Los pasos fundamentales para no reconocer qué pasa.
josefina
g. stegmann / madrid
Día
13/01/2015
Once años de populismo kirchnerista pasan factura a
un país con un futuro muy incierto
ENRIQUE
MARCARIAN
Dicen que
los argentinos son exagerados. Vistos desde fuera están, aparentemente,
incómodos en el equilibrio, en el término medio. Se dice que hablan mucho,
analizan demasiado, que se hacen notar allí donde van, pero sobre todo, que
alardean. Tratándose o no de un análisis sarcástico o cargado de ironía, la
realidad es que hay algunos motivos que permiten explicar por qué los
argentinos sientan un nada disimulado orgullo por la «patria».
Argentina
es el octavo país del mundo con nada menos que 2.791.810 kilómetros
cuadrados de superficie; cuenta con 43.131.966 millones de habitantes
(estimados para 2015), un PIB de 609,9 mil millones de dólares …¿Qué
pasa entonces en Argentina? ¿Por qué el orgullo se ve empañado por una realidad
reconocida por sus propios ciudadanos que se contradicen y reniegan de un país
que consideran no tiene solución? Y es que estos datos se ven oscurecidos por
otros que han empujado al país a una situación de emergencia que en 11 años
el gobierno «K» (teniendo en cuenta la legislatura de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner) no
ha sabido controlar.
Pobreza y desnutrición
Argentina
comenzaba el año con una noticia que conmovió al país. Néstor Femenía, un niño
de 7 años moría de meningitis tuberculosa. Pero no fue esta la causa real de su
muerte. Néstor pesaba solo 20 kilos. Había contraído esta enfermedad
porque estaba desnutrido. «Esto tuvo repercusión pública pero cientos de chicos
mueren así», asegura Abel Albino, médico y presidente de la Fundación CONIN que
lleva desde 1993 combatiendo la desnutrición y la pobreza extrema. «He visto en
Mendoza (provincia argentina) chicos dormir en un pozo en la tierra tapados con
perros porque no tienen ropa de cama, abrigo, ni techo. Se tapan con sangre
caliente», lamenta el reputado médico.
«He visto chicos dormir en un pozo en la tierra
tapados con perros»
Albino se
pregunta cómo un país, que es el sexto del mundo en riqueza y el primero en
riqueza en relación a sus habitantes tiene un 30% de pobreza (12 millones
de personas en total, de las cuales 3 millones son niños). «Aquí hay que tener
voluntad política para hacer las cosas bien, un gobierno patrio que sea
realmente argentino y que no venga a servirse sino a servir. Se necesita un
pacto de gobernabilidad y políticas que se mantengan en el tiempo aunque
cambien los gobiernos. Eso implicaría cloacas, agua corriente, luz
eléctrica...dejar de gastar en estupideces como aviones presidenciales o
viajes de políticos a costos exorbitantes». El símbolo de la pobreza
argentina es el creciente número de villas (chabolas) que crecen de forma
vertiginosa en todo el país.
El drama de la inseguridad
De
acuerdo con un informe de la ONU (2013-2014) sobre seguridad
ciudadana, Argentina es el estado de América Latina con más robos por
habitante. En el país se registraron en 2011 973.3 robos por cada 100.000
habitantes superando a países «históricamente» inseguros como Brasil, México o
Venezuela. Y ello sin tener en cuenta los robos que no son denunciados por
desconfianza en la justicia o por dificultades para notificar estos delitos. El
informe aclara, además, que en la región seis de cada diez robos son
cometidos con violencia. En Argentina, ha crecido en los últimos años el
fenómeno de los «motochorros» (chorro, término coloquial para designar a
los ladrones). Los motochorros circulan por las ciudades dispuestos a arrebatar
las pertenencias de los viandantes. Suelen ser dos personas que van
generalmente armadas. Una se mantiene en el vehículo y la otra se baja, ya sea
para asaltar a la gente a la salida de los bancos, romper los cristales de los
coches o atacar directamente a la víctima. Pero esto es solo una pequeña
muestra del panorama de la inseguridad argentina que incluye: homicidios,
delincuencia organizada, extorsión o secuestros. Por este motivo, se ha
venido incrementando desde 2001 la construcción de barrios cerrados. Se trata
de urbanizaciones con acceso exclusivo a los propietarios, vallas
electrificadas y personal de seguridad fuertemente armado.
