OLIVER
CROMWELL, LA REPÚBLICA INGLESA, EL SIONISMO Y EL INTERES EN HISPANOAMERICA
Las citas y bibliografía correspondientes en
la edición impresa.
Extracto del ensayo: “Atando Cabos. Crónica
histórica para un argentino despistado” de Francisco Hotz.
1.er Lord Protector de la Commonwealth de Inglaterra, Escocia e Irlanda 16 de diciembre de 1653-3 de septiembre de 1658 |
LA
MISIÓN DE CROMWELL
Volvamos en el tiempo, ubiquémonos en el siglo XIII, época conocida como
“Alta Edad Media”.
En el año 1290, el rey Eduardo i
de Inglaterra, más conocido como el “Piernas Largas”, publicó el Edicto de Expulsión de las comunidades
de judíos de su reinado (lo mismo había ocurrido ya en Francia en 1182 con
Felipe Augusto y ocurriría en 1306 con Felipe IV, el hermoso). Las razones no
están claras en los textos históricos; hay quienes por un lado hacen alusión al
problema económico que generaban los préstamos usurarios que realizaban
aquellos que ejercían la orfebrería y quienes, por el otro, sostienen que
fueron expulsados para la confiscación de sus importantes propiedades.
Los cierto es que desde entonces y hasta la victoria de Oliver Cromwell
360 años más tarde, los judíos no pudieron volver a Inglaterra; esta decisión
fue en todo momento apoyada por los comerciantes vernáculos, quienes veían en
esta comunidad una amenaza y competencia para sus intereses comerciales.
Con el derrocamiento de la monarquía en manos de Cromwell, los
dirigentes hebreos del resto de Europa, en especial el rabino de origen
portugués radicado en Ámsterdam, Menasseh Ben Israel (cuyo nombre verdadero era
Manoel Dias Soeiros), hicieron intentos
para lograr la derogación del Edicto de Eduardo i,
todo a sabiendas de la simpatía de Oliver Cromwell para con la comunidad
israelita.
Para ese entonces, Menasseh Ben Israel era una personalidad importante
en Holanda, fue el fundador de la primera imprenta hebrea del país bajo (por
entonces Provincias Unidas) y un rabino de gran influencia, habiendo sido
condecorado con el carácter de Maestro “Haban” – expositor del Talmud –, sobre
todo en la comunidad Shalom Neveh en la que fue nombrado rabí. Su popularidad e
influencia fue tal que el mismo Víctor Hugo se refiere a él en su obra Cromwell de 1827, donde se puede leer en
la escena IV una conversación en la que el rabino comunica a Cromwell que su
hijo conspiraba en su contra:
Cromwell.-
(Riendo.) Tú lo ves todo al través del dinero; mi hijo es ligero y tiene
relaciones locas. Pero nada más.
Manassé.- Pagan sin contar las monedas, eso es
mucho.
Cromwell.-Vamos, vete.
Manassé.-Perdón, señor, pero ya que tengo el
honor de serviros algunas veces, quisiera como recompensa que hicierais abrir
nuestras sinagogas y revocar la ley que rige contra los astrólogos.
Cromwell.- (Despidiéndole con un ademán.) Ya veremos.
Manassé.- (Inclinándose
hasta el suelo.) Os beso los pies. (¡Viles cristianos!)
Cromwell.-Vive tranquilo. (¡Judío inmundo,
digno de la horca!)
Como veremos enseguida, Ben Israel creía
que la expansión de su pueblo por todo el mundo permitiría la vuelta profética
a la tierra prometida, hete aquí su interés en llegar a un acuerdo con Cromwell
que le posibilitara a su pueblo regresar a la por entonces máxima potencia
marítima del mundo (fuerza naval que permitiría la expansión).
