La incorporación de
elementos extraños a su anatomía que en forma cada día más intensa
realiza la juventud de casi todo el mundo, materializados en tintas de
tatuajes, piercings de todo tipo y ubicados en los más insólitos
lugares, conforman una predisposición mental de receptividad, una
naturalidad de aceptación a la “rotulación” de la humanidad como ganado.
Los más diversos chips informáticos empiezan a formar parte de
nuestro cuerpo para el cumplimiento de las más diversas funciones.
Insospechadas por sus portadores.
Tránsito
La novedad de la nuevas lentes “Google Glass” va mucho más allá del reemplazo del tradicional “mouse” que conocemos.
Son una extensión tecnológica de los sentidos. De nuestra percepción
sensorial, un producto que podemos comprar. Del que sólo nos falta saber
el cuándo. No que deje de suceder. Ya está entre nosotros. Se
vulgariza. Se mundializa para que sea aceptado como lo “último”. Siendo
en realidad el inicio masificado del próximo salto tecnológico que
aniquile la privacidad del ser humano.
El inicio masificado de reducir a la inexistencia las posibilidades
humanas de todo conocimiento que surja fuera del mundo de las
percepciones sensoriales. De los 5 sentidos. Ahora potenciados al
extremo, con un futuro tecnológico que cambiará nuestra vida diaria de
manera impredecible.
Lo que vendrá detrás de esta aplicación tecnológica, no sólo de la
que ya está, lo que vendrá, arrasará con las conductas humanas como hoy
las conocemos. Se está preparando a la humanidad para su aceptación y
frenético deseo de participar en ella.
Destrucción del conocimiento verdadero
Elevar las percepciones sensoriales a la categoría de única
posibilidad de conocimiento que realiza el ser humano es introducirlo en
la involución de una lógica descendente de aniquilación de las “otras”
formas de conocer fuera de la certeza sensible.
La creatividad humana excede plenamente el estrecho marco de la
percepción sensorial de la imagen del objeto que observamos, la cual es
una mera sombra de él, la que percibimos, es como observar la huella, no
al que la genera (es de aplicación la parábola de la caverna, en la que
los esclavos que allí estaban conocían el mundo exterior por las
sombras que sus captores proyectaban en una pared de la cueva).
La creatividad humana depende de la creatividad científica. Tal la
creatividad de Kepler (otro olvidado) en su “Armonía del universo” al
descubrir los principios físicos universales de la gravitación
planetaria, excediendo los límites de las percepciones e ingresando en
el hemisferio de la intuición como definitoria forma verdadera de un
real conocimiento al que nuestra técnica occidental pretende reducir a
la nada absoluta.
Google Glass es sólo un nuevo escalón de esta profunda escalera involutiva del hombre del siglo XXI.
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