EL CLUB DE PARÍS – UN INVENTO DE
LA OLIGARQUÍA ARGENTINA
Como tantos hechos muy
importantes de nuestra historia, cuidadosamente “barridos debajo de la
alfombra” de la “historia oficial” contada por el academicismo histórico, la
sumatoria de hechos infames que en los hechos terminaron dando origen al Club
de París, es muy poco conocida, y sería una omisión permanente, de no ser por
la patriótica y tesonera acción del revisionismo histórico, y principalmente
por un puñado de grandes escritores comprometidos con el Pensamiento Nacional,
del cual descolla por mérito propio Don Arturo Martín Jauretche.
Intentemos resumir esa no por
casualidad olvidada parte de nuestra historia.
Durante el primer gobierno de
Perón, Argentina había cancelado totalmente la deuda externa, hecho inédito en
toda nuestra historia, lo cual fue de gran relevancia geopolítica, pues es bien
sabido (y también cuidadosamente ocultado), que la deuda externa siempre fue
utilizada como herramienta de presión para doblegar voluntades e instrumentar
el colonialismo económico.
Más aún, a consecuencia de la
Segunda Guerra Mundial, Argentina era fuertemente acreedora de Gran Bretaña,
habiéndose pactado esa deuda en moneda convertible, o sea en libras esterlinas
convertibles en oro contante y sonante.
En una decisión arbitraria, que
por cierto nos perjudicó mucho, opuesta a los dogmas ultra liberales a los que
“La Rubia Albión” dice ser fiel (y que fue ocultada o minimizada por los
“grandes diarios” y otros sectores del cipayismo vernáculo argentino), Gran
Bretaña decretó la inconvertibilidad de la libra, motivo por el cual nos vimos
forzados a aceptar el pago en especies, entre otras cosas con jeeps y camiones
guerreros, que como sea fueron útiles para suplir carencias del parque
automotor en esos años. Pero esa ya es otra historia.
Permanentemente hostigado por los
sectores más reaccionarios del arco político-económico interno, más el accionar
encubierto de la diplomacia anglosajona (básicamente británica), el peronismo
fue desalojado violentamente del poder, tras varias intentonas fallidas, en
1955, por la autodenominada “revolución libertadora”, la cual fue rápidamente
rebautizada por los sectores del Pensamiento Nacional, como “revolución
fusiladora”, por su vengativo e irracional modus operandi, que incluyó una
masiva y violenta “purga” de efectivos en las propias Fuerzas Armadas, cuyas
cúpulas desde entonces pasaron a estar cooptadas casi totalmente por los
sectores oligárquicos antinacionales, con honrosas excepciones.
Ante la carencia de auténticos
valores superiores, el comienzo del deterioro y corruptela del Servicio Militar
Obligatorio cabe ubicarlo cronológicamente con la usurpación del poder por
parte del aciago golpe de Estado de 1955.
Habiendo recibido pertrechos
británicos –en alta mar- (municiones y combustibles), la Armada Argentina fue
actor principal del citado golpe de Estado, el cual, según diversas referencias
históricas, fue festejado por el propio Churchill y su gabinete…¡Argentina
volvía al redil de dócil súbdito económico del imperio, aceptando además sus
corrompidas cúpulas las anacrónicas y perversas pautas de la colonización
cultural, vigentes desde las viejas épocas de los unitarios!
Con una ferocidad y empeño solo
equiparable al mitrismo del siglo XIX, “la fusiladora” se dedicó a desmontar
todo el andamiaje social, político y económico, de la década peronista; que
había logrado profundas transformaciones –no exentas de errores, pero con saldo
fuertemente positivo-, en la realidad argentina.
Y uno de los objetivos más
buscados, fue denigrar al como sea, al depuesto presidente, a su ya difunta
esposa (Evita), y a la doctrina político-económica aplicada por el peronismo.
A “la fusiladora” le era urgente
intentar demostrar un descalabro económico que no existía. Por eso, mediante un
amañado y mendaz informe económico, que fuera conocido después como el Informe
Prebisch, se pretextó un supuesto angustiante cuadro de endeudamiento externo,
además de “dibujarse” una sombría realidad macroeconómica que no era tal.