Narcotráfico
Argentina
se convirtió en un «paraíso narco». Desde los años 90 pasó de ser un país de
tránsito a un país productor de droga. «Empezaron a funcionar las cocinas donde
se rebaja la droga y se acondiciona, tanto para el consumo interno como para la
exportación», explica Guilermo Camporini, fiscal de la ciudad de
Rosario, en la provincia de Santa Fé, una de las más golpeadas por el
narcotráfico. El país se ha convertido en un objetivo interesante para los
narcos. «La ubicación geográfica la convierte en un lugar de acceso. Por
ejemplo, Rosario es un lugar de paso de las rutas que vienen del norte, donde
está Bolivia, por ejemplo, que produce cocaína». A ello se suma, «que se
permitió que se asentaran los grupos de narcos porque se produjo un alto grado
de corrupción policial. Los controles policiales no funcionaron y los
asentamientos se hicieron cada vez mas fuertes», señala Camporini.
«Se permitió que se asentaran los grupos narcos por
la corrupción policial»
Rosario
fue la ciudad con más número de homicidios por narcotráfico en 2013 y 2014 y
allí se dio el curioso fenómeno de los «búnkeres». Se trata de fortificaciones
completamente cerradas donde los vendedores de droga, jóvenes de 16 años, se
quedaban encerrados 12 horas y solo tenían una especie de buzón por el cual
recibían el dinero y entregaban la droga. Camporini asegura que la situación
está cambiando ligeramente. «Se tomó conciencia de que se llegó a un punto muy
grave que se está tratando de revertir, pero tardaremos mucho tiempo en ver las
soluciones», concluye.
Inflación y caída del consumo
La
inflación es otro de los temas que más preocupan a los argentinos. La subida de
precios se sitúa en el 30 por ciento, aunque los datos de los organismos
oficiales, que se ha denunciado que están manipulados, la sitúan en torno al 15
por ciento. ¿Por qué hay tanta inflación? «Hay una emisión de la moneda
superior al crecimiento de la economía. El gobierno necesita fondos para
financiar su sistema, su modelo «K». Dichos fondos los obtiene ya sea por
impuestos, deuda o emisión de moneda (pesos). Cuando se recurre a la emisión de
moneda hay mucha circulación de papel y a la vez, no hay más bienes porque
la producción está parada. Si la producción no crece y los bienes son los
mismos con respecto a una moneda que crece en circulación, estos van a valer
cada vez más. De ahí, la inflación. El productor, para resguardarse en
un contexto de incertidumbre, sube los precios», explica el economista Federico
Etchelecu. Pero, ¿por qué no se produce en la Argentina? «Porque hay poco
incentivo a la inversión. Y sobre todo, existe incertidumbre».
«Se cerró el grifo de la financiación y a ello se
sumó la inflación y la pérdida de empleo»
La
inflación conduce a su vez a que la gente no quiera comprar. «El consumo fue el
caballo de batalla de los “K” en la última década. La gente optaba por gastar
porque tenía formas de financiación y porque si dejaba el dinero en el banco lo
perdía, ya que si tienes una tasa de interés del 20% y una inflación del 30%,
al final la tasa real es de -10. Pero la situación cambió. Se cerró el
grifo de la financiación y a ello se sumó la inflación y la pérdida de empleo. Todo
ello condujo al miedo y el consumo terminó cayendo», explica el economista
Lucio Martínez.
Locura por el dólar
«El valor
de las importaciones frenadas se sitúa en torno a los 5.300 millones de
dólares. Se frenan para mantener las reservas y no perder dólares pero así
pisan la actividad económica», señala Martínez. Además, «el gobierno quiere
fomentar el consumo de bienes argentinos», añade Etchelecu. Pretenden evitar
también que el dólar se dispare porque si así sucediera sería cada vez más caro
importar, el peso se depreciaría y se volvería a aumentar la inflación. El
gobierno, por lo tanto, le ha puesto trabas a la compra de divisas. Y lo
hace porque sabe que en Argentina hay una tradición de «dolarizar» los ahorros.
¿Por qué? Por la incertidumbre, por la inflación, porque no se cree en la
moneda, ni en la estabilidad del país. «Por ello, el gobierno manipula el
tipo de cambio oficial», explica Etchelecu. Y como el mercado lo sabe,
aparece un tipo de cambio paralelo. De ahí surgen las famosas «cuevas» que
aluden al lugar donde se hacen estas transacciones ilegales pero normalizadas y
de cuyos cambios informan hasta los telediarios.
