24 de
junio de 2015 — Bajo el encabezado "El Vaticano lo ha dicho
correctamente" el portal electrónico del tristemente célebre maltusiano
Club de Roma se jacta: "La encíclica papal sobre el medio ambiente es
especialmente bienvenida por el Club de Roma que introdujo la idea de 'límites
al crecimiento' en los 1970. 'El papa plantea cosas que son indistinguibles de
los que el Club de Roma ha estado señalando por años', dice Roberto Peccei,
vicepresidente... Hans Joachim Schellnhuber, miembro del Club de Roma, presentó
la encíclica del Papa Francisco sobre el medio ambiente junto con el cardenal
Turkson el 18 de junio en Roma".
La encíclica hecha en el infierno
24 de
junio de 2015 — Desde las palabras iniciales de Laudato Si', emitida por
el Papa Francisco y escrita supuestamente por una comisión dominada por John
Schellnhuber, agente británico y maltusiano radical, esta encíclica está en
franca oposición a todas las otras encíclicas papales que han tenido que ver
con temas sociales, desde León XIII a fines del siglo 19. Mientras que esas
encíclicas siempre pusieron al ser humano en el "centro" como lo más
amado del Creador, Laudato Si' describe a la humanidad como el gran
contaminador, si no es que la contaminación misma.
Es más,
es el contaminador de un creador diferente, la llamada "Madre
Tierra". La Encíclica inicia "Alabado seas, mi Señor, por la hermana
nuestra madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna y produce diversos frutos
con coloridas flores y hierbas".
"Esta
hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del
abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que
éramos sus propietarios y dominadores (una mejor traducción sería "tener
dominio sobre ella"), autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el
corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de
enfermedad que advertimos en el suelo, en el aire, en el agua, en los seres
vivientes. Por eso, entre los pobres más maltratados y abandonados, está
nuestra oprimida y devastada tierra, que "gime y sufre dolores de
parto" (Rm 8:22). Olvidamos que nosotros mismos somos tierra, (Gn 2:7).
Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire
es el que nos da el aliento y su agua nos vivifica y restaura".
El adorar
a la madre tierra como el creador, es paganismo, incluidas sus formas
satánicas. Este es un rechazo tanto a la perspectiva científica de la actividad
humana como al cristianismo, al mismo Génesis.
"En
la medida en que todos generemos pequeños daños ecológicos, estamos todos
llamados a reconocer nuestra contribución, grande o pequeña, al desfiguramiento
y destrucción de la creación". ¿Desfiguraron y destruyeron los antiguos
griegos la costa sobre la cual construyeron Atenas, o el mar sobre el que
navegaron? ¿Desfiguró y destruyó Kepler el sistema solar al descubrir el diseño
que Dios le dio? ¿Lo hicieron los astronautas al explorarlo? ¿Las naves
espaciales al mapear y medir la tierra? ¿Desfiguró el petróleo la sociedad que
quemaba leña que le precedió, o los descubrimientos de los isótopos nucleares
desfiguraron y destruyeron a los pacientes en la medicina?
A pesar
de tratar de cubrirse con citas sin contexto de todo tipo imaginable de
documentos papales anteriores, éste es exactamente lo opuesto. Compare lo que
Schellnhuber y demás citan de la encíclica Redemptor Hominis de San Juan
Pablo II:
"El
auténtico desarrollo posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la
persona humana, pero también debe prestar atención al mundo natural y tener en
cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un mundo
ordenado". "Por lo tanto la capacidad de transformar la realidad que
tiene el ser humano debe desarrollarse sobre la base de la donación originaria
de las cosas por parte de Dios".
Con lo
que Schellnhuber y demás escriben en Laudato Si':
"Debemos
estar agradecidos por los esfuerzos encomiables hechos por los científicos e
ingenieros dedicados a encontrar soluciones a los problemas causados por el
hombre (énfasis agregado). Pero una mirada seria a nuestro mundo nos
muestra hasta qué grado la intervención humana está en realidad volviendo menos
rica y menos bella a nuestra tierra, incluso más limitada y gris, aún cuando
los avances tecnológicos y los bienes de consumo continúan abundando
ilimitadamente. Parece que creemos que podemos sustituir una belleza
irremplazable e irreversible con algo que nosotros mismos hemos creado".
La mayor
parte de la encíclica tiene la forma más superficial de dos o tres párrafos
glosados en forma de "contaminación"; casi apelando a la consciencia
preadolescente de "contaminación, ¡huy, que horror!" sin intentar
ninguna explicación científica o ingenieril, posibles avances o posibles
soluciones.
Lo que es
más criminal es que el sujeto de la misma es negar que el progreso científico y
tecnológico pueda elevar al pobre, lo que convierte a esta encíclica hecha en
el infierno en un ataque directo a las naciones en vías de desarrollo.
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