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sábado, 28 de diciembre de 2013

DÍA DE LOS SANTOS INOCENTES



DÍA DE LOS SANTOS INOCENTES
Por Javier Cornejo
Artículo publicado en el diario El Tribuno el 28 de diciembre de 2009

El 28 de diciembre, fecha que hoy tomamos livianamente para bromas y cargadas, fue establecida en conmemoración, precisamente de un hecho que no fue ninguna broma.
Según el evangelio de San Mateo, esta fecha se origina en la aniquilación de niños efectuada por Herodes con la finalidad de matar a Jesús.
Como todas las fechas importantes del calendario cristiano, ésta también es objeto de una exitosa deformación (El Tribuno, 14-12-09, «Sensación de Navidad...»).
Jesús en su infancia logró sortear tal intento de asesinato en el camino de liderazgo y fundación del cristianismo. Liderazgo ejemplar que hoy debe ser verdadero motivo de imitación, en contraposición a los que en estos momentos se autodenominan nuestros «líderes», confundiendo el término con el de «jefe de banda», en un país delincuencial, de la mentira, el insulto, sumido en el desenfreno de la droga, el delito, de sujetos públicos y privados.

Hoy, en la gran crisis que estamos inmersos, somos presa de la necesidad de un cambio súbito y profundo en la calidad de nuestros líderes.
Nuestra supervivencia depende de la capacidad de elegir correctamente el modelo sobreviviente de la voracidad Herodiana. Seres, que cuando los vemos en retrospectiva, como almas inmortales, descollan muy por encima del tipo popular de su época.
Al igual que en las grandes tragedias clásicas representadas en el escenario, en tiempos como el presente, de grave peligro auto infligido, la nación que no descubra a sus individuos excepcionales, está condenada de antemano a la perdición, al igual que los romanos necios, eufóricos de vitorear a los espectáculos de masas del Coliseo de entonces, o las masas necias de hoy, en el estadio de fútbol, el concierto de rock o la orgía de video y TV espúrea: un pueblo perdido por su propia adicción popular a la ilusión inherente trágica del placer y la comodidad.

El mayor peligro que enfrenta cualquier nación amenazada, como la nuestra, es la proliferación de mediocridades morales o, lo que es lo peor, el que dichas mediocridades ocupen cargos Ejecutivos, Legislativos y por sobre todo Judiciales, donde precisamente lo que se necesita son gigantes intelectuales y morales.
Desde que la historia occidental nació, como vástago de Egipto, de la antigüedad griega, el papel del individuo excepcional ha sido siempre el tema de las grandes leyendas, historias trágicas y diálogos en que se consigna la historia de las ideas de las grandes culturas del pasado. Los más grandes historiadores clásicos, tales como Esquilo, Platón, Shakespeare, Lessing, Schiller, han plasmado sobre el escenario la alternativa de la vida real entre lo trágico y lo sublime. Ahora corresponde a nuestra nación, a nosotros, al pueblo que habitamos los «actuales» límites geográficos de Argentina, aguardar, a su vez el juicio de futuros públicos, cuando nuestra historia sea representada en un mismo escenario clásico.
Los líderes indispensables en estos momentos son aquellos que desde su infancia han logrado dejarse llevar por el potencial hacia lo sublime.

Potencial que a todos nos es innato por nuestra propia condición de seres humanos, pero, que muchos hemos abdicado o lo hemos adormecido. Tales seres excepcionales, y no otros, son los únicos capacitados como verdaderos líderes capaces de revertir la atroz situación en que nos encontramos inmersos.
Deben tener la capacidad para sustraerse de las experiencias sensoriales humanas en su expresión de una relación entre los órganos de los sentidos y el sistema nervioso central. Lo único que aprendemos de la experiencia sensorial es la habilidad de reconocer cierto efecto que las acciones del universo obran sobre esos órganos sensoriales. Lo que así percibimos no es la realidad, sino la mera sombra del efecto de las acciones de un universo real, no visto, generalmente extra epidérmico, sobre los órganos sensoriales que hacen parte de nuestro organismo biológico. (Platón parábola de la caverna, El Tribuno, pág. 16, 19-08-09).
De allí que la facultad de hipotetizar, de la poderosa capacidad racional superior a la mera biología, la posibilidad de sumar las condiciones reales distintivas de un ser humano excepcional, será el detonante de distinción de las personas aptas para el ejercicio de un liderazgo válido en estos cruciales tiempos por los que atraviesa la sociedad argentina. Es preciso buscarlos, encontrarlos. Existen en nuestra sociedad, harta y hastiada de la vergüenza a la que estamos sometidos muy lejos de la sana inocencia, esencial para el mundo actual.

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