Desinversión
«Han
creado un modelo cortoplacista en todo el sentido de la palabra: solo les
interesa comprar votos sin construir a largo plazo. Las partidas de educación o
salud están al final. Todo lo que es energía, transporte y lo que impacta en
el bolsillo del votante en el día a día es en lo único que invierten». La
falta de inversión pública la vivió en sus propias carnes la presidenta,
Cristina Fernández de Kirchner al sufrir
un esguince la última semana del año en su residencia de Río Gallegos, en
la provincia de Santa Cruz. Fue trasladada al Hospital Regional pero como no
funcionaba ni el tomógrafo ni el resonador tuvo que viajar a Buenos Aires.
Pero no
solo no se invierte dentro, tampoco llega inversión extranjera. «Aquí sucede
todo lo contrario a lo que un inversor quiere. Quiere un marco de certidumbre
en las normas, estabilidad en las tasas impositivas, que la inflación no suba,
que el tipo de cambio no cambie constantemente. Los inversores no tienen la
certeza de lo que va a pasar en una semana», concluye Etchelecu. Los
argentinos, tampoco.
Albino derribó mitos sobre
la desnutrición
No es deshidratación, infección
ni problema cultural, como dicen los gobernantes: "Es mala
alimentación".
La
desnutrición no da tregua y sus víctimas son los más excluidos de la región más
pobre del país: los niños de los pueblos wichi, de Salta, y qom, de Formosa y
Chaco.
La muerte en Chaco de Oscar Sánchez, de 14 años, que pesaba 11 kilos, recorrió el mundo. Su caso volvió a desnudar la ineficiencia del sistema preventivo de salud y el desamparo de las comunidades aborígenes. El adolescente qom murió en el Hospital Pediátrico de Resistencia, después de pasar por un puesto sanitario de El Impenetrable y los hospitales Néstor Kirchner, de Villa Río Bermejito, y Bicentenario Martín Miguel de Gemes, de la localidad de Juan José Castelli.
Pudo ocurrir en Salta, donde en los últimos cuatro años se registraron no menos de 23 muertes de menores aborígenes por inanición. Tal como ocurrió sistemáticamente en nuestra provincia, el gobernador chaqueño Jorge Capitanich, lo atribuyó a una "cuestión cultural". Los médicos hablaron de meningitis, neumonía y tuberculosis.
Fue hambre, en un país que es potencia alimentaria.
El doctor Abel Albino, fundador de Conin y desde hace unos años referente en esta materia, habló del caso y advirtió que "mientras no se tiene un buen diagnóstico no se puede llevar un tratamiento".
"Un chico mal alimentado tiene que hacer economía de guerra. Cancela su programa de defensas y cancela su programa de bomba de sodio. Como no tiene programa de bomba de sodio se deshidrata con facilidad. Como no tiene programa de defensa, se infecta con facilidad. Entonces hacen gastroenterocolitis, deshidratación. Eso es desnutrición".
Sobre la hipótesis de que la desnutrición es un problema cultural, Albino respondió que "cuando no hay educación siempre podemos decir eso. Pero tiene que haber educación. El país depende de que cada niño se controle".
Las familias aborígenes alimentaron a sus niños desde que el mundo es mundo. La realidad cultural es la exclusión, cuyas causas son complejas pero que los gobiernos de Chaco y Salta no asumen ni resuelven.
"El cerebro es el órgano que más rápido crece y el primer año marca la suerte del sistema nervioso central. Por eso es tan importante la alimentación en los primeros años de vida", dijo Albino.
"La desnutrición es el resultado final del subdesarrollo. Debemos hacer un abordaje integral de la educación nutricional, educación para la salud, lactancia materna, jardín maternal, jardín infantil, estimulación temprana, lectoescritura para analfabetos, escuela para padres, documentación y legalización de la familia, alcoholismo, inmunizaciones, agua corriente, agua caliente, luz eléctrica, cloacas... Así se combate la desnutrición. Una política de Estado! Si no, estamos paveando".
"En un país africano hay hambre porque falta el elemento físico para llevarse a la boca. Pero en la Argentina hay una patología social diferente; aquí hay desnutrición porque hay esos elementos; es un país que produce alimentos para 400 millones de habitantes y tiene territorio para producirlo para 1.500 millones. ¿Cómo no va a mantener 40 millones?! Esa es la verdadera falla cultural", enfatizó Albino en una reciente entrevista con El Cronista.
La muerte en Chaco de Oscar Sánchez, de 14 años, que pesaba 11 kilos, recorrió el mundo. Su caso volvió a desnudar la ineficiencia del sistema preventivo de salud y el desamparo de las comunidades aborígenes. El adolescente qom murió en el Hospital Pediátrico de Resistencia, después de pasar por un puesto sanitario de El Impenetrable y los hospitales Néstor Kirchner, de Villa Río Bermejito, y Bicentenario Martín Miguel de Gemes, de la localidad de Juan José Castelli.
