Gabriela
Pousa
Es sabido
que cuando de elecciones se trata abundan análisis, la mayoría de los cuales no
explican nada. Y es que la explicación al resultado de un comicio, muchas veces
es tan obvia y sencilla que no requiere exegetas de lo inefable, ni traductores
de aquello que surge a simple vista, y este caso es un ejemplo concreto.
Es sabido
que cuando de elecciones se trata abundan análisis, la mayoría de los cuales no
explican nada. Y es que la explicación al resultado de un comicio, muchas veces
es tan obvia y sencilla que no requiere exegetas de lo inefable, ni traductores
de aquello que surge a simple vista, y este caso es un ejemplo concreto.
Los
números hablan por sí mismos, sitúan en un orden cronológico a unos y otros sin
margen para confundir quién está primero y quién segundo. Así pues, es en la
brecha entre los porcentajes obtenidos, y en la motivación del voto donde
posiblemente se halle algún dato que enmarque lo sucedido. Vamos pues por esas
pequeñas-grandes diferencias que en la vida, y aquí también en consecuencia,
marcan las diferencias.
Hay una
realidad inexpugnable: el kirchnerismo no necesitaba competir con nadie en
especial para advertir su debacle. Dejando a todos los actores de las PASO de
lado, basta contrarrestar los resultados obtenidos por el gobierno el pasado
domingo con los del año 2011 para darse cuenta que confundieron el camino.
En el
trayecto perdieron más de la mitad de las adhesiones. Aquel 54% que se
convirtiera luego en bandera de la Presidente, hoy se reduce a un mísero 26%.
La
democracia limitada al concepto de mayoría absoluta queda de ese modo
finiquitada. En lo sucesivo habrá que hablar de un régimen de mayorías
relativas. De allí que la interpretación que hiciese la jefe de Estado tras
conocerse el escrutinio sólo pueda enmarcarse dentro del realismo mágico del
relato. Si alguno esperaba de la mandataria otra reacción frente al fracaso es
porque ha vivido alejado de lo sucedido en el país en los últimos 10 años.
Cuando de
política se trata es conveniente diferenciar entre la teoría y la práctica. En
teoría perdió el Frente para la Victoria, en la práctica perdió Cristina. ¿En
qué se sustenta lo dicho? No es difícil descubrirlo. En primer lugar, fue la
mismísima Presidente quien instaló las elecciones primarias como un plebiscito
de su gestión al frente del Ejecutivo.
En
segundo término, quien ganó la provincia de Buenos Aires dejando al descubierto
la magnitud del fracaso oficialista fue ni más ni menos que Sergio Massa, un
hombre salido de sus entrañas.
Pero el
nombre “Sergio Massa” todavía no dice nada. El mismo caudal electoral podría
haber tenido Martín Insaurralde de estar en su lugar, es decir articulando su
futuro político con empresarios, sindicatos y otras intendencias en lugar de
hacerlo con la Presidente. Y es que tampoco fue nadie a votar en contra de
Martín Insaurralde, un mero actor de reparto en esta película cuyo única
protagonista es Cristina. Muy por el contrario, nadie se atrevería a negar que
sí ha habido votos en contra de aquella.
Con esto
está claro que el rechazo no fue predominante hacia un estereotipo como lo es
el FPV, sino hacia la jefa o directora del mismo. De hecho, en el búnker del
intendente de Tigre, se observaban varias caras que hasta no hace mucho fueron
indiscutibles marcas registradas de aquel entuerto nacido al amparo de una
transversalidad fallida o tal vez fallada…
Uno de
los primeros en presentarse ante las cámaras y comentar resultados fue Alberto
Fernández quien se refirió al triunfo de su ex sucesor al frente de la jefatura
de ministros, como un logro “nuestro”. Por un momento parece que en su afán de
ir por todo, el kirchnerismo fue también por la derrota de Cristina. Es decir,
se ganó a sí mismo…
A ese
contexto, suma el exabrupto de Malena Galmarini, el no saludo de un militante a
Mauricio Macri, el asalto a la casa de los Massa, y demás chicanas que signaron
la campaña. Todo ello no hizo más que mostrar la debilidad de una fuerza
vencida por la soberbia y la cerrazón a una realidad que siempre se mostró
preclara.
Cristina
tuvo a su favor los cacerolazos y movilizaciones del 13 de septiembre, del 8 de
noviembre y del 18 de abril pero optó por hacer caso omiso a todos ellos y
mantenerse en el paralelismo de un país creado por y para si misma. No quiso
escuchar y terminó auto derrotándose.
Esta
lectura no pretende quitar méritos a los partidos y fuerzas que obtuvieron
triunfos en la última contienda sino que busca poner en evidencia el brutal
poder de auto boicot que signó al oficialismo desde el momento en que decidió
desconocer su impericia para la gestión, y convertir a todos y cada uno en
culpables, conspiradores y agoreros de males.
¿Por qué
atribuirle a la Presidente el mayor porcentaje de la derrota? Por la simple
razón de que es muy difícil diferenciar cierta intencionalidad a la hora de
votar, por ejemplo, a Sergio Massa o a Francisco De Narváez, a Martín Louteau o
a Alfonso Prat Gay entre otros. Justamente, el desafío de los vencedores radica
en mantener o incluso aumentar sus caudales electorales en Octubre próximo para
tener chances de entrar a jugar en el poder legislativo nacional.
Los pases
y las alianzas serán de ahora en más quienes han de demostrar hasta qué punto
se ha entendido el mensaje de la sociedad.
La
población no ha ido mayoritariamente a votar una alternativa precisa a Cristina
sino que ha manifestado su rechazo a la misma. Ella situó a gran parte de la
ciudadanía en la vereda de enfrente, ella la señaló como adversario y la subió
al ring sin preguntarle.
Ni el
radicalismo, ni el PRO, ni UNEN ni ninguna de las demás propuestas han
alcanzado porcentajes que las tornan exclusivas. Por el contrario, todos ellos
son inclusivos de un voto que le dio la espalda a la mentira sistemática, a la
afrenta como metodología, a la concepción bélica de la política.
Antes de
terminar, vale destacar una de las tantas paradojas que arroja una elección. Y
es que hay realidades y hay símbolos, y estos últimos hablan por sí mismos.
Ejemplo de ello es un tuit del radical Eduardo Costa, a través del cual invita
a festejar su victoria electoral en la provincia de Santa Cruz: “Nos
estamos juntando en Kirchner y San Martín, venite a festejar”
Por
último, cabe sintetizar las causas madre de lo que acaba de pasar. Así ha sido
la inflación quien se comió a un vasto sector de aquel 54%, mientras que otro
tanto cayó víctima de la inseguridad, sin sensación. Posiblemente, alguna parte
también haya sido diluida por la porfía de la ostentación que sitúa al gobierno
en la cima de la corrupción.
Ahora
bien, si aún sin reacción frente a la adversidad o con escasa percepción de
crisis, los resultados son lo que son, es dable predecir que el “fin de ciclo”
es algo más que un slogan vacío porque nada hace prever que el gobierno tenga a
mano un plan B para ofrecer.
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