Ricardo
Alonso
Unos 66
millones de años atrás un asteroide de unos 10 km de diámetro (más grande que
el Everest) ingresó a nuestro planeta con una altísima velocidad e impactó de
lleno en lo que hoy es la Península de Yucatán en México.
Se
calcula que la fuerza del impacto fue equivalente a la de un terremoto de grado
11 en la escala de Richter, una energía imposible de igualar por el más potente
de los sismos terrestres.
Las rocas
en el lugar del impacto quedaron machacadas en cientos de kilómetros a la
redonda, rotas y fracturadas, e incluso aquellas de naturaleza calcárea o
yesífera (calizas, yesos) fueron evaporadas a la atmósfera liberando millones
de toneladas de anhídrido carbónico y ácido sulfúrico.
Este
infierno cósmico produjo un efecto invernadero global y lluvias ácidas que
desestabilizaron todos los ecosistemas.
La marca
del evento quedó registrada en la mayoría de las cuencas sedimentarias que
entonces se encontraban activas en el planeta, especialmente en los depósitos
de origen marino.
Fue en
esos depósitos, en Italia, donde el premio nobel de física Luis Álvarez y su
hijo el geólogo Walter Álvarez encontraron una anomalía geoquímica del elemento
iridio cuya concentración es rica en el cosmos y pobre en la corteza de nuestro
planeta.
La
sorpresa es que esa anomalía en iridio coincidía con el límite entre los
tiempos Cretácico y Cenozoico, justo en el momento de la extinción global de
los dinosaurios y muchas otras formas de vida que convivieron con ellos.
Claro que
primero se encontró la anomalía de iridio, luego la coincidencia con la
extinción masiva de vida en ese límite del tiempo geológico llamado antes K/T y
actualmente K/P, y luego de una intensa búsqueda forense el punto donde pudo
ocurrir la catástrofe, o sea el cráter de México.
Lo
interesante de la historia es que el cráter ya era conocido por los petroleros
mexicanos de Pemex.
Pero se
habían guardado la información sin publicarla por una sencilla razón: el cráter
estaba lleno de petróleo. Las rocas rotas abajo y los sedimentos más jóvenes
que lo cubrían actuaron como trampas para el almacenamiento de los
hidrocarburos.
Hoy el
cráter es popular y hasta los niños interesados en dinosaurios saben su nombre.
Se conoce internacionalmente como el cráter de Chicxulub y desde su exposición
pública se han dado a conocer cientos de artículos sobre su origen y el evento
catastrófico que desató aquella caída del asteroide.
Fue tal
la magnitud del impacto que el registro geoquímico tiene su firma alrededor del
mundo.
Precisamente
en Salta dicha marca fue identificada por científicos brasileños liderados por
el Dr. Alcides Sial en las rocas que bordean el dique Cabra Corral y que se
corresponden precisamente con el momento de la extinción de los dinosaurios a
escala planetaria. Maximiliano C. L. Rocca es un investigador argentino
afiliado a la Sociedad Planetaria (The Planetary Society).
Su interés
radica en el estudio de cráteres de impacto y en la catalogación de meteoritos.
Hace unos diez años comenzó a interesarse en una estructura circular gigante al
lado de la isla Gran Malvina.
Estructura
que había sido reconocida anteriormente por el geólogo norteamericano Michael
R. Rampino en 1992.
Rampino
es un especialista en la extinción más grande de la vida durante el Eón
Fanerozoico, esto es la que ocurrió en el límite Pérmico/Triásico y que divide
las eras paleozoica y mesozoica.
Rampino
publicó un par de artículos breves en la revista EOS de la Unión Geofísica
Americana, dando a conocer por un lado la presencia de una gran estructura de
impacto en la plataforma de las Falkland y por otro asignando dicha estructura
a un cráter de impacto meteorítico de edad Pérmico tardío.
Los
ingredientes perfectos en tamaño y edad como para explicar la extinción de vida
unos 252 millones de años atrás.
Desde
entonces nadie volvió a prestarle atención al tema. Max Rocca trató de obtener
información de los geólogos ingleses pero estos, además de renuentes, niegan
que exista allí una estructura de impacto meteorítico. Atribuyen la estructura
submarina a una simple cuenca sedimentaria.
Ellos son
los dueños de la información en una zona donde hay importante prospección
petrolera.
La
cuestión es saber si se está ante una situación similar a la de los petroleros
de México con el cráter de Chicxulub o sencillamente no hay allí ningún cráter
de impacto.
Rocca no se
quedó con el no como respuesta y comenzó a recopilar información abundante de
tipo geofísica, especialmente mapas gravimétricos y magnéticos.
Para ello
contó con el auxilio del geólogo paraguayo Jaime L. Báez Presser, de Asunción,
que tenía información geofísica de interés, especialmente mapas magnéticos.
Ambos
prepararon y enviaron a la prensa especializada un primer trabajo sobre el tema
donde califican como un posible impacto meteorítico a la gran estructura
circular que se localiza al noroeste de la Isla Gran Malvina.
Dicha
estructura es submarina y está completamente cubierta por sedimentos más
jóvenes. Con lo cual solo es identificable cuando se realizan mapas especiales
de levantamientos gravimétricos o magnéticos, y en donde la anomalía aparece claramente
delimitada.
Según
estos autores la estructura tiene 250 a 300 kilómetros de diámetro y su edad
sería de al menos 300 millones de años.
Ellos
aseguran que de confirmarse la sospecha, el cráter de Malvinas sería una de las
cuatro estructuras de impacto más grandes del planeta Tierra. Consultado sobre
el tema, Max Rocca respondió: "En verdad el caso es extraordinariamente
parecido al de México.
Chicxulub
fue descubierto a partir de anomalías circulares en mapas gravimétricos que
tenía la petrolera Pemex. Y comparando todo lo que ya tenemos de Malvinas se
parece mucho a Chicxulub, con una diferencia: Malvinas es incluso más
grande". Y luego apunta "Cuando solo tenía los mapas gravimétricos me
quedaban dudas del caso.
Pero
cuando Jaime Presser, desde Asunción, me pasó los mapas magnéticos me salí de
las dudas.
Los mapas
geofísicos de que disponemos ahora (tanto gravimétricos como los magnéticos)
son espectaculares. Las anomalías circulares se ven 'a la legua". Los
ingleses están por lo que veo muy interesados en explotar el petróleo que hay
por otros sectores bajo el agua cerca de Malvinas". Finalmente se lamenta
de que: "Es una pena que sea muy difícil tener permiso hoy para ir a
buscar muestras a Malvinas para hacer estudios, o al menos así parece". Si
se confirma la sospecha de estar ante una nueva estructura meteorítica gigante,
la cuestión va a ser lograr obtener una edad confiable del momento del impacto.
Probablemente
sea más viejo de lo que supuso Rampino, pero un evento de esa magnitud debió
producir una hecatombe mundial para la época con extinciones masivas de vida.
De verdad un tema apasionante para resolver.
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