Pudo ocurrir en Salta, donde en los últimos cuatro años se registraron no menos de 23 muertes de menores aborígenes por inanición. Tal como ocurrió sistemáticamente en nuestra provincia, el gobernador chaqueño Jorge Capitanich, lo atribuyó a una "cuestión cultural". Los médicos hablaron de meningitis, neumonía y tuberculosis.
Fue hambre, en un país que es potencia alimentaria.
El doctor Abel Albino, fundador de Conin y desde hace unos años referente en esta materia, habló del caso y advirtió que "mientras no se tiene un buen diagnóstico no se puede llevar un tratamiento".
"Un chico mal alimentado tiene que hacer economía de guerra. Cancela su programa de defensas y cancela su programa de bomba de sodio. Como no tiene programa de bomba de sodio se deshidrata con facilidad. Como no tiene programa de defensa, se infecta con facilidad. Entonces hacen gastroenterocolitis, deshidratación. Eso es desnutrición".
Sobre la hipótesis de que la desnutrición es un problema cultural, Albino respondió que "cuando no hay educación siempre podemos decir eso. Pero tiene que haber educación. El país depende de que cada niño se controle".
Las familias aborígenes alimentaron a sus niños desde que el mundo es mundo. La realidad cultural es la exclusión, cuyas causas son complejas pero que los gobiernos de Chaco y Salta no asumen ni resuelven.
"El cerebro es el órgano que más rápido crece y el primer año marca la suerte del sistema nervioso central. Por eso es tan importante la alimentación en los primeros años de vida", dijo Albino.
"La desnutrición es el resultado final del subdesarrollo. Debemos hacer un abordaje integral de la educación nutricional, educación para la salud, lactancia materna, jardín maternal, jardín infantil, estimulación temprana, lectoescritura para analfabetos, escuela para padres, documentación y legalización de la familia, alcoholismo, inmunizaciones, agua corriente, agua caliente, luz eléctrica, cloacas... Así se combate la desnutrición. Una política de Estado! Si no, estamos paveando".
"En un país africano hay hambre porque falta el elemento físico para llevarse a la boca. Pero en la Argentina hay una patología social diferente; aquí hay desnutrición porque hay esos elementos; es un país que produce alimentos para 400 millones de habitantes y tiene territorio para producirlo para 1.500 millones. ¿Cómo no va a mantener 40 millones?! Esa es la verdadera falla cultural", enfatizó Albino en una reciente entrevista con El Cronista.
¿Cómo
incluir y que los chicos aprendan? Es la pregunta que desvela a la directora de
un colegio en el que se unen dos realidades sociales extremas. Un film recién
estrenado retrata ese desafío
Una
escuela secundaria adonde los varones concurren con riguroso saco y corbata. A
la que las chicas asisten con vestidos largos, discretamente maquilladas. Todos
correctamente peinados, ceremoniosos, silenciosos, muy atentos a las palabras
de su docente. Esta es la imagen final de los estudiantes del Colegio
Sarmiento en el documental Después de Sarmiento, la reciente
película de Francisco Márquez (ver trailer al pie de la nota).
Pero es
la única vez que se los ve así: es la ceremonia de graduación, último día para
los alumnos del quinto año.
La
habitualidad es otra: gorros de todo tipo y color; capuchas, buzos, aritos,
remeras con las inscripciones más raras y sobre todo zapatillas: muchas
zapatillas de todas clases, modelos, marcas y colores. Y algunas de las chicas
con sus bebés en brazos y otros chicos con una mirada que parece haber dejado
la adolescencia hace rato. Y sus muecas. Y sus sonrisas. Y sus enojos. Y
acentos de todo tipo en esta babel pedagógica: desde lunfardo bien porteño al
formoseño, el jujeño, el paraguayo. Las diferencias laten.
El Colegio
Sarmiento es una institución escolar de nivel medio que supo ser referente
de las clases acomodadas de Buenos Aires. Está ubicado en el corazón del
barrio de La Recoleta, el sector de mayores ingresos por antonomasia de la
Ciudad, donde habita la clase alta tradicional: las avenidas parecen promenades
parisennes, las galerías de arte se reproducen y los turistas preguntan por
la tumba de Evita.