La primera aproximación a Cromwell fue llevada a cabo el 3 de noviembre
de 1654 por el hijo de Ben Israel, Samuel Soeiro, y un converso español que
tras mudarse a Ámsterdam se puso al servicio del reino holandés para informar
del poderío económico y militar de España, un tal Manuel Martíenez Dormido –
David Abraham Dormido/ David Abrabanel Dormido–, importante comerciante y
pirata perteneciente a una familia de rabinos españoles, hombre que no titubeaba en el uso de su posición a
cambio de favores gubernamentales para él y su familia, personaje
particularmente comprometido en el apoyo a los esfuerzos para establecer una
colonia Sefardita en Londres y también en las colonias británicas, quien tras
conocer a Ben Israel, adhirió a su causa. Esta primera entrevista con Cromwell
en 1654 no tuvo éxito formal, sin embargo, de hecho comenzó la inmigración,
logrando llamar a asamblea para discutir el tema públicamente en 1655.
Lo cierto es que durante el gobierno de Cromwell nunca hubo un
pronunciamiento oficial por parte del gobierno británico sobre la derogación
del edicto de expulsión, no obstante lo cual y en forma implícita, se comenzó a
aceptar el ejercicio del culto religioso, creándose un tiempo después el aún en
pie cementerio sefardí “Velho” de Londres, el más antiguo de la ciudad, y
convirtiéndose Ben Israel en el presidente de la primera sinagoga londinense.
Por lo tanto, podemos deducir que el astuto Oliver, haciendo la vista gorda,
derogó de hecho la disposición de Eduardo i.
No es menos importante remarcar que hasta aquí –y como veremos a
continuación –, las caras visibles de la comunidad israelita de Ámsterdam eran
sefaradíes portugueses o españoles que llegaban a la ciudad buscando refugiarse
de la Inquisición, he de aquí que tras instalarse en el país bajo adopten sus
nombres y apellidos religiosos, como Menasseh Ben Israel (Manoel Dias Soeiros)
o David Abraham Dormido (Manuel Martíenez Dormido). Es factible entender –y así
lo entiende Cecil Roth– que el motivo principal por el que Ben Israel decidió
que sea David Abraham Dormido / David Abrabanel Dormido quien acompañe a su
hijo a la entrevista con Cromwell, era el acabado conocimiento que éste tenía
del poderío militar español dada su conocida fama de pirata asaltador de buques
españoles, popularidad que le hizo acreedor del seudónimo “Capitán Davis”. De
manera que, presumiblemente, los dominios españoles en América fueron parte
integrante del orden del día de ese primer encuentro, suposición para nada
descabellada ya que, como veremos a continuación, Ben Israel y otro
correligionario portugués tenían gran interés en la zona andina americana y
estrecha relación con los piratas judíos que acechaban las américas.
CROMWELL,
EL TRAIDOR
Existe una extraña coincidencia relativa a la ciudad de Ámsterdam (desde
donde operaba Menasseh Ben Israel), Ebenezer Pratt, uno de los miembros de la
comunidad de la cual Ben Israel era líder espiritual y Oliver Cromwell.
En un artículo que data del 3 de septiembre de 1921, Lord Alfred Douglas
—quien fuera amante de Oscar Wilde— publicó el contenido de una correspondencia
relacionada con la trama que se escondía detrás de la ejecución de Carlos i de Inglaterra (1600-1649). Según él, varios
volúmenes de registros habían sido encontrados por los administradores de la
sinagoga de Mulheim, Alemania, por su amigo, un tal L. A. Van Valckert. Decía
Douglas que habían sido escritos en alemán, que estaban perdidos desde las
guerras napoleónicas y que en los mismos había
una misiva enviada el 16 de Junio de 1647 por Oliver Cromwell a Ebenezer
Pratt, un puritano de origen judío residente también en Ámsterdam,
solicitándole ayuda financiera para la revolución a cambio de la readmisión de
los judíos en Inglaterra. La carta se enviaba en estos términos:
Ejecución de Carlos I de Inglaterra |
"A
cambio de apoyo financiero propugnaré la admisión de judíos a Inglaterra; esto,
sin embargo, imposible mientras Carlos viva. Carlos no puede ser ejecutado sin
juicio, los fundamentos suficientes para el cuál actualmente no existen. Por lo
tanto, aconsejo que Carlos sea asesinado, pero no tendré nada que ver con
procurar un asesino, aunque deseando ayudar con su escape".
