Por Javier Cornejo
Artículo publicado en el diario El Tribuno el 09-01-15
La
masacre fundamentalista en la revista Charlie Hebdo conmueve porque fueron
ejecutados, con un plan prolijamente desarrollado, una docena de personas
desarmadas. Pareció un ataque a la libertad de expresión, pero en realidad es
una acción terrorista cuyo destinatario es toda la sociedad mundial.
Como un símbolo, el policía ejecutado a sangre fría en la vereda era musulmán y
se llamaba Ahmed Merabet.
No es esta una guerra entre Occidente y el Islam. No es la guerra religiosa la
razón ultima de los crímenes ni lo es tampoco la indignación del creyente
frente a expresiones sacrílegas.
Ese es el
pretexto
Al Qaeda
y su nueva versión, Isis, son organizaciones terroristas de las que se sabe
poco y se sospecha demasiado.
Detrás del escudo de Alá y Mahoma, otras fuerzas impulsan este fenómeno, de
alcance planetario, en momentos de reacomodamientos profundos del poder
mundial. Conocemos las guerras relatadas por la historia, pero nos cuesta
verlas cuando se van produciendo.
Es difícil anticipar hoy cuánto tiempo demorará China en superar a Estados
Unidos como potencia económica, primero, y política, después.
El mundo atraviesa momentos muy profundos de crisis financiera global, un
escenario social que anticipa convulsiones, desempleo, pobreza y migraciones
masivas. En ese contexto, la construcción de un clima de inseguridad política y
ambiental mundial es una tentación muy poderosa.
El terrorismo islámico se ajusta como anillo al dedo a este escenario. Habrá
que observar, a partir de la masacre de Charlie Hebdo, si se producen o no
movimientos inspirados en una concepción de unificación geográfica, religiosa,
financiera y policíaca del mundo. Si no se manifiestan intentos, de diversa
intensidad, hacia un reordenamiento del planeta y sus regiones y de las masas
poblaciones En el Memorándum MNS 200, Henry Kissinger anticipaba en los años 70
algo parecido, y calculaba que el mundo no tolera más de dos mil millones de
habitantes.
El consultor internacional Adrián Salbuchi advierte: "Cuando se habla de
guerra tendemos a pensar en términos de ejércitos invasores. La realidad indica
que la guerra se ha transformado en algo mucho más encubierto, menos formal.
Hoy se utilizan formas mucho más sutiles de librar guerras como, por ejemplo,
ingenierizando golpes financieros o sociales, o si no ingenierizando guerras
civiles".
Pueblos enteros se encuentran en virtual estado de guerra, pero no se dan cuenta de ello hasta que resulta demasiado tarde.
Pueblos enteros se encuentran en virtual estado de guerra, pero no se dan cuenta de ello hasta que resulta demasiado tarde.
Propongo un concepto: "bandera falsa". Salbuchi denomina
"ataques de bandera falsa" a aquellos "eventos terroristas y
militares que se llevan a cabo en forma controlada y con un altísimo nivel
mediático, por naciones política y militarmente poderosas, y por los que
inmediatamente se culpa a alguna potencia o entidad extranjera contra la que se
desea hacer la guerra o provocar conflictos".
Se trata de auto - ataques que funcionan como disparadores que sirven de excusa
para contraatacar.
En todos los casos la clave yace en averiguar quiénes se benefician.
En todos los casos la clave yace en averiguar quiénes se benefician.
Esta clase de eventos suelen dejar ciertas huellas e indicios (sus
"estigmas", por así decirlo) ya que cuando se planifican deben
incluir algún tipo de sutil "mecanismo de aviso" que permita a las
pocas personas que están al tanto, puedan asegurar que ni ellos, sus socios, ni
amigos y familiares pudieran por casualidad encontrarse en el "lugar
equivocado, en el momento equivocado".
Los ejemplos de "ataques de bandera falsa" a lo largo de la historia
son innumerables, llegando en la actualidad a una sofisticación extrema y
"aparente confusión" producto del avance tecnológico y de la
globalización mundial.
La revista atacada aplicó su mordacidad apuntando a una cerrada defensa de los
derechos de libertad de expresión e ironizando contra posiciones
ultraconservadoras de la religión.
Cada cual puede formarse su opinión sobre esa forma de humor.
Más allá del repudio a los homicidas, hay que preguntarse si los dibujantes,
con sus caricaturas, tocaron fibras sensibles de los sentimientos religiosos o,
más bien, si esas actitudes profanas sirvieron de pretexto a intereses ajenos a
la religión y a los derechos humanos.
¿Fue la irritación del Islam el detonantes del crimen? ¿o, más bien, la puesta
en marcha de un mecanismo de poder?
Los crímenes que siguieron ayer en París y las venganzas contra mezquitas
obligan a inclinarnos por la segunda hipótesis.
La revista actuó con mentalidad francesa en una Francia donde operan intereses
poderosos, poco afectos al debate teórico y sin ningún escrúpulo al momento de
tomar decisiones operativas.
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