Parravicini - Iconografía año 1938 |
El verdadero dragón chino,
en casa
Javier
Cornejo
Artículo publicado en el diario El Tribuno el 03-03-15
Artículo publicado en el diario El Tribuno el 03-03-15
El acuerdo con China recuerda el
pacto Roca - Runciman, un negocio en el que Argentina se somete a condiciones
leoninas
El
Congreso convirtió en ley un acuerdo comercial con China que compromete
seriamente el futuro de la Argentina. Y si decimos que es el Congreso, porque
formalmente la ley se aprobó, la realidad es que lo hizo la exigua mayoría
kirchnerista. Un acuerdo de esta naturaleza requiere, imperiosamente, un mínimo
consenso.
El acuerdo garantiza financiamiento para un gobierno que naufragó en todos los intentos por arreglar su situación con el exterior, y no lo consiguió por ineficiencia propia y por falta de solidez ideológica. Pero la suerte de ese gobierno, hoy en retirada, compromete a generaciones de argentinos. Se trata de un negocio estrictamente chino, que se asegura la provisión de soja para sus cerdos, que avanza sobre la soberanía argentina y hasta impone condiciones leoninas para sus inversiones futuras.
El 19 de febrero de 1972, el día en que Cristina Fernández cumplía 19 años, en que el general Alejandro Lanusse firmaba con Mao el reinicio de las relaciones diplomáticas. Han pasado 43 años y se cierra el ciclo.
"Cambiamos de collar, pero seguimos siendo perros", advertía Arturo Jauretche. Los "acuerdos" ya están, y es preciso reiterar: el collar es distinto pero no solo el perro, sino también el amo es el mismo.
Tal como ayer lo demostraba Raúl Scalabrini Ortiz y hoy Julio González, quien decide en forma absoluta en esta geografía fue y es el Imperio Británico, cuyo axioma le ordena "ejercer el poder sin exhibirlo".
El 1 de mayo de 1933 se firmaba el convenio entre el vicepresidente argentino Julio Argentino Roca (h) y el presidente del British Board of Trade, Sir Walter Runciman, encargado de negocios británico. Es el pacto Roca Runciman al que el actual oficialismo descalifica como "claudicante".
Ese acuerdo destruía nuestra industria enviando a Inglaterra nuestras carnes y recibiendo chafalonería. En las acaloradas sesiones que protagonizara Lisandro de la Torre un intento de asesinato del senador costó la vida a Enzo Casiano Bordabehere. Fue el "Asesinato en el Senado de la Nación", la película de Juan José Jusid protagonizada por actores como Pepe Soriano, Oscar Martínez y Miguel Angel Solá, próceres del elenco kirchnerista.
Poco tiempo después la angustia terminaba con la vida de don Lisandro.
Hoy un fiscal de la Nación muere en los avatares de "acuerdos" parecidos. No con China, sino con Irán, en la maraña de la intriga internacional.
Son las mismas recetas; solo cambian los tiempos y personas. Es paradójico que hasta se usen los mismos giros gramaticales para evadir decir las cosas por su nombre: al verdadero "Tratado" Roca- Ruciman se lo denominó "pacto". A los tratados de absoluta sumisión a Gran Bretaña como consecuencia de la Guerra de Malvinas, también casualmente en febrero de 1990, se lo denominó "Acuerdos de Madrid". Hoy la entrega de nuestro cuerpo (geografía) y alma (idiosincrasia, raíces) es regalado a la "aplanadora" asiática a través de "Acuerdos con China".
Son tratados que tienen una jerarquía jurisdiccional superior a la de nuestra Constitución Nacional designando a Londres como el "árbitro" permanente de lo que nos pase.
La unión entre Londres y Pekín fue cimentada por la British East India Company a partir de la guerra del opio (1839-1860), una interrelación que hoy se encuentra totalmente vigente a través de las mixturas societarias de joint-venture, que luego del Tratado de Nankin que en 1942 puso fin a esa guerra y produjo la cesión de Hong Kong a Gran Bretaña.
Hoy, la mirada está puesta en las reservas latinoamericanas, el continente antártico y los mares argentinos.
La otra cara
¿Qué más viene con estos acuerdos?
Junto al "combo" de swaps de monedas chinas, supermercados chinos, inmigrantes chinos, mano de obra china, bases militares chinas, armamento chino, aviones chinos, centro confucios chinos, y cuántas más cosas chinas se nos ocurra imaginar, también vienen otros personajes siniestros y macabros que se pueden englobar en lo denominado como las "tríadas" chinas, es decir: las mafias chinas, instalando entre los argentinos una sofisticada y milenaria crueldad, de las que seremos sus indefensas víctimas por nuestro absoluto desconocimiento de sus reales dimensiones.
Los practicantes de Falun Gong, un sistema de ejercicios con un fuerte componente espiritual, son severamente reprimidos. Los libros "Nueve comentarios sobre el partido comunista chino" y "Cosecha Sangrienta" de David Kilgour y David Matas, sostienen que son la fuente de órganos para trasplantes del sistema militarizado de donaciones en ese país . El viceministro de Salud, Huang Jiefu, afimó en agosto de 2009 en el China Daily: "Estoy confiado que en poco tiempo los hospitales acreditados dejarán de usar órganos de los prisioneros". Esta es una de las "otras caras" del régimen con el que el país celebra estos acuerdos. Un régimen que, por lo pronto, asumió lo peor del capitalismo, que es la explotación extrema del trabajador hasta llegar al trabajo esclavo, y lo peor del comunismo, que es la negación de las libertades y de los derechos gremiales.