Para
llegar al Sarmiento, los chicos de la Villa 31 cruzan Libertador, esa frontera
nada imaginaria
El "Nacional
Sarmiento" era la escuela a la que concurrían los adolescentes de ese
barrio y que poseía una fama contradictoria, allá en los setenta: por un lado,
se decía que sus estudiantes se habían enfrentado en trifulcas heroicas contra
los "conchetos" del Champa [Colegio Marista Champagnat], la escuela
privada religiosa cercana; por otro lado, se afirmaba que era una escuela
copada por pequeños nazis vernáculos, miembros de la agrupación Tacuara o de la
Alianza Libertadora Nacionalista y de otros engendros locales. Es probable que
ambas versiones sean verdaderas, o quizás alguna otra que no me hayan contado. Lo
cierto es que toda esa tradición se terminó cuando la clase media y alta de la
Argentina decidió que abandonaría las escuelas públicas y enviaría a sus hijos
a escuelas privadas.
El vacío,
ese lugar normal que cantaba Cerati, fue llenado por los pobres del barrio
que viven en la villa 31 de Retiro y que ahora pueblan la escuela, quienes
para llegar deben cruzar las vías del ferrocarril y la Avenida Libertador:
una frontera nada imaginaria; un límite hiperreal que permite identificar,
claramente, que hay dos lados y que no se tocan. Los mismos dos lados del
inicio del documental: el Himno a Sarmiento interpretado en su versión
clásica por Kevin Johansen irrumpido violentamente por la versión cumbiera de
Pablito Lescano de Damas Gratis condensan los dos lados de Libertador.
La
película retrata en forma precisa la vida cotidiana de una escuela: momentos
divertidos, aburridos, conflictivos. Allí acontece lo que en cualquier escuela:
las profesoras tradicionales, las modernas, los recreos, el aburrimiento o la
organización del centro de estudiantes. Pero todo esto aparece articulado por
el deseo de una educadora, Rosana Levinsky y los profes del Sarmiento,
de cambiar la realidad educativa, de incluir a los más pobres sin perder el
interés por el conocimiento y la exigencia del pensamiento.
Este
proyecto reconoce una grieta: los de la mañana (los "blanquitos"),
los de la tarde ("los de Retiro")
Este
proyecto reconoce una historia diversa y una grieta que divide a los alumnos:
los de la mañana (los "blanquitos") y los de la tarde ("los de
Retiro"), una división que, por ejemplo, impide armar un único centro de
estudiantes: los de la tarde temen ser manipulados por los de la mañana, que no
se los tenga en cuenta, que se los margine. Ahí todo es sospecha y hasta la
rectora es victimaria: "Roxana te psicologea", dice uno de los de la
tarde, advirtiendo sobre sus argucias argumentativas para convencer a los
chicos.
Pero Roxana
sigue, imbatible. Habla con los chicos, enseña literatura, estimula la
reflexividad y la innovación. Debate las identidades de los estudiantes: la
villa, el barrio, la capital, la provincia, el extranjero. Conversa con los
preceptores, arenga a los profesores. Organiza equipos docentes. Crea talleres
tutoriales y ayudantes para los chicos con más problemas escolares y emprende
reuniones con ex alumnos: quiere que la tradición le juegue a favor pero no hay
caso, ella misma le explica a un ex alumno: "Antes eran pobres, ahora
viene el excluido que no es lo mismo que el pobre".
¿Cómo
incluir y que los chicos aprendan? La respuesta es pedagógica: es la forma, el modo,
la técnica y la pasión por enseñar lo que incluye y educa al mismo tiempo.
"Sólo
llamaron a las escuelas que aceptan lo que el Ministerio propuso"
Por eso
Roxana se ilusiona con la implementación de la denominada "Nueva
Escuela Secundaria de la Ciudad" que propone "el
Ministerio": quiere que la "nueva escuela" sea realmente nueva y
se entusiasma estableciendo redes con otras instituciones, presentando
proyectos, demostrando la banalidad del sistema de aprobación vigente desde
hace un siglo y anunciando que varias escuelas de la Capital quieren imitar el
proyecto del Sarmiento. Pero "el Ministerio" responde negativamente:
"Sólo llamaron a las escuelas que aceptan lo que el Ministerio
propuso" dice Roxana. Intentaban convencer a los de la tarde para que
confíen en los de la mañana sin darse cuenta que todos son del turno tarde.
No soy
crítico de cine, ya se habrá notado. Pero sé distinguir un proyecto escolar
de un revoltijo burocrático (o tecnocrático) de palabras huecas (progres o
conservadoras) que destilan deterioro educacional. Y es evidente que El
Sarmiento es un gran proyecto educativo y que merece verse y debatirse Después
de Sarmiento, la película documental que retrata ese gesto, a veces
cotidiano, a veces heroico, pero siempre perseverante, imbatible, terco, que
expresa la posibilidad de educar a todos, a pesar de todo.
Profesor
de la Universidad Di Tella
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