El nuevo presidente de
Pescanova tendrá que desactivar una ‘bomba’ en Malvinas
Vista general de una junta general de accionistas de Pescanova. (EFE) |
21/05/2014
Al plato
y a las tajadas. Pescanova es un pozo sin fondo en lo que concierne a su
actividad internacional y a los problemas congénitos derivados del proceso de
expansión auspiciado por Manuel Fernández Sousa. Ahora resulta que la
multinacional tiene dos buques faenando en aguas británicas de las Islas
Malvinas al mismo tiempo que trabaja en Argentina con una flota compuesta
por casi una veintena de barcos pesqueros. Una situación desconocida a nivel
oficial por el Gobierno de Cristina Kirchner y que puede producir un
quebranto inesperado en las deterioradas cuentas del grupo gallego.
Los bancos del G-6 que se han hecho con el control de la
compañía van a tener que sudar la gota gorda para que el levantamiento de
la suspensión de pagos no se convierta en el preludio de una liquidación
ordenada de los distintos negocios en el exterior. La eventual ‘guerra’ de
Pescanova en las Malvinas es considerada dentro de la propia empresa como una
‘bomba de relojería’ que puede estallar en cualquier momento porque la
legislación argentina prohíbe terminantemente la duplicidad de actividades
paralelas en el archipiélago ocupado por el Reino Unido.
Pescanova
no puede permitirse ningún desliz con las autoridades del país latinoamericano,
donde opera desde hace años a través de su filial Argenova dedicada a la
captura, procesamiento y comercialización de langostino, merluza negra y pota
con destino a los mercados de España, Italia, Japón, Estados Unidos y China. La
compañía entró en concurso preventivo en mayo de 2013 pero su evolución ha sido
muy positiva desde entonces alcanzando niveles récord de facturación que
garantizan la viabilidad del negocio a medio plazo.
La
actividad en Las Malvinas es comparativamente más reducida y está concentrada
básicamente en la pesca de pulpo, pero representa en todo caso un segmento
esencial de la cuenta de resultados. No en vano, Pescanova genera un ebitda
de casi 16 millones de euros con sus dos barcos factoría de 900 toneladas de
capacidad y que emplean cada uno a casi 60 trabajadores. La desinversión
obligada de este negocio constituye una amenaza latente que los nuevos dueños
del grupo gallego tendrán que gestionar más pronto que tarde si no quieren
enfrentarse a un proceso de expropiación como los que ya han padecido otras
empresas españolas en Argentina.
Foto: Pescanova |
El segundo
‘affaire’ y no menos importante que deberá afrontar Pescanova es la pérdida
de Pesca Chile y su subsidiaria Acuinova, sociedad especializada en la
producción de salmón. La filial chilena está bajo control de la administración
concursal que ha emprendido el proceso de liquidación a fin de resarcir en la
medida de lo posible a los distintos acreedores. Los responsables judiciales de
la suspensión de pagos no confían en los planes industriales elaborados por
el grupo desde España y quieren apurar con urgencia la venta de los
negocios chilenos en aplicación de la ley de quiebras que existe en el país.
Pérdida
virtual de las filiales chilenas
La
ejecución de los negocios en Chile supondrá de entrada la desaparición del cultivo de salmón, pero además
repercutirá también en el balance de la matriz, que tiene riesgos contraídos
en estas filiales por valor de 90 millones de euros. Cabe recordar que la
aportación de fondos frescos anunciada por los bancos para apuntalar el nuevo
convenio de acreedores se sitúa en 150 millones de euros para todo el grupo.
Estos datos inducen a pensar que algunos de los proyectos internacionales
pasarán a segundo plano con el fin de asegurar la viabilidad de la compañía en
España.
La
definición de un plan industrial es precisamente la gran incógnita que pesa
sobre el futuro de una empresa gestionada, de momento, con criterios
estrictamente financieros. Pescanova está sumida en un proceso de transición a
expensas del levantamiento de la suspensión de pagos y la más que segura salida
de Juan Manuel Urgoiti como titular de la compañía. Los bancos desconfían del actual presidente pero quieren
apurar su labor para que defienda los intereses del grupo y
dé convenientemente la cara ante la junta general que debe celebrarse
antes del 30 de junio.
El relevo
de la cúpula directiva de Pescanova estaba planeado a un mes vista pero la
filtración sobre la candidatura de Jacobo González-Robatto como
presidente del grupo no ha sentado nada bien a Urgoiti. El antiguo consejero
delegado del BBV ha pasado las de Caín en estos nueve meses de travesía por el
desierto y no quiere sentirse otra vez utilizado como pieza de
inventario, lo que obliga a buscar una solución pactada que puede complicar
un poco más todavía las prioridades de la nueva Pescanova.
Lo más
lógico es que el relevo se acelere en las próximas horas y esta misma semana
el responsable de los negocios internacionales del Banco Popular sea
designado nuevo presidente de Pescanova. González-Robatto tendrá el
respaldo también de BBVA, Sabadell y La Caixa pero la verdad es que no se le
arriendan las ganancias.
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