El acuerdo garantiza financiamiento para un gobierno que naufragó en todos los intentos por arreglar su situación con el exterior, y no lo consiguió por ineficiencia propia y por falta de solidez ideológica. Pero la suerte de ese gobierno, hoy en retirada, compromete a generaciones de argentinos. Se trata de un negocio estrictamente chino, que se asegura la provisión de soja para sus cerdos, que avanza sobre la soberanía argentina y hasta impone condiciones leoninas para sus inversiones futuras.
El 19 de febrero de 1972, el día en que Cristina Fernández cumplía 19 años, en que el general Alejandro Lanusse firmaba con Mao el reinicio de las relaciones diplomáticas. Han pasado 43 años y se cierra el ciclo.
"Cambiamos de collar, pero seguimos siendo perros", advertía Arturo Jauretche. Los "acuerdos" ya están, y es preciso reiterar: el collar es distinto pero no solo el perro, sino también el amo es el mismo.
Tal como ayer lo demostraba Raúl Scalabrini Ortiz y hoy Julio González, quien decide en forma absoluta en esta geografía fue y es el Imperio Británico, cuyo axioma le ordena "ejercer el poder sin exhibirlo".
El 1 de mayo de 1933 se firmaba el convenio entre el vicepresidente argentino Julio Argentino Roca (h) y el presidente del British Board of Trade, Sir Walter Runciman, encargado de negocios británico. Es el pacto Roca Runciman al que el actual oficialismo descalifica como "claudicante".
Ese acuerdo destruía nuestra industria enviando a Inglaterra nuestras carnes y recibiendo chafalonería. En las acaloradas sesiones que protagonizara Lisandro de la Torre un intento de asesinato del senador costó la vida a Enzo Casiano Bordabehere. Fue el "Asesinato en el Senado de la Nación", la película de Juan José Jusid protagonizada por actores como Pepe Soriano, Oscar Martínez y Miguel Angel Solá, próceres del elenco kirchnerista.
Poco tiempo después la angustia terminaba con la vida de don Lisandro.
Hoy un fiscal de la Nación muere en los avatares de "acuerdos" parecidos. No con China, sino con Irán, en la maraña de la intriga internacional.
Son las mismas recetas; solo cambian los tiempos y personas. Es paradójico que hasta se usen los mismos giros gramaticales para evadir decir las cosas por su nombre: al verdadero "Tratado" Roca- Ruciman se lo denominó "pacto". A los tratados de absoluta sumisión a Gran Bretaña como consecuencia de la Guerra de Malvinas, también casualmente en febrero de 1990, se lo denominó "Acuerdos de Madrid". Hoy la entrega de nuestro cuerpo (geografía) y alma (idiosincrasia, raíces) es regalado a la "aplanadora" asiática a través de "Acuerdos con China".
Son tratados que tienen una jerarquía jurisdiccional superior a la de nuestra Constitución Nacional designando a Londres como el "árbitro" permanente de lo que nos pase.
La unión entre Londres y Pekín fue cimentada por la British East India Company a partir de la guerra del opio (1839-1860), una interrelación que hoy se encuentra totalmente vigente a través de las mixturas societarias de joint-venture, que luego del Tratado de Nankin que en 1942 puso fin a esa guerra y produjo la cesión de Hong Kong a Gran Bretaña.
Hoy, la mirada está puesta en las reservas latinoamericanas, el continente antártico y los mares argentinos.
La otra cara
¿Qué más viene con estos acuerdos?
Junto al "combo" de swaps de monedas chinas, supermercados chinos, inmigrantes chinos, mano de obra china, bases militares chinas, armamento chino, aviones chinos, centro confucios chinos, y cuántas más cosas chinas se nos ocurra imaginar, también vienen otros personajes siniestros y macabros que se pueden englobar en lo denominado como las "tríadas" chinas, es decir: las mafias chinas, instalando entre los argentinos una sofisticada y milenaria crueldad, de las que seremos sus indefensas víctimas por nuestro absoluto desconocimiento de sus reales dimensiones.
Los practicantes de Falun Gong, un sistema de ejercicios con un fuerte componente espiritual, son severamente reprimidos. Los libros "Nueve comentarios sobre el partido comunista chino" y "Cosecha Sangrienta" de David Kilgour y David Matas, sostienen que son la fuente de órganos para trasplantes del sistema militarizado de donaciones en ese país . El viceministro de Salud, Huang Jiefu, afimó en agosto de 2009 en el China Daily: "Estoy confiado que en poco tiempo los hospitales acreditados dejarán de usar órganos de los prisioneros". Esta es una de las "otras caras" del régimen con el que el país celebra estos acuerdos. Un régimen que, por lo pronto, asumió lo peor del capitalismo, que es la explotación extrema del trabajador hasta llegar al trabajo esclavo, y lo peor del comunismo, que es la negación de las libertades y de los derechos gremiales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario