sábado, 25 de octubre de 2014
Un nuevo
descubrimiento arqueológico cuestiona lo que sabemos de la adaptación humana a
los ambientes extremos. El hallazgo de un asentamiento a 4.500 metros de altura
en Perú indica que había humanos adaptados a esta altitud hace más de 12.000
años. Campamento base en Pucuncho. Matthew Koehler.
Un equipo
de arqueólogos de Estados Unidos, Alemania y Canadá ha documentado una
ocupación humana de hace más de 12.000 años en los Andes peruanos, a cerca de
4.500 metros de altitud, lo que convierte al sitio arqueológico en el más alto
del Pleistoceno tardío hallado hasta la fecha en todo el mundo.
Según
explican los investigadores, encabezados por Kurt Rademaker, de la Universidad
de Maine (EE.UU.), «el estudio de la adaptación humana a los ambientes extremos
es importante para entender nuestra capacidad cultural y genética para la
supervivencia».
En su trabajo, que se publica hoy
en Science, aseguran que, a pesar de las bajas temperaturas, la alta radiación
solar y el bajo nivel de oxígeno a esa altitud, los antiguos cazadores
recolectores se las ingeniaron para colonizar este paisaje remoto. Para demostrarlo,
han recogido decenas de artefactos en dos yacimientos: Cuncaicha y Cuenca
Pucuncho. En Cuncaicha, un abrigo rocoso con dos nichos a 4.480 metros de
altitud, han encontrado herramientas, huesos de animales y raíces que se
consumían como alimento. Los investigadores piensan que este sitio pudo servir
como campamento base. Mientras, Cuenca Pucuncho, a 4.355 metros de altitud, fue
un lugar «ideal» para la caza especializada, según los arqueólogos.
En este
último yacimiento se han hallado 260 instrumentos líticos, como puntas de
proyectil. Las dataciones llevadas a cabo sobre las herramientas y artefactos
encontrados demuestran que tienen una antigüedad de entre 11.500 y 12.800 años,
es decir, una fecha sólo 2.000 años posterior a que los primeros humanos
llegaran —según la historia oficial— a América del Sur.
Las
regiones a gran altitud se encuentran entre las menos estudiadas
arqueológicamente, y sigue sin entenderse cómo los primeros humanos sobrevivieron
en esos lugares. Mientras que algunos expertos sugieren que tuvieron que
adaptarse genéticamente durante muchos miles de años, otros creen que los
cambios ambientales, como la recesión de los glaciares, fueron determinantes.
Una tercera hipótesis —no mencionada en el estudio por los autores— sugiere que
los humanos ya habitaban esta región hace más de 15.000 años.
El
equipo de investigadores en la zona de la excavación. «Nuestra principal
conclusión es que los humanos llegaron a estos lugares tan remotos al final de
la Edad de Hielo y eran increíblemente capaces de adaptarse a ambientes muy
extremos», explica Rademaker. «Y ahora sabemos que llegaron a estos lugares de
Los Andes mucho antes de lo que nos parecía posible».
Artículo
publicado en MysteryPlanet.com.ar
Por WANG QUANFU*
Mujeres peruanas luciendo sus trajes típicos. |
El Perú
es cuna de una de las más brillantes civilizaciones que ha visto el mundo: la
incaica. A pesar de los siglos, este país aún encierra misterios y enigmas para
la humanidad. ¿Quiénes dibujaron las Líneas de Nasca? ¿Quiénes construyeron las
ruinas de la ciudad costera de Chan Chan, cuya población alcanzó los 50.000
habitantes? ¿Cómo pudieron los antiguos peruanos desplazar enormes toneladas de
piedras para erigir Sacsayhuamán, la fortaleza que protegía al Cusco, capital
del Imperio Incaico? Sin embargo, lo más sorprendente para mí fue el gran parecido
entre los indígenas peruanos y los chinos.