La réplica de Ebenezer Pratt data del 12 de julio de
1647:
"Concederé
ayuda financiera tan pronto como Carlos eliminado y judíos admitidos. Asesinato
demasiado peligroso. A Carlos debe ser dada la oportunidad de escaparse. Su
recaptura hará entonces el juicio y la ejecución posibles. El apoyo será
liberal, pero inútil discutir términos hasta que el juicio comience".
Así lo pedía Pratt a Cromwell y así se hizo. Para el 04 de junio de 1647
el rey se alojaba como prisionero en el palacio de Holmby en Northamptonshire
cuando un grupo de 500 revolucionarios al mando del capitán George Joyce
irrumpió y lo trasladó a Newmarket para luego permitirle escapar a la Isla de
Wight, donde fue posteriormente detenido. Tras el intento de escape, la Cámara
de los Comunes decidió enjuiciarlo. Ni un solo abogado inglés estaba dispuesto
a elaborar un acta de acusación contra su soberano, sin embargo el rey se vio
obligado a participar en un juicio ante un Tribunal Superior de Justicia en el
que dos tercios de sus miembros eran acólitos a los intereses de Cromwell.
Carlos se negó a alegar y fue declarado culpable.
“El
príncipe de Galles escribió á Fairfax (Thomas Fairfax, General de Cromwell) y
al consejo de oficiales, con esperanza de despertar en su corazón algún
sentimiento de lealtad. Los comisionados de Escocia protestaron oficialmente en
nombre del reino contra todo lo que pasaba. Se anunció la próxima llegada de
una embajada de los estados generales enviada para intervenir en favor del rey.
Ya el mismo John Cromwell, oficial al servicio de Holanda, y primo de Oliverio,
estaba en Londres, quejándose al teniente general y casi amenazándole.”
Al momento de su enjuiciamiento
en manos del tribunal, el rey se dirigió al pueblo exclamando “Acordaos que el
rey de Inglaterra es condenado sin que le sea permitido dar sus razones en favor de la libertad del pueblo …Pido
ser oído en la cámara de los lores y comunes, sobre una proposición, que
importa mucho más a la paz del reino y a
la libertad de mis súbditos que a mi propia conservación” y luego, tras la
afirmación que hizo John Bradshaw (presidente del tribunal de enjuiciamiento)
de que esa decisión la había tomado el pueblo de Inglaterra, desde la
muchedumbre se escuchó “¿dónde está el pueblo? donde su consentimiento?
Oliverio Cromwell es un traidor”, y la multitud gritó "Dios salve al
rey". El 28 de enero el rey lo pasó junto al obispo.
“Dejemos esto, milord, le dijo Carlos; no
tenemos tiempo de ocuparnos en ello, pensemos en nuestro grande negocio, es
preciso prepararme para comparecer ante Dios, a quien dentro de poco tendré que
dar cuenta. Espero hacerlo con sosiego, y que vos me ayudareis. No hablemos de
estos miserables en cuyas manos estoy; están sedientos de mi sangre y la
tendrán; que se haga la voluntad de Dios.”
Un día antes de ser decapitado, el 29 de enero de 1649, puso sobre sus
rodillas a su hija, la princesa Isabel y a su hijo, el príncipe Enrique, duque
de Gloucester. Tras explicarles qué iba a ocurrirle a su padre, les regaló sus
joyas – la cruz de San Jorge y de la Jarretiere, todas destrozadas –y se dirigió a Enrique diciendo:
“Está
atento, hijo mío, a lo que te voy a decir: tú no debes ser rey mientras vivan
tus hermanos Carlos y Jacobo, porque ellos (los mercenarios revolucionarios)
cortarán la cabeza a tus hermanos si os pueden atrapar, y acabarán con
cortártela a ti igualmente; te mando no consientas jamás en ser rey nombrado
por ellos. —Mas pronto me dejaré hacer pedazos, respondió el niño conmovido –.”
Al día siguiente y sin el consentimiento de la Cámara de los Lores, el
rey sería decapitado y Cromwell pasará a la historia chica de Inglaterra. Tal
fue su traición a los intereses del pueblo inglés que una vez muerto Cromwell y
la monarquía reestablecida con Jacobo II, hijo de Carlos I, su cadáver fue
colgado de la mañana hasta las cuatro de la tarde junto a los otros dos
regicidas, John Bradshaw, presidente del tribunal y Henry Ireton, yerno de
Cromwell y firmante también su sentencia, luego fue decapitado y su cabeza se exhibió
en un pico en el Salón Westminster.
