Los
calendarios cambian, el año llega a su mitad pero la situación política
de la Argentina no parece modificarse. Pese a la cercanía de la época
electoral, la brecha entre dirigencia y sociedad continúa siendo
inmensa. El clima que se vive en Balcarce 50 no coincide con el clima
vivido afuera, aunque en un aspecto podría encontrarse una sinonimia:
ambos perseveran en la espera.
El gobierno esperando el milagro poco factible a esta altura de una
sociedad que no se de cuenta, y la gente aguardando ser considerada como
tal. Paradójicamente, las acciones de los dos se esfuman detrás del
falso confort. La dirigencia atiende sus propios intereses, la “clase
media” o aquel sector que supo defender sus ahorros cuando el
“corralito” se los confiscó, aguarda que en alguna red social alguien
tire una fecha para entonces sí manifestar su descontento y malestar. La
comodidad nos pinta de cuerpo entero.
La “emoción” de un consenso de microclima es en demasía efímera. Se
habla del 8 de Agosto como otro día donde expresar el hartazgo social.
Enhorabuena pero ¿cómo es eso de convocar a una marcha para dentro de un
mes, si el enojo y la desaprobación se están viviendo hoy? Si la causa
es que al receso invernal se lo considera un tiempo sagrado donde
ocuparse de un país que está siendo saqueado no encuentra espacio, poco
queda por decir a favor de los ciudadanos.
Mi abuelo repetía: “Primero el deber después el placer”. Una ecuación
desconocida en la Argentina. Se puede soportar la burla diaria de una
Presidente pero no desacralizar vacaciones ni vencer la modorra que da
salir a la calle aunque nos estén robando a mano armada. Puede no haber
pan pero sobra comodidad.
Entonces, cabe preguntarse aunque el silencio o la piedad eviten la
respuesta voraz, si realmente no se es parte de todo cuanto acontece, si
acaso no merecemos esa carcajada que la jefe de Estado nos larga en la
cara cada vez que habla.
Planificar el malestar que genera vivir en la mentira sistemática,
habilita lo que vulgarmente se llama “el verdugueo”. Nos “verduguean”
sin tregua, sin pausa, sin anestesia. Si el mal ataca ahora, ¿cómo se
explica que se lo trate después de las vacaciones? Es como si se fuera
al médico cuando hace un mes que algo nos está doliendo… O hay un gen
masoquista que nos justifica, o hay miedo, o hay una inmadurez inherente
al pueblo.
Los brasileños no esperaron que la Copa Confederaciones llegara a su
final, ni convinieron en marchar después de un mes que se anunciarán los
aumentos de tarifas de servicios públicos. Estuvieron a la intemperie
cuando era factible hacer retroceder medidas que creyeron injustas o
arbitrarias, en definitiva, cuando su dignidad fue pisoteada por quienes
no son sino empleados a quien el pueblo les paga un salario.
Acá las cosas son diferentes. La ofuscación vive en un twitter. Cristina Kirchner tuitea, la gente también. Otras serán las diferencias.
Desde un atril, Julio De Vido grita con impunidad impertérrita:
“Vamos a seguir contratando artistas”. Lo hace tras conocerse el fraude y
la manipulación detrás de ciertos contratos y contenidos audiovisuales.
Su frase debe leerse sin eufemismos: “vamos a seguir robando”.
Cristina fue más allá: si no les gusta “lara, lara, lara“. Y la
indignación colectiva se deshace en el espacio de una red social…
Después a dormir y la vida sigue igual hasta que bajan una estatua, se
la roban a la vista de todos como se han robado a la Argentina y lara,
lara, lara…
Ese “lara, lara, lara” se traduce mas fácil de lo que parece: ‘de lo
que digan y piensen, no me importa un ápice’. Tal vez la Presidente sepa
ya que la demanda social no atraviesa la virtualidad. O en última
instancia se limita a un par de horas agitando cacerolas en algunos
puntos neurálgicos de la ciudad.
Pero somos miles, millones, se me dirá. En ese caso habrá que creer
que Octubre marcará realmente un final. Ahora bien, asegurarlo es otro
cantar.
“Mas no era la felicidad, era tan sólo una tregua”. Mario Benedetti.
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