Genes
similares
Gracias a
la Asociación de Prensa Extranjera en el Perú tuve la oportunidad de recorrer
la Amazonía, donde, a orillas del imponente río Amazonas, viven indígenas de
baja estatura, esbeltos y de piel cobriza, muy parecidos a los campesinos
chinos. De generación en generación han circulado leyendas estrechamente
vinculadas con la cultura china. Por ejemplo, en la frontera entre el Perú y
Bolivia se encuentra el Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, cuyo
nombre es homófono a dos vocablos chinos que significan “hermano menor y
hermano mayor”.
En el año
1.500 a.e.c., es decir en el periodo de las dinastías Yin y Shang, se fundó a
orillas del lago Titicaca y sobre los 3.600 msnm, el reino de Tiahuanaco, cuyo
significado es “estado al sur de la Tierra”, y que es homófono del término
chino “Tianhuananguo”.
Entre los
años 300 a.e.c. y 600 e.c. surgió la cultura Moche en la costa septentrional
del Perú, donde luego se desarrollaría la cultura Chimú. Cuenta la leyenda que
un día llegó procedente del mar un mago llamado Tacaynamo, quien habría sido un
importante mensajero del emperador chino y fundó el reino Chimú
autoproclamándose rey. Hoy, los pobladores de la región Lambayeque –en el norte
del Perú– tienen un aspecto muy parecido a los chinos: ojos rasgados, cabello
negro y lacio. Los hombres se dejan crecer el bigote o la barba.
Hace un
tiempo, especialistas chinos y extranjeros formularon una serie de hipótesis
sobre el origen de la población indígena en el continente americano. Entre
ellas, la de la “Navegación de los Yin al Oriente” y la de la “Gran fuga” o
“Gran emigración” de hace más de 3.000 años –sostenidas por estudiosos chinos–,
así como la de las “Tres Olas de Emigración”, elaborada por expertos
extranjeros.
Las
dinastías Yin y Shang de China se desarrollaron entre los siglos XIV a.e.c. y
XI a.e.c., vale decir, hace más de 3.000 años. Durante ese periodo, muchos
chinos huyeron del territorio debido a los cambios de dinastía o de régimen.
Algunos se dirigían al sur y otros, al exterior.
En 1993,
el catedrático y bioquímico estadounidense Douglas Juarez comprobó a través del
ADN que los genes de la población aborigen de América eran semejantes a los de
los nativos de la Polinesia y Melanesia, de las islas surorientales del
Pacífico e, incluso, a los de los chinos, lo que favorece la teoría de la
procedencia china.
Juarez y
sus colegas consideran que en la prehistoria hubo dos grandes oleadas de
emigración de Asia hacia América. La primera tuvo lugar en el periodo glacial,
hace 20.000 y 40.000 años, cuando los asiáticos atravesaron el Estrecho de
Bering y se desplazaron al sur de América. La segunda oleada tuvo lugar hace
6.000 y 12.000 años, cuando algunos chinos se trasladaron hacia Vietnam y
posteriormente se embarcaron rumbo a Filipinas, las Islas Fiji y la Polinesia
para, finalmente, arribar a América.
Coincidencias
entre ambas culturas
A pesar
de que no se han hallado datos convincentes sobre la “Navegación de los Yin al
Oriente”, la cultura peruana comparte sorprendentes coincidencias con la china.
Los aborígenes peruanos cuentan con 33 idiomas, entre los que destaca el
quechua. Al igual que el chino, todos ellos son monosilábicos. La pronunciación
y el significado de muchos vocablos son similares; por ejemplo, wawa (niño),
huaco (vasijas de cerámica), etc.
En el
norte del Perú, los nombres de muchos poblados, ríos y cementerios son
semejantes a los nombres y apellidos chinos, como la famosa Huaca Cao, el río
Chao y las ciudades de Bagua y Yupán. El historiador y arqueólogo peruano José
Antonio Bravo publicó en el semanario Visión, en junio de 1987, un artículo
titulado “Los chinos llegaron a América antes que Cristóbal Colón”, donde
presentaba once nombres coincidentes entre lugares peruanos y chinos.