Existen fundamentadas versiones
históricas que afirman que dicho informe, tan mendaz como lapidario, en
realidad fue elaborado a las apuradas por un reducido grupo de economistas del
establishment, dirigido por Federico Pinedo (abuelo del actual del actual
diputado nacional ultra conservador), sempiterno activista calificado al
servicio extranjero, primero subordinado a los intereses británicos, y
posteriormente a los norteamericanos. Pero como Raúl Prebisch era el economista
más renombrado de ese momento, entre otros hechos por su accionar en la CEPAL y
por su teoría del deterioro de los términos del intercambio, habría sido
presionado (o seducido) para estampar su nombre al documento, pese a que por su
corta estadía en Argentina no habría tenido tiempo ni de leerlo en profundidad.
Poco después, creyendo ilusamente Prebisch en sus fueros como economista
calificado, opinó en forma “inconveniente”, y pese a sus oropeles académicos,
su relevancia fue “misteriosamente” opacada en los grandes medios de
comunicación. Dicho en criollo, lo usaron y lo descartaron…
Pero la falacia principal de ese
amañado documento, fue considerar deuda financiera (y por ello de vencimiento
taxativo y onerosos términos), a los múltiples acuerdos comerciales
bilaterales, que Argentina había celebrado con diversos países, para
intercambiar nuestras materias primas por diversos bienes industriales que aún
no se producían acá. Dichos convenios establecían mecanismos de compensaciones
mutuas, con las aperturas de cuentas corrientes con cada uno de esos socios
comerciales.
En ese sistema de cuentas
corrientes, por lógica nuestras importaciones se realizaban según las
necesidades, registrándose constantes operaciones todo el año; mientras que el
grueso de nuestras exportaciones tenía que ver con las épocas de cosechas de
los por entonces principales rubros de exportación agrícola, como trigo, maíz,
etc. O sea: las importaciones eran constantes y las exportaciones masivas
estacionales, lo cual generaba desbalances temporarios, pero –repitámoslo-, en
cuenta corriente, sin intereses. Adicionalmente, con el sistema de acuerdos
bilaterales, se obviaban los intermediarios, que recurrentemente eran empresas
o entidades “casualmente” anglosajonas, casi siempre británicas.
Los economistas de “la
fusiladora”, apenas asumidos en sus usurpadas funciones, pusieron el grito en
el cielo, ante la supuesta “gravísima crisis financiera”, que por supuesto no
era tal.
Rápidamente se anularon todos los
convenios bilaterales (con excusas fútiles), y absurdamente los saldos en
cuentas corrientes se transformaron en onerosas deudas financieras. Ante el
descalabro autoprovocado, que generó un absurdo pasivo con carga de pesados
intereses, a la desesperada salieron a obtener acuerdos de refinanciación de
esas deudas. Todos los flamantes acreedores se unificaron en un novísimo
organismo “ad hoc”, el cual, por realizarse las reuniones en París, y por ser
un “club de acreedores” de Argentina, pasó a llamarse el Club de París.
¡Todo había vuelto a la
“normalidad”! Argentina nuevamente transformada en deudora, de un pasivo que no
cesaría de crecer, ante los sucesivos gobiernos liberales, supeditados y
subordinados a los poderes financieros transnacionales. Las negociaciones
habrán –por supuesto- generado suculentas comisiones para todos los
“esforzados” negociadores intervinientes. Con las negociaciones volvieron las
imposiciones, con carácter de obligatorias, pese a estar muchas veces adornadas
como “sugerencias”: incorporarnos al FMI obedeciendo sus “recetas” recesivas,
desmantelar la industria (entre otras cosas, se echó a Mercedes Benz, que
planificaba producir camiones y ómnibus, igual que Hanomag y otras), frenar
abruptamente el desarrollo tecnológico (por caso se cortó la producción del
avanzado caza Pulqui II), bajaron los salarios reales y se atacó toda la
legislación social, y por sobre todo, en lo geopolítico, Argentina se subordinó
explícita e indecorosamente a los poderes transnacionales.
¡Habíamos creado el Club de
París, el mismo que financió el desmadre del cuarto de siglo neoliberal
(1976-2001)! Mejor dicho, lo creó la oligarquía apátrida y contumazmente
antinacional, que había tomado por asalto el poder. Lo demás es historia más
reciente, aunque muchos la hayan olvidado…
C.P.N.
CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y
Geopolíticos
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