El interrogante que deviene es el siguiente. De ser todo esto cierto,
¿qué relación habría entre Ebenezer Pratt, Ben Israel y la revolución que
inició Oliver Cromwell? La pregunta es imposible de eludir, dado que los dos
primeros bregaban por el mismo fin, desde el mismo lugar y en forma simultánea,
teniendo ambos contacto directo con Cromwell. Por otra parte, ¿quién o quiénes
financiaron verdaderamente al ejército de Cromwell, acabando con la monarquía
inglesa y permitiendo al pueblo hebreo —compuesto en su inmensa mayoría por
comerciantes y banqueros holandeses— volver a Inglaterra? El sacerdote
argentino Julio Meinvielle no duda en afirmar que la revolución inglesa de
Cromwell fue financiada por Manasseh Ben Israel y Ebenezer Pratt junto a
Antonio de Carvajal (otro portugués referente de dicha comunidad en Londres que
aparece en reiteradas ocasiones firmando documentos y solicitudes en
representación de esta), así como también la de 1689 (La Revolución Gloriosa)
lo fue por los banqueros internacionales de Ámsterdam, Salomón Medina, Suasso y
Moisés Machado, lo mismo afirma, entre otros, el autor Robert Akers en Sibling Rivalry on a Grand Scale: The
Devil's in the Details. Nuestra tesitura comparte estas afirmaciones, sobre
todo en la inteligencia de que el pueblo inglés aún hoy mantiene su sistema
monárquico vigente, ya que la república solo subsistió mientras Cromwell
interfirió; además, sustentados en la documentación citada y en los hechos que
se relatan a continuación, no podemos dejar de sospechar que la fuente de sus
recursos provino de aquellos que se beneficiaron a partir de lo que Cromwell
logró: la vuelta del pueblo judío de Holanda a Inglaterra, el cambio de la
religión, la deposición de los Estuardo, la entrega de las riendas políticas
del imperio a la Cámara de los Comunes y la instalación del interés sobre los
dominios españoles en américa.
Como señalamos arriba, el interés del rabino en volver a Inglaterra
estaba amparado en su creencia en que la reunión de las diez tribus hebraicas
esparcidas sobre toda la tierra permitiría la venida del mesías. Sin embargo,
sus anhelos iban más allá de las islas del Reino Unido: él sostenía que los
americanos, especialmente “los indios de los andes de América del Sur” eran
descendientes de las diez tribus perdidas de Israel, creencia que plasmó, junto
con la nombrada en primer término, en su obra titulada Origen de los Americanos. Esto es Esperanza de Israel. Él estaba
persuadido de que al menos una parte de los indios americanos todavía seguían
ritos religiosos.
Esta teoría había sido revelada al rabino por el viajero portugués
Aharon Leví, alias Antonio Montezinos (cuya imagen terminó siendo el sello de
la imprenta de Ben Israel), hombre que le relató que en uno de sus viajes en Centroamérica –específicamente en el Puerto de Honda –,
conoció a un indio mestizo llamado Francisco del Castillo, quien le confesó que
su tribu era hebrea y que las crueldades y tiranías hechas por los españoles
serían vengadas “por vía de una gente oculta”, este indio supuestamente también
le declaró que “los que quisieren venir a vivir con nosotros, les daremos
tierras” y que sus “Mohanes” –hechiceros– , quienes “hablaban por boca de
hebreos sabios” habían dicho que:
“El Dios destos hijos de Israel, es el
verdadero Dios, todo lo que está escrito en sus piedras, es verdad; al cabo de
los tiempos, ellos serán señores de todas las gentes del mundo, vendrá a esta
tierra gente que os trayga muchas cosas, y después de estar toda la tierra
abastecida, estos hijos de Israel saldrán de donde están, y se enseñorearan de
toda la tierra, como era suya de antes. Algunos de vosotros que quizierdes ser
venturosos, pegaos a ellos…”(sic).