La
historia también demuestra el gran lazo entre las culturas peruana y china. La
cultura Chavín, que data de entre 1.300 a.e.c. y 500 a.e.c., y se extendió por
la costa norte y central del Perú, dejó como legado un gran número de esculturas
de piedra, en las que figuran dibujos de murciélago, un símbolo de suerte para
los chinos, pues su nombre significa “felicidad”.
Otro
ejemplo lo podemos hallar en la cultura Chavín, donde la Estela de Raimondi
–una lápida rectangular descubierta por el italiano Antonio Raimondi– guarda
mucho parecido con la lápida del Rey del Dragón, en un templo chino de nombre
parecido a la de Chavín. En la Estela de Raimondi se encuentran esculpidas una
cabeza, la cara y garras de un dragón, así como el cuerpo de una serpiente.
Cada una de las garras sostiene un bastón, símbolo del poder. Hacia sus lados,
la decoración tiene forma de plumas, que están integradas a la cabeza y cola de
la serpiente.
Lo más
sorprendente es que entre los vestigios históricos de Chavín hay, incluso, una
gran piedra grabada con dibujos sobre la teoría universal de la China antigua,
semejante al realizado por Zou Yan, del Estado Qi, en el Periodo de los Reinos
Combatientes de China (475-221 a.e.c.). Éste se compone de cuatro partes que corresponderían
al Yang, con rayas horizontales que indican las cuatro direcciones (Norte, Sur,
Este y Oeste); y otras cuatro partes que corresponderían al Yin, con rayas
verticales que señalan el Noreste, Sureste, Noroeste y Suroeste. En su parte
central estaría representado el lugar donde vivía la humanidad (lo que sería
China).
Al igual
que los chinos, los pobladores del antiguo Perú sepultaban a sus muertos en
fosas. Junto al cadáver colocaban objetos de alfarería, joyas, alhajas, telas
e, incluso, enterraban vivos a su esposa y sirvientes. El tamaño de la tumba,
así como el número y la calidad de los objetos que la acompañaban, debían
corresponder al nivel socioeconómico del difunto.
En 1987,
en Lambayeque –costa norte del Perú– fue descubierta la tumba del Señor de
Sipán, que data de hace 1.700 años. En ella se encontraron valiosos objetos,
como hilos y laminillas de oro, perlas y joyas, que adornaban el vestido del
monarca, en similar apariencia con la vestimenta de jade, cosida con hilos de
oro, hallada en Mancheng, provincia de Hebei, en el norte de China.
La música
de los aborígenes peruanos guarda también muchas similitudes con la china: se
compone de una escala pentatónica. La métrica y el encanto de la música andina
se parecen a la china, especialmente en ciudades como Cusco y Ayacucho. Es más,
tanto las construcciones de la antigua China como las del antiguo Perú se
caracterizan por su eje central y simetría. Durante el Imperio Incaico, los
peruanos construyeron andenes y elaboraron sistemas de riego que se conservan
hasta hoy en la famosa ciudadela de Machu Picchu, el mayor punto turístico del
país.
(Traducido
por Wu Ruigen*.)*Wang Quanfu y Wu Ruigen trabajaron en la agencia de noticias
Xinhua, quien los envió como corresponsales por varios países de América
Latina. Ambos están hoy jubilados.
Observar la corona del emperador inca y miren el ''gorro'' que lleva el emperador chino,los incas tenian corona de oro,los emperadores chinos un gorro pero su forma es similar...
Los chinos
Las mujeres tambien similares,ambas llevan una tabla.
Las chinas
Hubo una civilización extendida por todo el planeta?
¿Hubo una civilización extendida por todo el
planeta?
EXISTEN PIRAMIDES EN ARGENTINA
El
Shincal. Aún cubiertas las ruinas por el paso del tiempo.
Cuando
uno habla de pirámides, inexcusablemente se piensa en Egipto o en México (foto)
que son, cuanto menos turísticamente, las conocidas por el común de la gente.
