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martes, 7 de enero de 2014

Ahora excluyen a los recién nacidos de la condición de seres vivos y humanos





Ayer el diario socialista publicó un infame artículo firmado por Juan José Tamayo y Federico Mayor Zaragoza. Las falacias y majaderías que sostienen esos dos personajes han sido objeto de una magistral réplica de Carlos López Díaz que suscribo por completo y que os animo a leer. Yo me centraré aquí en una de las majaderías que incluye ese artículo en El País.

¿Un recién nacido no es un ser humano ni tan siquiera un ser vivo?
Me refiero, en concreto, a este vomitivo párrafo en el que Tamayo y Mayor Zaragoza llevan las tesis abortistas a un grado de sinrazón ya difícil de superar:
“En el tema del aborto lo que debemos considerar no es solo la dimensión biológica, sino también la antropológica. Para intentar establecer cuándo comienza la vida humana, lo primero que debe precisarse es qué se entiende por “vida” y por “humana”. Porque si por vida se entiende la capacidad de sobrevivencia autónoma y por “humana” la aparición de las cualidades propias de la persona, la cuestión se situaría, desde luego, en una etapa ulterior a la fecundación, e incluso del nacimiento. En la especie humana, una parte considerable del desarrollo neuronal tiene lugar después del nacimiento.”
Así pues, estos personajes estiran a lo bestia la anticientífica tesis de Bibiana Aído según la cual las mujeres conciben a seres no humanos. Por lo visto, a los ojos de Tamayo y Mayor Zaragoza la exministra socialista se quedó corta en su afán por deshumanizar a las víctimas del aborto con el fin de justificar esa atrocidad. Si Aído habló de fetos de 13 semanas porque la ley que promovía daba permiso a matar a todo ser humano hasta las 14 semanas de vida -o 22 en el caso de que ese hijo por nacer fuese discapacitado-, Tamayo y Mayor Zaragoza asumen la idea de que las mujeres no conciben ni tan siquiera dan a luz a seres humanos, ni siquiera a seres vivos, ya que para esos dos opinadores la existencia de vida va asociada al concepto de autonomía, y obvia decir que un recién nacido tiene una enorme dependencia de los demás: sin el cuidado ajeno moriría en poco tiempo. A esto hay que añadir que los dos articulistas de El País vinculan la plena adquisición de la condición humana a un momento posterior al nacimiento. De hecho, relacionan la dignidad humana con el desarrollo neuronal, diciendo que una parte considerable de ese desarrollo “tiene lugar después del nacimiento”, pero olvidan que la neurogénesis se da también en las personas adultas.

Tachan de ‘dogmáticas’ las evidencias científicas sobre el inicio de la vida
Lo anterior nos conduce a algo más terrible. Ya que ponen la coherencia en el título de su artículo, en coherencia negar a un recién nacido la condición de ser humano y ser vivo acabará teniendo la mismas consecuencias que negársela a los no nacidos, por mucho que algunos abortistas que suscriben ambas negaciones afronten ese hecho con un gesto de escándalo. En ambos casos se desprecia la ciencia para negar lo que ésta evidencia. De hecho, Tamayo y Mayor Zaragoza incluso les dicen a los científicos que “no pueden adoptar posiciones dogmáticas”, un cínico intento de relativizar y obviar las evidencias científicas sobre el inicio de la vida humana desde la concepción, evidencias que les resultan incomodísimas a los abortistas porque chocan frontalmente con sus aberrantes tesis ideológicas. Tamayo y Mayor Zaragoza se lanzan de lleno a una pendiente resbaladiza. Una vez las mentiras y falacias abortistas alcanzan a los ya nacidos, ¿qué nos garantiza que no serán los siguientes en acabar descuartizados al amparo de la ley? ¿Quién nos garantiza que no se les pedirá a los científicos que nieguen la evidencia o que miren hacia otro lado cuando les toque la hora a los recién nacidos, a los enfermos o a los ancianos, igual que ahora les piden que obvien la evidencia científica sobre los niños por nacer?

¿Que la ley proteja el derecho a vivir es un ‘recorte de derechos humanos’?
En el colmo del la sinrazón, Tamayo y Mayor Zaragoza dicen que el anteproyecto de ley del aborto del PP “implica un nuevo recorte de los derechos humanos”, pero no hablan del derecho a vivir, que es el más básico de esos derechos, sino del falso derecho a matar a inocentes promovido por el lobby abortista. Incluso afirman que el Estado “debe velar por el ejercicio de ese derecho, en vez de negarlo y obstruirlo”. Es decir, que según ellos el Estado debe velar para que los más débiles, los niños por nacer, sean matados y descuartizados si así lo piden sus madres. Incluso identifican la defensa de los derechos humanos de los niños por nacer con lo “propio de Estados totalitarios”, cuando precisamente dichos Estados se han caracterizado por cosificar a ciertos seres humanos para justificar su exterminio. De hecho, regímenes totalitarios como Cuba, China, Corea del Norte y Vietnam se encuentran entre los países que más desamparan la vida humana prenatal. Si nos remitimos a la historia podríamos añadir a la desaparecida URSS entre dichos países, y deberíamos recordar que el nazismo impuso el aborto en Polonia y Ucrania disfrazándolo de “auswahl-freiheit” (libertad de elección).

Otra vez el perverso concepto totalitario de las ‘vidas indignas de vivir’
De hecho, para defender el aborto eugenésico Tamayo y Mayor Zaragoza recuperan argumentos asociados a uno de los peores experimentos totalitarios de la historia:
“No se trata solo del “derecho humano a la vida”, sino a una “vida digna”, es decir, de seres humanos dotados para el pleno ejercicio de las facultades distintivas de su condición.”
Entonces, ¿los demás seres humanos que no posean esas características no son vidas dignas? Un tío mío tiene síndrome de Down, ¿no tiene una vida digna, según estos tipos? ¿Quiénes son ellos para decidirlo? Lo más curioso es que mientras identifican las tesis provida con el totalitarismo, ellos recuperan el concepto del “Lebensunwertes Leben”, la vida indigna de vivir, con el que en el siglo pasado se justificaron medidas de higiene racial que pasaban por la esterilización forzada e incluso la eliminación de discapacitados y enfermos mentales, medidas que acabaron afectando a otros sectores de la población. Igual que ahora hacen los abortistas, entonces las tesis de la higiene racial empezaron defendiéndose en nombre de la libertad, con un libro del psiquiatra Alfred Hoche y el jurista Karl Binding titulado “Die Freigabe der Vernichtung lebensunwerten Lebens” (La libertad para destruir la vida indigna de vivir), que sostenía que los discapacitados no tienen derecho a vivir y que es preciso abortar a los niños por nacer con discapacidad. ¿Qué diferencia hay entre estas aberrantes e inhumanas tesis y las que defienden hoy los autodenominados progresistas?

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