A lo largo de su obra, Ben Israel intenta yuxtaponer fundamentos
bíblicos con costumbres comunes entre indios y hebreos, por ejemplo la
circuncisión, que según él, los totones y los mejicanos practicaban, o el descanso
los sábados, así como el impedimento a las mujeres recién paridas de ingresar a
los templos. También, respecto a las predicciones de los indios hechiceros
sostiene:
“Y
quien sabe, si el pronóstico de los Moanes, que refiere nuestro Montezinos, tendrá
brevemente cumplimiento (…) La declaración de los Mohanes, o hechizeros,
acuerda con lo que se dize en el 4. de Ezras, acerca de los milagros que Dios
usó con los Israelitas, al passar del rio Euphrates (sic)”.
Apunta al respecto quien fuera el precursor del Centro de Estudios
Judaicos de la Universidad de Chile y la máxima autoridad en lo que a historia
del pueblo judío en Hispanoamérica atañe, Profesor Günter Böhm:
…llegaba
a la conclusión (Ben Israel) de que aquéllos (los indios de América del Sur)
descendían de las doce tribus de Israel y que habían llegado a América en
tiempos remotos. Basándose en un texto del profeta Daniel (12, 7) y de la
Biblia (Deuteronomio: 28, 64) creía que la vuelta a la Tierra Prometida de los
judíos se iba a realizar en el momento en que la dispersión total del pueblo
judío se haya completado en todo el mundo, «de un extremo al otro de la
tierra». Faltaba, según su opinión,
únicamente la readmisión de los judíos en Inglaterra para que se completara la
dispersión profetizada y empezar así la gran liberación mesiánica. Para
este fin tradujo su libro al latín, dedicando esta edición al Parlamento Inglés
y al Consejo del Estado. En esta ocasión recibió el apoyo de un grupo de puritanos (calvinistas) ingleses, entre
ellos John Dury, John Sadler y Sir Edward Spencer que concordaban con su punto
de vista.
La biografía de Menasseh Ben Israel realizada por el historiador y
académico británico Cecil Roth (historiador judío de gran prestigio) bajo el
título “A Life of Manasseh ben Israel
rabbi, printer, and diplomat” publicada por primera vez en 1934 por la Jewish Publication Society Of America, es tal vez la mejor fuente
respecto a la vida de este rabino. En su obra, Roth desestima la veracidad de
los hechos relatados por Montezinos, catalogándolo de “relato fantástico”, sin
embargo, años más tarde, una descendiente del propio Montezinos llamada
Elizabeth Levi de Montezinos residente en Nueva York publicó un documento del
Archivo Histórico Nacional de Madrid que corroboraría parte del relato de
Montezinos, confirmando su arresto y encarcelamiento por la Inquisición durante
su viaje por Sudamérica.
Lo interesante de esta publicación es la afirmación que hace Elizabeth
Levi acerca del propósito final de Montezinos. Según su propia familia,
Montezinos resume sus planes al decir:
"Desta
tierra no te dé cuydado, que todos los indios tenemos a nuestro mandado, en acabando con estos Españoles iremos a
sacarvos a vos otros del captiverio en que estays, si quisiere Dios que si
quererá, que su palabra no puede faltar" (sic).
Por lo que queda claro que Montezinos deseaba acabar con la presencia
española en América logrando así la liberación de sus correligionarios, propósito
que indudablemente persiguió Ben Israel y factiblemente haya motivado la
presentación del primer plan de invasión a la América española presentado por
Simón de Cáseres el mismo año en que Ben Israel logra la readmisión en
Inglaterra mientras publica Esperanza de
Israel.
Estos hechos deben ser atendidos en relación a la interpretación de
Joseph D. Benmaman, para quien Elizabeth
Levi de Montezinos vio en su ancestro Antonio de Montezinos al precursor del
sionismo.
Rematando, no podemos dejar de mencionar que Nahum Sokolow, autor de Historia del Sionismo (1918), comienza
su obra mencionando a Ben Israel como el padre del mismo, posición que
compartimos, sobre todo en la inteligencia de que fue éste rabino el precursor
en la interpretación talmúdica de que el mesías no debía ser pasivamente
aguardado, sino que debía impulsarse la vuelta a Sion –para la cual la
readmisión en Inglaterra era primordial –.
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