Pero a poco de andar en estos temas, uno encuentra con sorpresa que pirámides
–ciertamente, de distintas alturas y complejidades– las hubo sobre toda la faz
del planeta: China, Perú, Tailandia, Islas Canarias, Mongolia, Zimbabwe…
Incluso, se afirma que al norte del Brasil, en las espesuras vírgenes del Matto
Grosso, observadores aéreos han divisado en medio de la selva tres gigantescas
construcciones de este tipo.
El uso
que les haya sido dado es motivo de especulaciones. Una cosa es cierta: por lo
general no fueron tumbas, el cual es otro de los mitos creados en torno a
ellas. Gran biblioteca de piedra, observatorio astronómico o centro esotérico
de iniciación, practicamente todas las hipótesis pueden aplicárseles.
Finalmente, está el misterio –en realidad, una colección de ellos– de su
ingeniería. Desde Herodoto –llamado “padre de la Historia”– hacia aquí,
incontables generaciones de
intelectuales se han devanado los
sesos tratando de explicar cómo fueron hechas. Y al día de hoy, la mayoría de
esas “explicaciones” siguen siendo improbables.
Aquí
están, éstas son.
El Shincal. A la derecha, aún cubiertas las ruinas
por el paso del tiempo.
Los que
desde hace años nos venimos dedicando al estudio de estos enigmas, tropezamos a
veces con cosas curiosas; en mi caso, por ejemplo, advertir que en medios
periodísticos desde 1989 estaba circulando la versión de que en el norte de
nuestro país –más concretamente, en las localidades catamarqueñas de Santa
María y Andalgalá – habrían sido descubiertas pirámides escalonadas, asociadas
a centros de culto
religiosos diaguitas, calchaquíes e incas y, en contra de lo que
pareciera dictar el sentido común, ninguno de mis colegas se había tomado el
trabajo de verificar la información. Pero mucha más sorpresa me causó comprobar
la desidia, indiferencia o llámenle como quieran, de los mismos arqueólogos –o
tal vez debería escribir “algunos arqueólogos”– que, conocedores de su
existencia, minimizan su importancia o no incentivan a las autoridades
responsables a explotar adecuadamente tales riquezas culturales de nuestra
tierra.
¿Sabían
que en todo el NOA (Noroeste Argentino) hay más de 300 (sí, 300) yacimientos arqueológicos?
¿Sabían que en Catamarca existe una ciudadela entre las montañas que nada tiene
que envidiarle al Machu Pichu peruano, excepto quizás la inteligente difusión
dada a éste último? ¿Aparece en nuestros libros de Historia que toda esa
región, desde principios de nuestra era hasta la llegada –más que destructiva–
de los conquistadores, fue el centro de una avanzada cultura, social, técnica y
religiosamente hablando, con caminos, fortificaciones defensivas, plazas y
mercados que reunían en las festividades a 300.000 personas, hospitales
públicos, médicos, funcionarios administrativos eficientes, granjas
comunitarias, sistemas de riego gratuitos, observatorios astronómicos,
escuelas?
Los grandes centros poblados de
esas culturas tenían, todos, sus propios lugares de culto.
Constituían agrupaciones de grandes piezas amuralladas (como las de Hualfín y Shincal) con habitaciones para los sacerdotes, despensa para los peregrinos y dormitorios, “cuartos de sudar” (una ocupación imprescindible como parte del proceso de purificación, y similares a nuestros baños sauna) oratorios y, finalmente, los “ñuñus”: pirámides escalonadas, de dos, tres y hasta cuatro niveles, construídas de tierra (similares, en ese sentido, a los “mounds” estadounidenses que imitan figuras animales de gigantescas proporciones) asentadas con lajas de piedra, de entre 15 y 20 metros de altura, en la cima de las cuales se impetraba a los dioses o se sacrificaban prisioneros. De una antigüedad de entre 600 y 800 años, quedan restos de ellas en las dos localidades ya citadas. Digo restos porque, a través del tiempo, fueron concienzudamente destruídas.
