DÍA DE LOS SANTOS
INOCENTES
Por Javier Cornejo
Artículo publicado en el diario El Tribuno el 28
de diciembre de 2009
El 28 de diciembre, fecha que
hoy tomamos livianamente para bromas y cargadas, fue establecida en
conmemoración, precisamente de un hecho que no fue ninguna broma.
Según el evangelio de San
Mateo, esta fecha se origina en la aniquilación de niños efectuada por Herodes
con la finalidad de matar a Jesús.
Como todas las fechas
importantes del calendario cristiano, ésta también es objeto de una exitosa
deformación (El Tribuno, 14-12-09, «Sensación de Navidad...»).
Jesús en su infancia logró
sortear tal intento de asesinato en el camino de liderazgo y fundación del
cristianismo. Liderazgo ejemplar que hoy debe ser verdadero motivo de
imitación, en contraposición a los que en estos momentos se autodenominan
nuestros «líderes», confundiendo el término con el de «jefe de banda», en un
país delincuencial, de la mentira, el insulto, sumido en el desenfreno de la
droga, el delito, de sujetos públicos y privados.
Hoy, en la gran crisis que
estamos inmersos, somos presa de la necesidad de un cambio súbito y profundo en
la calidad de nuestros líderes.
Nuestra supervivencia depende
de la capacidad de elegir correctamente el modelo sobreviviente de la voracidad
Herodiana. Seres, que cuando los vemos en retrospectiva, como almas inmortales,
descollan muy por encima del tipo popular de su época.
Al igual que en las grandes
tragedias clásicas representadas en el escenario, en tiempos como el presente,
de grave peligro auto infligido, la nación que no descubra a sus individuos
excepcionales, está condenada de antemano a la perdición, al igual que los
romanos necios, eufóricos de vitorear a los espectáculos de masas del Coliseo
de entonces, o las masas necias de hoy, en el estadio de fútbol, el concierto
de rock o la orgía de video y TV espúrea: un pueblo perdido por su propia
adicción popular a la ilusión inherente trágica del placer y la comodidad.
El mayor peligro que enfrenta
cualquier nación amenazada, como la nuestra, es la proliferación de
mediocridades morales o, lo que es lo peor, el que dichas mediocridades ocupen
cargos Ejecutivos, Legislativos y por sobre todo Judiciales, donde precisamente
lo que se necesita son gigantes intelectuales y morales.
Desde que la historia
occidental nació, como vástago de Egipto, de la antigüedad griega, el papel del
individuo excepcional ha sido siempre el tema de las grandes leyendas,
historias trágicas y diálogos en que se consigna la historia de las ideas de
las grandes culturas del pasado. Los más grandes historiadores clásicos, tales
como Esquilo, Platón, Shakespeare, Lessing, Schiller, han plasmado sobre el
escenario la alternativa de la vida real entre lo trágico y lo sublime. Ahora
corresponde a nuestra nación, a nosotros, al pueblo que habitamos los
«actuales» límites geográficos de Argentina, aguardar, a su vez el juicio de
futuros públicos, cuando nuestra historia sea representada en un mismo
escenario clásico.
Los líderes indispensables en
estos momentos son aquellos que desde su infancia han logrado dejarse llevar
por el potencial hacia lo sublime.
Potencial que a todos nos es
innato por nuestra propia condición de seres humanos, pero, que muchos hemos
abdicado o lo hemos adormecido. Tales seres excepcionales, y no otros, son los
únicos capacitados como verdaderos líderes capaces de revertir la atroz
situación en que nos encontramos inmersos.
Deben tener la capacidad para
sustraerse de las experiencias sensoriales humanas en su expresión de una
relación entre los órganos de los sentidos y el sistema nervioso central. Lo
único que aprendemos de la experiencia sensorial es la habilidad de reconocer
cierto efecto que las acciones del universo obran sobre esos órganos
sensoriales. Lo que así percibimos no es la realidad, sino la mera sombra del
efecto de las acciones de un universo real, no visto, generalmente extra
epidérmico, sobre los órganos sensoriales que hacen parte de nuestro organismo
biológico. (Platón parábola de la caverna, El Tribuno, pág. 16, 19-08-09).
De allí que la facultad de
hipotetizar, de la poderosa capacidad racional superior a la mera biología, la
posibilidad de sumar las condiciones reales distintivas de un ser humano
excepcional, será el detonante de distinción de las personas aptas para el
ejercicio de un liderazgo válido en estos cruciales tiempos por los que
atraviesa la sociedad argentina. Es preciso buscarlos, encontrarlos. Existen en
nuestra sociedad, harta y hastiada de la vergüenza a la que estamos sometidos
muy lejos de la sana inocencia, esencial para el mundo actual.
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