Sábado 18
de octubre, 2014
Por: Julio Bárbaro
El
gobierno soñó eternidades: un Presidente, al que heredó su esposa, en una
sociedad con enormes necesidades, donde la Hermana es la ministra de
Bienestar Social y una caterva de empleados públicos rentados ocuparon un
estadio de fútbol para aplaudir al Príncipe heredero, que comenzó a balbucear
sus palotes políticos, pocos meses antes de que su Madre debiera retirarse.
En Cuba,
el socialismo eliminó a la democracia. Los cubanos se quedaron sin libertad
pero nunca llegaron a gozar del preciado bien de la Justicia, que sería
el fruto codiciado de la planta de la Igualdad. Y los disidentes
perseguidos, y los que debían optar entre la obediencia o el mar con sus
tiburones, conviven con un Fidel que poco o nada aportó a la justicia
mientras se dedicó a eliminar la libertad. Y en su final lo hereda el
hermano, no sea que el socialismo olvide su pasión por la monarquía
hereditaria. Y los rusos, que ayer desplegaban imperialismo
revolucionario, y después de que el muro les aplastó las veleidades socialistas
se expanden al ritmo del nacionalismo y de las mafias.
Las
viejas izquierdas educaban en el desprecio a la democracia y en el valor
secundario de la libertad. Como si la humanidad estuviera obligada a optar entre los ricos y los
burócratas. Todavía los ricos guardan algunos datos de la competencia, los
burócratas no soportan esa veleidad. En la ambición suelen ganar algunos de los
mejores; en la obsecuencia burocrática sólo se selecciona a los peores.
Los ricos, en su ambición, no suelen ser generosos; los burócratas directamente
necesitan entregar su dignidad unida al espíritu crítico, y después de eso no
queda más que odio y resentimiento.
Nuestras
viejas izquierdas, abundantes en pensadores y escritos, nunca lograron armar
una fuerza que les permita abordar el poder por los votos. La violencia vulneró
en demasía los sueños de poder revolucionarios, fue una enorme entrega de vidas
a cambio de ninguna posibilidad de tomar el poder. Solo el viento de los
tiempos explica el absurdo de que critiquen a Perón mientras aplauden a los
Kirchner, quizá el genocidio fue el dato central de este cambio de
exigencias. Ayer, plenos de vitalidad juvenil, fracasaron al elegir la
tragedia; hoy, cansados de mirar con “la ñata contra el vidrio”, se
conforman con asumir un protagonismo obediente y sin crítica en los
nítidos tiempos de la comedia.
Y
construyeron una secta en torno al poder. Responden a toda crítica repitiendo como loros los
logros de la década ganada. Enumeran todos de la misma manera; la ausencia de
convicción los obliga a memorizar las respuestas. Los dogmas son ideas
cerradas; un error puede gestar una fisura y si por ella se filtra una duda,
ella implica un ataque a la verdad. Pensamiento cerrado, Jefe absoluto,
discurso que se escucha, se aplaude y se incorpora al dogma sin meditar. Y
ocupación del Estado, asalto de los cargos y las prebendas; en nombre del pueblo,
actúan como si se fueran a quedar para siempre en el poder.
Sea quien
fuere el elegido para el próximo gobierno, deberá gastar tiempo en expulsar esa
caterva de empleados públicos que se apropian de dineros que les quitan a los
verdaderos necesitados. Un supuesto pueblo de universitarios agresivos
usurpando un Estado que debiera estar al servicio del pueblo verdadero. Eso fue
el Kirchnerismo, una usurpación de los necesitados por los oportunistas y, en
su desfachatez, intentaron llamarse “militantes”. Perón, que fue en
todo un adelantado, ya había expulsado a los imberbes de la plaza.
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