Constituían agrupaciones de grandes piezas amuralladas (como las de Hualfín y Shincal) con habitaciones para los sacerdotes, despensa para los peregrinos y dormitorios, “cuartos de sudar” (una ocupación imprescindible como parte del proceso de purificación, y similares a nuestros baños sauna) oratorios y, finalmente, los “ñuñus”: pirámides escalonadas, de dos, tres y hasta cuatro niveles, construídas de tierra (similares, en ese sentido, a los “mounds” estadounidenses que imitan figuras animales de gigantescas proporciones) asentadas con lajas de piedra, de entre 15 y 20 metros de altura, en la cima de las cuales se impetraba a los dioses o se sacrificaban prisioneros. De una antigüedad de entre 600 y 800 años, quedan restos de ellas en las dos localidades ya citadas. Digo restos porque, a través del tiempo, fueron concienzudamente destruídas.
Reconstrucción
quizás errónea
Primero
por “ vasijeros” o buscadores de tesoros reales o imaginarios que las han
venido excavando desde los tiempos de la conquista; luego por habitantes de la
zona, puesteros y arrieros en su mayoría, que han retirado las grandes piedras
que las cubrían para sus particulares necesidades dejándolas así expuestas a la
acción erosionante de los vientos (que hay que verlos soplar en la región) y
finalmente por algunos sacerdotes católicos celosos de su oficio que aplicaron
el criterio de que destruyendo los lugares de reunión religiosa de los nativos,
irían así destruyendo el corazón de sus propias creencias. Hoy en día de estos
“ñuñus” o pirámides sólo sobreviven, en parte, los niveles inferiores.
Empero, la magnificencia de la superficie cubierta,
la soledad y lo desértico del paisaje, la altura (donde hasta respirar se hace
trabajoso, y cuánto más lo sería acarreando semejantes piedras) todo se conjuga
para pasmar de admiración al viajero, ante la perseverancia, el tesón y la
inteligencia de los aborígenes.
A modo de
conclusión. ¿Cuál es, más allá del antropológico, el verdadero valor de haber
constatado la existencia de pirámides en Argentina? Exactamente, romper con dos
conceptos que parecen transpirar los manuales escolares: que antes de la
colonia y la organización política de nuestro país, estas tierras estaban sólo
habitadas por indígenas primitivos, bárbaros y, si se quiere, hasta aislados
culturalmente
del mundo.
Personalmente
creo que tal concepto es uno más del imperialismo intelectual al que se ha
visto reiteradamente sometida nuestra identidad; si lo aceptamos, en
consecuencia todo lo que venga de afuera será mejor y si por “accidente” se
pierde o destruye lo autóctono, bueno, las pérdidas no serán de lamentar.
Andalgalá
Los
“ñuñus” y sus cultos asociados demuestran otras cosas: quizás tardíamente sí,
pero ya conocen aquello de “más vale tarde…”, nuestros pueblos precolombinos se
integran a un intercambio de conocimientos que muchos siglos antes había
comenzado en Asia, África, pasó luego a Mesoamérica (fíjense qué curioso; en el
único lugar de Europa donde hay restos de pirámides es en las islas Canarias,
según algunos investigadores vinculadas a América a través del desaparecido
puente de la Atlántida) y de ahí a Sudamérica llegando a nuestras latitudes.
Conocimientos que reflejaban en un tipo de
construcción (las pirámides) toda una simbología común; el acceder a otras
dimensiones mediante el shamanismo de la droga, el culto al tigre (el puma,
asimilable al jaguar, en nuestras latitudes) y el
dragón (aquí, la serpiente) algo que existe desde China hasta la
Argentina primitiva, el conocimiento de que ciertos lugares geográficos en las
montañas tienen una “energía especial”, una fuerza telúrica que los hace obvios
puntos de concentración ceremonial: en este sentido, nos comentaba en la ciudad
de San Fernando del Valle de Catamarca el arqueólogo Nicolás de la Fuente que
cerca de Ancasti, él ha descubierto un centro religioso impresionante, con
farallones de piedra cubiertos de miles de pinturas rupestres religiosas.
E-mail:
gusfernandez21@yahoo. com.ar
Celular:
(0343) 156 234 381
Publicado
por: Gustavo Fernández en 25-04-2010
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