Juana Azurduy y Colón tienen su monumento...
Por Mario César Giordán
Especial para El Día
María Remedios del Valle, sin línea de historia en Argentina ¿por ser negra? |
Hubo a lo
largo de este 2010 muchos festejos, pero también mucho silencio en torno a la
participación de la mujer en la Revolución de Mayo y en los años sucesivos
hasta la Independencia.
Salvo
algunas “damas aristocráticas” que la historiografía argentina ha salvado del
olvido, la gran mayoría quedaron en el anonimato y peor aún, en la
indiferencia.
Una de
esas “mujeres olvidadas de la historia argentina” es MARÍA REMEDIOS DEL VALLE,
a quien Belgrano designó como “LA CAPITANA”, grado que le otorgó por sus
servicios en combate durante la Guerra de la Independencia.
Como
tantos/as otros/as héroes nacionales, posee una característica que los iguala:
es una olvidada.
Pero,
¿quién era María Remedios del Valle?
Poco se
conoce de sus orígenes y fecha de nacimiento. Era negra y de condición humilde.
Estaba casada y se sabe que tenía hijos.
Las
primeras referencias de su participación en la guerra se remontan a la defensa
de la ciudad, durante la primera invasión inglesa. Participó de la misma
integrando el Cuerpo de Andaluces.
En 1810
se incorporó al Ejército Auxiliar para la expedición al Alto Perú, en compañía
de su marido y de dos hijos. Sólo ella regresó viva de las campañas militares.
Se había incorporado en esta operación comandada por el General Manuel
Belgrano.
Unos días
antes de la Batalla de Tucumán, se presentó ante Belgrano para que le
permitiera atender a los heridos en las primeras líneas de combate, pero ante
la negativa del general, y empecinada como era, se filtró entre la retaguardia
y llegó al centro de la batalla, donde no sólo asistió a los heridos, sino que
alentaba a los soldados a derrotar al enemigo. Ante tanto valor desplegado, los
soldados comenzaron a llamarla MADRE DE LA PATRIA y Belgrano la nombró Capitana
de su Ejército.
El 14 de
noviembre de 1813, en la batalla de Ayohuma, se distinguió junto con otras
mujeres por la atención que brindaron a los heridos en el frente. A este grupo
de heroínas, la historia lo recuerda como las Niñas de Ayohuma.
Perdida
la contienda, quedaron más de doscientos hombres muertos y otros tantos
heridos. Más de quinientos fueron apresados por las tropas realistas comandadas
por el general español Joaquín de Pezuela. Entre los prisioneros estaba la
Capitana que había sido herida de bala. Durante su cautiverio, enferma y
herida, organizó la fuga de varios oficiales patriotas, pero fue descubierta y
sometida a nueve días de azotes públicos. Al final, pudo escapar y regresó a
las escuadras patriotas.
Durante
la jura de la Bandera en Jujuy, se la vio arrodillada junto al General Güemes y
a Juan Antonio Álvarez de Arenales, uno de los hombres más destacados de
Belgrano.
El
historiador Carlos Ibarguren la recuerda de esta manera: “En la recova de la
plaza de la Victoria o en el atrio de San Francisco, de San Ignacio o de Santo
Domingo, veíase arrebujada en un manto de bayetón oscuro a una vieja mendiga,
conocida en el barrio con el apodo de “La Capitana”, su figura era familiar a
los vecinos: encorvada y magra, diríase la imagen mísera de la senectud con su
tez terrosa y arrugada, su boca hundida sin dientes y sus ojos empañados.
Con voz
débil ofrecía en venta a los transeúntes pasteles, tortas fritas o fruta que
llevaba en una batea; a veces imploraba, por el amor de Dios, una limosna…
Aterida de frío en invierno, chapaleando barro bajo la lluvia o sofocada por el
sol de enero, recorría el mismo trayecto cotidiano en procura de su pan. Era
cliente de los conventos donde comía la sobra y los desperdicios que le daban”.
En su
diario caminar en busca del sustento diario, un día fue reconocida por el
General Juan José Viamonte, compañero en la Campaña al Alto Perú. Conmovido
decidió darle protección. Como diputado en la Junta de Representantes de la
Pcia. de Buenos Aires presentó el 11 de octubre de 1827 un proyecto para
reparar del injusto abandono en que se encontraba y otorgarle una pensión por
los servicios prestados a la causa de la Independencia. Recién en julio de 1828
se debatió el tema. Tras largos debates se decidió otorgarle una pensión,
componer una biografía para recordar su trayectoria patriótica y levantar un
monumento en su homenaje. Sin embargo los años pasaron y esta mujer, la “Madre
de la Patria”, “La Capitana del Ejército del Norte” jamás llegó a cobrar la
pensión y siguió mendigando por las calles porteñas a donde llegaba de lejos,
donde tenía su rancho.
El Estado
burocrático venció y La Capitana murió como había vivido: en la indigencia y en
el olvido; sin monumento que le rinda homenaje y sin una crónica que rescate su
vida del olvido.
María
Remedios del Valle representa “la pasión patriótica, el altruismo y el valor
de las mujeres que contribuyeron a darnos patria”.
Documentación
consultada:
* Ibarguren,
Carlos: “En la penumbra de la Historia Argentina”. Edit. La Facultad – Bs. As.
1932. Pág. 7-14
* Repiso,
Jorge. Periodista e investigador. Publicación de Internet.
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