SIDE (AFI), a decir que a Jaime Stiuso lo perdieron. Parece que la
Agencia de Inteligencia no agendó su domicilio en forma correcta. Ahora bien, si
el más popular de los espías apareciera, no podrán más que sentarse a negociar
silencios para mutuas conveniencias. Habla un socio, cae el otro.
A su vez,
el pacto turbio que dice haberse producido entre funcionarios y jueces
federales es grave, pero las condenas de no salir del Poder Judicial como
debieran, saldrán de la sociedad y de los mismos actores que compartieron el
libreto durante doce años de puestas en escena. El odio se sembró adentro y
afuera. Balcarce 50 se caracteriza hoy por ser una escuela de émulos de Judas.
Se van entregando unos a otros mientras se besan.
Este
todos contra todos es el sello inexpugnable del fin de ciclo. Hay una sola
novedad, lo demás es harto repetido. Han innovado como nunca antes, en la
inmoralidad, el cinismo y la hipocresía. Institucionalizaron la corrupción y
la vendieron como “la nueva política”. Mentira.
Pero
¿quién tiene la culpa de que se esté hablando de una eventual candidatura de
Máximo? Al fin y
al cabo, el hijo de la Presidente apenas desmintió una noticia ante un emisario
del relato. ¿Quién se hizo eco? Si no es una voz calificada, si no se lo quiere
de protagonista, ¿por qué caímos en la trampa de situarlo en el centro del
escenario?
No
aprendimos que ignorar con la indiferencia es más efectivo que el agravio.
Ellos sí lo han sabido. Ignoraron las marchas, los reclamos, ignoraron las demandas perentorias
de los ciudadanos, ignoraron el último voto en las urnas… Solo consideraron la
mesa que ganaron en la comunidad Primavera. Recuérdese que ese fue el único
comentario de Cristina en su discurso posterior a las Legislativas.
En
cambio, nosotros seguimos mofándonos de sus inconsistencias pero, en rigor,
quién reía de veras estaba y está en Balcarce 50. Es el eterno conflicto
del argentino con su gen de “piola”, con hacerse el vivo cuando lo están
aniquilando desde hace años, en finas dosis, en cámara lenta, sin anestesia.
Eso
sucede mientras se oculta la verdad del caso Nisman, el cepo se mantiene,
hay intenciones de aumentar el número de miembros de la Corte, las causas
judiciales se paralizan, se pacta con lo peor del planeta y se incendian de
golpe archivos decisivos. Nerón alquila en Olivos.
Creer que
hay interés en indagar al agente para esclarecer la investigación del atentado
a la AMIA es tan ingenuo como creer que ahora, a Cristina Fernández, le
interesa la calidad de vida de los jubilados. Qué los beneficie con
subsidios es el modo más evidente del desprecio que les tiene. Si el interés
fuese genuino no hubiese desconocido la ley que impone el pago del 82% móvil.
Ni siquiera pueden indignarse si Inglaterra nos espía porque están ocupados en
pinchar los mails y teléfonos de opositores y candidatos.
En
definitiva, la estrategia es nítida: colmarán de títulos las portadas de los
diarios, venderán humo caro y despilfarrarán hasta el ultimo centavo. El
objetivo es dejar un campo minado a quien le suceda, aún cuando este fuera
uno de sus funcionarios porque, si bien se mira, se verá que Cristina solo
apoya a Cristina. Y así ha sido desde el primer día.
No Gabriela, no caímos en la trampa. La trampa es el sistema. La mejor forma de instalar lo inimaginable es desde su opuesto complementario.
ResponderBorrarCuanto mas impresentable sea el eje Máximo-Víctor Hugo-678, mas supone cosechar la muchachada de Mauricio-Clarín-Santoro y viceversa.
Ambos necesitan la mayor polarización posible,y mas allá del discurso, ambos seguirán reportando al poder real sin ponerse colorados.
En definitiva, ya están los unos y los otros, los del medio, los del costado, los de arriba y los de abajo, marchando en prolija procesión al kiosquito de la calle Cangallo.